LXXXI

 

Dices que tienes corazón, y solo

lo dices porque sientes sus latidos;

eso no es corazón... es una máquina

que al compás que se mueve hace ruido.

atrás...

 

LXXXII

 

Fingiendo realidades

con sombra vana,

delante del deseo

va la esperanza.

y sus mentiras

como el Fénix, renacen

de sus cenizas.

atrás...

 

LXXXIII

 

Una mujer me ha envenenado el alma,

otra mujer me ha envenenado el cuerpo;

ninguna de las dos vino a buscarme,

yo de ninguna de las dos me quejo.

 

Como el mundo es redondo, el mundo rueda.

Si mañana, rodando, este veneno

envenena a su vez, ¿por qué acusarme?

¿Puedo dar mas de lo que a mí me dieron?

atrás...

 

LXXXIV

 

A CASTA

 

Tu voz es el aliento de las flores,

tu voz es de los cisnes la armonía;

es tu mirada el esplendor del día,

y el color de la rosa es tu color.

 

Tú prestas nueva vida y esperanza

a un corazón para el amor ya muerto:

tú creces de mi vida en el desierto

como crece en un páramo la flor.

atrás...

 

LXXXV

 

A ELISA

Para que los leas con tus ojos grises,

para que los cantes con tu clara voz,

para que se llenen de emoción tu pecho

hice mis versos yo.

 

Para que encuentres en tu pecho asilo

y le des juventud, vida, calor,

tres cosas que yo no puedo darles,

hice mis versos yo.

 

Para hacerte gozar con mi alegría,

para que sufras tu con mi dolor,

para que sientas palpitar mi vida,

hice mis versos yo.

 

Para poder poner antes tus plantas

la ofrenda de mi vida y de mi amor,

con alma, sueños rotos, risas, lágrimas

hice mis versos yo.

atrás...

 

LXXXVI

 

Flores tronchadas, marchitas hojas

arrastra el viento;

en los espacios, tristes gemidos

repite el eco.

..............................

En las nieblas de los pasado,

en las regiones del pensamiento

gemidos tristes, marchitas galas

son mis recuerdos.

atrás...

 

LXXXVII

 

Es el alba una sombra

de tu sonrisa,

y un rayo de tus ojos

la luz del día;

pero tu alma

es la noche de invierno,

negra y helada.

atrás...

 

LXXXVIII

 

Errante por el mundo fui gritando:

"La gloria ¿dónde está?"

Y una voz misteriosa contestóme:

"Más allá... más allá..."

 

En pos de ella perseguí el camino

que la voz me marcó;

halléla al fin, pero en aquel instante

el humo se troncó.

 

Más el humo, formado denso velo,

se empezó a remontar.

Y penetrando en la azulada esfera

al cielo fue a parar.

atrás...

 

LXXXIX

 

Negros fantasmas,

nubes sombrías,

huyen ante el destello

de la luz divina.

Esa luz santa,

niña de negros ojos,

es la esperanza.

 

Al calor de sus rayos

mi fe gigante

contra desdenes lucha

sin amenguarse.

en este empeño

es, si grande el martirio,

mayor el premio.

 

Y si aún muestras esquiva

alma de nieve,

si aún no me quisieras,

yo no he de quererte:

mi amor es roca

donde se estrellan tímidas

del mal las olas.

atrás...

 

XC

 

Yo soy el rayo, la dulce brisa,

lágrima ardiente, fresca sonrisa,

flor peregrina, rama tronchada;

yo soy quien vibra, flecha acerada.

 

Hay en mi esencia, como en las flores

de mil perfumes, suaves vapores,

y su fragancia fascinadora,

trastorna el alma de quien adora.

 

Yo mis aromas doquier prodigo

ya el más horrible dolor mitigo,

y en grato, dulce, tierno delirio

cambio el más duro, crüel martirio.

 

¡Ah!, yo encadeno los corazones,

más son de flores los eslabones.

Navego por los mares,

voy por el viento

alejo los pesares

del pensamiento.

yo, en dicha o pena,

reparto a los mortales

con faz serena.

 

Poder terrible, que en mis antojos

brota sonrisas o brota enojos;

poder que abrasa un alma helada,

si airado vibro flecha acerada.

 

Doy las dulces sonrisas

a las hermosas;

coloro sus mejillas

de nieve y rosas;

humedezco sus labios,

y sus miradas

hago prometer dichas

no imaginadas.

 

Yo hago amable el reposo,

grato, halagüeño,

o alejo de los seres

el dulce sueño,

todo a mi poderío

rinde homenaje;

todo a mi corona

dan vasallaje.

 

Soy el amor, rey del mundo,

niña tirana,

ámame, y tú la reina

serás mañana.

 

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