Algo de Historia

    

    Aunque sus causas están ya bastante bien explicadas, la aurora boreal permaneció durante muchos siglos entre las curiosidades científicas, y su existencia aún sigue rodeada de fascinantes misterios. Siempre se forma en lugares concretos de la atmósfera superior, con apariencia de arcos llameantes. 

    Las auroras, tanto la boreal como la austral, suelen producirse, en dos franjas que rodean, respectivamente los polos norte y sur, y por lo general, se desplazan de oeste a este. El hecho de que sean casi perpendicular a la dirección de la aguja de la brújula permite suponer una relación con el campo magnético terrestre. 

    Los cielos árticos, y sobre todo en el norte de Canadá, Alaska, Noruega y Spizbergen, son el escenario 
más frecuente de estas magníficas exhibiciones, ya que son mucho más oscuros y despejados que los cielos de las regiones más pobladas de Europa. La mejor época para observar la aurora boreal es en Febrero, cuando las zonas de altas presiones barométricas permanecen estacionarias sobre la región polar durante semanas enteras. 

    Durante este período, se pueden ver auroras casi todas las noches despejadas, aunque cuando hay luna resultan mucho menos espectaculares. A través de la luz de la aurora se pueden divisar las estrellas más brillantes, pero cuando el fenómeno es más intenso produce luz suficiente como para leer.

 

 

 

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