En un artículo
publicado en The New York Times, el titular de Defensa de Estados Unidos, Donald
H. Rumsfeld, subrayó que el reciente despliegue militar de su nación
podría tener entre sus primeras "bajas" a la verdad. "Incluso
-agregó el jefe del Pentágono- el vocabulario de esta guerra será
diferente. Cuando se hable de invasión del territorio enemigo bien podría
tratarse de una invasión al ciberespacio. Quizá no se registren
tantas cabezas de playa atacadas como oportunidades negadas".
Sobre aviso
no hay engaño. Ciertamente, en menos de una semana la principal libertad
que ha sido conculcada para muchos estadunidenses ha sido la de expresión
y el derecho a la información. Tras ellas se han instrumentado violaciones
a la libertad de movimiento -Washington anunció que derribará
cualquier avión comercial que se reporte como secuestrado-, la libertad
de asociación -ahí están las protestas de decenas de organizaciones
no gubernamentales reportadas por los corresponsales de La Jornada Jim Cason
y David Brooks- y la libertad de creencias -ahora resulta que llevar en el equipaje
rezos islámicos o musulmanes es suficiente para que se conviertan en
versos satánicos y eso que no se trata de escritos de Salman Rushdie.
¿Por qué hasta ahora se dieron a conocer en los medios las "cartas"
que poseía uno de los supuestos secuestradores?-. La simplificación
y la reducción a caricatura de "los otros", los "enemigos",
se convierten en una peligrosa moneda corriente de los medios de información,
particularmente la televisión. En Televisa, Dolores Ayala presentó
en su noticiario la información de los escritos musulmanes como un "manual
terrorista". Bastaría tener facciones árabes para que el
prejuicio se imponga o para que la sicosis prevalezca, nos parece decir a cada
instante la cobertura televisiva.
El propio
George W. Bush lo volvió a repetir frente a las cámaras el pasado
viernes 28 de septiembre: "lo dije alto y fuerte: a veces se podrán
ver nuestros movimientos en la televisión, otras veces los estadunidenses
no podrán ver lo que hacemos". La prensa en esta guerra deberá
comportarse "responsablemente" ante las autoridades y respetar "ciertas
limitaciones" para evitar las consecuencias de "divulgar demasiado".
Toda esta censura proclamada -algo que los ciudadanos estadunidenses que padecieron
la guerra de Vietnam saben de qué se trata- es a nombre de la "gran
patria estadunidense", de la "guerra contra el mal", del combate
a la "amenaza terrorista" y, por supuesto, va en contra de lo que
afirmó el magistrado Hugo Black, miembro de la Suprema Corte de Estados
Unidos, quien recalcó que una prensa libre "debe servir a los gobernados,
no al gobierno".
En otras
palabras, el establishment estadunidense justifica desde su peculiar perspectiva
patriótica una especie de jihad o "guerra santa" mediática
contra los impíos que, en este caso, ya tienen un nombre, un rostro y
un adjetivo: Osama Bin Laden y el "terrorismo islámico". Las
cadenas televisivas estadunidenses -y sus replicantes en todo el mundo, incluyendo
las mexicanas- no dejaron de transmitir durante esta semana una entrevista realizada
por ABC en 1998 -es decir, hace más de tres años- al presunto
autor intelectual del atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. Aparecieron
"estudios de especialistas" sobre la personalidad de Bin Laden a partir
de un manuscrito de su supuesta autoría y le encontraron al otrora aliado
estadunidense desde instintos homicidas hasta "altos niveles de actividad
erótica". Las principales revistas estadunidenses, de Time a Newsweek,
ya encontraron al individuo a vencer, la amenaza personificada en Bin Laden.
Lo paradójico
y lo peligroso de esta especie de guerra santa desde el púlpito mediático
es que sus primeras víctimas son los propios comunicadores y periodistas
estadunidenses. Como muestra bastan los siguientes ejemplos:
El comentarista
del noticiario nacional de ABC, Peter Jennings, ha recibido más de 10
mil llamadas telefónicas y correos electrónicos de queja por sus
"comentarios negativos" el día del ataque al World Trade Center.
Entre esos comentarios Jennings, de origen canadiense, se atrevió a preguntar
al aire: "¿y dónde está el presidente Bush?".
Los televidentes consideraron que era una afrenta patriótica cuestionar
la inoperancia del mandatario en los momentos más críticos del
11 de septiembre.
El vicepresidente
de la televisora independiente Global Vision Inc, ubicada frente a la poderosa
y conservadora cadena Fox, Danny Schechter, reconoció que "ha habido
mucha presión para silenciar las voces que se expresan a favor de la
paz". Entrevistado por la agencia CIMAC, Schechter subrayó que "si
la población no conoce la política exterior del gobierno estadunidense,
por supuesto que la reacción, tras el ataque a las Torres Gemelas no
puede ser más que de enojada ignorancia. No se puede pensar en la paz
porque les han dicho que los malos han atacado a los buenos". La agencia
Global Vision se ha dedicado en los últimos días a cubrir las
manifestaciones de grupos pacifistas y defensores de los derechos civiles, que
han ocupado un lugar marginal en la avalancha informativa de Estados Unidos.
El pasado
viernes, The New York Times informó que dos periodistas fueron despedidos
de periódicos regionales por sus comentarios críticos a la conducta
de George Bush. El mismo periódico reportó que en Washington han
"seleccionado" a los periodistas y reporteros dóciles de los
que no lo son, todo a partir de su cobertura de los discursos de Bush. La agencia
informativa DPA ha dado cuenta de la persecución y censura a periodistas
y columnistas que no son del agrado del equipo Bush.
La viuda
de Lennon, Yoko Ono, ha provocado un escándalo entre los belicistas porque
se atrevió a publicar a página entera en The New York Times la
frase: "Imagina a todo el mundo viviendo en paz". Como estas frases
pacifistas, otras se han convertido en "políticamente incorrectas"
en este momento de contrataque del Pentágono. Los medios le han apostado
a justificar y avalar el deseo de venganza estadunidense o, como caracterizó
el inefable Jorge G. Castañeda, el "derecho de represalia".
La paz suena casi a traición.
Las cadenas
televisivas de Estados Unidos están editando algunas series o comedias
que trataban el tema del terrorismo en sus episodios. Por ejemplo, la cadena
CBS borró una frase de la serie Elle'n Show, en la cual la protagonista
señalaba: "Espero que no te quedes atrapado en el edificio".
Se censuró un episodio de la serie Los Simpson en el que se muestra cómo
le colocan un inmovilizador al coche de Homero, frente al World Trade Center,
según el periódico The Washington Post. No deja de ser un poco
esquizofrénico censurar a Los Simpson y desplegar las imágenes
de bombarderos, marines y toda la parafernalia armamentista como símbolos
de poder.
El patrioterismo
se impone como negocio y como fórmula de consumo, en medio del duelo
de miles de estadunidenses. El concierto por las víctimas del 11 de septiembre
alcanzó una audiencia récord de más de 150 millones de
espectadores, es decir, tuvo más televidentes que las imágenes
primeras de los atentados. La emisora radial texana Clear Channel Communications,
a la cual pertenecen mil 200 estaciones de todo el país, difundió
una lista de 150 canciones "proscritas" entre las que se encuentran
Ticket to ride de los Beatles y You dropped a bomb on me, de Gap Band, por considerarlas
"incorrectas". La poderosa agencia de noticias CNN ha emprendido una
campaña para impulsar el consumo de productos estadunidenses en sus emisiones
y en su página web, a nombre del "mundo libre".
La riesgosa operación mediática, lejos de contribuir a una percepción más civilizada y humana de los sucesos, parecería orientada a impulsar la revancha bélica. Ya el propio Franklin D. Roosevelt, presidente señero de Estados Unidos, le advirtió a su propia nación que, en circunstancias de sicosis, hay que tenerle "más miedo a nuestro propio miedo".