Nacido en el Distrito Federal, soy el tercer hijo de una familia humilde pero con un padre trabajador y una madre comprometida con su familia. Educado con la mentalidad de siempre buscar algo más y, además, nunca dejar de sentir compasión por los demás.

Aunque no siempre he estado cercano a Dios, siempre he sentido su mano en mi vida, tanto en los aspectos personales, como en los profesionales.

Mi padre trabajó muy duro para sacar adelante a su familia, siempre buscando lo mejor para sus hijos. Desde que nacimos, él tuvo muchas fiestas de graduación y muchos triunfos en sus sueños y se cristalizaron con su gran apoyo. Con la guía de él y el apoyo incondicional de su maravillosa esposa, sus seis hijos han llegado a la Universidad, y aunque la muerte truncó una carrera, los otros cuatro lo hemos logrado y la menor de todos, lo conseguirá también en poco menos de un año.

Mi madre, siempre atenta a nuestras tareas y educación, ha sido pieza clave en mi vida. Fue el pilar del buen comportamiento y la parte sentimental de nuestro existir en la infancia y mi admiración no alcanzaría en un texto para expresarla.

Como he dicho antes, mis padres han visto materializados muchos sueños en los logros de sus hijos. En lo personal, el mayor triunfo que les brindé, fue haber ganado mi beca a Japón. No había hombre más orgullo en este mundo que mi padre al momento de esperar mi regreso en el Aeropuerto.

Como cualquier otra persona, también he tenido fracasos, que con el apoyo de la gente que me rodea, he podido saldar. Esos triunfos y fracasos no tan sólo han sido en la parte profesional, sino también en las cuestiones personales y sentimentales, de hecho, ante la búsqueda de esa mujer perfecta, siempre encontré las mujeres no adecuadas en ese momento.

Y es precisamente que luego de mucho buscar, una noche en la que estaba solo, envié un mensaje por Internet a alguien que estaba en línea, y algo que de pronto es ya poco común, me respondió esa mujer desconocida de nombre Tamara.

Con esa mujer, que por ciertas actitudes pensé en algún momento no volver a platicar con ella, empezamos a establecer una comunicación, luego una amistad, posteriormente surgió el amor y nos hicimos novios.

Luego de un año de relación, ya convencido de que Tamara era la mujer que estuve esperando toda mi vida, que estaba muy enamorado de ella y, lo mejor de todo, de que era yo muy feliz amándola, le pedí que fuera mi esposa, mi compañera el resto de nuestras vidas y ella aceptó.

Tamara es una gran mujer, estoy muy enamorado de ella y lo mejor de todo, quiero amarla.

 Estoy seguro que a su lado seré feliz, que podré contar con ella en todo momento y que será una gran madre de mis hijos. Asimismo, yo estoy gustoso y deseoso de que sea a ella a quien le dé todo el apoyo que requiera y no guardarle ni dosificarle todo el amor que siento por ella.

Y no saben lo feliz y orgulloso que me siento al poder decirles “Me voy a casar con Tamara, una gran mujer”.