Cada vez
más, la cancillería mexicana ha venido adoptando los principales
rasgos que definen el estilo personal de gobernar del presidente Vicente Fox.
Bajo la conducción personalista y el "humor cambiante" de Jorge
Castañeda Gutman, la diplomacia de Tlatelolco ya no se basa en los principios
que definieron una política de Estado, sino en el marketing y la propaganda
especulativa.
Pero además,
y lo que es igual de grave, la "nueva diplomacia activa" y "pragmática"
del responsable de la política exterior ha renunciado a la independencia
de posiciones frente a la potencia continental hegemónica: Estados Unidos
(el "socio" favorito de Fox), y se encamina a un total alineamiento
subordinado con Washington mediante una "cesión inteligente"
de la soberanía nacional. Así, encandilados por los aplausos convenencieros
y los reflectores de los círculos de poder en Washington, Wall Street
y el Capitolio, y movidos por sus intereses personales, familiares y/o de grupo,
el dúo Fox-Castañeda ha venido asumiendo por la vía de
los hechos, como propia, la agenda de la administración Bush y las compañías
trasnacionales con casa matriz en Estados Unidos.
No obstante,
a la luz de los atentados contra el Pentágono y las torres gemelas del
World Trade Center de Nueva York, el nuevo papel de México como Estado
cliente de la superpotencia mundial -ahora también en materia política,
diplomática y militar-, puede tener grandes costos para el país
en términos geopolíticos y geoeconómicos.
México
como Estado tapón
Los primeros síntomas de la nueva relación de dependencia se dieron a comienzos de año, en el foro sobre derechos humanos de la ONU, en Ginebra, con Castañeda en el papel de peón en el largo diferendo político-ideológico de Washington con Cuba.
Asimismo,
durante sus giras internacionales, el presidente Fox y su canciller han venido
promoviendo los proyectos económicofinancieros, militares y geoestratégicos
de Estados Unidos y las compañías trasnacionales estadunidenses.
Son los casos de la incesante promoción mediática foxista del
Area de Libre Comercio de las Américas, el Plan Puebla-Panamá
y el acuerdo energético de América del Norte, y la definición
-en el contexto del PPP, el ALCA y la lucha de las potencias por los mercados-
de la creciente fuerza económica de China como una "amenaza"
mundial.
A últimas
fechas, los fuegos de artificio sobre los pospuestos "acuerdos migratorios"
con la Casa Blanca no lograron ocultar la tácita aceptación gubernamental
de convertir a México en un "Estado tapón", destinado
a la contención de oleadas de migración ilegal de trabajadores
mexicanos y extranjeros hacia Estados Unidos. Irónicamente, desde el
fin de la Guerra Fría, lo único que está dando renta estratégica
a algunos países es el peligro que representa su inestabilidad para naciones
ricas vecinas. Semejantes a las "limes" (zonas tapones) que el imperio
romano creó para contener a los bárbaros, algunos países
industrializados están intentando contener a los "nuevos bárbaros"
indocumentados, con créditos e inversiones a sus vecinos pobres, convirtiéndolos
en Estados tapones. Son los casos de Argelia, Marruecos y Túnez, en el
Maghreb, como vecinos pobres de Europa mediterránea, y el de México
como porosa e inestable frontera sur de Estados Unidos.
Los recaderos
de Washington
Un similar
propósito propagandístico y encubridor tuvo el recortado discurso
del presidente Fox en la sede de la Organización de Estados Americanos
(OEA), en Washington DC, cuando anunció el próximo retiro de México
del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), bajo el argumento
de que resulta "obsoleto" para la defensa de la seguridad hemisférica.
Un par de
días antes, el coordinador de Seguridad Nacional de México, Adolfo
Aguilar Zinser, había revelado en Washington que Fox "lanzaría"
en la OEA la renovada idea estadunidense de una "alianza militar"
hemisférica para combatir el crimen organizado (como sustituto de la
antigua amenaza comunista extracontinental). Según Aguilar Zinser, el
nuevo esquema de cooperación militar regional incluiría el intercambio
de información militar de inteligencia, el uso de radares y satélites
de alerta temprana, así como operaciones (conjuntas) de intercepción
e inteligencia. Exactamente lo que han venido haciendo de manera unilateral,
o avanzando bis a bis los emisarios de la comunidad de inteligencia de Estados
Unidos (FBI, CIA, DEA y las distintas agencias del Pentágono) con sus
contrapartes en los países del área, México incluido, y
cuyo fin último encubierto es la conformación de una alianza militar
supranacional, que sustituya a la "obsoleta" Junta Interamericana
de Defensa, y que opere, en un futuro cercano, como brazo armado al servicio
de la flamante Carta Democrática de la OEA.
En ese contexto
se inscribe, también, la febril y desaseada búsqueda de un lugar
para México en el Consejo de Seguridad de la ONU, que ha sido denunciada
como irresponsable" y "caprichosa" por algunos ex titulares de
Tlatelolco.
El 4 de
septiembre, durante una reunión de la dirigencia del PRI, donde se analizó
el capítulo de política exterior en el primer Informe de gobierno
de Vicente Fox, la "nueva arquitectura internacional" y las "nuevas
reglas" del sistema interamericano, incluidas en la "nueva agenda"
proactiva del canciller Castañeda, no pasó la prueba del ácido.
En el curso de la discusión, el secretario de asuntos internacionales
del CEN del PRI, Ildefonso Guajardo, sacó a relucir la "patología"
o el "síndrome complejo" de "Germán" Castañeda,
quien en Ginebra mostró preocupación por la presunta violación
de derechos humanos en Cuba, pero invitó a México al senador republicano
Jesse Helms, un ultraconservador responsable indirecto de las políticas
migratorias de Estados Unidos que han provocado la muerte de decenas de mexicanos.
El experimentado diplomático Manuel Tello, ex titular del ramo, definió como "decepcionante" la política exterior del foxismo; y Fernando Solana, otro ex canciller, preguntó para qué quiere México un lugar en el Consejo de Seguridad. ¿Vamos a ser un "voto fácil, como "tropa", "atado" a la voluntad y los intereses de Estados Unidos?, cuestionó. A su vez, el embajador emérito Sergio González Gálvez, ex vicecanciller y relator del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, señaló en entrevista que México no debe "erosionar" ni "denunciar" la validez del TIAR, hasta ver qué tipo de acuerdo sobre seguridad hemisférica surge de la reunión de la OEA sobre el tema, prevista para 2004.
González
Gálvez argumentó que hay países que tienen "miedo"
de abrir el TIAR ante el riesgo de la hegemonía (militar) de Estados
Unidos. Agregó que bajo la premisa de la "seguridad hemisférica",
hay países (Estados Unidos) que sueñan con la idea de crear un
"ejército interamericano sin fronteras". En ese sentido, recomendó
al inexperto canciller no poner el carruaje delante de los caballos.
La tercera
guerra fría
Los ataques
terroristas contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono reactivarán
la tercera guerra fría iniciada durante la administración Clinton.
Con George Bush en la Casa Blanca, es predecible la continuidad de los objetivos
estratégicos de Washington, y una exacerbación de la militarización,
la confrontación ideológica y el intervencionismo agresivo de
Estados Unidos.
Con ese
marco belicista, tras el colapso de la llamada "nueva economía"
-basada en la propaganda de mercado, pero desconectada de la economía
real- y en un clima de recesión en el sector manufacturero estadunidense,
la "sociedad" de Fox con su "cuate" Bush acentuará
el papel de México como Estado cliente al servicio de los intereses corporativos
de las trasnacionales estadunidenses.
Por otra
parte, hay que inscribir la nueva alianza subordinada de México con el
renovado mercantilismo militar de Bush, en el contexto de una polarización
mundial. Sin descartar todavía una acción de grupos supremacistas
anglosajones locales, los atentados en serie contra los símbolos del
poder económicofinanciero y militar de Estados Unidos parecen ser una
reacción extrema contra el "imperialismo populista" de la era
Clinton. Durante sus dos periodos de gobierno, William Clinton logró
consolidar la expansión del imperio estadunidense mediante la doctrina
ideológica de la tercera vía; el "intervencionismo humanitario"
y la acción militar unilateral o multilateral; los subsidios a sectores
clave de la economía estadunidense, el saqueo de los recursos del Tercer
Mundo y la repatriación de remesas en gran escala de las corporaciones
hacia sus casas matrices, desde sus Estados clientes subordinados.
Tales rasgos
se acentuarán bajo el régimen de Bush. Rodeado de ideólogos
derechistas y anticomunistas; en un entorno dominado por fundamentalistas religiosos
de clase media baja, y con un equipo de colaboradores acostumbrados a dominar
mercados e imponer políticas y jerarquías militares en sus corporaciones,
es predecible una política exterior imperial y una política interior
reaccionaria.
El corto
periodo de la administración Bush ha estado marcado por el unilateralismo:
rechazo del Acuerdo de Kyoto sobre el control de los gases invernadero que contaminan
la atmósfera; revocación del acuerdo sobre misiles antibalísticos
(ABM) con Rusia; oposición a terminar con el subsidio a las exportaciones
(solicitado por la Unión Europea); rompimiento de las negociaciones con
Corea del Norte, catalogado como "Estado terrorista"; violación
provocadora del espacio aéreo chino. Varias de esas acciones estuvieron
dirigidas a justificar mayores gastos de Defensa, para beneficiar con jugosos
contratos del gobierno a sus patrocinadores del complejo militar industrial,
principal ganador tras los atentados del 11 de septiembre.
La política neomercantilista de las trasnacionales vía el ALCA -con su caballo de Troya: el Plan Puebla-Panamá, que llevará a la "maquilización" de todo México y Centroamérica-, sumada a la política guerrerista de Bush que permea el Plan Colombia, la Iniciativa Andina y los nuevos programas militares de Washington en el subcontinente, terminarán arrastrando a México, que a la larga se convertirá en un objetivo militar en una eventual futura guerra interimperialista con Europa y Asia (Japón, China) por los mercados. Sin descontar que los gestos lacayunos del canciller Castañeda en Lima, ante el "abatido" Collin Powell (héroe de la guerra del Golfo) y la atracción fatal que despierta en Fox la capacidad de "irradiación" de la economía estadunidense, tanto en principios y valores democráticos como en desarrollo humano y tecnológico (discurso ante 700 académicos del Instituto Internacional de Economía en Washington), terminen por convertir a México en el estado 51 de EU. Como dice James Petras, una anexión de facto por invitación.