Notas para Bioética de la Sexualidad
Contenido:
1. Fundamentos teóricos para
la conceptualización de la sexualidad
2. La Sexualidad como
Problema de Estudio: su Relación con la Moralidad
3. Teoría Feminista y Sociología Médica
4. Cuestionario: ¿Será Amor? Cómo saber si una relación es
buena para ti?
5. Cuestionario: Cómo saber si estás preparad@ para tener
relaciones sexuales?
Fundamentos teóricos para la conceptualización de la sexualidad
Tomado de : Eusebio Rubio Aurioles en Visión Panorámica de la Sexualidad Humana.
La sexualidad es ante todo una abstracción, una manera de conceptualizar, es decir, una manera de realizar formulaciones mentales ante realidades percibidas de nuestra existencia que intentan ser capturadas por nuestro entendimiento. En el caso de la sexualidad, se trata de una construcción mental acerca de aquellos aspectos de la existencia humana que poseen significado sexual.. Si bien la conducta reproductiva ha sido igual desde que el ser humano es humano, las maneras en que se han entendido y explicado esas conductas han variado enormemente en el tiempo y las culturas. Por consiguiente la sexualidad se ha conceptualizado de manera distinta histórica y culturalmente. Más aún, dentro del marco científico existen diferentes abordajes, cada uno de los cuales produce definiciones distintas. Por todo lo anterior, la sexualidad nunca es un concepto acabado o definitivo.
Las diferentes conceptualizaciones de la sexualidad pueden agruparse en tres tipos generales:
El Modelo Psicoanalítico de Sigmund Freud
Freud consideró los orígenes de los fenómenos sexuales en la vida, como las manifestaciones de energía o fuerza que el llamó pulsión libidinal y que tenía como fuente la raíz biológica del sujeto. La pulsión no debe entenderse como un instinto, que es un imperativo biológico de tipo hereditario e indispensable para la supervivencia individual (ejemplo: la satisfacción del hambre). Más bien, la pulsión es una fuerza o impulso que se manifiesta de manera positiva para lograr un objetivo. Conforme al pensamiento freudiano, la pulsión libidinal ( eros o pulsión de vida), se confronta en el ser humano con una segunda pulsión, la pulsión agresiva ( tanatos o pulsión de muerte).
La dinámica de la manifestación de la sexualidad es el resultado del conflicto entre la pulsión libidinal que se dirige a la búsqueda de una vivencia placentera continua y la imposibilidad dictada por la realidad, que impone necesidades individuales y de especie (prioritarias para la supervivencia), que impiden la satisfacción constante de la pulsión. Más tarde, en el niño el conflicto se manifiesta con el surgimiento de sus impulsos placenteros y sexuales a los que se opone la sociedad por medio de sus representantes ( Padre y Madre); en el adulto el Padre y la Madre son sustituidos por los principios, valores y normas que, adquiridos (introyectados) por el individuo conforman el super-yo. Para Freud, la satisfacción de la pulsión libidinal puede darse en formas que parecen no tener relación alguna con su objeto original es decir, con el encuentro genital generador de vida. Hay tres maneras en las que esto puede suceder y reciben los nombres de perversión, sublimación y neurosis.
El Modelo sociológico de Ira Reiss
Propone entender la sexualidad como " el conjunto de guiones culturales compartidos acerca de las conductas eróticas que se supone inducen a la excitación erótica y a las respuestas genitales". Tales conductas tienen dos consecuencias universales: están revestidas de importancia cultural y llevan a la formación de vínculos entre los participantes.
La sexualidad, así entendida, se relaciona con tres instituciones sociales:
El Modelo Sistémico de la Sexualidad: el Modelo de los Holones
La idea central de la Teoría de Sistema General, es que todos los sistemas están formados por elementos en interacción, y que éstos elementos son a la vez sistemas. El término holones fue sugerido originalmente por Arthur Koestler (1980) quien lo propuso para subrayar a través del sufijo "ones" el hecho de que son integrantes de un sistema, a la manera de los electrones y los protones y que, al mismo tiempo tienen un alto grado de complejidad e integración dentro de un todo ( de ahí el uso de "holos", que quiere decir todo en griego).
Conforme a lo anterior, los holones sexuales son las partes o elementos o subsistemas de la sexualidad que conservan su aplicabilidad sin importar la metodología de estudio que se aplique, ya sea desde la antropología, la psicología, la biología o la sociología. Lo anterior, es muy importante porque la sexualidad se manifiesta en todos los niveles y es tanto biológica, como psicológica, antropológica y sociológica.
Rubio ( 1983) propuso, conforme a lo anterior, que la sexualidad humana es el resultado de la integración de cuatro potencialidades humanas que dan origen a los cuatro holones (o subsistemas) sexuales, a saber: la reproductividad, el género, el erotismo y la vinculación interpersonal. Cada uno de ellos, tiene aplicabilidad vertical, es decir, tienen manifestaciones en todos los campos de estudio del ser humano y por ello no son ofrecidos como conceptos biológicos, sociales o psicológicos. La idea de la integración es central en este modelo teórico, lo cual quiere decir que un elemento no puede ser correctamente representado si se considera aisladamente, pues su actuar depende de los otros elementos del sistema. En el caso de la sexualidad, la integración ocurre a nivel mental, un producto de la adscripción de sentido, significado y afecto a aquello que el individuo en lo personal y el grupo social en general, viven como resultado de que las potencialidades sexuales están biológicamente determinadas y por tanto son compartidas por la mayoría de los individuos. Sin embargo, lo que está determinado biológicamente es la potencialidad para tener experiencias en las cuatro dimensiones señaladas: la reproducción, el género, el erotismo y el vínculo afectivo.
Literalmente, la sexualidad se construye en la mente del individuo como resultado de las experiencias que su naturaleza biológica y la interacción con el grupo le hacen vivir. En un proceso paralelo, los grupos humanos construyen ideas compartidas acerca de sus potencialidades sexuales. La complejidad de nuestras sexualidades se debe en gran medida a que las significaciones casi siempre aluden a los cuatro holones.
Los significados de las experiencias, entonces, permiten la construcción e integración de la sexualidad. La significación sexual, entendida con amplitud, comprende entonces el significado de la reproducción como posibilidad (reproductividad), de la experiencia de pertenecer a uno de los dos sexos ( género), de la significación de la calidad placentera del encuentro erótico y la significación de los vínculos afectivos interpersonales.
MODELO DE LOS CUATRO HOLONES SEXUALES
Conceptos Básicos en el Modelo de los Holones
Los aspectos biológicos centrales
son la producción de células germinales, el coito, la
concepción, el embarazo y el parto.
Los aspectos psicológicos se extienden a la maternidad y la
paternidad
Los aspectos sociológicos corresponden a las significaciones
sociales del hecho reproductivo y la contracepción; las
políticas reproductivas y los fenómenos demográficos.
El género se construye a partir
de la diferencia sexual biológicamente determinada, es decir,
sobre el hecho de ser hombres o mujeres, machos o hembras, se
conforma el género psicológico y social masculino o femenino.
En el plano psicológico, el género adquiere relevancia central
en cuanto a la identidad individual: quienes somos, que hacemos,
que queremos y a donde vamos.
La expresión social o pública de nuestra identidad de género
se llama rol o papel de género. La sociedad norma muchas de sus
interacciones en base a éstas conceptualizaciones. El género y
su institucionalización en papeles, estereotipos y guiones, es
uno de los filtros más eficaces para la regulación del poder.
La fisiología del erotismo humano
incluye el deseo o apetito sexual, la excitación y el orgasmo.
El componente mental o psicológico es el más importante en el
erotismo ya que son las representaciones y simbolizaciones del
erotismo las que dan a la sexualidad humana su carácter
distintivo dentro de la sexualidad animal.
Finalmente la significación social, la regulación del erotismo
y los patrones culturales característicos revelan la importancia
del componente social en el erotismo.
Las bases biológicas de la
vinculación afectiva han empezado a desentrañarse en el campo
de los mensajeros hormonales y los neurotransmisores.
Las formas más conocidas de vinculación afectiva (derivadas de
expresiones psicológicas) son el enamoraminto y el amor. El amor
es una forma ideal de vinculación afectiva; según Erich Fromm,
el amor tiene un carácter activo, al amor da y además tiene
cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento por la otra
persona.
En la parte social destacan la formación, ciclo y disolución de
la pareja humana, así como la institucionalización de los
vínculos por medio del matrimonio y el divorcio. Finalmente,
muchos de los fenómenos demográficos están relacionados con
los patrones variables de vinculación afectiva humana.
La Sexualidad como Problema de Estudio: su Relación con la Moralidad
Tomado de Jeffrey Weeks en Ideología e Historia de la Sexualidad
La sexualidad ha sido vista tradicionalmente como el aspecto más básico, natural espontáneo y verdadero de nuestro ser. A través de la sexualidad nos vivimos como mujeres y hombres, como heterosexuales y homosexuales, "normales" y "anormales", "naturales" y "antinaturales". Esta visión dominó hasta tiempos recientes y de manera incuestionable hasta en los estudios más refinados acerca del tema. La sexualidad se entendía como una fuerza autónoma y natural que era sometida más o menos, bajo el control de los mecanismos sociales de represión.
En la actualidad, reconocida la gran complejidad del fenómeno y la enorme fuerza de los procesos socio- culturales en la conformación básica de la sexualidad, ya no se afirma como solía hacerse - que la sexualidad es algo peligroso. En cambio se pregunta ¿ porqué se considera peligrosa a la sexualidad? Ya no se puede especular acerca del conflicto inevitable entre la sexualidad y las exigencias culturales; ahora debemos investigar porqué nuestra cultura concibe de tal manera a la sexualidad.
Todas las sociedades han mostrado una necesidad de organizar, de una u otra manera, las posibilidades eróticas del cuerpo. Como ha señalado Plummer (1984), todas parecen necesitar imponer restricciones en cuanto al "cómo" y al "porqué" a fin de establecer los permisos, las prohibiciones, los límites y las posibilidades por medio de los cuales s e organiza la vida erótica.
La sexualidad es un producto de la negociación, la lucha y la acción humana. Una vez más se confirma que la sexualidad es una categoría vital inestable, en constante fluctuación. Casi la única constante es la necesidad humana de regular a través de códigos morales y preceptos legales, las posibilidades de la sexualidad.
Si bien las distintas culturas interpretan de forma variable la sexualidad, los occidentales somos regidos por la tradición judeo-cristiana que ha tendido a ver en la sexualidad una fuente de aprensión y conflicto moral. La sexualidad tiene un papel fundamental en la definición de la definición de la subjetividad de la persona, de la moralidad, del pecado, de la normalidad y de la anormalidad.
Esto se evidencia en el dualismo filosófico establecido entre el espíritu y la carne, entre la mente y el cuerpo. En la cultura occidental, el cuerpo se repudia como la parte indigna, impura y/o pecaminosa; el espíritu es la parte noble que nos conecta a lo divino.
Con gran ambivalencia, al mismo tiempo, las sociedades occidentales han desarrollado un culto extraordinario al cuerpo y los valores de lo entendido como estético, a lo largo de la historia.
Los fundamentos del código moral occidental se encuentran en los siguientes supuestos:
Lo anterior justifica el doble código sexual conocido como el Código Moral de Occidente que propone una moral sexual rígida ( dentro del matrimonio) y procreativa para las mujeres y una moral mas laxa y permisiva para los hombres, que justifica las relaciones extraconyogales de los hombres bajo explicaciones biológicas.
Teoría Feminista y Sociología Médica: Bases para una Discusión
Roberto Castro y Mario Bronfman
Castro, Roberto y Mario
Bronfman, 1998, "Teoría feminista y sociología médica:
Bases para una discusión", en J.G. Figueroa (ed) La
condición de la mujer en el espacio de la salud. México DF:
El Colegio de México, pp. 205-238.
Roberto Castro, Dirección de Ciencias Sociales, Instituto de Salud Pública, y Mario Bronfman, Dirección General de Coordiación Intersectorial, Secretaría de Salud
Este capítulo constituye una aproximación inicial a la teoría feminista en su aplicación al campo de la sociología médica. El abordaje que realizamos de este tema tiene lugar necesariamente a través de las herramientas conceptuales que poseemos, esto es, a través de un diálogo crítico con el feminismo.
La primera parte está dedicada a analizar suscintamente algunos de los principales concertos de la teoría feminista. Ahí se discuten las categorías de patriarcado, género y sistema de sexo/género, y se explora la manera en que estos conceptos se articulan lógicamente entre sí. La segunda parte aborda la discusión contemporánea sobre las posibilidades de una ciencia feminista y de una teoría feminista del conocimiento. La tercera parte está dedicada a discutir algunas de las aplicaciones de la perspectiva feminista al campo de la sociología médica. El capítulo finaliza con la presentación de una breve conclusión derivada de este análisis.
CONCEPTOS FUNDAMENTALES
Durante los últimos 25 años, ii una nueva corriente de pensamiento ha cobrado creciente importancia, sobre todo en los países occidentales: el pensamiento feminista. Desde esta perspectiva, resulta evidente que a lo largo de la historia han prevalecido formas de organización social que suponen la virtual exclusión de la mujer de muchas de las esferas de la vida (arte, ciencia, política, trabajo, etc.) y su confinamiento dentro de los límites de la vida doméstica. En sus comienzos, el movimiento feminista se concentró en el desarrollo de una agenda política consecuente con este esclarecimiento: la completa transformación del estatus y la creación de una sociedad sin sexismo. Más recientemente, la búsqueda de este objetivo ha sido enriquecida con el desarrollo de una teoría social feminista que cuestiona de un modo fundamental la tradicional forma (masculina) de hacer ciencia. Como es el caso en otras teorías sociales, existen dentro del feminismo diversas corrientes (feminismo liberal, feminismo socialista, feminismo radical, etc.), que se debaten entre sí con variadas coincidencias y divergencias. En lo que sigue concentraremos nuestro análisis en algunos aspectos cruciales de este debate.
La teoría feminista es una teoría del poder. Como tal, su objetivo es la explicación del "origen de la opresión, supresión y represión" de la mujer (Bart y Budinger, 1984: 3). El punto de partida de esta teoría es el señalamiento del dominio masculino sobre las mujeres en prácticamente todos los periodos de la historia: el sistema social resultante se ha denominado patriarcado. Este dominio se ha reflejado incluso en la selección de los temas que los científicos sociales consideran relevantes para su estudio. Como han señalado Rosaldo y Lamphere (1974), por muchos años la antropología asumió la subordinación de las mujeres en todas las sociedades como algo "dado", no problemático y, por lo tanto, sin mayor interés teórico. En los últimos 20 años, no obstante, el problema de la mujer ha sido desplazado de la periferia al centro mismo de la discusión académica.
Desde una perspectiva antropológica, Ortner (1974) ha propuesto que la explicación de esa "constante universal" que es la subordinación de las mujeres puede apoyarse en el doble hecho de que éstas, debido a su papel en la reproducción, son vistas normalmente como más cercanas que el hombre a la "naturaleza". Los seres humanos, sin embargo, han sido conscientes de que el rasgo central que los diferencia de las demás especies es su capacidad de crear cultura, es decir, su aptitud para trascender lo meramente natural. Al atribuir un valor especial a lo que les es único (la cultura), algunas sociedades han atribuido sólo un valor secundario a "lo natural". De acuerdo a Ortner, la posición secundaria de las mujeres en la sociedad ha sido justamente el resultado de su construcción social como seres más cercanos a la naturaleza que los hombres.
El uso de conceptos ahistóricos (conceptos válidos para todas las épocas en todos los lugares) para explicar un fenómeno que se observa uniformemente en los diversos periodos de la historia, da lugar a análisis en los que el problema estudiado se construye como si se tratase de un fenómeno "natural". Los conceptos ahistóricos "naturalizan" el problema que se busca explicar, esto es, despojan al objeto de estudio de sus particularidades histórico-sociales, lo cual, obviamente, socava la capacidad científica de tales explicaciones.
Una de las contribuciones más significativas en este sentido ha sido la de Rubin, quien ha propuesto el concepto de sistema de sexo/género para dar cuenta, a un nivel de abstracción general, del fenómeno de dominación que estamos discutiendo. De acuerdo a esta autora, "un sistema de sexo-género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas" (Rubin, 1986:97). Según esta propuesta, toda sociedad tiene un sistema de sexo/género específico que es necesario caracterizar para cada periodo histórico.
Género es otro término clave dentro de la teoría feminista. Su conceptuación también ha evolucionado desde una perspectiva puramente biológica hasta otra mucho más sociológica. La actual diferenciación entre sexo y género, que desde hace tiempo también forma parte del acervo teórico de las ciencias sociales, fue quizás la primera contribución significativa de la teoría feminista al estudio del fenómeno de la dominación masculina. Género es una construcción social sistemática de lo que se asume como "lo masculino" y "lo femenino". Precisamente porque se trata de una construcción social, el género no está determinado por la biología (por el sexo), está presente en todas las sociedades, y permea todas las dimensiones de la vida social y privada (Harding, 1987, p. 26). Con este concepto ha sido posible comenzar a estudiar las diferentes fuerzas que existen dentro de la familia y la sociedad que determinan, de manera crucial, las formas masculina y femenina de ser en un periodo histórico determinado. Género es una definición cultural que se traduce, entre otras cosas, en una identidad -la identidad genérica- que los individuos adquieren a través de la socialización, y que determina la forma en que se relacionan con la naturaleza y el mundo social que los rodea (Lerner, 1986; Lamas,1986). Se trata de una categoría situada en el centro mismo de la teoría feminista, tanto por su capacidad analítica como por su contenido crítico respecto de la forma genérica predominantemente masculina en que está organizada nuestra sociedad.
El debate no ha concluido, si bien las principales direcciones en las que es necesario un mayor desarrollo teórico han sido ya identificadas. Por ello es previsible que en un futuro cercano surgirán definiciones más precisas sobre estos conceptos.
A través de conceptos como patriarcado y género ha sido posible comenzar a documentar sistemáticamente formas de dominación en ámbitos de la vida social donde hasta recientemente era poca previsible observarlas. Es precisamente en el desarrollo de este tipo de conocimiento "insospechado" donde, a nuestro juicio, radica una de las mayores promesas de la teoría feminista.
TEORÍA FEMINISTA Y SOCIOLOGÍA MÉDICA
Al aplicar la teoría feminista al campo de la sociología médica, ¿qué aprendemos? ¿qué es aquello que antes pasaba desapercibido y que ahora entendemos o al menos visualizamos? ¿De qué manera la aplicación de esta perspectiva produce un nuevo tipo de conocimiento, o una nueva forma de conocer que antes no concebíamos?
De acuerdo a McCormack, la primera generación del pensamiento académico feminista se concentra principalmente en torno a dos objetivos: 1) documentar la discriminación contra las mujeres en organizaciones educativas y de investigación, y 2) evidenciar el sesgo masculino de la literatura científica que se presenta a sí misma como objetivo y con validez universal. La segunda generación, sugiere la autora, se está concentrando en la construcción de un nuevo tipo de conocimiento, esto es, en el desarrollo de una ciencia feminista. En nuestra opinión, la teoría feminista aplicada en el campo de la sociología médica ha alcanzado un grado de desarrollo equivalente al logrado en otros espacios del conocimiento. En otras palabras, la mayor parte de las contribuciones feministas en este campo corresponden a lo que McCormack caracteriza como la primera generación, mientras que la tarea de reconceptuación del conocimiento actual, necesaria para dar paso a un nuevo tipo de conocimiento específicamente feminista, no ha llegado aún muy lejos.
Para realizar una revisión somera de algunas de estas contribuciones, conviene retomar la división por áreas específicas que comúnmente se utiliza dentro del ámbito de la sociología médica. Convencionalmente se distinguen tres áreas: 1) proceso salud-enfermedad (que se refiere al estudio sociológico de los determinantes de la salud-enfermedad en la población); 2) práctica médica (que se refiere al estudio sociológico de la respuesta social organizada frente a la enfermedad), y 3) saber médico (que se refiere al estudio sociológico de la manera en que la enfermedad es percibida y conceptuada, tanto en términos científicos como profanos). Como se verá, sin embargo, una de las contribuciones centrales de la teoría feminista, en este campo, es la insistencia en problematizar los conceptos mismos de salud y enfermedad, de tal manera que la diferenciación de estas tres áreas no resulta tan nítida como en primera instancia podría parecer.
Proceso salud-enfermedad
Diversas fuentes han documentado que en promedio las mujeres viven más que los hombres, pero también que ellas enferman y utilizan más los servicios de salud que los hombres, incluso si se excluyen los servicios relacionados con la maternidad (Trypuc, 1988; Clarke, 1990; Camposortega, 1990). Aunque no existen explicaciones concluyentes sobre estas diferencias, desde una perspectiva feminista se han propuesto diversas hipótesis para dar cuenta de este fenómeno. Por ejemplo, Verbrugge ha propuesto que las hipótesis pueden agruparse en cuatro categorías:
Verbrugge sugiere que la mayor morbilidad de las mujeres está influida por factores sociales derivados de la manera en que se integran al mercado de trabajo, así como de un mayor estrés e infelicidad que derivan de sus condiciones objetivas de vida, y que resultan en una mayor sensación de vulnerabilidad ante la enfemedad (Verbrugge, 1989).
La relación entre trabajo femenino y salud también está siendo explorada por autores latinoamericanos. Uno de los puntos de partida de estas investigaciones ha sido el hecho de que, durante los últimos años aumentaron tanto el empleo femenino como la morbilidad infantil. En estos proyectos se insiste en la importancia de trascender análisis estadísticos espúreos o simplistas, que atribuirían a la variable independiente "trabajo femenino" parte del aumento detectado en la variable independiente "morbilidad infantil". Las propuestas van desde problematizar las condiciones en que se da la inserción de las mujeres en el mercado laboral, hasta explorar con más detalle las variables intervinientes que modifican el efecto del empleo de la mujer en el bienestar de los niños, con el fin de lograr una explicación más comprensiva de este fenómeno (Riquer, 1991; Ixtacuy et al., 1991; Mendoza y Rábago, 1991).
Dentro de esta línea de investigación, otros estudios han mostrado que el trabajo de la mujer no constituye por sí mismo un riesgo para el producto del embarazo (bajo peso al nacer). Al estudiar procesos de industrialización y maternidad en el noroeste de México, Denman encontró que son las amas de casa las que presentan productos con el mayor índice de bajo peso al nacer en comparación con las asalariadas. Si se considera sólo a las asalariadas, la autora observó también que las obreras presentan este riesgo tres veces mayor que las empleadas, lo cual le permite concluir que más que el empleo en sí, son las condiciones específicas de trabajo que constituye un factor de riesgo (Deman, 1990).
Un tema que ha sido abordado con particular interés desde una perspectiva feminista es el que se refiere a la salud mental. También en este campo las estadísticas muestran que las mujeres presentan un índice más alto de transtornos mentales que los hombres. Para explicar esta diferencia se han propuesto varias hipótesis: por una parte, se ha señalado que las estadísticas de enfermedad mental son un indicador de la opresión a la que están sujetas las mujeres; esto es, que las mujeres sufren más padecimientos mentales que los hombres precisamente porque están sujetas a condiciones de vida más opresivas que derivan, en última instancia, en tales transtornos (Stoppard, 1988; Chesler, 1972). Por ejemplo, durante los últimos 15 años se ha acumulado evidencia científica muy significativa que muestra que la salud física y mental se relacionan directamente con la cantidad y calidad de apoyo psicosocial de que disponen los individuos (Cassel, 1976; Cobb,1976).v Esta sociedad, sin embargo, socializa a las mujeres para que brinden atención y a los hombres para que la reciban, tal como lo han documentado diversas investigaciones feministas (Derber,1983; Fishman, 1978). La interpretación de estos hallazgos, sin embargo, no deja de ser ambivalente. Por una parte, se ha propuesto que es el "costo de hacerse cargo de los demás" (cost of caring) lo que se refleja en las estadísticas de salud. Esto es, las mujeres se enferman con mayor frecuencia porque más que recibir apoyo psicosocial ellas lo brindan; el caso de los hombres sería el inverso. Por otra parte, también se ha sugerido que es precisamente la capacidad de las mujeres (socialmente adquirida) para establecer vínculos afectivos lo que a la larga se refleja en la mayor esperanza de vida con que ellas cuentan.
Sin descartar estas hipótesis, otras autoras han propuesto que la diferencia en las estadísticas refleja también la predisposición de la sociedad patriarcal para clasificar a las mujeres como enfermas mentales. Este sesgo se refleja en varios niveles: a un nivel micro, en el que los médicos psiquiatras están predispuestos a diagnosticar depresión, histeria o esquizofrenia en sus pacientes femeninos, con mucha mayor facilidad que en sus pacientes masculinos. A un nivel intermedio, Smith ha sugerido recuperar las contribuciones de la teoría de la etiquetación para explicar estas diferencias, y propone, en consecuencia, revertir los términos de la explitación convencional: no es que las mujeres sean atendidas en instituciones psiquiátricas porque padecen enfermedades mentales, sino que, por el contrario, padecen de trastornos mentales porque son sometidas a un sistema de desintegración de la personalidad, que comienza en la casa y termina en el hospital psiquiátrico, que etiqueta como anormal cualquier intento de independencia de parte de ellas (Smith, 1990). Finalmente, se ha propuesto que, a un nivel macro, es necesario problematizar el concepto mismo de salud mental, pues en la forma en que dicho concepto ha sido construido radica la clave para explicar las diferencias observadas. ¿Por qué, por ejemplo, el concepto de depresión no siempre incluye a los bebedores excesivos, cuando el alcoholismo puede ser una forma en que los hombres manifiestan su depresión? (Murphy, 1988) ¿Por qué la mayor predisposición a la violencia de parte de los hombres no es clasificada como enfermedad mental?
La violencia contra las mujeres constituye otra de las preocupacionces centrales de los estudios feministas. Desde esta perspectiva se ha propuesto desconstruir la manera en que el tema es convencionalmente tratado en esta sociedad. Desde el discurso patriarcal se asume que el problema de la violencia doméstica contra las mujeres es un asunto privado de cada familia dado que tiene lugar en el ámbito del hogar. El hogar es considerado el recinto íntimo, exclusivo de la jurisdicción del "jefe" del mismo, que normalmente es un hombre. Lo que ocurre dentro de él es considerado un asunto personal, en el que las instancias públicas no tienen derecho a inmiscuirse. Esta delimitación entre lo público y lo privado impidió durante mucho tiempo la reflexión colectiva sobre un problema -como la violencia doméstica- aparentemente privado que en realidad es colectivo. La teoría feminista ha señalado que las relaciones sociales dentro del hogar son un reflejo del ordenamiento jerárquico entre los géneros que se observa en toda la sociedad. Como respuesta y como crítica a la definición patriarcal de las cosas, la teoría feminista ha propuesto que "lo personal es político", y ha impulsado toda una linea de investigación sobre este tema, con miras a desentrañar los mecanismos específicos que generan y perpetúan la violencia contra las mujeres. Esta reflexión, por supuesto, ha trascendido el ámbito doméstico, para abordar el tema de la violencia contra la mujer como un problema social en el que la violencia doméstica es sólo una de sus manifestaciones (Bedregal et al., 1991; Stark et al., 1983).
Saber médico
Como quedó claro en el apartado anterior, el estudio de los determinantes de la salud no puede hacerse al margen del análisis de la forma en que los conceptos de salud y enfermedad son construidos socialmente. Es en el análisis del saber médico donde la capacidad analítica de la teoría feminista resulta más prometedora, toda vez que dichos análisis tienden a desenmascarar el papel que la ideología y el conocimiento juegan en la creación y recreación de las estructuras de dominación que oprimen a las mujeres. Así por ejemplo, Oakley ha analizado el proceso histórico a través del cual el embarazo y el parto dejaron de ser una forma común de conducta social para constituirse en fenómenos médicos. De acuerdo a la autora, en el transcurso de los últimos ochenta años el embarazo y el parto fueron gradualmente definidos como un fenómeno biológico, lo cual a su vez creó las condiciones para justificar el dominio médico en este campo (Oakley, 1984).
Treichler ha estudiado el significado del parto en el discurso norteamericano actual. La autora sostiene que no es posible mirar a través del discurso para determiner lo que es realmente un parto "porque es el discurso mismo el lugar donde tal determinación está inscrita" (Treichler, 1990: 132). La autora señala que en el discurso médico norteamericano el parto es definido como un evento en el que el papel activo es jugado por los médicos obstetras, y el pasivo por la mujer que pare. Por ejemplo, algunos diccionarios médicos definen el parto como "la completa expulsión o extracción de la madre, de un feto que pese 500 gramos o más" (Treichler, 1990: 117). De acuerdo a la autora, este tipo de definiciones implícitamente incluyen la presencia de un médico, tal como la palabra extracción lo supone. En otras palabras, un conjunto de eventos, como el parto, otrora del dominio propio de la mujer, ha sido expropiado y redefinido por la ciencia médica masculina, con implicaciones directas en la manera en que las mujeres de hoy interpretan y viven estos fenómenos.
Siguiendo el dictum de Thomas, Rothman ha señalado que "si las situaciones definidas como reales son reales en sus consecuencias, entonces aquellos que definen, controlan" (Rothman, 1978: 124). La autora ilustra esta aserción mostrando cómo el discurso médico define el parto como algo en lo que los médicos son los principales actores: así se explica que ellos presentan el bebé recién nacido a la madre. De la misma manera, aunque una mujer puede sospechar que está embarazada, no es sino hasta que tiene lugar una evaluación médica que esta sospecha puede verificarse. Algo semejante ocurre con el trabajo de parto y, en general, con todo el proceso de la reproducción humana. La autora señala que la medicina masculina considera que una mujer, en trabajo de parto, está bajo control si es capaz de reprimir sus sentimientos y dolores durante esa etapa. Por el contrario, si una mujer decide enfrentar el trabajo de parto con llanto y gritos, pierde por completo su derecho a ser tomada en cuenta para las decisiones que haya que tomar, pues se le considera fuera de control. Se trata, obviamente, de una definición masculina del concepto de control que es impuesta a las mujeres en estas circunstancias.
Por otra parte, Martin ha analizado el sesgo masculino que prevalece en los textos de medicina, en particular respecto a la manera aparentemente "objetiva" y "científica" con que es abordado el tema de la reproducción humana (Martin, 1987). Tales textos se encuentran en realidad repletos de metáforas ideológicas que cumplen la función de perpetuar una manera masculina de mirar el mundo, el cuerpo hurnano y el proceso de reproducción. Por ejemplo, en tales textos, el cuerpo femenino es descrito como un sistema burocrático de control organizado jerárquicamente, lo cual tiene implicaciones directas en la forma en que diversas funciones son percibidas. Así, la menopausia es entendida como una falla general del sistema central, a consecuencia de la cual los ovarios "dejan de responder" y el hipotálamo comienza a "dar órdenes inapropiadas". El cuerpo femenino es percibido como un organismo orientado fundamentalmente hacia la reproducción. Por ello, la ovulación es descrita como un proceso en el que todos los cambios del organismo tienen lugar con miras a preparar el ambiente adecuado para la fertilización del óvulo. Martin señala que esta descripción teleológica del organismo femenino tiene consecuencias directas en la manera en que es percibida la menstruación. Esta es descrita como un propósito fracasado, como un proceso de construcción malogrado. Y cita diversos textos de medicina actuales en los que el lector encuentra que la menstruación es descrita con términos negativos: "degeneración" del corpus luteum, "declinación" de los niveles de estrógenos y progesterona, "suspensión" de los efectos estimulantes de aquellas hormonas, "espasmos" de los vasos sanguíneos del endometrio, "degeneración" del endometrio como consecuencia de la "carencia" de irrigación sanguínea, "debilitamiento" de los vasos capilares, que resulta en una "fuga o escurrimiento" de la sangre, y "descarga" de la misma (Martin, 1987: 47). Frente a estas descripciones, la autora contrasta los términos con que se describe la espermatogénesis: se trata de un proceso "extraordinario", "sorprendente", de magníficas" proporciones. (Nota de la coordinadora del sitio electrónico: Ver anexo: "Si los hombres menstruaran").
Martin señala que no existen términos neutrales en los textos científicos, y que este tipo de análisis muestra la valoración diferencial -hecha desde una perspectiva patriarcal- que subyace al discurso médico científico contemporáneo.
Junto a la crítica del discurso patriarcal, desde la perspectiva feminista se ha impulsado toda una línea de investigación tendiente a rescatar otros saberes, otras formas alternativas de pensar y vivir los fenómenos de la salud y la enfermedad. Este esfuerzo incluye un cuestionamiento al énfasis que nuestra cultura pone en la observación, en lo que se puede ver, y un impulso a lo que se puede oír, a la facultad de escuchar como modo privilegiado de percepción (Martin, 1990: 69). En este sentido, Valdés ha estudiado las construcciones significativas que realizan las mujeres en relación a los diversos aspectos de la reproducción humana (Valdés, 1988). De acuerdo a la autora, "ser madre" y "ser dueña de casa" son formas de identidad social que brindan mayores espacios de poder frente a los hombres. "Ser esposa", por el contrario, supone una relación de sometimiento ante ellos. La alta fecundidad que se observa en muchas mujeres se asocia con las reducidas opciones de acción de que disponen las mujeres en tanto madres. Sin embargo, sometidas como están a una doble dominación (patriarcal y de clase), las mujeres tienden a reproducir las mismas relaciones sociales que las oprimen, generando en sus hijas "el mismo ciclo que ellas vivieron y que muchas rechazan: necesitan que sirvan de dueñas de casa y que cuiden a los hermanos menores cuando salen a trabajar" (Valdés, 1988: 287). Mediante la construcción de varios "tipos ideales", la autora explora la multiplicidad de construcciones significativas con que las mujeres explican los papeles que les son impuestos socialmente. Estas construcciones de sentido sirven también para cambiar sus proyectos de comportamiento reproductivo, que con frecuencia deben efectuar como consecuencia de las condiciones objetivas de vida con que cuentan (de pobreza y desamparo). En suma, Valdés ha mostrado la pertinencia de este tipo de investigaciones para el estudio, tanto de las experiencias vividas por los actores sociales (en este caso las mujeres) en relación con ciertos temas significativos (en este caso la reproducción humana), como la interpretación que ellas mismas proveen respecto de tales vivencias (véase también Ramos, 1983).
Práctica médica
Desde una perspectiva feminista, también se ha producido una cantidad significativa de literatura dentro del campo de la práctica médica. Tood, por ejemplo, ha investigado el tipo de interacción cara-a-cara que tiene lugar entre doctores (generalmente hombres) y pacientes mujeres que acuden a consulta ginecológica o de planificación familiar (Tood, 1989). La autora se propone analizar esa interacción en su relación con la estructura social más general que enmarca dichos encuentros. De acuerdo a sus observaciones, las pacientes tienden a presentar sus casos relacionando sus síntomas con diversos aspectos de su vida diaria, así como con sus propias opiniones y creencias a propósito de lo que les pasa. Los médicos, por el contrario, entrenados bajo un modelo masculino de ciencia, que enfatiza la objetividad y la separación entre el sujeto que conoce y los objetos que son conocidos, tienden a dirigir autoritariamente la conversación en términos estrictamente clínicos, sin permitir que las mujeres se expresen como ellas lo desean. En ese marco, ellos deciden qué temas son apropiados y cuáles no para manejarse en el contexto de la entrevista. Esta relación jerárquica se agudiza en el caso de mujeres de color o de estratos sociales bajos. La autora propone que la explicación de fondo de este fenómeno -que incluye también a doctores y pacientes que actúan "de buena fe"- radica en los fundamentos epistemológicos de la visión del mundo que poseemos -visión permeada del discurso científico- que, con su sesgo masculino, fuerzan a los actores a dar por sentadas ciertas cosas, por ejemplo que el cometido fundamental de las mujeres es la reproducción, que desde una perspectiva racional y no emocional se logra un mejor entendimiento de las cosas; que con su entrenamiento clínico los médicos están mejor preparados para entender lo que las pacientes sienten y temen, de modo que ellos pueden incluso reinterpretar apropiadamente las explicaciones de ellas y decirles lo que en realidad sienten. Es una epistemología que asocia los conceptos de naturaleza, cuerpo, subjetividad, dominio privado, sentimientos, emociones y reproducción bajo la identidad genérica femenina, y los conceptos de cultura, mente, objetividad, dominio público, pensamiento, racionalidad y producción, bajo la identidad genérica masculina. Así, el mundo queda dividido entre el sujeto que conoce (científico, mente, masculino) y el objeto que es conocido (naturaleza, cuerpo, femenino). Esta epistemología adquiere concreción en los encuentros médicos que la autora analiza, y distingue el mundo natural del social. Confina el primero a las ciencias biológicas y médicas, y el segundo a las ciencias políticas y sociales. La reproducción humana es categorizada como un evento biológico, lo cual establece las bases para excluir los aspectos sociales en su tratamiento. Por ello, aunque la reproducción incluye tanto los aspectos biológicos como los sociales y emocionales de la mujer, los médicos se centran sólo en los primeros y desechan los segundos como irrelevantes o sobre los que resulta inapropiado hablar.
En esta misma línea de investigación, Fisher y Groce han estudiado la manera en que los estereotipos existentes en torno a la condición de la mujer emergen, en el transcurso de una entrevista médica, en detrimento de las pacientes mujeres (Fisher y Groce, 1985). Al analizar el interrogatorio que realizan los médicos, pueden apreciarse con claridad los supuestos a partir de los cuales los médicos abordan a las pacientes. Por ejemplo, en el caso de una mujer que se presenta con varias heridas porque acaba de caerse de una motocicleta, el médico pregunta también por el conductor, asumiendo que esta mujer, por ser mujer, iba en la parte de atrás de la motocicleta. El análisis muestra que el médico necesita reciclar varias veces la información que le da la paciente para finalmente comprender que se trata de un caso en el que sus supuestos no se cumplen, pues era la paciente la que iba manejando. Otros ejemplos muestran al médico con dificultades para asimilar la información de una paciente mujer, que señala que en su matrimonio ella no tiene relaciones sexuales con su pareja sin que ello signifique ningún problema (el médico asume que las mujeres deberían tener relaciones sexuales con sus esposos y que, en caso contrario, debería haber problemas en el matrimonio), o de otra mujer que dice contar con alto grado de tolerancia al dolor físico (el médico asume que las mujeres no aguantan mucho dolor). Las autoras muestran que el grado de adecuación de las pacientes a los supuestos culturales que maneja el médico se relaciona directamente con la calidad de la atención que reciben.
Otras investigaciones han explorado el tipo de interacción que tiene lugar cuando el médico es una mujer y el paciente un hombre. West ha demostrado que en estos casos los pacientes tienden a interrumpir a la doctora con mucha mayor frecuencia que cuando los papeles están invertidos, esto es, cuando el médico es un hombre y la paciente una mujer (West, 1984). La frecuencia de las interrupciones es considerada un indicador de la dinámica del poder que tiene lugar en la interacción entre dos personas (Derber, 1983). Tanto Fisher y Groce como West, retoman el concepto de master status, que se refiere al estatus dominante de una persona, estatus que tiende a supeditar bajo sí mismo cualquier otra característica de los individuos (Hughes, 1971: 147). Las autoras concluyen que en los encuentros médicos mixtos (es decir, en donde los actores son de diferente sexo), el master status de las mujeres (sean médicos o pacientes) es su condición de mujer, mientras que el de los hombres es su condición de médicos o de pacientes, según el papel que jueguen. Se trata de una asimetría fundamental que explica muchas de las características concretas de los encuentros médicos.
Otras investigaciones feministas dentro de este campo se han concentrado en las profesiones de la salud. En algunos casos, el objetivo ha sido ilustrar cómo también dentro de las profesiones el lugar de la "otredad" ha sido asignado a las mujeres. El concepto de "otredad" ha sido propuesto para referir el hecho de que en la sociedad contemporánea la realidad se juzga desde una perspectiva que presupone un punto de vista occidental (europeo), masculino y de raza blanca. Lo "otro" es todo aquello que no pertenece a dicho punto de vista, que en consecuencia no se da por sentado, y que hay que nombrar. Así, se habla de la medicina para referirse a la medicina moderna, y de otras medicinas, o de medicinas alternativas para referirse a las prácticas médicas que son diferentes de la medicina moderna. De igual modo, la profesionalización de la medicina ha significado, entre otras cosas, el monopolio masculino de la misma (Hearn, 1982; Roberts, 1981). Cuando se habla de profesionales médicos, se asume que se habla de médicos-hombres. Si este supuesto no se cumple, es necesario especificar que se habla de médicas-mujeres. Las "otras", las diferentes a lo implicado en el punto de vista normalmente asumido son las mujeres. Simultáneamente, las ocupaciones dominadas por mujeres (como la enfermería y la partería) han sido definidas como "semiprofesionales", esto es, han sido definidas como "otras" ocupaciones, -diferentes de la profesión médica, que se asume masculina, y se utiliza como punto de vista para definir a las demás-, o han sido descalificadas como "brujería" (Storch y Stinson, 1988; Crompton, 1987; Ehrenreich y English, 1976). En otros casos, se ha argumentado que la creciente conciencia feminista ha influido, por lo menos parcialmente, en la composición por sexos de las profesiones relacionadas con la salud pública y la educación para la salud (Kronenfeld, 1988).
Por último, la educación para la salud constituye uno de los campos donde se ha dado mayor activismo feminista. Durante los últimos años se han multiplicado los grupos de mujeres que se reúnen para discutir -en los términos de sus propias interprretaciones- sus vivencias relacionadas con la salud y la enfermedad. Sin embargo, poco se ha documentado académicamente sobre los avances y logros de estos grupos, sobre todo en términos del nuevo conocimiento feminista eventualmente producido a través de esos encuentros (Cardaci, 1989).
¿Es viable pensar en una sociedad sin dominación de géneros y donde, en virtud de esta igualdad, sea posible formular preguntas de investigación hasta ahora insospechadas, y desarrollar respuestas inimaginables (en el más creativo de los sentidos) para esas preguntas? En tiempos de teoría posmodernista el reto es enorme, pero fascinante.
NOTAS
¿Será Amor? Cómo saber si una relación es buena para ti
(Adaptado de plannedparenthooddotorg)
Todos merecemos ser felices. La mayoría desea ser feliz y disfrutar de relaciones saludables y amorosas . ¿ Que caracteriza a las relaciones saludables? Estas relaciones tienen siete cualidades básicas:
Las relaciones saludables nos hacen sentir bien acerca de nosotr@s y acerca de nuestro lugar en el mundo.. Nos hacen sentir segur@s.En cambio, las relaciones enfermizas nos hacen sentir insegur@s.
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Respeto
¿Son tú y tu pareja respetuosos entre sí?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación sea en verdad buena para ti.
Sin respeto, las relaciones pueden ser dolorosas. Much@s de nosotr@s pensamos que se necesita un golpe para lastimar a alguien. Pero los insultos y las palabras crueles pueden herir de igual forma. Pueden destruir nuestra auto-estima - es decir, la forma en que nos sentimos acerca de nosotr@s mism@s.
¿Acaso tu pareja .?
Si contestaste que sí a algunas de las preguntas anteriores, debes estar preguntándote si la relación es buena para ti.
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Confianza
¿ Existe confianza entre ustedes?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación sea en verdad buena para ti.
Sin confianza, las relaciones pueden originar celos e infelicidad. Cuando el/la compañer@ es celos@ duda frecuentemente del amor o sentido de compromiso del@ otr@. La confianza se construye- escuchando, explicando los propios sentimientos y pensamientos, siendo honest@s, respetando los sentimientos del@ otr@ y divirtiéndose junt@s.
Tu pareja dice cosas como
Si contestaste que sí a algunas de las preguntas anteriores, deberías estar preguntándote si la relación es buena para ti.
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Honestidad y Justicia
¿ Son tu y tu pareja justos y honestos entre sí ?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación sea en verdad buena para ti.
Sin honestidad y justicia, las relaciones pueden ser dañadas por las mentiras y el coraje. Nadie puede tener siempre la razón o estar siempre equivocad@. En las relaciones saludables l@s integrantes de la pareja admiten sus errores y pueden ser disculpad@s.
Acaso tu pareja
Si contestaste que sí a algunas de las preguntas anteriores, deberías estar preguntándote si la relación es buena para ti.
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Equidad
¿ Tu pareja y tú, se tratan como iguales?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación sea en verdad buena para ti.
Sin equidad, es probable que se genere infelicidad mientras un@ de l@s integrantes de la pareja toma el control. En las relaciones saludables, ningun@ de l@s dos "está a cargo del@ otr@"
Tal vez tu pareja
Si contestaste que sí a algunas de las preguntas anteriores, deberías estar preguntándote si la relación es buena para ti.
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Buena Comunicación
¿ Se basa su relación en la buena comunicación?
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación sea en verdad buena para ti.
Sin buena comunicación hay muchos mal entendidos. En las relaciones saludables, l@s integrantes de la pareja son abiert@s y se escuchan mutuamente.
Tu pareja
Si contestaste afirmativamente a estas preguntas, es probable que tu relación no sea en verdad buena para ti.
Si te estás preguntando si tu relación es buena para ti, tu puedes:
¿Cómo saber si estás preparad@ para tener relaciones sexuales?
(Adaptado de plannedparenthooddotcom )
La sexualidad es una parte natural y gratificante de la vida. También lo es la actividad sexual. Pero la elección de tener relaciones sexuales con una pareja es una decisión importante. Hay un buen número de sentimientos y responsabilidades que se deben considerar. Elegir si se debe continuar en una relación de intimidad sexual es otra decisión importante. La necesidad de darte cuenta si estás preparad@ para tener relaciones sexuales con una pareja, es algo que puede repetirse en diferentes momentos de la vida. Las personas deben tomar estas decisiones en su adolescencia, a los 20, 40, 50 o más años de edad, cada vez que se inicie una nueva situación relacional.
Así pues, ¿cómo puedes saber si estás list@ para tener relaciones sexuales?
Algunas de las cosas importantes que debes considerar son las siguientes:
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Los Valores y Objetivos personales
Reflexiona acerca de tus valores acerca del sexo, contestando las siguientes preguntas:
Si el tener relaciones sexuales es congruente con tus valores y objetivos, en lugar de confrontarte con ellos, tal vez estés preparad@.
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Las Emociones
Tener relaciones sexuales puede ser una manera maravillosa de expresarte. Pero cuando sostienes relaciones sexuales también puede haber riesgos.
Algunos de los riesgos son emocionales. El tener intimidad sexual- ya sea que incluya relaciones coitales o nó - puede hacer que algunas personas se sientan muy vulnerables.
En cuanto al aspecto emocional, piensa si
Si tu entiendes y aceptas los riesgos emocionales de tener relaciones sexuales, tal ves estés preparad@ .
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Aspectos Biológicos
Algunos de los riesgos de las relaciones sexuales son físicos. Uno de ellos son las enfermedades de transmisión sexual. El otro es el embarazo.
¿Sabes como disminuir estos riesgos?
Conozco las formas de reducir los riesgos de infecciones en las modalidades de práctica sexual.
Si estás list@ para protegerte y proteger a tu pareja, puede ser que estés preparad@.
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La Presión
Puede parecer como si todos estuvieran teniendo relaciones sexuales - en especial relaciones coitales. Esto puede hacerte sentir que tu también deberías tenerlas.
¿ Cómo te sientes acerca de las siguientes razones para tener sexo ya sea que involucre relaciones coitales o nó?
Evidentemente, si te estás dejando llevar por cualquiera de las razones anteriores, no estarás actuando por las razones adecuadas para sentirte bien contigo mism@.
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Establecer las condiciones
Es importante que tu pareja sepa lo que tu quieres - y lo que no quieres - antes de que las cosas lleguen al acto sexual. Esto, puede ser difícil. Tal vez pienses que el tener sexo es algo que solamente debe pasar "espontáneamente". Pero de hecho, es importante que aclares lo que esperas y quieres. Pese a que algunas veces así lo creas, tu pareja no puede leer tus pensamientos. Es importante que hables claramente al respecto.
¿ Estás preparad@ para hacerlo?
Si no estás preparad@ para hablar claramente con tu pareja acerca de cómo tener sexo, entonces es posible que no estés list@ para ello.
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Tu Relación
Las personas que se protegen entre sí y que se tienen confianza mutua adquieren intimidad. Pero el sexo solamente es una parte de una relación plena; es solo una forma de tener intimidad.
¿Cómo están los otros aspectos de su relación?
Si contestaste afirmativamente, es posible que estés preparad@ para tener relaciones sexuales.
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La decisión acerca de cuándo tener sexo es una decisión personal. Sólo tú puedes decidir.
Con frecuencia, las decisiones que hacemos en la vida no son perfectas. Pero generalmente tomamos mejores decisiones si pensamos bien en los riesgos y los beneficios. Algunas veces ayuda hablar con alguien de nuestra confianza y si el caso lo amerita, conviene acudir a un@ consejer@ profesional.
Siempre procura elegir lo que sea mejor para ti. Elige aquello que te ayude a vivir mejor y disfrutar plenamente de la vida y que a la vez te permita llevar adelante tus planes a futuro.
Una vida sexual plena es aquella que está en equilibrio con todo lo que tu eres- tu salud, tu educación, tus metas, tus relaciones con otras personas y tus sentimientos acerca de ti mism@.