¿ÁNGEL O DEMONIO?


Y me encontré rondando esta pregunta mil veces por mi mente después de que alguien la hiciera resonar. Pues que yo me sentía en medio, ni ángel ni demonio, “simplemente yo”. Pero bueno, eso es como aquel que no tiene bando, ni partido, ni equipo de futbol preferido, que no tiene religión y, al final de cuentas, ¿qué tiene de malo escapar de una clasificación cuando se es posible?, ya bastante tengo con ser mujer, ser miembro de una determinada familia, poseer un extraño número en mi matrícula escolar, ser mexiquense, pertenecer a la generación X (y de eso me acabo de enterar), ser parte del club de las divorciadas, y si no de cualquier manera al de las mujeres engañadas, en fin, tantos campos en los que se nos clasifica, que ¿por qué tener que ser partícipe de uno más?. No se cuál sea el término medio, pero debería existir, pues yo no soy un ángel, y si soy un demonio... ¿quién me lo puede decir?, ¿quién no lo es?, ¿hay escalas de grises para saber quién o qué te hace más o menos demonio que a los demás?, ¿y de dónde partiría tal?.
¿Y hasta dónde entonces puede llegar un demonio?, ¿dónde se marca el inicio y dónde el final para poder definir qué somos?, bastante tenemos con tratar de descifrar quiénes somos.
Primero deberíamos preguntarnos si existen el cielo y el infierno, no obstante por cultura, desinformación, fervor, miedo o irresponsabilidad (sí, irresponsabilidad, aceptémoslo, aunque la culpa no exista, tratamos de evadir a toda costa el “sentimiento de culpa”) nos creamos y nos crean dos mundos (en ocasiones más de dos), la dualidad siempre reina, el bien y el mal, el día y la noche, la luz y la oscuridad, y es así por que definitivamente sin la una, no podemos diferenciar a la otra; pero entonces, ¿somos ángeles o demonios?, somos humanos, con defectos y virtudes (de nuevo la dualidad), ¿eso quiere decir que entonces somos ángeles y demonios?.
Ángel significa “mensajero de Dios” en latín, y respetando ideologías, se quedará de ese tamaño el asunto, pues a mi parecer, Dios, como tal y como se describe no existe.
Ángeles se les nombra a aquellos que creen que por ser bien portados se han ganado un lugar especial, que la gente los admira, que les aplauden las buenas acciones, entonces buscan algo llamado reconocimiento, pues pienso que de no ser así, jamás nos enteraríamos de que existe ese tipo de gente. Ya a menor escala, los mismos grupos pequeños de amistades siempre se catalogan entre ellos, el bueno, el malo, el feo, el menos peor, y la oveja negra o el demonio.

Los ángeles también son seres “imaginarios” que se han creado con el supuesto de que son nuestros “guardianes”, “guías”, “consejeros” y un sin fin de labores que les han colgado a los pobres. Y todo por que no nos gusta estar solos, es tanto el temor a la soledad, que ya hasta inventamos acompañantes que no podemos ver, pero que nos escuchan, nos cuidan y si nos portamos bien hasta se nos aparecen. Sí que el poder de la mente es inmenso.
Según Naira Tenerife el Demonio significa “genio” en griego y tiene más pasado aún, pues es asociado a espíritus malignos y está presente en casi todas las religiones. En el cristianismo se refiere a “espíritus impuros” que aparecen en el Antiguo Testamento. Entonces, creo que todos somos mucho más demonios que ángeles, pues para ser el mensajero de Dios deberíamos conocerlo, o conocer sus mensajes, aunque los conocemos por trasmano, eso, si creemos que “la palabra de Dios” es la que está escrita en el bello libro que vio nacer una religión. La Biblia.
Pero sigamos buscando, pues Demonio debe tener más significados, digo si es “genio”, por la literatura árabe y un poco de la griega no sé qué pensar, ¿pues los demonios eran los “genios malvados” o los genios en general?

M. Treviño dice: “Según su etimología, demonio es un genio o ser sobrenatural que las religiones ponen como intermedio entre la Divinidad y el hombre.“

No hay que ir tan lejos, el paganismo, la teología y todo lo referente a este tema tan escabroso no es mi finalidad. Simplemente que al hacer algo “malo” se nos juzga, se nos llama demonios y entonces, si lo miramos fríamente lo somos. Somos unos demonios, jamás nos ganaremos el cielo (claro, suponiendo que existe), nadie es bueno, todos somos impuros, entonces no somos duales, y con esto se termina una cuestión que al menos a mí se me presenta con frecuencia.
¿Por qué siempre tachar a los demás de egoístas?, todos los somos, sólo que no todos lo aceptamos, ah qué cruda es la realidad.
¿Qué la gente es buena?, puede ser, si es que la bondad existe, pero por más buenos sentimientos que alberguemos en nuestro corazón siempre nos veremos tentados a “manchar” nuestros actos, siempre sentiremos envidia, avaricia, egoísmo, y todo aquello oscuro que cabe en nuestro ser, por que somos humanos y siento mucho pintarles su mundo rosa de negro, pero es tonto pensar que “con buenas acciones”, todo irá bien, haremos del planeta un lugar mejor para el bienestar de todos y sobre todo, querer autoconvencernos de que somos buenos, cuando en realidad lo único que buscamos es estar bien con nosotros mismos, y es totalmente válido, de cualquier manera vivimos en un mundo individualista, donde primero somos nosotros, luego nosotros y después nosotros pero en primera persona.

“A veces, la gente más admirada (o puritana) es la peor”, he escuchado por ahí y de otros modos menos sutiles se han referido a la misma idea, concuerdo en varios puntos que encierran estas palabras, pues son personas que no son libres, que reprimen sus sentimientos con tal de no enfrentar a una sociedad que de cualquier modo criticará, con o sin bases lo hará, y cuando uno muere siempre habrá sido “bueno”. Irónico, sarcástico e hipócrita. Así es el asunto.
Creo que es suficiente para poder escribir mi veredicto.
Sigo sin ser un ángel, y tampoco soy un demonio, simplemente soy yo, no obstante descubrí algo importante, los ángeles no existen, los demonios sí.

Por que al final de cuentas lo que buscamos es un bienestar propio, aunque éste sea espiritual, entonces, nunca somos buenos en la totalidad.

Seamos Demonios, ángeles nunca podremos, nunca tendremos alas, nunca hablaremos con Dios y mucho menos seremos sus mensajeros. Hagamos lo que queramos sin arrepentirnos después, pues ese, el arrepentimiento, es nuestro verdadero demonio. El sentimiento de culpa inculcado desde la niñez para bien o para mal, es el que nos limita y el que nos inquieta, el que nos incita a preguntarnos si somos ángeles o demonios.

“El Mundo viene de Dios y lo Mundano del Diablo”, (1Juan 2,16).



By BlackWings