Libro: Brunner, José Joaquín y Flisfisch, Ángel.
Los Intelectuales y las Instituciones de la Cultura.
UAM-A, ANUIES, 1989.
Interpretación realizada por: Juan
Germán Valenzuela Ramos.
Primera Parte: Temas teóricos generales.
Capítulo 8 Los Intelectuales en el campo cultural: La transformación
del saber en influencia.
Foucault entiende por “verdad” al conjunto de procedimientos reglamentados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación y el funcionamiento de los enunciados. La “verdad” está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y la acompañan.
Intelectual es aquel que crea y distribuye la cultura, es el productor de ideologías. Cultura e ideología son, a la vez, aquello cuyos portadores privilegiados son los intelectuales.
Otro punto de vista es el que se valorizan diversas formas de saber que tienen por lo general su base en un capital escolar adquirido y reconocido. Todo saber es un hecho social complejo, incorporado en circuitos de poder.
Cada saber es valorizado y convertido en su respectivo campo de acuerdo a reglas específicas que se vuelve necesario desentrañar en cada caso. Lo cual quiere decir que las formas de conversión del saber en influencia dependen, sistemáticamente, de la posición de cada campo (intelectual, artístico, científico, etc.) en el conjunto de las relaciones de poder en la sociedad. El profesional valoriza el saber adquirido a través del mercado.
Existe otra valoración, por mediación del cargo y la carrera, ejerciéndose como influencia administrativa bajo supuesto de nombramientos meritocráticos para los cargos disponibles. Por ejemplo, dirigentes políticos cuyo saber es empíricamente adquirido, lo cual los sitúa como intelectuales atípicos, en el sentido de que no necesitan ser portadores de un capital cultural
a) Ideologías y legitimación.
Cada conversión de saber en influencia da origen a legitimaciones que adoptan la modalidad de una específica ideología.
En el caso de los académicos, las ideologías locales de legitimación tendrán que ver, principalmente con los respectivos campos de ejercicio. La influencia obtenida en el caso de las ciencias naturales tenderá a legitimarse en función de la frecuencia de los efectos comunicativos reconocidos entre los pares como enriquecimientos de la “ciencia normal” compartida. En el caso de las ciencias sociales, la influencia se alcanza por una conversión del saber en términos de persuasiones ideológicas que escapan a referentes estrictamente ubicados dentro de un”régimen de verdades”. En este caso la comunidad de pares sólo ejerce un papel menor en la distribución del reconocimiento de los efectos comunicativos producidos.
b) Dobles y múltiples conversiones.
Las conversiones dobles del saber son en términos del saber reconocido y, simultáneamente, en términos de una competencia por los cargos disponibles. Las conversiones se multiplican por la multiplicidad de roles ejercidos por un individuo o grupo.
c) Influencia y contenidos.
Sostener que un saber necesita convertirse en influencia de acuerdo
a las reglas específicas del campo de acción en que los intelectuales
ocupan su posición, implica sostener que el saber no se valoriza
únicamente por sus contenidos intrínsecos. Es evidente
que toda ideología de la cultura y del saber se funda en el supuesto
del desinterés y, por ende, del valor en sí de los contenidos,
independientemente de su contexto de producción, comunicación
y reconocimiento.
d) Influencia y relaciones de poder
Lo anterior supone concebir el campo cultural no a la Bourdieu, esto es, como una estructura de posiciones que facilitan la reproducción, sino como eso pero unido al denso entramado de las relaciones de poder y estrategias en curso en que esas posiciones se hallan envueltas.
e) El intelectual marginal.
Siempre que se teoriza el estatuto del intelectual frente al poder se lo hace desde el ángulo de su marginalidad, lo que significa nada menos que su posición es pretendidamente excéntrica respecto de los mecanismos del poder. La marginalidad del intelectual puede, efectivamente, ser una situación de hecho, pero entonces, generalmente, el sociólogo buscará la explicación no por el lado de la psicología del intelectual, sino por el costado de la dificultad social en que ese o esos intelectuales se hallan para convertir su saber en influencia, y así valorizarlo en su respectivo campo. Luego, su marginalidad será un estatuto social, dependiente de las posiciones que ocupa, del acceso que tiene (o no) a aparatos comunicativos, de las estrategias subordinadas que se ve obligado a emplear, de la escasa influencia que logra convertir a partir de un saber que puede ser, en cambio, altamente significativo en términos de sus contenidos adquiridos y/o creados.
f) El intelectual sin capital.
Los intelectuales revolucionarios cuyo saber adquirido esta en función
de una crítica del saber en uso o de una crítica del poder
existente.