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"De diálogo en diálogo"
“El
SIDA es al cuerpo, lo
que la Nueva Era es al alma. El
sida, es conocido como el azote del fin de siglo para la humanidad, en
tanto que la Nueva Era lo es para su espíritu. Y
aún así, tanto miedo que a todos provoca el SIDA, contrasta
con la complacencia que le otorgamos a ese otro virus. Pueden
pasar años antes que un infectado de sida se entere de su mal y resienta
los estragos, sucede
exactamente igual, pero
con el espíritu de quien es infectado por la Nueva Era."
El
autor.
Aquella calurosa mañana de sábado, Juan hojeaba
distraídamente el periódico cuando fue atraído por lo que en aquellos
instantes veía. Ahí, en el centro de una página se encontró con algo
que en apariencia sería de su interés. Si
bien aquel no era un anuncio grande, lo era lo suficiente como para
llamar instantáneamente la atención de Juan. Lo que en primer lugar había
atrapado su mirada fueron los retratos dibujados de dos personajes que
aparecían en la parte superior del anuncio. El primer personaje era
joven y delgado, el otro un poco más entrado en años, ambos usaban
barba, el cabello largo y túnica. Para Juan aquellos dibujos no podían
representar a otros mas que a
Jesucristo y a Pedro, aunque sobre el segundo tenía sus dudas.
Después
de cavilar un poco sobre aquellos rostros, se dispuso a leer el contenido
del aviso, pensó que se trataba de algún agradecimiento por algún favor
recibido o la invitación a alguna actividad de la Iglesia, pero, ¡oh
sorpresa!, ni una cosa ni otra, el aviso no tenía ningún motivo católico,
ni de alguna denominación cristiana, y ni siquiera de los Testigos de
Jehová o de los Mormones. Aquel anuncio era una invitación al público
en general para asistir a una conferencia que ofrecería un grupo que se
denominaba textualmente New Age (Nueva Era). Juan
se puso en guardia, no hacía mucho tiempo que se había propuesto
estudiar que era aquello de la nueva era, y por eso tenía ya algunos
meses investigando sobre este movimiento no cristiano, devorando cuanta
información confiable conseguía sobre este tema. Y
ahora se hacían presentes ante sus ojos, se convertían en algo real,
ahí estaban, invitando a todo aquel que quisiera conocer sobre sus enseñanzas.
Juan tenía muy claro que el movimiento Nueva Era no era cristiano y que
por lo tanto no era católico, que si bien hablaban en ocasiones de Jesús
y de Dios, para ellos estas dos palabras significaban algo muy distinto
comparado con lo que representan para un católico. Juan
ya en alerta continuó leyendo aquel desplegado. La invitación era para
aquel mismo día, y Juan sintió un repentino vuelco en su estómago
cuando cruzó por su mente la posibilidad de asistir a aquella
conferencia. Más que curiosidad sintió miedo ya que Juan sabía por lo
que había investigado quien era el Ser y la fuerza espiritual que se
encuentra detrás de aquel complejo movimiento.
Sin
embargo, no lo pensó mucho, el miedo quedó pequeño comparado con el
ánimo de confirmar por si mismo, con sus ojos y oídos si era cierto lo
que había leído y escuchado de varias fuentes, acerca de que las
enseñanzas
de la New Age iban en contra
de la doctrina de Jesús. Sin embargo prudentemente decidió no asistir
en plan de alumno, más bien pensó en ir simplemente como observador ya
que su intención no era ser parte activa de aquello, sino simplemente
comparar lo que ahí se dijera contra lo que se decía de ellos. Y
así, trazó su plan: a.- 5:45 P.M.
Salgo
de la casa y me dirijo al Templo (Divina Providencia) con el fin de
asistir a misa. b.-
6:00 P.M. Asisto a misa y
me encomiendo por lo que pudiera suceder. c.-
7:00 P.M. Saliendo del
templo reconsidero sobre la posibilidad de asistir a la conferencia New
Age. d.-
7:05 P.M. Si la decisión
es asistir a la conferencia, caminar hasta el local donde se realizará la
reunión (a 4 o 5 cuadras del templo). e.-
7:25 P.M. Arribo al local
de la plática, sin mostrar ningún tipo de temor. f.-
7:30 P.M. Presenciar
aquella conferencia sólo como observador. g.-
8:30 P.M. Una vez
terminada la plática regresar al templo para recoger el auto (aunque el
motivo real de Juan era hacer nuevamente oración ante el Santísimo). h.-
8:40 P.M. Llegar a su
casa y olvidar el asunto.
En fin, se llegó la tarde y todo el plan se fue realizando al
pie de la letra, de tal forma que Juan se encontró de pronto en la
entrada del lugar de aquella reunión, justo en el momento en que la
misma estaba por iniciar. No
había sido difícil dar con aquel lugar, la Avenida en que se encontraba
era bastante conocida y sólo tuvo que localizar el número, al
encontrarlo viró a su derecha y se encontró en una pequeña explanada
al aire libre, rodeada por unos también pequeños locales comerciales
que al parecer de Juan se encontraban vacíos. Ahí, justo en medio de
aquella explanada entre bancas de cemento y algunos maceteros se
encontraban
los lugares dispuestos para aquella conferencia. Cuando
Juan se encaminó hacia una de las sillas desocupadas, todos los
asistentes lo observaron con actitud amable,
y no se diga de los organizadores quienes afable e inmediatamente
le regalaron una amplia sonrisa. Más Juan no se confió y sin bajar la
guardia se sentó en la silla mas cercana a la salida, a unos 30 metros
de la Avenida. Una
vez que se sentó y que mostró actitud de poner atención, todos los demás
lo tomaron como uno de los suyos y la plática dio inicio. Bastaron
tan sólo unos minutos para que la mente de Juan trabajara como nunca, ponía
atención a cada palabra y a cada movimiento del expositor (pulcramente
vestido completamente de blanco), estaba también atento a la actitud y
movimientos de los demás oyentes, incluso se percató de los dos hombres
que detrás de la audiencia jugueteaban inocentemente con dos pequeñitos
bajo la mirada candorosa de dos damas quienes aparentemente eran sus
esposas. A Juan aquel cuadro familiar le pareció bello, sin embargo más
tarde cayó en la cuenta de que precisamente con esa intención había
sido preparado. Ante
la indulgencia que el expositor mostraba para estos dos hombres que
jugueteaban aparentemente sin poner atención, Juan dedujo que seguramente
eran parte del equipo de organizadores, pero que como sucede en algunos
grupos católicos, al ya saberse conocedores del tema se sentían con
derecho de estar un tanto ajenos. Juan
también notó la presencia de una señora joven, quien muy probablemente
era la esposa del expositor y que estaba colocada de pie al frente de
los asistentes, se encontraba a unos cuantos metros del conferencista
esbozando una amable sonrisa, mostrándose afable y solícita durante la
exposición. Pero
en fin, Juan se acomodó en su silla y se dispuso a escuchar. Y se habló
de las dietas para lograr una buena salud, de los beneficios del ejercicio
para adquirir la salud no solo física sino sobre todo mental, se habló
no sólo del ejercicio tradicional, sino de otros que posteriormente se
enseñarían y practicarían, de lo provechoso que resultaban tales
ejercicios si se acompañaban de ciertos vocablos repetidos
concentrándose
profundamente. También se explicó auxiliándose con una lámina
ilustrativa cómo a través de la purificación espiritual podemos crecer
tanto que llegamos a ser Dioses, y se explicó para los cristianos
presentes como ese camino nos debe llevar primero a ser Cristos. Y así
por una hora Chacras fueron y vinieron, Mantras y Karmas se explicaron por
aquí y por allá a lo largo de un bien practicado y animado discurso,
ante los ojos azorados de la mayoría de los impresionados asistentes. La
reencarnación fue sugerida
sutilmente en varias ocasiones, los maestros ascendidos fueron elogiados
en otras, y todo esto frecuentemente adornado con comentarios religiosos
en donde se dejó claro que ser católico, protestante, ateo o lo que
fuera no importaba, que ellos no eran una religión por lo que tenían prácticas
de todas las iglesias y que incluso ellos también leían la Biblia. Y
así entre verdades y mentiras, entre sonrisas y cuadros ensayados, entre
crédulos y herejías, a la mitad del discurso, el paso "f" del
plan de Juan cayó por tierra. Desde un inicio, Juan se había percatado
que punto por punto, todo lo que había estudiado sobre la mala intención
de las enseñanzas de este grupo se había ido cumpliendo sin lugar a
dudas. Su primer impulso había sido el levantar la mano en el primer
punto sobre el que no estuvo de acuerdo, pero lo correcto era esperar y así
lo hizo, sabía que llegaría un momento en que el expositor preguntaría
si alguien tenía dudas, y en ese momento hablaría. Por
lo pronto Juan se limitó a escuchar y a anotar en un pedazo de papel cada
punto que se exponía y que no concordaba con su fe católica. Fue muy
pronto cuando aquel improvisado cuaderno de apuntes no fue suficiente, y
al no encontrar más papel a la mano empezó a registrar mentalmente los
aspectos importantes sobre los que difería y sobre los que comentaría,
si tenía oportunidad. Más
tarde, como no hay plazo que no se cumpla, el discurso terminó
puntualmente y el expositor tal como Juan lo había supuesto invitó con
voz pausada y segura; "¿Hay
alguien que quiera hacer alguna pregunta o comentario sobre lo que hemos
hablado?". Juan inmediatamente levantó su mano derecha, él
sabía que no podría hablar sobre cada punto que había anotado, y que
debía aprovechar su tiempo para abarcar lo más posible. Repasó rápidamente
sus notas escritas y también las que estaban en su memoria y se dio a
la difícil tarea de decidir; ¿Cuál primero?. Y
en la cabeza de Juan muchas preguntas se agolparon, se remolinearon y
lucharon por ser las primeras en salir: -
Si dices que una Mantra es lo mismo que el Rosario católico, entonces; ¿Por
qué no rezan el Rosario en vez de pronunciar una Mantra en un vocablo que
no se entiende?. -
Dicen que ustedes también utilizan la Biblia, pero, ¿Por qué no leíste
ningún texto bíblico, ni se ve por aquí alguna Biblia?. -
Los cristianos tenemos muy claro que Jesús resucitó, no que reencarnó.
Yo en cada misa digo en mi credo: "Creo en la resurrección de los
muertos"; ¿Por qué tú ahora quieres convencerme de que voy a
reencarnar, cuando mi Iglesia me enseña y yo confío que al igual que
Cristo voy a resucitar?. -
¿Por qué al hablar de la reencarnación no mencionaste la enseñanza
completa?, ¿Por qué no comentaste que la teoría de la reencarnación
también dice que si yo no hago el bien y que si no logro crecer
espiritualmente en esta vida, en la próxima puedo retroceder y reencarnar
en un animal o en una planta?, ¿Por qué no mencionaste que aún en lo
que tu enseñas hay un castigo si mi comportamiento es incorrecto?, ¿Por
qué sólo mencionaste lo agradable?. -
¿Por qué, a pesar de que tratas de adoctrinarnos sobre tantas cosas
distintas a lo que mi Iglesia me enseña, todavía dices que no tratas de
cambiarme mis creencias?. -
¿Por qué si hablas de Dioses, de Cristos, de espíritus, de rezos
(mantras), de otro mundo distinto al nuestro y nos invitas a unirnos a
tu grupo todavía dices que ustedes no son una religión?. Estas
y otras más eran las preguntas que Juan quería hacer, pero sabía que no
tendría tiempo, así que simplemente se encomendó y empezó a hablar:
"Discúlpenme, yo realmente no pertenezco a su grupo, la
verdad yo no hubiera venido, pero como pusieron el anuncio en el periódico
pues entonces pensé que la invitación era para cualquier persona, y por
eso me tomé la libertad de venir".
"No hay ningún problema, -contestó
el conferencista- efectivamente la
invitación era para quien quisiera venir". Entonces,
ya animado Juan comentó: "Mira,
pues gracias por darme la oportunidad de
comentar sobre algunas de las cosas que expusiste y que la verdad
son bastantes en las que no estoy de acuerdo". El
conferencista ni se inmutó, y sin ningún aspaviento,
y animado ante la posibilidad de un debate le preguntó a Juan: "A sí, sobre que
puntos no estás de acuerdo". Juan
tuvo entonces la palabra y comentó: "A
lo largo de tu exposición en varias ocasiones de manera breve y rápida
mencionaste: vamos a reencarnar..., cuando reencarnemos..., en nuestra
siguiente vida..., en nuestra vida anterior..., hiciste disimuladamente
muchas alusiones a la reencarnación, más lo que yo sé y en lo que creo
es que vamos a resucitar, y entre la reencarnación que tú enseñas y la
resurrección en la que yo creo hay mucha diferencia, son cosas muy
distintas". (1) Y
aquel hombre vestido impecablemente de blanco, sin sobresaltarse y con un
rostro que denotaba complacencia explicó: "Es
cierto, son cosas distintas, tu crees que tienes sólo una vida para
llegar al cielo y que al morir vas a resucitar y te irás al cielo o al
infierno, o bueno si eres católico puede ser que por un tiempo al
purgatorio, mientras que por
otro lado efectivamente yo no creo eso, yo creo que después de esta vida
voy a reencarnar, o sea que voy a nacer otra vez para seguir creciendo
espiritualmente y así una y otra vez hasta que mi espíritu este
totalmente
purificado".
¿Pero, no te parece muy cómodo creer eso
-objetó
Juan-, porque si te equivocas en tus
decisiones y te portas mal, y si simplemente no haces nada bueno en toda
tu vida, muy tranquilamente simplemente vuelves a nacer y no pasó nada,
puedes despreocuparte del pecado, puedes hacer lo que quieras, total vas a
tener todas las oportunidades que quieras?” Por
primera vez, aunque de una manera casi imperceptible Juan notó que su
interlocutor empezaba a incomodarse, y lo escuchó decir con cierto
tono de voz de mando: "¡Yo
creo en la reencarnación y tú en la resurrección, yo te respeto, si tu
quieres seguir creyendo en eso está
bien, cada quien tiene su verdad!". Juan
sí que se sorprendió, abrió los ojos, se inclinó hacia adelante y sentándose
en la orilla de su asiento exclamó: "¡Como!,
¿que cada quien tiene su verdad?. ¿Acaso la verdad no es una sola?,
hasta donde yo sé solo hay una verdad, o existe la reencarnación o
existe la resurrección, no las dos, aquí no son antojitos.
No se trata de que cada quien escoja lo que quiere, y que al final
dependiendo de lo que cada uno haya elegido así será.”
(2) "¿Y si tengo razón yo?"
-preguntó tajante el expositor-.
"Antes de contestarte quiero dejar bien claro que la
reencarnación es una mentira, -expresó
Juan con firmeza-. Pero como tú
dices, suponiendo que tuvieras razón y que la verdad fuera la reencarnación
entonces no tengo nada de que preocuparme, porque creyendo que sólo tengo
una vida para ganarme el cielo pongo
todo mi esfuerzo en lograrlo, te imaginas cuanto habré de crecer, y si
al final me muero y reencarno no habré perdido nada, simplemente habré
avanzado mucho. Pero ahora aquí es en donde debes preocuparte, porque
si por el contrario, lo que es verdad es la resurrección, al final de
esta vida que estás viviendo te darás cuenta que era la primera y la última
oportunidad, y si tú le apostaste a que tendrías mas vidas, en el mejor
de los casos te salvas, pero ¿qué me dices de los corazones que se
pierdan por las enseñanzas equivocadas que estás impartiendo?. También
vas a rendir cuentas por esas almas, no sólo por la tuya". (3) El
conferencista no exclamó palabra, tan sólo observaba detenidamente a
Juan con un gesto de condolencia, quizás pensando para sí confiado en
su gran sabiduría cósmica: “Pobrecito,
cuán pequeño es. ¿Qué hago yo hablando con este niñito?”.
Juan en espera de algún comentario, al mismo tiempo pensaba: "No
me contesta, quizás mi tiempo ha terminado, pero bueno cuando menos
pude decir algo". Se equivocaba, más el expositor no fue quien
habló sino una señora como de unos 50 años, de apariencia tan normal
que a Juan le causó escalofríos el escucharla decir: "Se
equivoca en lo que usted está diciendo, hay algunos sacerdotes que si
creen en la reencarnación".
Juan
reflexionó por unos instantes y realmente extrañado le preguntó: "A sí, pero dígame Señora, ¿y cuales sacerdotes,
se trata de su párroco o de
algún sacerdote de otro templo?. Me gustaría saber el nombre de alguno
para ponerme en contacto con él y preguntarle personalmente sobre
esto". "No,
- respondió la Señora- yo no
le he preguntado a ninguno, ni los he escuchado, pero me lo dijeron."
"Bueno, pero ¿quién se lo contó?".-preguntó Juan-. "Él,
en la plática del sábado pasado" - respondió la Señora señalando
al conferencista con su mano derecha-. De
buena gana Juan se hubiera reído si el asunto no hubiera sido tan serio.
Más no tuvo mucho tiempo para pensar en la tristeza que le causó el
comentario de aquella cándida señora, ya que casi inmediatamente el
conferencista tomó la palabra y en un tono mucho menos amable que al
principio le preguntó a Juan: "¿Hay
alguna otra cosa sobre la que quieras hablar?".
El
corazón de Juan se alegró pues sí tenía más preguntas, estas se
atropellaron de nuevo en su mente y al fin eligió: "Dicen
que ustedes también leen la Biblia, ¿En donde está, no la veo?." El
conferencista sonrió victoriosamente, al tiempo que buscaba con su mirada
los ojos de la joven señora, misma que todo el tiempo había estado de
pie al frente sin perder la sonrisa de sus labios. A una señal del
expositor ella giró y caminó hacia el interior de uno de los locales que
estaban a sus espaldas, todos guardaron silencio esperando su regreso y
en unos segundos apareció de nuevo con un enorme libro de gruesas pastas
azules. El conferencista dirigió de nuevo una señal a la joven y ésta
con algo de esfuerzo por el peso de aquel libro se dirigió a Juan y se lo
entregó en sus manos claramente aliviada.
Juan
pudo leer entonces la portada de aquel libro en cuya gruesa pasta se leía
en grandes letras doradas: "BIBLIA" y debajo de esta inscripción
en letras más pequeñas leyó: "Versión Reina-Valera", por
lo demás, Juan pudo observar el excelente estado de aquella enorme
Biblia, por lo que después de unos instantes comentó: "Efectivamente
tienen una Biblia, claro que es protestante, aunque de cualquier forma
sería útil si
la leyeran, porque está Biblia está prácticamente nueva, se ve que no
la usan." Al
menos para Juan quedaba claro que aquella Biblia había sido adquirida
precisamente para un momento así, para cuando alguien preguntara por
ella, por ese motivo era grande, para que todos pudieran verla. Además,
por su buen estado evidenciaba que no era usada, que estaba como nueva y
que sólo era por si acaso. Sin embargo Juan no quería agotar toda la
paciencia de aquel hombre, y
no comentó nada más sobre este particular, como quiera que sea, por la
expresión seria que ahora presentaba el rostro del conferencista Juan
se dio cuenta de que había dado en el clavo. En
eso, el breve silencio fue roto por las palabras cortantes de otra
persona, un señor bajito de estatura, gordito y con una ligera calva, por
lo menos es lo que Juan desde su lugar pudo observar, ya que este señor (sentado junto a una joven que aparentemente era su
hija), se encontraba
en las primeras filas y nunca volvió su rostro para ver a Juan. Ni
siquiera cuando le dijo bruscamente: "Usted
aquí no es bienvenido, si no es de los nuestros entonces a que vino, mírenos
ahorita estamos aquí sentados en pleno día, al aire libre y sin
escondernos de nadie, al principio éramos pocos y ahora mire cuántos
somos, antes nos escondíamos, nos reuníamos en secreto por las noches
para que no nos vieran, pero ahora nadie nos dice nada, ya no tenemos que
escondernos". Juan
escuchaba esta atenta invitación a retirarse, al tiempo que observó como
la expresión en el rostro del conferencista se ensombrecía, y con la
mirada le decía a su improvisado defensor, “mejor
no me ayude”. El conferencista logró el silencio de su discípulo,
pero no el de Juan, quien comentó sobre la última declaración: "El
que algo se haga a la luz del día y al aire libre no es ningún
indicativo de que aquello sea bueno; Antes los adictos y los ladrones se
escondían en las sombras de la noche y ahora los vemos a cualquier hora
del día realizando sus actividades. Antes los divorcios eran contados
y se mantenían casi en secreto, ahora son cientos cada día y quienes se
divorcian lejos de avergonzarse, propagan el evento como si fuera digno
de aplauso. No porque una mentira se diga a mediodía
se convierte en verdad. Por otro lado, el que en una actividad
equivocada participen muchas personas no quiere decir que aquello por el
volumen de practicantes se volverá correcto. Lo único que indica lo
que usted me argumenta, es que cada vez son más los confundidos". De
nuevo se hizo el silencio tras las palabras de Juan, el conferencista tan
sólo lo observaba esforzándose por no dar a conocer sus sentimientos, la
joven señora después de guardar la Biblia ya no mostraba aquella sonrisa
que había logrado conservar durante mas de una hora, la mayoría de los
asistentes se encontraban expectantes, mientras que el resto no podía
ocultar su incomodidad. Fue en ese instante cuando Juan se percató
de que su tiempo había terminado. Sensación que le fue confirmada
cuando a su espalda sintió una presencia, al volver su rostro se encontró
con que realmente eran dos presencias, eran nada menos que aquellos dos
señores que en un inicio jugueteaban con unos pequeñitos. Juan no supo
en que momento, pero aquellos hombres habían dejado de jugar y ahora
ambos estaban de pie a sus espaldas. Volvió su rostro hacia uno, luego
hacia el otro y se topó casi con el rostro del que le hacía guardia a su
lado derecho, quien se había inclinado intencionalmente hacía adelante
para mostrarle a Juan su rostro molesto, nunca olvidaría Juan el vaporcito en
los vidrios de los lentes de aquel hombre, y para siempre se quedaría con
la duda de si había sido el ejercicio o el enojo, el origen de aquel
vapor. Juan
supo en ese momento que debía retirarse, dirigió su mirada hacia el
maestro de la Nueva Era y le dijo en tono afirmativo: “Se llegó el
momento de retirarme”. Y
el expositor, manteniendo su ya largo silencio, le contestó
tan sólo con una seria afirmación de su cabeza. Juan
por fin se puso de pie con la intención de retirarse, más no pudo irse
sin hacer un último comentario, y con una calma que él no sabía de
donde le venía, con voz tranquila se dirigió a todos los asistentes: "Antes
de retirarme quiero decirles a todos ustedes que todo esto es un engaño,
los que aquí predican estas mentiras habrán de rendir cuentas. Pero
ustedes aún tienen oportunidad de pensarlo bien y decidir si continúan
en esto o se retiran. Más aún, en caso de que continúen, lo que sí les
puedo decir es que después de hoy no podrán decir que nadie los
previno, no podrán decir que nadie les dijo que esto era falso, no podrán
argumentar que no sabían". (4) En
ese momento, ya de pie y sin decir más, Juan empezó a caminar
calmadamente hacia la Avenida, que ajena a aquella reunión continuaba con
su tráfico habitual. Mientras Juan caminaba alejándose de aquel grupo ya
no pensaba, tan sólo escuchaba y sentía. Escuchaba el silencio que había
quedado detrás de él, y sentía el temblor de sus piernas, un temblor que aún después de dos días se negaba a
desaparecer. FIN (1)
“Entre las ideas del New
Age, merece particular atención la de la
reencarnación que se encuentra en la mitología religiosa de algunos
pueblos y, en especial, en la espiritualidad oriental. La idea de que el
“yo” personal del ser humano
viva varias existencias en forma cíclica, cambiando sólo de
cuerpo, a lo largo de centenares o miles de años hasta lograr su
“iluminación definitiva” es algo totalmente irreconciliable con la fe cristiana.” Norberto
Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México. Instrucción
Pastoral sobre el New Age. (1996)
“El
credo cristiano culmina con la proclamación de la
resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida
eterna. creemos firmemente, y así lo esperamos,
que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre
los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo
resucitado” Catecismo
de la Iglesia Católica No.988-989 (2)
“Y
puesto que los hombres mueren una
sola vez, y después viene para ellos el juicio...” Hebreos
9;27-28 (3)
“Si
alguien hace tropezar y caer a
uno de estos pequeños que creen en
mí..., ¡Ay del que hace caer a los demás!. Mateo
18;1-7 (4)
“Tengan
cuidado con los falsos profetas,
que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos
feroces.” Mateo
7;15 Del libro “De diálogo en diálogo" De:
José Luis Contreras Sáenz. Chihuahua, Chih., Méx. Septiembre 27, 1999. 4,252 palabras.
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