Comió el Emir y gritó entusiasmado:
-¡Bravo, Ahmed! Esto es lo más exquisito que he comido nunca. ¿Puedes decirme qué es?
-El loro viejo que conservabais en su jaula de plata, señor.
-Tunante! Me has engañado. ¡No te casarás con mi hija!
El Gran Visir intervino en el pleito. Y puesto que el Emir había proclamado que el manjar era exquisito, sentenció a favor del cocinero, que fue dichosísimo con su hermosa princesa.
Fin
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