"Eres claramente en ti mismo una
porción de la esencia de Dios. ¿Por qué
entonces, desconoces tu noble nacimiento?
¿Por qué no reparas en tu procedencia?
¿Por qué no recuerdas, cuando comes, quién
es el que come y a quién alimentas? ¿No
sabes que nutres a lo divino; que mueves
a lo divino? Llevas a Dios contigo".

"Los hombres se perturban no por las cosas
que les suceden, sino por sus opiniones
sobre las cosas que suceden".

Epicteto (55-135)





Con frecuencia olvidamos que todos tenemos
la chispa divina, "una parte de Dios". Esta
profunda idea es tan difícil de asimilar
que Epicteto insiste en que no es más que
la verdad. Imagina cómo sería ser plenamente
consciente de llevar a Dios contigo.




Si Dios está en todas partes, entonces no
hay lugar donde no esté. Esto también te
incluye a ti. Una vez conectas con este
entendimiento, recobras la capacidad de
dominar tus energías. En lugar de verte
como algo separado del milagroso poder de
Dios, reivindicas tu divinidad y reclamas
toda la potencia de Dios. Cuando comes
estás ingiriendo a Dios y nutriendo a
Dios. Cuando duermes inhalas a Dios y le
dejas descansar. Cuando haces ejercicio,
mueves a Dios y al mismo tiempo le
fortaleces.




Seguramente, cuando leas estas palabras
verás que esto tiene sentido, pero
probablemente seas como muchos de los que
no crecimos con este concepto. La imagen
que la mayoría tenemos de Dios suele ser
la siguiente: Dios es una gigantesca
máquina expendedora, que está en el cielo
y que tiene la forma de un hombre con barba
blanca sentado en un trono. Tú depositas
monedas en forma de oraciones y unas veces
Dios te enviará lo que necesitas y otras no.
Ésta es la idea de Dios como algo separado
y distinto de nosotros mismos. Epicteto
sugiere cambiar este concepto del "universo
como una monarquía" por el entendimiento de
que somos una obra de Dios, un fragmento del
mismo Dios.




Sai Baba es un avatar contemporáneo que vive
en la India y sabe lo que es ser la chispa
divina de Dios y lo practica, es consciente
de que él forma parte de Dios y de que, a su
vez, Dios también forma parte de él. Demuestra
públicamente su condición divina de diversas
maneras, y una de elllas es una variación de
la habilidad divina de hacer aparecer panes y
peces. Cuando un periodista occidental le
preguntó a Sai Baba: "¿Eres Dios?", él respondió
amablemente: "Sí, lo soy y tú también lo eres.
La única diferencia entre tú y yo es que yo lo
sé y tú no". Cuando sabes que eres una
manifestación de Dios, has conectado
conscientemente con Él y tratas a los demás y a
ti mismo como una expresión de lo divino. En
Roma y en Grecia, esto es lo que nos decía
Epicteto hace dos mil años. Confía en tu
naturaleza divina, no discutas nunca la nobleza
de tu verdadero yo y trátate con el mismo
respeto que a Dios.




La segunda observación de Epicteto, sencilla
como parece, quizás haya sido la información
más útil que se ha recibido. Nuestra opinión
sobre las cosas, no las cosas en sí, es la que
causa problemas en nuestra vida. ¡Qué gran
fuente de liberación saber que nadie puede
molestarnos, que nada exterior puede hacer
que nos sintamos mal, que controlamos nuestros
sentimientos al decidir cómo interpretar las
cosas, los acontecimientos, a las otras personas
y sus opiniones!




La clarividencia espiritual de Epicteto está
contenida en este antiguo dicho sánscrito:
"Dios duerme en los minerales, se despierta
en las plantas, camina en los animales y piensa
a través de ti". Dicho de otro modo, no hay
lugar donde Dios no esté durmiendo, despierto o
caminando. Dios es la fuente universal de la
existencia, es una presencia más que una persona
y esta presencia piensa dentro de ti.




Entonces, ¿cómo has de pensar? Utiliza esta
presencia de Dios para darte cuenta de la
magnitud de tu capacidad de pensamiento. No
son las cosas, los acontecimientos, las
circunstancias y las opiniones de los demás
los que te hacen sentir incómodo e inestable,
es la forma en que empleas al Dios que hay
en ti, a tu yo invisible, para procesar aquellas
cosas que determinan tu felicidad, ¡no es más
que eso! Date cuenta de que Dios está en ti,
contigo, detrás de ti, delante de ti y que
puedes sentirlo en todas partes, especialmente
en tus opiniones sobre las cosas que te suceden.
Para que estas dos antiguas observaciones te
puedan ser de utilidad, empieza por:




Recordar diariamente que eres una creación
divina y que tienes derecho a ser tratado con
amor por los demás y por ti mismo. Al sentirte
conectado a Dios, en lugar de creer que estás
separado de Él, sentirás mayor respeto hacia
ti mismo.




Practica regularmente rituales que te ayuden
a afirmar la presencia de Dios en ti y en todo
lo que haces. Bendice la comida y da gracias,
y cuando lo hagas, recuerda que estás alimenando
a lo divino. Del mismo modo, cuando hagas ejercicio
visualiza la energía de Dios en todas tus células.




Da gracias por todo lo que recibes, incluyendo
la lluvia, el aire, el sol y las tormentas, como
quiera que se manifiesten. La gratitud es una
forma de reconocer al Dios que hay en todas
las cosas.




Abandoina cualquier tendencia a culpar de tu
desdicha a las circunstancias externas. Cuando
te sientas molesto, pregúntate: "¿Cómo puedo
cambiar mi actitud hacia este suceso y eliminar
el malestar?". Luego, ponte manos a la obra hasta
que la culpa desaparezca. Esto se puede conseguir
bastante rápido si estás dispuesto a eliminar de
tu vida a los culpables y entrar en contacto con
Dios, como Epicteto nos animó a hacer hace dos
milenios.
















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