Vida... el arte de ensoñar
Editorial por: Ave Helena
“... en un principio, los ángeles del
Creador, las estrellas... llegaron a la Tierra y se percibieron distintos, pero llegará el momento, en que cuando
sea requerido, se descubrirán como iguales entre ellos...”.
Con estas palabras, impresas en fondo blanco y recalcadas de forma oral, desperté una mañana. Sentí respeto al recibirlas y una sensación
de unión. Incluso sentí, como si algo
se aclarara...
En diferentes contextos, mucho se ha hablado del valor que encierra el desprogramar la mente de aquello que se ha aceptado dentro de los límites racionales del conocimiento adquirido durante tantos y tantos años... es el “virus de la memoria” del que hablan los mayas, “parásito” lo llaman los toltecas (en referencias del maestro Miguel A. Ruíz), la “sombra”, término que asocia Castaneda con los chamanes del Antiguo México, “mente reactiva” para la dianética, “diablo” para la Iglesia Católica, “la matrix”... lo denomina un filme actual, en fin!, con muchos nombres ha sido bautizado este ente vivo que en resumidas cuentas nulifica la conciencia con singular apetencia.
En estos tiempos, encontramos una cantidad enorme de literatura sobre el cosmos,
maestros ascendidos, guerreros de luz, y toda aquella alianza o
federación de seres que de manera
altruista sirven a la Gran Obra y colaboran, entre otras cosas, con la
evolución de la humanidad entera. Poco a poco son más los temas que nos hablan sobre la apertura al cambio del código genético, niños de la nueva era (con características índigas), relatos
sobre la Atlántida, la caída del hombre, los descalabros a los que fue sometida
la prodigiosa mente humana, el progreso espiritual, etc.
No deja de ser información, cierto es.
En cada uno de nosotros la búsqueda interna, el auto-conocimiento, resulta mucho más satisfactorio (y no por
esto menos difícil) que aquello que podamos confirmar en lo exterior.
Entonces... ¿para qué nos sirve todo esto?.
Vamos por partes. En primer lugar, al recibir con el
hemisferio derecho de nuestro cerebro toda esta información aparentemente
“increíble”, “mágica”, “fantástica” o
cualquier adjetivo que queramos colocarle,
vamos ejercitando una nueva forma de percibir las cosas. Al dispersar
la telaraña, esto es, todo ese cúmulo de ideas provenientes del exceso de trabajo
lógico de nuestro hemisferio cerebral izquierdo, damos chance a que la intuición
entre en acción... así controlamos los conceptos, y no dejamos que sean ellos los que nos controlen a nosotros, comenzamos a dominar el lenguaje universal. Y podemos
notar que de pronto ya no decimos “creo” ni “pienso”, en esta labor de
supervivencia de aquel que grita y
clama libertad... diremos “yo sé” y si perseveramos... en
nosotros cimbrará el “yo soy”.
Al leer material de este tipo, damos paso a lo siguiente: la mente se acostumbra a recibir este tipo
de información y entonces recordamos aquello que realmente somos. Hay un conocimiento que surge espontáneamente, no requiere de razonamientos ni fundamentos, emerge de lo más profundo de nuestro ser y es este tipo de conocimiento del que estamos hablando, es aquel que se manifiesta cuando tenemos la firme convicción de algo sin necesitar las acostumbradas pruebas (como se procede desde los ortodoxos métodos científicos). Cuando llegamos a este punto, experimentamos un cambio de conciencia (Deepak Chopra, médico endocrinólogo y alternativo, llama a esto "salto cuántico de conciencia", algo que suelen reportar sus pacientes a raíz de un tratamiento que incluye meditación y otras cosas con las que el cuerpo activa sus mecanismos naturales de curación).
El conocimiento aparente, puede
llegar a construirse con el intelecto, se genera y mantiene con la pura
razón... tal parece que es gobernado por la mente, que es la mente que domina
esta o tal idea, pero el resultado es que la mente es subyugada,
flagelada, gobernada por este conocimiento que se va “construyendo” y que se
adquiere de diversas instituciones sociales (escuela, familia, cultura,
religión). De pronto creemos tener
mucho conocimiento y esto es muy cierto... pero no son más que programaciones,
títulos que acreditan nuestra parcial o total sumisión a un sistema, regido por
el polo materialista en el que las cosas deben ser comprobables, en donde las
hipótesis existen, los juicios personales son el plato fuerte del día y los arquetipos son devaluados, así como
también aquello que proviene de nuestro auténtico “sexto sentido”.
Ese tipo de conocimiento además
alimenta al ego. El ego... parte de nuestro ser, tiranizado por la idea de que
estamos a merced de los eventos externos, que somos víctimas hasta del karma
(sin mirar que somos la consecuencia de nuestros actos). En un sistema en donde se acaricia esta
forma enmarañada de conocer y hacer mundo, mientras más razón y cadenas lógicas
se manejen, más “poder” detenta el individuo.
Sí... poder sobre otros, pero no de persona a persona, sino de virus a
virus (“programas analizando otros programas”).
Siento que hay una Verdad Suprema, llámesele camino, meta... muchos son los propósitos, no son más
que variedades del Ser y en ocasiones lo que difiere, son las interpretaciones,
interpretaciones que damos a esta verdad.
Pero dentro de estas interpretaciones encontramos un mundo de reacciones
más que de acciones. Muchas de las
interpretaciones que hacemos de la realidad son manifestaciones de un pasado
acumulado, en el cual etiquetamos las experiencias como buenas y malas;
así, en actitud de defensa y de miedo
deambulamos por la vida, sin saber que tenemos la potestad suficiente como para
hacer de nuestra pesadilla un sueño y viceversa. El estar concientes de ello y darnos cuenta hace la diferencia, pero
esto implica responsabilidad.
Nadie, absolutamente nadie sobre la faz de la tierra puede ejercer poder
sobre quien maneja un firme propósito en su vida y se encuentra comprometido/a
con el mismo, compromiso es libertad.
Antes que pretender ser fieles con una pareja a quien decimos amar...
resulta interesante preguntarnos primero si en este aspecto hemos sido fieles a
nuestro propio ser, a nuestro ser real,... y desde ahí, ¿qué tipo de fidelidad
demandamos?, ¿se trata de integridad?
o ¿estamos sólo pretendiendo que
el otro se viva entregado a satisfacer nuestras más profundas carencias?.
En la historia del hombre, fuertes interpretaciones han cegado su
facultad de decisión, hasta el punto fatal de empuñar un arma con el ánimo
encendido de hacer guerra. Los niños
son portadores del recurso más precioso con el cual podemos hacer frente a este
dominio: la inocencia. El maestro Jesús hizo referencia a esto en
su paso por la Tierra.
La verdad es más simple, estamos
hablando de un conocimiento que se recuerda, no se construye... proviene de
nuestra esencia innata. Es el puro
resultado de retirar la niebla y recuperar conciencia, es hacer conocido lo
aparentemente “desconocido”.
Pueden aparecer en el sueño, entonces, material que pueda etiquetarse
como sugestión (ejemplo: soñé que viajaba a mundos extraterrenos, pero eso fue
porque leí sobre los viajes a Marte), puede que estemos frente al primer intento de la mente objetiva por hacernos retornar a su dominio y para eso... utiliza una serie de
argumentos en ocasiones ajenos a nuestro verdadero sentir,y así damos voz y poder sobre nuestra experiencia a teorías o hipótesis dictadas por ciertas autoridades en el ramo de lo psíquico. Nuestra mente es libre para reconocer en estas experiencias una utilidad inmensa (parte de este tema lo trataremos en la sección de espiritualidad, donde se habla de los sueños como desestructuradores karmáticos); darse cuenta es recurso primordial, así, poco a poco vamos cambiando el material de nuestros sueños. Traspolando esto a nuestra vida diaria(tomando en cuenta que todo lo existente en este plano material, existió primero etérica o mentalmente), podemos igualmente modificar
nuestros rumbos, nuestros sueños personales, es tomar el toro por los cuernos.
El discernimiento es algo que necesitamos acrecentar, porque no
cualquier palabra nos llevará a un enriquecimiento espiritual, pero
enfocándonos en ese poder intuitivo, sabremos qué tomar y qué desechar. Amado, amada... en ti confío.
La vida es un sueño, y los sueños, se pueden cambiar.
2003-07-01