En el pragmatismo
priísta que hoy el PRI le quiere negar al gobierno panista de Vicente
Fox, la política exterior de México hacia Estados Unidos tuvo
momentos estelares de sentido del oportunismo: el apoyo mexicano de Carlos Salinas
a la Guerra del Golfo Pérsico del presidente Bush padre, por ejemplo,
fue dado a cambio del empujón definitivo de Washington al Tratado de
Libre Comercio.
Y antes,
otros hechos de apoyo de México a EU --al margen de la tradición
de los principios históricos priístas que hoy se presentan como
inamovibles-- fueron dados a cambio de algo: en la primera guerra mundial, México
logró venderle a EU la neutralidad y la cesión de la república
como parte del espacio de seguridad nacional de EU pero le pidió el apoyo
norteamericano a la Revolución Mexicana y a Carranza. Ahí se localiza
el incidente del Telegrama Zimmerman, usado aquí como mecanismo de presión
hacia EU.
En la Segunda
Guerra, México flirteó con Estados Unidos y luego participó
en la declaración de hostilidades contra los países del Eje Berlín-Roma-Tokio
pero a cambio de que EU no modificara el decreto de expropiación petrolera.
Por eso, quizá, el expropiador Lázaro Cárdenas fue designado
por el presidente Avila Camacho como jefe de las fuerzas en el Pacífico,
con sede en Baja California. En las dos guerras, el temor de EU era las posibles
simpatías mexicanas a los regímenes alemanes respectivos.
En la guerra
de EU contra Corea, México diminuyó su activismo diplomático
en contra de los afanes imperialistas de EU pero logró a cambio un tratado
sobre trabajadores migratorios. Del otro lado, Washington combatió la
decisión de México de aplicar la Doctrina Estrada en el caso de
Cuba con Fidel Castro aunque le impuso a México condiciones de colaboración
policiaca y espionaje anticomunista que controló la CIA y que llevó
a que México reprimiera movimientos simpatizantes con Cuba.
En estos
casos, el pragmatismo de la política exterior pudo sacrificar la parte
doctrinaria pero logró, en sentido contrario, obtener algunas ventajas
que EU no habría dado en condiciones de estabilidad. A finales de 1989,
México había ya decidido buscar el tratado de libre comercio con
EU, a partir del análisis del efecto de la caída del Muro de Berlín,
y por tanto la diplomacia mexicana miró hacia otro lado cuando EU violentó
el derecho internacional e invadió Panamá para aprehender al general
Manuel Antonio Noriega.
El escenario
internacional provocado por los ataques de aviones-misiles se le presenta a
México en una doble dimensión:
De un lado,
la propiamente diplomática por la reacción bélica de Estados
Unidos contra el terrorismo en su versión estrictamente policiaca y el
papel que debe jugar México en la respuesta norteamericana; de otro lado,
el papel estratégico del petróleo mexicano en la dependencia estadunidense
del vital líquido ante la posibilidad de que el ataque contra Afganistán
genere una guerra de enormes proporciones en los campos petroleros del mundo
árabe.
En medio,
México encontró antes de los ataques presuntamente árabes
un espacio de relación más estrecha con Washington: el aspecto
comercial. En su visita a Estados Unidos, Fox fue recibido no sólo inusitadamente
cálido por el presidente George W. Bush, sino que la Casa Blanca fijó
el tamaño de la relación bilateral: "EU no tiene una relación
más importante en el mundo que la que tiene con México".
Pero los
escenarios internacionales con bastante caprichosos. El papel prioritario de
México se extravió en las presiones domésticas para no
involucrase en el apoyo a EU después de los ataques. En su discurso bélico
ante el Congreso para anunciar el arranque de la guerra, el presidente Bush
replanteó sus alianzas e Inglaterra emergió como el país
aliado número uno de Washington.
El problema
del sentido de la oportunidad radica en los escenarios estratégicos.
Aquí se localiza lo que pudiera resumirse en la tesis Oppenheimer, porque
se ha revelado en las columnas del analista político Andrés Oppenheimer
del The Miami Herald, conocedor del sistema político mexicano. El argumento
le fue dicho al corresponsal por el encargado de América Latina de la
Casa Blanca, John Maisto: "este es un momento de definiciones, en que el
hemisferio debería adoptar una actitud inequívoca frente al terrorismo
internacional que vaya más allá de la retórica".
Oppenheimer,
en su columna del lunes 17 de septiembre, lo resumió como el dilema latinoamericano:
"si apoyar sin reservas una ofensiva militar contra los terroristas que
planearon la masacre o permanecer el margen del conflicto". "Si América
Latina no hace algo parecido (al apoyo de la OTAN al invocar el artículo
5 que identificó el ataque contra EU como contra todos loa países
de la organización), los críticos de la región e Washington
dirán que los acontecimientos del 11 de septiembre prueban que EU se
equivocó en los últimos años al propugnar por una mayor
integración comercial y diplomática en la región".
Ante la
neutralidad o apoyo obligado de AL a EU, Oppenheimer dijo que "si Bush
tuviera un funcionario enese puesto (el senado no ha confirmado al subsecretario
de Estado para América Latina) podría argumentar que la neutralidad
no sólo sería moralmente injustificable, sino política
y económicamente contraproducente, en especial cuando nadie les ha pedido
ayuda militar". Y en su columna del 20 de septiembre, fue más allá:
"económicamente, la neutralidad haría poco sentido en una
región que depende del comercio y las inversiones de EU y Europa. Si
continúan los ataques terroristas, ¿a quién le va a vender
sus productos AL? ¿A Afganistán?"
Hasta hoy, el único instrumento de negociación ventajosa que tiene México es el petróleo. Falta que quiera y sepa usarlo.