"Cuando
empieza la guerra, la primera víctima es la verdad". Acuñada
en los días de la primera gran conflagración -la de 1914-18, la
guerra más manipulada hasta hoy-, la famosa frase exhibe el uso de la
mentira con fines de propaganda. Como arma de guerra. Esta semana, un oficial
del ejército de Estados Unidos reveló a The Washington Post que
en la "guerra informativa de gran intensidad" en curso, se iba a "mentir"
a la prensa. Que se impondrían "nuevos y estrictos límites"
a la información. Es decir, a la libre expresión. Al reproducir
la noticia, los corresponsales de La Jornada, Jim Cason y David Brooks, consignaron
que el Departamento de Estado ya "censuró" transmisiones de
la Voz de América y un programa humorístico de la cadena ABC.
Asimismo, denunciaron una creciente campaña para "asegurar"
la "lealtad" de los periodistas en la cruzada belicista de George
W. Bush contra el régimen talibán de Afganistán.
Un día
después, en un confuso desmentido, el propio secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, explicó que "podría haber circunstancias en las
cuales sería necesario no ofrecer la verdad" a los medios. Apremiado
sobre si en la "campaña de operaciones de información"
-y como parte de la guerra sicológica contra el enemigo- el Pentágono
podría divulgar información falsa, Rumsfeld respondió:
"supongo que uno nunca dice nunca". Recordó incluso la frase
de Winston Churchill de que "a veces la verdad es tan valiosa que tendría
que ser acompañada con un guardaespaldas de mentiras..."
Junto con
la censura, la autocensura y el patriotismo en los medios, en tiempos de guerra
cobran auge la manipulación y el lavado de cerebro. Escudados en la "seguridad
nacional", los gobiernos mienten, tergiversan los datos y calumnian al
enemigo, queriendo hacer pasar por información objetiva lo que en realidad
es propaganda y/o guerra sicológica. Unos y otros esgrimen que Dios está
de su parte, y sólo al final se descubre que Dios estuvo del lado de
los ejércitos más fuertes.
Uno de los
principales vehículos de la propaganda bélica son los medios masivos
de comunicación. Pero como dice Noam Chomsky, "los medios son el
soporte de los intereses del poder". A menudo distorsionan los hechos y
mienten para mantener esos intereses. Si los medios fueran honestos, dirían:
"miren, éstos son los intereses que representamos y con esta perspectiva
analizamos los hechos. Estas son nuestras creencias y nuestros compromisos".
Sin embargo, se escudan en el mito de la objetividad y la imparcialidad. Pero
esa máscara de imparcialidad y objetividad forma parte de su función
propagandística.
El tema
no es nuevo. En 1917, el presidente Woodrow Wilson creó el Comité
de Información Pública, que tuvo como blanco auditorios nacionales
y extranjeros. Ante la ausencia de la radio y la televisión, el comité
recurrió a la prensa escrita y al cine. Utilizó las técnicas
de la publicidad comercial. Los objetivos planteados, fueron: 1) Movilizar la
agresividad y el odio de la población y dirigirlo contra el enemigo para
socavar y destruir su moral. 2) Dinamizar y preservar el espíritu de
lucha del propio país. 3) Desarrollar y conservar la amistad de los países
aliados. 4) Fomentar la amistad de los países neutrales y en lo posible
obtener su apoyo y colaboración durante la guerra. Lo mismo que está
haciendo George W. Bush ahora.
Una norma
clave para la construcción del Tercer Reich, con Hitler, señalaba
que "toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel intelectual a
la capacidad receptiva de los menos inteligentes de los individuos a quienes
se desee que vaya dirigida. De esa manera, es menester que la elevación
mental sea tanto menor cuanto más grande la muchedumbre que debe conquistar".
Eso debía ser así, porque "la capacidad receptiva de las
multitudes es sumamente limitada y su comprensión escasa". Esa técnica
de sicología de masas ha sido seguida ahora por Bush para la construcción
de un enemigo: el nuevo diablo, Osama Bin Laden. Es la misma que siguió
su padre, George Bush, durante la guerra del Golfo: el diabólico Hussein.
La guerra
sicológica utiliza una caracterización maniquea (negro/blanco,
bueno/malo) para describir al enemigo. En su obra sobre técnicas de propaganda
en la guerra, H.D. Lasswell cita el comentario de Rudyard Kipling: "sea
como fuere que el mundo pretenda dividirse, hoy hay sólo dos divisiones:
los seres humanos y los alemanes". El bien y el mal tienden a personificarse.
En cuanto a estereotipos, los japoneses eran malísimos e impenetrables,
y los alemanes fríos y despiadados. A los comunistas rusos, que encarnaron
"el imperio del mal", finalmente Dios y el mercado los castigaron.
Después de la guerra del Golfo, The Guardian de Londres publicó
un estudio comparativo de la terminología usada en la prensa para referirse
a los aliados y los iraquíes. Los aliados tenían "ejército,
marina y aviación", Irak una "maquinaria de guerra". Los
aliados daban "directivas generales" a los periodistas, Irak "censura"
y "propaganda". Los aliados "eliminan", Irak "asesina".
Los soldados aliados eran tratados como "los muchachos", los iraquíes
como "hordas". Los primeros eran "profesionales", "héroes"
y "prudentes", los segundos "resultado de un lavado de cerebro",
"carne de cañón", "cobardes", "bastardos"
y "fanáticos". Los misiles aliados causaron "daños
colaterales", los "viles" misiles iraquíes "víctimas
civiles". Bush padre era "resuelto", "un seguro estadista",
Saddam Hussein "el carnicero de Bagdad", "un tirano diabólico",
"monstruo enloquecido".
De Crimea
a Afganistán
La primera guerra que se fotografió fue la de Crimea, en 1860. Las imágenes
reprodujeron naturaleza muerta; cadáveres o estructuras de defensa. La
Guerra de Secesión, en Estados Unidos (norte contra sur), fue la primera
de la era industrial con participación de masas. Y también la
primera guerra contemporánea de los medios de comunicación, prensa
y fotografía, de masas. Como señala Ignacio Ramonet, la coincidencia
de la guerra de masas y los medios de masas hizo que los estados mayores se
tuvieran que plantear cómo intervenir para que la "opinión
pública" -los ciudadanos que financian la guerra- no supiera exactamente
lo que pasa en ella, para que no pesara en su conducción. Ese abismo
entre lo que percibe la opinión pública y lo que viven los participantes
se acentuó durante la Primera Guerra Mundial. Allí se inventaron
los llamados oficiales de comunicación, que suministraban "información"
a los corresponsales de guerra, que no tenían acceso al frente ni una
percepción directa de lo que estaba ocurriendo. La historia mediática
de la guerra de 1914-18 estuvo basada en la manipulación y el lavado
de cerebro.
El modelo
se modificó en la Segunda Guerra Mundial. Simbólicamente, fue
la guerra de la democracia contra el totalitarismo nazi. Por tanto, la guerra
de "la transparencia y la verdad" contra "la propaganda"
de Goebbels y el régimen hitleriano. Los estadunidenses dejaron que los
corresponsales acompañaran a sus tropas de avanzada; la idea fue que
la sociedad tenía derecho a saber exactamente lo que hacían sus
soldados. Pero la lógica estadunidense de que la guerra debe ser tan
transparente como la democracia, y de que los medios de masasdeben ilustrarla
y actuar como "espejo", sin ningún tipo de filtro, produjo
el síndrome de Vietnam. Fue esa la primera guerra rodada en directo.
Pero la "operación espejo" de los medios generó un rechazo
a la guerra -y a las razones que llevaron a hacerla- en la opinión pública
de Estados Unidos. Los ciudadanos descubrieron a un ejército cruel, injusto.
Vieron a sus soldados sacrificar y torturar civiles, bombardear aldeas y utilizar
napalm contra la población. En buena parte debido a la televisión,
el país no estuvo ya detrás de sus soldados. La guerra se perdió
militar y sicológicamente. La noción de la "transparencia"
entró en crisis.
La lección
de Vietnam fue vivida como una verdadera catástrofe mediática
por el ejército estadunidense. Pero el Pentágono y la OTAN sacaron enseñanzas.
Durante la guerra de las Malvinas, en 1982, se introdujeron modificaciones. Si bien el conflicto
enfrentaba a una potencia nuclear, Gran Bretaña, con un país del Tercer Mundo,
Argentina; a una democracia con una autocracia castrense, como dice Ramonet,
la superioridad militar inglesa, reflejada según la doctrina del espejo,
corría peligro de dar una impresión detestable. Se podía
ganar la batalla militar, pero perder la batalla mediática. La prioridad
de Londres fue controlar a los medios de comunicación. Para ello idearon
la cobertura a través del pool, un pequeño grupo de periodistas
acompañado y controlado por militares especializados. Una forma de "orientar"
la información. Las Malvinas fue la primera guerra sin imágenes
desde la aparición de la fotografía. El exitoso esquema fue utilizado
después por los franceses en Chad y por el Pentágono en las invasiones
a Granada y Panamá.
Durante
la guerra del Golfo, Estados Unidos introdujo cambios estructurales en la información
de masas. Ignacio Ramonet le llama "el modelo 1989", derivado de tres
acontecimientos mediáticos ocurridos ese año: la revuelta de la
plaza de Tiananmen, en Pekín; la caída del muro de Berlín,
y la guerra civil en Rumania. Gracias a la autonomía de la televisión
para ir a cualquier parte y "transmitir en tiempo real", todo el mundo
asistió en directo a la represión en Tiananmen. Durante la apertura
del muro de Berlín, Dan Rather, de la CBS, repitió la frase "están
ustedes viendo la historia en marcha". El mediador entre el acontecimiento
y el ciudadano espectador o lector, desaparece de la relación. El periodista
pasa a ser también testigo del hecho. Surge una nueva definición
de la información. Sencillamente, informar es hacernos asistir al acontecimiento.
No hay causas. No hay actores. No hay historia. La realidad se ve como un partido
de futbol. Sólo que el deporte tiene reglas y la historia no. El sistema
comunicacional se lavó las manos. Dejó solo al espectador. Le
dijo: yo no le informo ni bien ni mal. Usted se informa solo. Es su responsabilidad.
Se abandona la responsabilidad social de la información. Rumania, "la
mayor mentira mediática en la historia comunicacional moderna",
se nutrió de los otros dos sucesos. Otra vez asistimos a la guerra civil
en directo, con base en otra tecnología, el montaje de la realidad y
la mentira. Pero se dio un "efecto biombo": mientras el mundo estaba
ocupado en Rumania, Estados Unidos invadía Panamá.
Dos años después, la guerra del Golfo se construyó con base en una serie increíble de manipulaciones y falsedades. "Es la suma de las Malvinas, más Pekín, más Berlín, más Rumania", dice Ramonet. A la censura clásica por amputación (ocultar al público occidental que Arabia Saudita es un régimen autocrático) se le añadió la absurda tesis de que Irak tenía el cuarto ejército del mundo. Había que movilizar a la opinión pública estadunidense a fin de obtener consenso para la intervención del Pentágono, y dejar atrás al síndrome de Vietnam. Mike Digel, el mejor manipulador de masas de EU, el hombre que inventó a Ronald Reagan, montó una serie de imágenes de alto impacto que reproducían el "salvajismo" iraquí. Pero jamás existieron en la realidad; fueron filmadas en Nuevo México.
Fue un ejemplo de astucia. La batalla mediática supone inteligencia para producir y utilizar imágenes. Esa doble inteligencia es indispensable para conducir conflictos y para hacer que al ciudadano le sea cada vez más difícil establecer la frontera entre la verdad y la mentira. En la guerra del Golfo, los dioses de la imparcialidad (los locutores) actuaron como maestros de ceremonias de un telemaratón del Pentágono. Se acogieron al "modelo deportivo". El espectáculo, la emoción. Algo similar ocurrió ahora con la destrucción de las Torres Gemelas. Horas y días las imágenes de los aviones estrellándose una y otra vez contra el World Trade Center de Nueva York. "Usted ve la historia hacerse ante sus ojos".
De nuevo la autoabolición del periodista. La ideología del directo. Pero el Pentágono ya había comenzado a fabricar al nuevo Satán; al nuevo Hitler. Al bastardo de turno Bin Laden. Se intoxicó a la muchedumbre, espectadora silenciosa. Se la desinformó y manipuló. Después vendría Bush con su premisa del nuevo mito fundacional: "Con Estados Unidos o con el terrorismo". Un nuevo Nintendo maniqueo. Con Dios o con Alá. La cruzada de Occidente contra la guerra santa islámica. Con el sheriff de Texas como una copia patológica de su adversario. Y reaparecieron la censura y los límites a la libertad de expresión. La mentira del Pentágono como arma de guerra.