Cultura Académica.
 

Libro: Brunner, José Joaquín y Flisfisch, Ángel.
Los Intelectuales y las Instituciones de la Cultura.
UAM-A, ANUIES, 1989.

Interpretación realizada por: Juan Germán Valenzuela Ramos.

Primera Parte: Temas teóricos generales.

Capítulo 2 Los Intelectuales: Razón, astucia y fuerza.

a) El intelectual como especialista en debates.

Rapoport distingue tres tipos básicos de conflicto:

El primero, aquellos que asumen la forma de lucha.

El oponente es fundamentalmente una molestia, no debería encontrarse allí, pero de algún modo lo está. Debe ser eliminado, debe desaparecer, o hay que reducirlo en tamaño o importancia. El objetivo de la lucha es dañar, destruir, subyugar o expulsar al oponente.

El segundo, los que asumen la forma de juego.

Aquí la oposición entre los intereses de los antagonistas puede ser tan radical como en una situación de lucha, pero a esta posible incompatibilidad de objetivos, se asocia un rasgo que conduce a estructura de interconexiones muy diferente: la existencia de una definición de la situación que es común a los antagonistas o que es compartida por ellos.

En otras palabras se podría decir que en un juego el objetivo o meta consiste en superar en astucia al adversario. El juego puede ser idealizado como el enfrentamiento en el que se supone que existe una completa racionalidad por parte de los adversarios.

Todo juego es el enfrentamiento de dos o más inteligencias o de dos o más astucias, y las técnicas adecuadas para participar en ellos son justamente las de la astucia, emboscadas,  estratagemas, gambitos, celadas, ocultamiento y anticipación de intenciones, traiciones, para enumerar unas pocas. En suma: cálculo y análisis.

El tercero, los que asumen la forma de debate.

Aquí no poseen relevancia respecto del objetivo ni el causar daño al antagonista, ni sobrepasarlo en astucia. El objetivo consiste en convencer al adversario, en hacerlo ver las cosas tal como uno las ve. Es posible utilizar “técnicas” apropiadas para una lucha o para un juego, pero su valor está determinado exclusivamente en el resultado final: ¿se ha logrado producir en el adversario un convencimiento auténtico?

Se puede decir que la lucha es el reino de la fuerza, el juego es de la astucia, y que en el debate impera la razón.

Las modalidades o formas de conflicto señaladas constituyen idealizaciones o abstracciones y, por consiguiente, será difícil observar en la realidad una lucha, un juego o un debate en toda su pureza. Alguno de los componentes va a predominar sobre los restantes, y que aquéllos que se presentan subordinados al prevaleciente sólo cobran sentido por referencia a él.

Si en vez de hablar de luchas, juegos y debates, se piensa en una lógica de la lucha o de la fuerza, en una lógica de juego o cálculo estratégico, y en una lógica del debate, se pueden concebir situaciones cuyo sentido primordial viene dado por el tercer tipo de lógica, y en que el sentido de la posible presencia de las otras dos es secundario y complementario de ese sentido principal. Por tal motivo hay que esforzarse por separar el discurso racional de esa mixtura de astucia y fuerza que rige en el mundo en general.

b) La estrategia a seguir frente al poder, o el dilema de Galileo según Brecht.

Aquí el autor narra la historia de Lukács (político húngaro) el cual al acceder a una situación de poder, publicó su opinión sobre la República, la cual no fue bien recibida por otro grupo de poder. Lukács al enterarse de que podría ser destituido, publico una autocrítica, en la cual cambio su opinión a la del grupo en el poder, con lo cual pudo permanecer en su cargo.

Esta es una historia más de la amarga experiencia de que se puede tener la razón y ser derrotado, seguida del consiguiente desencanto y del refugio en los goces consoladores de la actividad intelectual.

Se puede decir que Lukács al adecuarse a las posiciones oficiales, más que tener contra-astucia, se trata de oportunismo.

En el caso de Galileo Galilei que se retracto de sus afirmaciones para salvar la vida, ¿sé podría afirmar qué se escondió la verdad delante del enemigo? Y entonces, ¿se puede decir que ante la existencia de obstáculos: la distancia más corta entre dos puntos es la línea sinuosa?

La imagen del intelectual – en el sentido del productor o portador de una “verdad” o “saber” – que subyace a esa visión parece contradecir a las nociones y expectativas que aún hoy el sentido común sustenta. Así lo corriente es admitir que el deber supremo del intelectual reside en un compromiso férreo y en una honestidad cabal con su verdad, que deberían llevarlo a declararla fueren cuales fueren las circunstancias; la sugerencia de la visión alternativa es que sea tan honesto según esas circunstancias lo permitan.

El mundo de la ciencia – el mundo verdadero – se ha alienado y se ha divorciado completamente del mundo de la vida. Ciertamente, estos mundos se conectan día a día, de modo creciente, por la praxis. Pero en cuanto a la teoría, están separados por un abismo. Dos mundos: ello significa dos verdades o la ausencia de toda verdad.

Es decir, si los hombres de ciencia, atemorizados por los que ostentan el poder, se conforman solamente con acumular el saber por el saber mismo, se corre el peligro de que su progreso sólo será un alojamiento progresivo de la humanidad.

Por último, la firmeza de un hombre (Galileo) hubiera provocado grandes conmociones, por lo que según el autor, entrego su saber a los poderosos para que lo utilizaran, para que abusaran de él, para que le dieran el uso que más sirviera a sus fines.