Nuestra
historia
tiene
una mujer
que
no buscó aparecer
ni
que su nombre
se
escribiera en oropel.
Y
por eso Dios
pronuncia
el nombre aquel
con
tanto amor:
María,
María de Dios.
Ella
nunca
pretendió
ostentar
ni
figurar sobre un altar;
sierva
que a Dios
pudo
el corazón robar.
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Así
obra Dios
da
honor a quien
no
lo buscó.
Virgen
María de Dios.
Si
tu clamas
ella
escuchará
y
por tu vida abogará.
¿Qué
podrá el Hijo
a
su madre negar?
Y
el pueblo de Dios
proclama
el nombre aquel
con
tanto amor:
Santa
María, María.
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