La
solución del conflicto entre China y Estados Unidos es mucho más
que una tripulación y un avión estadunidenses en poder de los
chinos y que una disculpa por parte de Washington. Lo que está en juego
son cuestiones mucho más graves
de soberanía versus hegemonía, ideología versus comercio,
la vieja Guerra Fría versus la Nueva Guerra Fría. En Estados Unidos
hay conflicto entre las elites en cuanto a cómo relacionarse con China,
y lo mismo ocurre en China, en lo referente a sus políticas hacia Estados
Unidos.
El
primer y principal tema es la soberanía. China exige que los aviones
espías no rebasen el límite marcado a 200 millas náuticas
de sus costas, una práctica que Estados Unidos aplica en sus propias
costas. Washington, sin embargo, asegura que el límite de China está
a sólo 12 millas náuticas de la costa. Por tanto, Estados Unidos
está admitiendo que su avión espía estaba violando el espacio
aéreo chino, tal y como afirma Pekín; rebasando el límite
de 200 millas y además haciéndolo rutinariamente.
Por
supuesto, es inimaginable que Estados Unidos permitiera que aviones espías
chinos volaran a sólo 13 millas de las costas de Nueva York, Los Angeles
o Washington. ¿Por qué, entonces, Washington viola el límite
chino de 200 millas?
No
es por razones técnicas; el equipo electrónico utilizado en misiones
de espionaje funciona igualmente a 13 que a 200 millas de distancia de las costas
de China. Existen
dos razones: una es comprobar la presteza de respuesta militar de China, la
capacidad de su fuerza aérea y su nivel de organización para interceptar
un ataque aéreo potencial. La segunda es el desafío de la hegemonía
en la región del Mar del Sur chino. La hegemonía mundial de Washington
no está dispuesta a reconocer los reclamos de la hegemonía regional
china. En todo el mundo, particularmente en Europa y América Latina,
Estados Unidos ha "colonizado" el espacio aéreo, bases militares
y puertos navales. Por ejemplo, aviones estadunidenses rutinariamente invaden
el espacio aéreo latinoamericano mediante instalaciones militares que
tienen en esos países. Los aviones espía de Estados Unidos estaban
probando hasta qué grado es posible "colonizar" el espacio
aéreo de China. Pero Pekín, y especialmente el pueblo chino, no
aceptarán someterse a las pretensiones hegemónicas estadunidenses:
no se consideran una clientela dócil al estilo de los gobiernos de América
Latina.
La
exigencia de China de recibir una disculpa formal tiene una implicación
más profunda. Significa que Estados Unidos debe tratarla como a un igual,
en el sentido concreto de que sus 200 millas de espacio aéreo son tan
inviolables como las de Estados Unidos, y en el sentido de que China puede ejercer
influencia en la región vecina (del Mar del Sur chino).
La negativa de Washington a disculparse es un rechazo tácito a los reclamos
de China y una reafirmación de su propia posición hegemónica
en el Mar del Sur chino. Al igual que ocurrió cuando se perpetró
el bombardeo "accidental" de la embajada china, Estados Unidos le
está enviando el mensaje de que la hegemonía estadunidense en
todas partes no es negociable.
Al
interior de la administración Bush, existe conflicto entre los Ideólogos
y los comerciantes. Los Ideólogos, (encabezados por Cheney y Rumsfeld)
son respaldados por el complejo de la industria militar y quieren provocar una
nueva Guerra Fría. Buscan confrontar militarmente a China y atizar una
provechosa carrera armamentista. Los Comerciantes (encabezados por Colin Powell)
son básicamente las élites económicas que han invertido
más de 100 mil millones de dólares y se han comprometido en tratos
comerciales con China por 120 mil millones de dólares. Están convencidos
de que Estados Unidos, con el tiempo, puede "conquistar" a China por
la vía de los mercados y la diplomacia.
Este
conflicto entre los dos sectores de la administración Bush explica la
política de "amenazas" y "negociaciones". El gran
problema es que los Comerciantes no están dispuestos a aceptar la definición
de soberanía de China. En vez de eso, ofrecen concesiones simbólicas/diplomáticas,
expresando su "arrepentimiento" por el incidente, pero sin resolver,
y sin siquiera reconocer, la verdadera sustancia de los reclamos de China sobre
la soberanía de su espacio aéreo.
En
China, el conflicto está entre los Liberales y los Nacionalistas. Los
Liberales (encabezados por el presidente y el ministro del Exterior) han estado
dispuestos a sacrificar el tema de la soberanía, con tal de profundizar
la privatización de la economía china, asegurar la inversión
extranjera e incrementar el comercio. Los Nacionalistas (principalmente las
fuerzas armadas y una minoría gubernamental) defienden la soberanía
por encima de la liberalización. Tras el bombardeo de la embajada, los
liberales se vieron obligados a posponer negociaciones en el seno de la Organización
Mundial del Comercio. Los Nacionalistas ejercen una poderosa presión
hacia la unificación con Taiwán y están cuestionando la
liberalización de la economía a la luz del creciente control extranjero.
El que el avión espía haya violado el espacio aéreo chino
ha ayudado a los Nacionalistas a resaltar las crecientes y flagrantes violaciones
a la soberanía de China. En este conflicto, los Nacionalistas tienen
el indiscutible apoyo del pueblo.
Sin
embargo, es muy probable que los Liberales acepten una solución "simbólica"
que ignore el problema fundamental de la soberanía china. En estas circunstancias,
en las que la élite china está atada a las multinacionales estadunidenses,
los Liberales no pueden aceptar completamente la solución de Bush sin
exponerse a la ira de la mayoría pro nacionalista. Un acuerdo entre los
Comerciantes estadunidenses y los Liberales chinos ya se logró, en secreto,
y sus detalles siguen sin conocerse.
El
problema principal en estas negociaciones es que en estos momentos los Ideólogos
en Estados Unidos siguen funcionando con mentalidad de Guerra Fría: actúan
como si China siguiera siendo un país comunista y no el paraíso
de los inversionistas extranjeros. Operan con una definición de la realidad
fundada en lo militar, al mismo tiempo que los aliados imperiales de Estados
Unidos en Europa y Asia tienen una definición mercantil de la realidad,
basada en la conquista por medio del comercio y la inversión. Los Ideólogos
funcionan con base en una imagen del mundo de los años 50, en la que
Washington puede imponer unilateralmente sus políticas. Su influencia
es evidente en el rechazo unilateral del Protocolo de Kyoto con Europa sobre
emisión de gases para el control del efecto invernadero, del Acuerdo
de Defensa Antimisiles con Rusia, de las negociaciones de paz con Corea del
Norte, y ahora, con el rechazo a reconocer la influencia de Pekín sobre
la región del Mar de China Meridional. El único problema con la
vuelta al pasado de los Ideólogos es que el mundo ha cambiado dramáticamente
durante el último medio siglo.
Europa no depende más de la ayuda estadunidense, sino que es un competidor
económico con movimientos sociales muy fuertes como los partidos Verdes
y los sindicatos que apoyaron Kyoto. Los grupos industriales europeos quieren
incrementar sus lazos económicos con China, Corea y Cuba. Las élites
políticas y grupos pacifistas rechazan la escalada misilística
estadunidense. Lo que es aún más significativo: las más
grandes multinacionales estadunidenses dependen cada vez en mayor medida de
las ganancias de sus inversiones en el extranjero.
Hace
50 años, menos de 10 por ciento de las ganancias y ventas provenían
del extranjero. Hoy en día, para las mayores empresas, entre 25 y 50
por ciento de las ganancias provienen de la inversión y comercio exteriores.
Los Ideólogos intentan construir una "Fortaleza América"
mediante políticas militares y económicas unilaterales, lo que
ha aislado internacionalmente al país y lo ha dividido internamente.
Más
aún, con la caída de los mercados bursátiles, la recesión
económica, el incremento en el desempleo y la inseguridad laboral, y
el creciente déficit comercial, el público estadunidense se preocupa
más por la política económica doméstica que por
las aventuras militares en el extranjero. Mientras los Ideólogos han
tratado de exaltar el fervor chauvinista por la tripulación "cautiva",
la respuesta del público, hasta ahora, ha sido menos que tibia.
El
ascenso de la visión del mundo de los Ideólogos dentro del régimen
de Bush llevará a una peligrosa situación mundial. Los patrones
del comercio e inversión se verán alterados, se impulsarán
carreras armamentistas y se concederán recursos para el presupuesto militar.
Los europeos se verán obligados a escoger bando al elegir entre el comercio
o una nueva y costosa Guerra Fría sin ningún beneficio visible.
Habrá, sin embargo, efectos colaterales positivos: el presupuesto de guerra y la recesión económica podría revivir a la oposición política y social en Estados Unidos y Europa. La ideología del libre mercado y del "Nuevo Orden" se desmoronaría ante un nuevo estatismo encabezado por imperativos militares. La nueva Guerra Fría de los Ideólogos, empero, no sería sostenible: agravaría la recesión en Estados Unidos al aislarlo de mercados y posibilidades de comercio extranjero y empeoraría conflictos internos políticos y sociales.
Como dijo Clausewitz, es imposible declarar la guerra en dos frentes y ganar. Al final, los Comerciantes de la administración Bush triunfaron sobre los Ideólogos, al lograr un acuerdo con los Liberales chinos. Los millones de dólares de las trasnacionales fueron mucho más importantes que los argumentos de los Ideólogos. De manera similar, en China los Liberales decidieron que la inversión extranjera y el ingreso a la Organización Mundial del Comercio era más importante que la soberanía del espacio aéreo. Sin embargo, temas y los adversarios siguen ahí, y harán que nuevos conflictos emerjan otra vez.