EL NIÑO DE LA LINTERNA y EL BEBÉ DIABÓLICO
Arturo Betancourt Dimas (2000)
EL NIÑO DE LA LINTERNA
Esta leyenda sucedió allá por el año de 1939 en el mes de octubre, cuando todavía carecíamos de corriente eléctrica, el pueblo era alumbrado por la luz de la luna, quinqués y velas, una vez caída la noche de cierto día. Don Lucio López siendo persona joven de 29 años (ya casado) solicitó los servicios del vicario Sr. Ángel López (quien todavía vive) para que acudiera a dar la comunión a Gabriel López, hermano de Lucio, quien se encontraba enfermo, falleciendo, posteriormente, entonces la familia López vivía en la calle de Hidalgo, una vez terminada su visita, el padre Angelito López le pidió a Lucio que lo acompañara a dar la comunión a otra persona que se encontraba enferma, la cual vivía dentro de las casas de la casa grande
Betancourt Dimas, Arturo (2000). Leyendas pueblerinas. P. 7-8. Revista Innovación Salinense. 2000. 20 p.
EL BEBÉ DIABÓLICO
Era el año de 1950 un día de primavera, de esas tardes calurosas, cuando los campos están floridos, un domingo alegre, cuando las personas de los alrededores concurren a Salinas a mercar sus víveres, esto le sucedió al señor Pedro Dimas a su regreso al rancho de la Mesilla, a la hora cero o siete de la noche, cuando el señor Dimas emprendió su viaje de retorno, el camino que conduce a este poblado es rumbo a la Santa Cruz, existe la terracería para llegar a la Mesilla, el señor Pedro partió montado a caballo que él sabía dominado y manejarlo, para llegar a este poblado, hay que cruzar un gran arroyo el cual es conocido como el arroyo del muerto, nos cuenta el Sr. Dimas que al llegar al arroyo y quererlo cruzar, sintió que el caballo se resistía a continuar el camino, pero él dominaba el caballo y logró cruzado y al momento de pasado, escuchó el llanto de un bebe y al voltear la mirada a la derecha vió que estaba un bebe envuelto en una humilde cobija, el Sr. Pedro bajó de su caballo y tomó aquel bebe en sus brazos y al querer subirse de nuevo al caballo, éste no le permitía la subida, pues relinchaba y se retiraba como queriendo irse en desbocada, después de varios intentos logró sujetar al caballo y una vez montado en él, no le obedecía orden alguna, Don Pedro destapó al bebe y al verlo parecía como si tuviera unos seis meses, el cual ya tenía toda su dentadura completa, como si fuese un niño más grande, a la vez que soltaba una fuerte carcajada, como un adulto que se burlaba irónicamente; sintiendo un gran temor, Pedro sin más pensarlo aventó al bebe al lugar donde lo había recogido para continuar su viaje, el caballo arrancó cual ya desbocado, mientras que un sudor frío penetraba dentro del cuerpo del Sr. Dimas. A éste arrollo se le llama del muerto porque hay quienes dicen haber visto también a un muerto adulto. ¿Será acaso éste bebe uno de los hijos de la llorona?, hoy en día todavía se escucha ese llanto o grito desgarrador inexplicable.
al llegar a la entrada principal de la muralla, los esperaba un niño quien los condujo hasta el hogar aluzándolos con una linterna que poseía en sus manos, llegando a la casa entraron, pasando por el primer patio para luego cruzar el traspatio, donde al fondo se encontraba una habitación a oscuras, solo iluminada por la linterna del pequeño, que en el trayecto no pronunció palabra algunas, parecía como si sus labios estuviesen soldados para no dibujarse ni una mueca, solo el eco del silencio acompañaba a la viejita que se encontraba recostada sobre una cama austera, sin más objetos en la habitación, la extrañes se dejó sentir de que persona adulta no apareciera para dar alguna indicación o saludo, en fin, el sacerdote Angelito confesó y dio el sacramento de la comunión a la anciana convaleciente, siendo enderezada por Lucio para recibir la Hostia, después de elevar una plegaria por su salud, se dispuso a retirarse, percatándose que el infante de la linterna ya no estaba con ellos, desapareció como si no fuese de éste mundo, sólo dejó la linterna junto a una estampa del Santo Niño de Atocha que estaba sobre una silla.
Conociendo la salida procedieron a retirarse, por ser tan noche no se les hizo extraño que alguien adulto los recibiera o despidiera, pensando que ya estaban conciliando el sueño (en esta casa vivía el Sr. Gonzalo Celis siendo gerente de la Negociación, pasados algunos dos días Lucio sufrió una especie de resfriado con alta temperatura a la cual no le dio importancia, después de varios días preguntó Lucio por el estado de salud de la viejita enferma, ya que en aquellos tiempos era sabido de todo el pueblo cuando alguien fallecía, pero para su sorpresa nadie le supo dar razón alguna. los inquilinos contaron que ellos no solicitaron al sacerdote y que no tenían a nadie que estuviera enfermo, mucho .menos que habitara con ellos alguna viejita. Lo que se deduce de ésta leyenda es de que se trataba de un alma en pena.
Siguiendo investigaciones años después se llegó a la conclusión: que la ancianita era la nana del Sr. Celis.