La última batalla

    La ciencia libra una lucha decisiva, en todos los frentes, contra uno de los mayores enemigos de la humanidad. En esa guerra, la medicina molecular sigue obteniendo valiosos avances, como el que hace poco logró un investigador argentino sobre el melanoma, un cáncer de piel de alarmante aumento en el mundo.

    Como una recóndita selva, la atmósfera terrestre o el mismísimo universo, nuestra salud depende de un delicado equilibrio entre fuerzas antagónicas que, además, no podrían prescindir unas de otras. Un enigma simbolizado por el principio oriental del yin y el yang, esa difícil convivencia del Bien y el Mal en un núcleo entrañablemente compartido. Pero, ¿cómo se lee esto en términos de cáncer, segunda causa mundial de mortandad después de las afecciones cardiocirculatorias? En principio, entendiendo su mecanismo-base: movidas por un imprevisto e incomprensible interés, ciertas células "buenas" se volverían "malas", invadiendo a los tejidos cercanos, formando tumores en sitios más lejanos o, como el caballo de Atila, arrasando todo a su paso. Así, el misterio ya no sólo sería con qué finalidad lo hacen sino por qué rompen una armonía común que, a largo plazo, ellas también necesitarán para vivir. No en vano algunos científicos de los '80 llamaron "locas, extremistas y suicidas" a estas células repentinamente sordas al consejo ordenador del sistema inmunológico, cuya misión es proteger la salud total por medio de sus "soldados" naturales: los glóbulos blancos, encargados de acudir a la zona en litigio y eliminar a las "rebeldes" degeneradas, destructivas o, peor, asesinas.

    Recientemente empezaron a esclarecerse las sospechas sobre posibles errores moleculares que, heredados genéticamente algunos, transformarían a las células sanas en anormales. Como lo destacó el investigador francés Maurice Levallois, muchos de esos "defectos de fábrica" estarían impresos en ciertos tramos del ADN que pueden alterar la cantidad de ciertas proteínas codificadas por genes, que de ese modo no logran controlar la división celular ni sus cambios de comportamiento. Descubrimiento que permitió el diseño farmacológico de nuevas drogas de acción más específica sobre las células malignas, en un mejor intento de superar viejas terapias que, si bien atacaban a los tumores, también solían dañar a los tejidos sanos. En esa enorme reorientación de los '90, el estudio y el control del cáncer a nivel molecular promete ser la medicina definitiva contra un mal con más de 100 variedades conocidas, empezando por asombrosos análisis computarizados que podrían detectar el "blanco" cancerígeno a "bombardear" y hasta prevenir su irrupción futura aunque aún no se haya desarrollado.

    Los defectos seleccionados como blancos del tratamiento molecular estarían en tres clases de genes: los oncogenes, que estimulan la secuencia de episodios en lo que una célula crece, replica su ADN y se divide, legando toda su información a sus células-hijas; los genes que limitan esa proliferación, conocidos como genes supresores de tumores; y los genes encargados de reparar posibles daños del ADN durante su replicación. El mecanismo funciona así: una célula sana contiene cierta cantidad de proteínas defensivas p53, a las que de tanto en tanto degrada para que no crezcan desmesuradamente, volviéndose un peligro para sí misma; y cuando algo externo (como la radiación ionizante o las drogas de quimioterapia) violenta la estructura de su ADN, entra en "alerta rojo" y las proteínas p53 dejan de degradarse, crecen como nunca y evitan que la célula se reproduzca hasta que el ADN sea reparado: un cáncer en ciernes ha sido derrotado. Pero, detectado en 1979 por el médico norteamericano Arnold Levine, luego su colega Bert Vogelstein descubrió que el gen p53 es un arma de doble filo: si desobedece a su naturaleza o no logra inhibir la multiplicación de células anómalas, es el responsable directo del 60 por ciento de los cánceres humanos, entre ellos el de mama, pulmón, hígado, piel, próstata, vejiga, cuello del útero y colon. La incógnita es cómo devolver a su bonhomía original al ahora "gen asesino".

    Hay posibles errores moleculares que, heredados genéticamente, transformarían a las células sanas en anormales.

    En esa línea de trabajo se inscribió el reciente descubrimiento del biólogo argentino Osvaldo L. Podhajcer y su esforzado equipo de investigadores de la Fundación Campomar: manipulando genes humanos luego inoculados en ratones de laboratorio, consiguieron frenar el avance del agresivo melanoma, un tipo de cáncer de piel que, según se estima, afectaría aquí y ahora a unos 3.500 o 4.000 argentinos. Si la idea matriz fue bloquear un gen deficitario para impedir que se propague y forme matástasis en otras áreas orgánicas, el estudio se centró en una proteína llamada Sparc, responsable de un aumento mundial del 4 por ciento anual de casos de melanoma desde 1978. Lo concreto es que al limitar el desmesurado crecimiento de la proteína Sparc, las células tumorales redujeron su compulsión de invadir y contagiar a las células sanas entre un 55 y un 81 por ciento respecto de su poder anterior. Para lograrlo se usaron técnicas de ingeniería genética de punta, diseñando una molécula a medida que bloqueara a la Sparc, y en tan sólo una semana los ratones inyectados con este "misil genético" exhibieron claramente la obra terapéutica de los neutrófilos, una "tropa de élite" de glóbulos blancos que navegan por la sangre con la misión de destrozar a las células cancerosas, mientras los macrófagos se comen sus restos y limpian la zona

    El hallazgo fue calificado como "impresionante y excitante" por la revista Nature Medicine en las dos páginas de su sección News & Views, donde sólo se comentan los aportes más destacados de la ciencia mundial; pero eso sí, debió ser patentado por un laboratorio británico con autorización legal de Podhajcer, quien previamente le habría ofrecido su aplicación a cuatro de nuestros laboratorios sin obtener respuesta. Inaudito, porque aún en fase de experimentación animal (dado que recién dentro de un año o dos se probará su efecto en seres humanos), estamos hablando de una vacuna anticancerígena que quizá ofrezca una gran esperanza de curación a los enfermos de melanoma, un mal reversible en un 95 por ciento de los casos si es detectado a tiempo, aunque también en franco aumento mundial.

    La próxima generación de terapias contra el cáncer contará con el doble potencial de ser más efectiva y menos tóxica.

    Tratar el cáncer a nivel molecular no significará otra cosa que reparar un ADN defectuoso. Lo que empezará con una configuración tridimensional del tumor por tomografía computada o resonancia magnética y terminará con la ansiada neutralización de esas proteínas que vuelven "locas" a las células normales, incitándolas a un insensato genocidio de sus pares.

    Otra flamante manera de combatir el cáncer consiste en cortarle su abastecimiento de sangre: ya hay sustancias que interrumpen su paso por los capilares, reduciendo el tumor. Y llegarán más métodos, pero hoy lo esencial es saber que los análisis dedicados a captar síntomas tumorales antes de su aparición salvarán más vidas que ninguna de las terapias actuales.

    Lo que siga será cuestión de tiempo y de apoyo real a investigadores que, como Podhajcer, trabajan para mejorar nuestra expectativa de vida.

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PREVENIR, MEJOR QUE CURAR

Algunas costumbres y hábitos alimentarios que pueden mantener alejado al cáncer.

    Los médicos aseguran que más de la mitad de todos los cánceres usuales podría evitarse adquiriendo hábitos de prevención más sanos, como los siguientes:

 •No fumar. Sólo después de una década podrá el fumador gozar del mismo bajo riesgo de contraer cáncer de pulmón que un no fumador.

•Practicar alguna actividad física y comer más verduras, legumbres y cereales integrales que carnes rojas y grasas reduce el peligro de contraer cáncer de colon, entre otros.

•No beber alcohol o hacerlo con moderación: no más de dos ingestas diarias como mínima defensa del tracto gastrintestinal, que es más delicado de lo que se cree.

•Evitar las exposiciones prolongadas y frecuentes al sol, y no hacerlo entre las 10 de la mañana y las 3 de la tarde. Una simple quemadura solar puede derivar en muy diversas clases de cáncer de piel.

•Vacunarse contra la hepatitis B reduce la aparición del carcinoma hepatocelular, un tipo de cáncer de hígado.

•Cuidarse de la infección del virus del papiloma, que puede ocasionar cáncer de cuello uterino. En las relaciones sexuales ocasionales, usar preservativo siempre (de paso, se previene el sida).

•Practicarse autoexámenes regulares y acudir al médico ante cualquier sospecha. El autoexamen es una herramienta esencial en la prevención del cáncer de mama, de próstata y de piel. La consulta clínica, el paso siguiente si hay evidencias.

 

por Raúl García Luna

 

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