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La música

Desde que tengo uso de memoria, me gusta la guitarra. Mi papá me heredó esa afición, aunque su fuerte es la música mexicana. Con decirte que sólo porque mi mamá ganó el volado no me llamo Pedro Infante Fernández Novelo... pero bueno, las libré por un águila en un nopal... o la cara de Morelos (no sé qué pidió mi mamá, pero le debo la vida dos veces).

Me gusta mucho el Jazz, la música latina (algunas cosas), la música española (mucho), la clásica y la hebrea. Me fuí metiendo en estos géneros por varias cosas. Primero, desde chico escuché mucho a los Beatles, Rolling Stones, y todos los que andaban por esos lares, porque mis papás son de la época. Eso me sensibilizó, y un día me topé con la mejor estación de radio que ha tenido México en su historia -tristemente difunta-: Jazz FM Stereo, en el 104.1 de FM. No trates de ponerla ahora a menos que te guste mucho el rollo tropicalero...

Por allí de los 13 años conocí a unos cuates medio locos y bohemios que andaban muy metidos con la música española, y cuando me di cuenta ya hasta tocaba con ellos en una Tuna(1). Allí aprendí y me involucré mucho con los estilos ptradicionales españoles, con la guitarra clásica y flamenca, y acabé en el Conservatorio Nacional de Música estudiando guitarra. Ya no seguí con eso porque mi gusto no va con lo que se vende, y tarde o temprano tenía que trabajar para comer, así que me quede en estado de buen aficionado.

Mi contacto con la cultura hebrea a través de la Biblia y de la Iglesia me llevaron a involucrarme con la música de por allá.

La vida al aire libre

Me metí en el rollo del campismo, la montaña y todo eso porque como a los 11 años comencé a asistir a una reunión de los Boy Scouts. Es un rollo padrísimo, así que me clavé de lleno durante algunos años, y ya más grande pasé a formar parte del Club de Exploraciones Tequistépetl, que es uno de los más antiguos y prestigiados del país.

Aunque no hice gran cosa, agarré gusto por la escalada en roca, principalmente, y cuando me fuí "p'al norte", lo primero que hice fue integrarme al club de escalada de la escuela. Allí sí agarré forma, y me convertí en un buen escalador. Nunca se sabe que tan bueno eres o puedes llegar a ser aquí en México, porque la escalada es un deporte que no recibe ningún apoyo, y no hay competencias oficiales donde puedas medirte con los grandes de la placa y la grieta, pero creo que era de los mejorcitos, porque no me caía mucho, no metía las rodillas ni la cabeza, y subía más rápido que la mayoría de mis cuates.

De regreso en la Ciudad de México, mi actividad en la Iglesia llegó a ser tan intensa que prácticamente no tenía  tiempo para seguir escalando, con novia, menos, y ya casado, pues menos todavía, y la verdad es que lo dejé casi por completo, aunque ahora estoy tratando de volver a hacer algo, siempre guardando la proporción debida a mi edad.

La literatura

No tengo mucho que decir. Leo como demente. En alguna época de mi vida llegué a faltar a la escuela o al trabajo por leer un buen libro. Ni siquiera sé cuánto he leído en mi vida, pero es padrísimo. Ultimamente escribí una parte de un libro, pero una persona que no quiero mencionar aquí lo borró de mi computadora, así que tendré que volver a empezar.