¿Qué países tendrán éxito en el siglo XXI?

Cualquiera que se sienta interesado en el desarrollo económico de América latina se encontrará con dos paradojas. La primera de ellas: en 1880 América latina tenía dos países (la Argentina y Chile) que se ubicaban entre los más ricos en términos de producto per cápita. El resto del Tercer Mundo está signado por la estabilidad de su pobreza. Los países que en la actualidad son pobres han sido pobres desde que comenzó la revolución industrial. El país que más se acerca al patrón latinoamericano es Filipinas, un país que nunca fue rico, pero luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1965 fue el país más rico de Asia. Sin embargo, su herencia es latina.
En segundo lugar, sólo América latina tiene países que parecen iniciar una trayectoria de desarrollo sostenido (entre 1968 y 1978, Brasil fue el país del mundo que creció con mayor velocidad) para luego caer en picada y perder mucho de lo que habían ganado anteriormente. Como ejemplos recientes podemos mencionar a México y Chile. A veces, el éxito que observamos desde el exterior es un éxito cuestionable.
En el resto del mundo, una década de éxito es el mejor indicador de que ese éxito continuará. Una vez iniciado el camino del desarrollo, Corea del Sur y Taiwán avanzaron en esa dirección. Taiwán no ha tenido mayores inconvenientes desde que comenzó su desarrollo económico en la década de 1950 y Corea del Sur solamente sufrió una crisis en 1997, de la que se recuperó muy rápidamente. El éxito sostenido es lo que le permite a cualquier país llegar al nivel de desarrollo del primer mundo. Si no es así, no hay desarrollo -África al sur del Sahara, el sur de Asia- y el retraso es cada vez mayor. Ningún crecimiento económico puede tener un desempeño alternado.
Llegar al Primer Mundo significa tener la disciplina de un corredor de maratón y no la velocidad seguida por el agotamiento del campeón de 100 metros. Se necesita un siglo de continuo éxito para alcanzar a los líderes. Los Estados Unidos tardaron 100 años en alcanzar al generador de la revolución industrial -Gran Bretaña- y no puede decirse que haaya comenzado desde la nada. A Japón le llevó a Japón más de 100 años estar en la lista de los veinte países más ricos del mundo, y no partió del analfabetismo. En ambos países, hubo muy pocos años de este siglo en los que el producto económico no creció.
Si Usted duda que llegar al mundo desarrollado toma un siglo de continuo éxito, saque su calculadora y coloque a los Estados Unidos en ella con un ingreso per cápita de US$ 36.000 que crece casi 6% por año. Pero seamos más conservadores y supongamos que durante el próximo siglo, los Estados Unidos solamente crecerán 3,5 o 2,5% por año más rápido de lo que crece su población, que fue lo que sucedió en el último siglo. Calcule cuánto tiempo le llevará a su país alcanzar a los Estados Unidos de acuerdo con lo que sucederá en su país durante el próximo siglo.
Por comparación, considere a China continental que comenzó con un ingreso per cápita de US$ 700. Suponiendo que cada año pueda crecer dos veces más rápido que los Estados Unidos, harían falta 131 años para que China llegara a un ingreso per cápita similar. Todos los artículos que encuentre en la prensa financiera con respecto a que China se está acercando rápidamente a los Estados Unidos en términos de ingreso per capita son un absurdo matemático. Puede haber un siglo económico chino pero no será el siglo XXI; en el mejor de los casos será el XXII.
Para tener las capacidades económicas que le permitan participar en una maratón, un país debe tener habilidades de organización social absolutamente coherentes. Debe existir un marco organizacional (leyes y reglamentaciones que puedan funcionar en una economía de mercado, infraestructura de transporte y comunicación, sistemas educativos) que pueda cambiar adecuadamente a medida que cambian las condiciones económicas. El nivel de educación que permitió jugar en el mundo industrial fue mucho más alto que el nivel de educación que se necesitaba en el mundo agrícola. Fue necesario crear y poner en funcionamiento escuelas públicas y sistemas de educación universal masivos. Los países que no lo hicieron se atrasaron. Se trazaron vías férreas, se construyeron caminos y aeropuertos; los países que no lo hicieron se atrasaron. Se inventaron leyes para impedir inestabilidades financieras como la Gran Depresión. Y los países que así no lo hicieron se atrasaron.
Si observamos el futuro a medida que avanzamos hacia una economía basada en el conocimiento, descubriremos que los países que tendrán éxito durante el siglo XXI serán los que supieron desempeñarse luego de la revolución industrial. Saben que tienen que cambiar, pero también saben cuándo y dónde tienen que ser coherentes. Una economía basada en el conocimiento requiere un salto cuántico en niveles educativos, tan grandes como el vuelco del mundo agrícola al industrial.
Tanto los Estados Unidos como Japón sienten que sus sistemas educativos no son los adecuados para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Si esto es así para los países más ricos del mundo, tiene que ser doblemente cierto para los pobres. Será necesario aprobar nuevas leyes y reglamentaciones para incorporar el comercio electrónico. ¿Qué impuestos deben recaudarse? ¿Pueden utilizarse firmas electrónicas? Y si es así, ¿cómo?
Será necesario invertir en sistemas de comunicaciones de banda ancha. Los que no lo hagan aún estarán en el globo, pero no en la economía global de este siglo, de la misma manera que quiénes no cambiaron cuando apareció la máquina a vapor no formaron parte de la revolución industrial.
En el período en que la agricultura fue la actividad humana dominante, las diferencias de riqueza entre naciones eran mucho más pequeñas que las que existen en nuestro actual mundo industrial. De la misma manera, mirando hacia el futuro, las diferencias de ingresos serán mayores entre aquellos países que se preparen adecuadamente para una economía basada en el conocimiento y los que se vean forzados a jugar el viejo juego industrial porque no pueden aprender a jugar uno nuevo basado en el conocimiento.

Lester C. Thurow

Profesor de Management y Economía / Sloan School of Management / Massachusetts Institute of Technology
© Intermanagers, 2000