LA ENTREVISTA ES MI VICIO PROFESIONAL, CÉSAR GüEMES
Por Iván García
México, (AUNAM);- Como Ángel Balderas, el personaje principal de su
novela Soñar una bestia, César Güemes suele hacer
sus entrevistas en la mañana y redactarlas a primera hora de la
tarde; quizá porque así puede disfrutar de tres horas vespertinas de
concentración que le brindan las pláticas de los reporteros vecinos,
la recepción de correspondencia, el inmediato superior y sus chistes
o comentarios sobre la nota del día.
Pero estar del otro lado, como escritor y periodista reconocido, es
también regocijante para el autor de Vieja ciudad de hierro (CONACULTA)
y Reinas de corazón (Océano). “Me encuentro muy bien de
cualquiera de ambos lados. A lo largo de los últimos siete u ocho
años, me he visto en la necesidad de dar entrevistas. Como
reportero, claro, tienes la enorme ventaja de que sabes cómo
responder, qué se espera de ti como entrevistado y las
posibles variantes que las propias declaraciones pueden tener. En
este caso, entrevistar equivale a ser entrevistado, siempre y cuando
te dediques a lo mismo. Es como ir al médico si tú mismo eres
médico: te entiendes con facilidad con el otro”.
Periodista de
profesión, egresado de la UNAM, Güemes dio sus primeros pasos en
Novedades, El Nacional y El Financiero. Luego, fue
becario del Centro Mexicano de Escritores y del FONCA. Hoy, y desde
hace cuatro años, es reportero cultural de La Jornada y
considera a la entrevista como su “vicio profesional”.
Obtuvo el IX Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez,
por el reportaje Jesús Malverde: de bandido generoso a santo
laico, y el Premio Nacional de Periodismo e Información 2001, en
el género de Entrevista.
- Una buena parte de tu trabajo publicado en La Jornada es
de entrevistas. ¿Qué te atrae tanto del género?
- La entrevista ofrece dos ventajas considerables respecto de
otros géneros. Primero, te puedes acercar a personas que de, otra
forma, sólo verías pasar desde tu papel de público. Entras en su
ámbito, a veces a sus casas. Ese es un privilegio innegable.
Segundo: de las conversaciones, se aprende lo
mismo que de los libros. Hacer una entrevista con un personaje
interesante es como leer un buen libro. En cuanto a la grabadora,
- ¿Siempre usas grabadora?
- Sí, siempre la uso, y hay ocasiones en las que empleo dos
grabadoras al mismo tiempo; cuando el entrevistado es alguien a
quien quizá no vuelva a ver; o cuando sé que no habrá manera de
repetir la charla si algo saliera mal. No podemos confiarle a la
memoria media hora de plática. Tampoco al cuaderno de notas, porque
el entrevistado requiere de toda tu atención: o escribes, que es
decir interpretas, o escuchas mientras la grabadora registra. No se
pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Después sí. Incluso es
obligación del reportero darle continuidad a la entrevista.
Usualmente, los trabajos que hago no aparecen como se dieron, sino
que están editados en función del interés del lector y de la
naturalidad del texto.
- Tus
entrevistas parecen una charla donde predominan los comentarios
sobre las preguntas expresas. ¿Es cierto esto
- Es
completamente cierto, no llevo un cuestionario sino un temario
mínimo de cuatro rubros sobre los que versará la conversación. Los
interrogatorios, o sea los cuestionarios, son asuntos más propios
de diligencias judiciales que de trabajo periodístico, sobre todo
cuando hablamos de diarismo cultural. Hay quienes cuestionan
fuertemente a sus entrevistados, casi siempre por una declaración
política. En mi caso, hago lo opuesto: lo político está a un lado de
lo creativo; si vamos a hablar de asuntos políticos, no me espero a
que el escritor haga un libro para preguntarle sobre esos asuntos
sociales. Luego, si lo voy a cuestionar sobre su obra, porque me
parece que está mal, sencillamente no lo entrevisto. Por fortuna la
actividad creadora en México es tan amplia que el reportero se
puede permitir el lujo de elegir lo que desea trabajar.
El lector
está antes de mi curiosidad personal
- ¿Qué te
planteas, primero, al platicar con el entrevistado, y luego al
presentar tu trabajo ante el lector?
- Me propongo
que me dé algunas declaraciones que no le daría a nadie. No es por
ego, sino porque de otra forma yo mismo me aburriría muchísimo
con la entrevista de academia. En cuanto al lector, pienso en él
todo el tiempo, porque si no representara a los lectores a través
de un diario, nadie me daría una entrevista para guardarla o
archivarla. El lector es la primera responsabilidad, aun antes de
mi curiosidad personal.
- El ejercicio
periodístico en un diario exige inmediatez. Es, como decía Fernando
Benítez, escribir literatura bajo presión. Sin embargo, tu trabajo
da la impresión de ser escrito en medio de la calma;
incluso, las tres o cuatro veces que hemos platicado por teléfono,
aun siendo horas de cierre te oyes muy tranquilo ¿Realmente sucede
así o sólo es una impresión?
- Un gran amigo
mío, responsable de la unidad de urgencias de un reconocido
hospital, me ha enseñado, desde hace ya un tiempo considerable,
a mantener la calma a toda costa, pase lo que pase, bajo el
siguiente razonamiento: lo que sucede pasa afuera, y mi deber es
entrar a modificar la situación sin involucrarme más que lo
que profesionalmente se me demanda. Claro, el paso de algunos años
en el diarismo es lo que te permite aplicar esa enseñanza.
Cuando tienes delante a un premio Nobel de Literatura, quien te
concede diez minutos para una entrevista, ya nada te conmueve, la
presión deja de existir. Seguramente esto se escuchará muy frío. Lo
es. O eres frío o te quemas, y las quemadas deben ser muy dolorosas.
El diarismo,
algo que no se repite nunca
- Cuéntame de un
día cualquiera en tu vida. Hoy, por ejemplo. Tus lecturas de ley,
cómo repartes tu tiempo, en fin.
- Dos libros a
la semana, una película cada tercer día. Todo ello fuera del
trabajo. Autores que nunca entrevistaré, directores que
disfruto. Luego el trabajo, que se vuelve segunda naturaleza. Si voy
a un sitio a vacacionar y no hay en ese lugar ningún personaje
digno de una entrevista, me regreso el mismo día. En cuanto al
quehacer diario, es algo sencillo: una entrevista en la mañana,
escritura a primera hora de la tarde y ciertas labores de edición
algunos días a la semana, cuando me corresponde la guardia.
Pero, aguas, es un hábito, no una rutina. El diarismo es algo que no
se repite nunca y te crea la sensación de que lo pasado ayer sucedió
hace una semana.
- La sección
cultural de un diario mexicano es la menos leída. ¿A qué lo
atribuyes? ¿La estamos regando en algo?
- La cultura le
interesa en serio a muy pocas personas; pero lo mismo ocurre con la
economía. Si el lector o el espectador no se acerca a uno u otro
rubro, peor para él: no sabrá en dónde está ubicado, su
conversación será pobre y su interpretación del mundo muy
limitada.
- Uno no puede
decirle al otro cómo hacer las cosas. ¿Pero cómo te gustaría ver
que se involucraran los intelectuales mexicanos en los asuntos de
orden político que suceden en nuestro país? ¿Y hasta dónde, hasta
qué punto?
- A fondo,
claro, pero como ciudadanos con una capacidad extra, que es la
creativa, para ponerla al servicio de su entorno. No hace falta ser
candidato de un partido político para llevar a cabo esta tarea,
basta con involucrarse, cuando así se los solicitan, en iniciativas
como las que proponen las organizaciones no gubernamentales. Esto
es, realizar algún trabajo sin percibir regalías y que beneficie
a las personas interesadas. Hay quienes cobran siempre por dar una
conferencia o un curso breve; hay quienes cobran unas veces y otras
no, pero su labor es igual de buena. Me quedo con los segundos.
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