"The Spanish Inquisition"
    1998/03/11
    es.charla.religion
     

    Diario "EL PAÍS" de Madrid. Artículo aparecido el día 7 de noviembre de 1994:
     

      LA FALSA HISTORIA DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA.
      Un programa de la BBC refuta el mito del Santo Oficio como paradigma del terror
       
      LOLA GALÁN. Londres.

      Las siniestras salas de tortura dotadas de ruedas dentadas, artilugios
      quebrantahuesos, grilletes y demás mecanismos aterradores sólo
      existieron en la imaginación de sus detractores. Sin embargo, todavía
      hoy su nombre se invoca como sinónimo de represión, oscurantismo y
      crueldad. ¿Qué mecanismos del destino convirtieron a la Inquisición
      española en el más duradero ejemplo de terror? La respuesta, de acuerdo
      con los exhaustivos datos recabados por una nueva generación de
      historiadores internacionales es sencilla: el Santo Oficio se enfrentó a
      una gigantesca maquinaria propagandística. Los efectos de la
      tergiversación, promovidos por el mundo protestante gracias a la
      imprenta, han sido tan duraderos que todavía hoy el término inquisición
      o inquisidor se identifican con horror, tortura y asesinato en todos los
      idiomas.

      Resulta paradójico que haya sido la BBC -la televisión pública
      británica- la encargada de reconstruir la imagen de una institución tan
      española. El domingo, un programa nocturno de máxima audiencia -Time
      Watch- mostró el verdadero rostro de un tribunal creado por los Reyes
      Católicos para luchar contra la herejía. Expertos de la talla de Henry
      Kamen, Stephen Haliczer o los profesores españoles José Álvarez-Junco y
      Jaime Contreras reconstruyen en el reportaje El mito de la Inquisición
      española el verdadero paisaje de una institución, aunque no defendible
      a los ojos del siglo XX, sí intencionadamente desvirtuada.Una
      institución controlada por abogados reacios a aplicar la tortura y
      mucho menos inquisidores que sus homólogos de Francia, Alemania o
      Inglaterra, donde sin necesidad de un tribunal específico se asesinó
      tres veces más herejes, brujas o personajes más o menos excéntricos.

      Para el profesor de la Universidad de Illinois, Stephen Haliczer, los
      propios archivos de la Inquisición son elocuentes: En cerca de 7.000
      casos, apenas se aplica algo parecido a la tortura en un 2%. En
      350 años de historia represiva, y mientras la leyenda habla de millones
      de asesinatos, la cifra real de víctimas se sitúa entre 5.000 y 7.000
      personas. A lo largo de cincuenta minutos, el programa de la BBC,
      coproducido por el historiador e hispanista Nigel Townson, lleva su afán
      de reconstrucción de la verdad histórica hasta la figura de Felipe II,
      auténtica bestia negra de la imaginería internacional. La política de
      Felipe II es perfectamente discutible. A mí no me resulta
      particularmente simpático -explica en el programa el profesor
      Álvarez-Junco-, pero su hijo Carlos era simplemente un adolescente
      de mala salud que murió en un accidente. Convertirle en el paladín de
      la libertad como ha hecho la historia, en el joven libertador de los Países
      Bajos, que cae asesinado por su padre, como cuenta la ópera de Giuseppe
      Verdi, Don Carlos, resulta uno de los casos de injusticia histórica más
      sangrantes.
       
       

    Re: "The Spanish Inquisition"

    1998/03/12
    es.charla.religion
     

    D. Ll. escribió:

    > Muy interesante el artículo. Es de agradecer el dato. Pero no hay refutación
    > de lo que hizo la Inquisición.
    > En lo de las torturas podrá haber toda la propaganda por parte de los
    > protestantes que quieras pero lo malo de la propaganda es que CON MIS
    > PROPIOS DATOS es muy fácil de creer. Recuerdo muy bien los tiempos de
    > Franco y la clara relación de esa época oscura con otras más antiguas.
    > También he leído La Regenta Y LOS DATOS DE AQUELLA ÉPOCA que hacen
    > que esté plena de realidad, todo en la novela es muy fácil de creer porque
    > aquellos iempos ERAN ASÍ. Te puedo escribir mil datos más que hacen a la
    > Inquisición un mito tan parecido a la realidad como se quiera.
    > Me da igual que los detalles de la idea corriente sobre la Inquisición sean
    > falsos (que lo dudo) porque el cristianismo es una religión con un gran
    > componente escatológico. Su propio símbolo más querido es un hombre en
    > un instrumento de tortura. Da miedo.

    Bueno D. Ll., entramos ya en el terreno de las apreciaciones personales y de las creencias, más que de las certezas, que era mi intención cuando transcribí el artículo. Tú puedes ser todo lo distante que quieras, es tu derecho. Ahora bien, no sé hasta qué punto te gustará nadar en contradicciones (no creas, hay a quien no le disgusta). Me refiero a que puedes seguir dudando eternamente por más evidencias que te echen a la cara, incluso porque no dudar te supondría apearte de lo que has mantenido siempre contra viento y marea, posiblemente en público. Pero ser coherente es otra cosa. Requiere honestidad intelectual, es decir, el sacrificio de olvidarse de lo que uno desearía que fuera o de lo que uno necesita que sea para sostenella y no enmendalla.

    Así pues en coherencia deberías convertirte en un escéptico, porque a nadie sirve que des más crédito a unas fuentes porque abonan tu opinión previa (¿prejuicio?) que a otras porque la desmienten. Por supuesto, tú eres quien decide a qué debes dar crédito, pero si lo haces acríticamente y guiado por intuiciones, serán tus propias opiniones las que dejen de merecer crédito, por tratarse de simples creencias. De eso, D. Ll., non est disputandum, aunque aquí, es verdad, se discute de forma interminable de cuestiones de ese tipo. Para mí que eso resulta aburrido y nunca se llega a conclusión alguna.

    Si me perdonas lo plasta, dos detalles que me gustaría comentarte. Veo que eres buen aficionado a la literatura, pero me choca el valor de testigo de la realidad de su tiempo que concedes a un mal plagio de Madame Bovary como es La Regenta. De la calidad literaria de tal folletón ya se discute acaloradamente, pero respecto a su fiabilidad como documento histórico se dejó de discutir hace tiempo: es nula. La clave la tienes en la personalidad de su estrambótico autor.

    Y lo de Jesús, clavado en una cruz... Hombre, según lo que dices, entiendo ya claramente por qué los comunistas usaban la hoz y el martillo. Como han demostrado a lo largo de la Historia, era para tajar gañotes y macear testas. Miedo no, da pánico.

    1998/03/14

    Querido D. Ll.:

    Sé que me voy a ganar el apelativo de pedante que ronda de vez en cuando por tu cabeza y por las de algunos más (imagino que será el más suave, pero en fin... a mí, claro, me parecería mejor ser tildado de francotirador de la verdad, je, jeee...). Mira, yo intento pasar por un humanista serio: no debo aportar literatura historiográfica que tenga más de diez años. No dudo de que hay cientos de publicaciones que hablan de genocidios, hogueras, veintisiete Dazas y cuarenta y dos Torquemadas. Me quedo corto; son miles.

    Hasta el inglés corriente tiene a la Inquisición como un latiguillo. Pero la investigación y el conocimiento de la España del Siglo de Oro (que es sobre la que descansa al fin y al cabo casi toda la leyenda negra de la Iglesia; tan arbitrariamente, tan interesadamente...), y en general la de todas las épocas ha dado pasos gigantescos en estos años. En especial por la súbita aparición de las nuevas tecnologías (imagina la revolución informática en materia archivística).

    El propio Kamen ha tenido que modificar a la baja las conclusiones de su inicial trabajo sobre la Inquisición Española. Así también, los últimos sucesos históricos han condicionado la labor en investigación humanística: La escuela marxista, siempre prejuzgando y adaptando los eventos históricos a su mentalidad ilusa y autoritaria ha caído, a la par que la URSS, en el más absoluto de los descréditos. Ahora parece que se puede indagar la realidad sin temor a que la intelligentsia progre te tilde de fascista o de agente de la CIA si no le complacen tus hallazgos (o si te tilda que a nadie le importe). Elliot, Parker, Kamen, Townson, Maltby, Chaunu o Dumont son nombres que a ti no te dicen nada, pero se les concede más crédito hoy de lo que suele ser normal. Y no aquí, sino fuera. Por algo será.

    Y ahora, D. Ll., te hablo desde mi propia experiencia personal. Yo creo que todo eso de las estructuras de poder de la Iglesia represora son ganas de liarlo todo y de amargarse uno. Con todos los defectos (algunos menos, algunos menos) que puede tener una asamblea de hombres no de ángeles, yo veo que Europa (y sus apéndices) debe su adelanto respecto de los demás continentes al cristianismo. No me refiero a lo material, que eso es evidente y de lo que bien puede responsabilizarse también al legado grecorromano, sino a la libertad de espíritu, a los derechos humanos, al valor de una sola vida, al arte, a la ciencia libre, a la dignidad de las mujeres, a las calles adornadas por carnavales, a las playas atestadas de gente, a la libertad de cultos, a las universidades plurales, etc.

    Imagino lo que me vas a contestar. No te tomes la molestia: hombres de carne, no espíritus puros. ¿Cómo se puede hablar todavía de 5.000 muertos de la Inquisición en toda su historia (localizada en el año de la pera), cuando a dos horas de viaje de aquí están descuartizando niños de pecho y rajando barrigas de preñadas a ritmo desenfrenado (y ya van por los 100.000)? ¿Cómo se puede seguir con Galileo, cuando en Sudán secuestran niños un día sí y otro también para los mercados de esclavos que funcionan a todo tren? ¿A qué eso tan raro de las hermanas de los curas, cuando la piel de las mujeres afganas no recuerda el contacto con la luz del sol? ¿Qué reverencia a la dignidad femenina suponen las ablaciones de clítoris? ¿Qué delicadeza hacia los semejantes, la situación de los parias en la India o los horrores étnicos en África?

    Algo de esto tenemos aquí, ya lo sé (no ángeles), pero yo doy gracias al cielo por no haber nacido un palmo más abajo o más a la derecha de mi bola del mundo. Aquí, mal que nos pese, mamamos catolicismo cultural. Y los gobiernos que se han distanciado de esta tradición, en el sentido que tú preconizas, han cometido tropelías y atrocidades de tanta o mayor envergadura que los que se han reconocido (mal o bien, no voy ahora a defender a los politicos) dentro de la mentalidad cristiana.

    Si aún me lees y no te has dormido,  te voy a dar motivos para que tú también (como sin ellos han hecho otros en este foro) me llames integrista. Yo sí tengo una explicación a esa crítica tan acerba y visceral que desde algunos ambientes se dirige tozudamente a la Iglesia (y trata tú de no verte reflejado en lo que voy a decir, pues no te conozco). La fijación contra la Iglesia de buena parte de sus detractores no es intelectual, no. Tiene que ver sobre todo con la moral que enseña. Se sabe que es rigurosa: exige un fuerte autocontrol, adquisición de hábitos impopulares y abstenerse de realizar determinadas conductas que, sin embargo, son susceptibles de producir satisfacciones inmediatas (no me refiero sólo a lo sexual, puede tratarse de desprenderse de un bien que esclaviza, del tiempo que lucramos en nuestro exclusivo beneficio o de una situación cómoda y socialmente estimada, pero injusta).

    Bastaría con que quienes no estén dispuestos, se aparten y hagan su vida al margen de tales prescripciones. Pero no, para muchos no es suficiente. Quieren ver a la depositaria de tales normas éticas bajo tierra, fracasada, culpable de todos los crímenes, pecadora y condenada. No les lucen sus comportamientos si saben que ella está ahí. Aunque jamás les hostigue, queda el mensaje, permanece el Catecismo, subsiste la conciencia y pervive el ejemplo. Demasiado lastre para quien desea hacer lo que desea sin cortapisas de ninguna clase.

    Como imagino que después de esto no querrás hablarme (aunque te reitero que tú no tienes nada que ver), sólo comentarte que especifiques el sentido de escatológico, que, como sabes, significa también trascendente.

    Recibe un afectuoso saludo.
    Miguel Ángel.

    1998/03/13
    soc.culture.spain

    ACA escribió:

    >  A estas alturas, querer defender la Inquisición, lo asocio a los
    > apologistas del nazismo, que vienen a decir: "No es cierto que fueron
    > asesinados 6.000.000 de judíos, sino sólo 5.999.999".
    > Ciertamente, la Inquisición no es defendible a los ojos del siglo XX, ni del
    > siglo I, ni en tiempos de Dracón o de la Ley del Talión.
    > La Inquisición merece condena implacable porqué torturaba, extorsionaba y
    > asesinaba (condenaba a muerte sin juicio justo) en nombre de Dios y para
    > defender a la Iglesia. Jamás se podrá calcular el daño que a la imagen del
    > cristianismo ha causado el Santo Oficio; infinitamente superior al de todas
    > las propagandas políticas.
    > No vale mezclar las políticas históricas de Felipe II o sus contemporáneos.
    > Las brutalidades y persecuciones en guerras y en paz, son episodios que han
    > estado presentes siempre, hasta hoy mismo, y cualquier país tiene de que
    > avergonzarse. Pero la Inquisición (que no fue sólo española) fue una
    > organización perfectamente estructurada para perseguir y eliminar cualquier
    > enemigo que interesara, sistemática, metódica, permanente, transnacional y
    > totalitaria. Desde sus comienzos, en el aprendizaje de eliminar el catarismo
    > del siglo XIII, hasta su fin en España el siglo pasado, tenemos siete siglos de
    > Inquisición que reduce a anécdota los episodios violentos que paralelamente
    > pudieran darse en determinadas épocas.
     

    Querido o querida ACA:

    Debesde tener serios motivos o beber de fuentes inaccesibles a los estudiosos para espetar a los mejores hispanistas del mundo (no a mí) que son unos revisionistas, como los que intentan disimular u obviar las crueldades nazis. En todo caso, desconfío de los condenadores profesionales, porque llevo toda la vida escudriñando el alma humana -que es la mía también- y sé que el hombre es perfectible, pero también sé que hay ogros. Que hay errores y disparates, pero que existe el MAL con mayúscula.

    De esto no se libran los hombres y mujeres que a lo largo de 2.000 años han formado la Iglesia, asamblea, te recuerdo, de hombres no de ángeles, pero tampoco de ogros. Por eso tus comentarios no me mueven, por que sé que tú y yo tampoco somos ángeles (ni ogros) y que la renovación empieza por nosotros mismos. Cuando lleguemos a ser hombres nuevos, verás como no juzgaremos tanto a los demás hombres. Pero siempre -al menos yo- nos enfrentaremos a los ogros (si Dios nos da fuerzas).

    Recibe un cordial saludo.
    Miguel Ángel.
     

    El Santo Oficio

    1998/03/06
    es.charla.religion
     

    Declaraciones de Henry KAMEN, ilustre hispanista británico, autor de La Inquisición Española y Felipe de España, efectuadas en el Club de Debate de la Universidad Complutense de Madrid, el día 5 de marzo de 1998:
     

      EN LA ESPAÑA DE FELIPE II MURIÓ MENOS GENTE POR LA INQUISICIÓN QUE EN NINGÚN OTRO PAÍS.
       
        «Las figuras míticas de Felipe II como rey asesino, inquisidor, fanático y enclaustrado son el producto del poco interés de los historiadores por investigar».

        «Su figura mítica de asesino fue difundida por Guillermo de Orange, y la secundaron los expertos murmuradores renacentistas, como los embajadores venecianos. Se trata de pura novela fantástica».

        «Las ejecuciones no las decidió el rey, sino el Consejo Pleno del Estado y sus agentes. Felipe II no estaba involucrado, aunque sí está demostrado que mató a mucha gente, pero en plena batalla de San Quintín. Lo otro es ficción romántica y no historia documentada».

        «Se ha creado, sin pruebas documentales, la imagen del rey como observador de una gran barbacoa de protestantes. Nueva mitología. Era partidario del Santo Oficio, pero en la España de Felipe II murió mucha menos gente por persecución religiosa y por la Inquisición que en cualquier otro país europeo, como Gran Bretaña y Francia: Esta leyenda no desaparecerá porque los ingleses necesitan esa imagen; forma parte de su psicología».

        «Se le acusa de ser una persona que se deleitaba con el sufrimiento de sus víctimas y de ser un exterminador, cuando lo cierto es que se relacionó nomalmente con los protestantes y con el rey luterano de Dinamarca».

        «Felipe II se hizo cargo del gobierno en 1543, cuando aprendió a gobernar, y no dieciséis años más tarde».

        «Descubrí esta frase de Felipe II: Yo no sé lo que piensan de mí; si soy de hierro o de piedra. Pero han de ver que soy mortal como los demás».

       
    [El mismo día de ayer, en la Universidad de Lovaina (Bélgica), el hispanista Bartolomé BENNASSAR defendía la pluralidad de la monarquía de Felipe II y rebatió la leyenda "de un rey centralista y ajeno a los pueblos de su reino"]
     

    Re: El Santo Oficio

    1998/03/07
    es.charla.religion

    H. escribió:

    > Es imposible determinar cuántos murieron a manos de la Inquisición porque
    > la mayoría de los distritos inquisitoriales de la Península Ibérica están sin
    > estudiar. Y los archivos inquisitoriales que hay en Roma están cerrados y no
    > los abren a los investigadores.

    H., tú sabrás los argumentos que tienes para replicar al mayor especialista mundial en Inquisición Española. Su famoso libro, pionero, pues creo recordar que vio la luz en los 60, es punto de partida obligado. Respecto de los archivos de Roma, alucino de que no te hayas enterado de que los están abriendo a los investigadores. Hasta el card. Josef Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (o, como gustáis de decir vosotros, ex-Santo Oficio), vuestra bestia negra, pero que es un hombre de Iglesia admirable en su sencillez personal y en su altura intelectual, se ha referido a esta cuestión.

    Si quieres, te cito las abundantes reseñas periodísticas de estos días a ese respecto. Por lo demás, hasta la BBC se hizo eco allá por 1993 en una serie televisiva de las investigaciones de los historiadores británicos, que rebajaban pasmosamente las víctimas de la Inquisición a unos miles en todo el mundo y en toda su historia. También te puedo citar, y enviarte si quieres el recorte que oportunamente guardé de un rotativo nada sospechoso en estas cuestiones como "El País", dando cuenta de dicha serie y de las cifras de muertos de una forma respetuosísima (y hablamos del tiempo en que el PSOE estaba en el poder).

    ¿Qué te parece? Piensa en una sola aktion de los nazis (llevaron a cabo miles), o una sola deportación planquinquenal de Stalin, o un día en la Camboya jemer de Pol Pot o bien en la China de la Revolución Cultural, o los años que llevamos de GIA: Cada cosa por separado (fenómenos contemporáneos, ojo) supera enormemente en muertos a la acción letal de la Inquisición en toda su historia. Deplorable, sí, aunque sólo una persona hubiese muerto; la Iglesia (sólo la católica y nunca los carniceros nazis o comunistas) pide en estos momentos perdón solemnemente a Dios y a la Humanidad, pero ¿merecía el asunto tanta mixtificación? Yo me pregunto ¿a quién beneficia?

    1998/03/09

    H.  escribió:

    > Rectificación: un especialista, no el *mayor*. Que se llame "Henry" y no
    > "Enrique", "Henrique" o "Enric" no le da mayor gloria ni mayor conocimiento.
    > Sólo mayor prestigio. Respecto a los argumentos que tengo... pues simplemente
    > los que aparecen en bibliografía sobre el tema.
    > Mira, Roma, como tantas otras instituciones, tiene una afición al secretismo
    > desmesurada, incluso en asuntos relativamente inocuos. La apertura del Vaticano
    > y del ex-Santo Oficio no es tal. Conozco a un conocido catedrático de Historia al
    > que le retiraron el permiso para investigar en sus archivos, a pesar de que sus
    > libros no son anti-Iglesia y ser él mismo jesuita (y no de los tremendamente progres).
    > También debo decir que en los 3 últimos años no sé si le volvieron a conceder el
    > permiso. Te hablo de una situación de hace unos 4 años.
    >
    > ¿Qué a quién beneficia? No es un problema de beneficios. Es simplemente una cura
    > de humildad para quienes, olvidándose de su historia, tienen tendencia a ensalzarse
    > indebidamente. Si alguien alardea de honradez y se pone como ejemplo de ella, y tú
    > sabes que ha robado, no podrás evitar decirle "Perdona, pero antes de subirte al podio y
    > coronarte de laureles, recuerda que...." y le recitarás su historial delictivo. Algo
    > semejante ocurre con la Iglesia y con otras instituciones religiosas, políticas, etc.
    > Hala, un saludo.

    Mal rayo parta a la Iglesia si se pone de ejemplo de nada. Dejaría de ser depositaria de la fe y se habría apartado del único ejemplo que vale la pena seguir, el del único que pasó haciendo el bien, el del único al que la Iglesia rinde pleitesía y amor esponsal: Nuestro Señor Jesucristo. Yo, como hijo de la Iglesia y persona cultivada (ahora me volverán a decir pedante), defiendo, con todo, el increíble saldo positivo que arroja su acción en el mundo. Pero no escurro el bulto. Conozco los errores de sus miembros a lo largo de la historia y hasta los disparates, pero lo del historial delictivo no me lo trago. Sería como no tener ojos en la cara, ni sesos en el cráneo. No se puede subsistir dos mil años apuntando a todos con la bayoneta y encima tener cientos de millones de fieles.

    Las ideas modernas pasan, los montajes contemporáneos se desbaratan, los ídolos del siglo XX caen, los santones de entreguerras se revelan pobres hombres y vosotros tenéis que remontaros continuamente a un peliculero XVI, para intentar avergonzar a la Iglesia. Pero un tambaliche no dura dos mil años. Un armatoste bimilenario no podría estar tan lozano, ni tendría hoy a tantos tan intensamente ocupados en debelarlo.
     

    D. Ll. replicó:

    > Muy interesante lo que dices. Llama mucho la atención lo que duran ciertas
    > cosas. En parte por saber por qué 2000 de cristianismo es lo que me anima a
    > estar al tanto de las opiniones que van saliendo.
    > Tenemos respuestas parciales, tanto mejores conforme las ciencias sociales
    > y la ciencia natural van dando mejores teorías. En esas estamos, en entenderlo,
    > pero no puedo compartir tu visión entusiasta. Hay opiniones muy acertadas
    > que sugieren que la violencia y la pobreza son métodos efectivos para hacer durar
    > ciertas instituciones.

    Sí D. Ll., tú lo has dicho: la violencia y la pobreza. Has dado en el clavo. En estos días tienes un ejemplo: la pobreza y el desprendimiento que practican los misioneros secuestrados en Sierra Leona y salvados por los pelos, olvidándose de sí mismos y dándose sin reservas a sus hermanos africanos. Y la violencia. La que han practicado sobre ellos (bestial, D. Ll., han sido testigos hasta de antropofagia por parte de sus captores) y ellos no devolverán ni pagarán con la misma moneda. Antes bien, están ansiosos por volver a sus puestos, que, como sabes, se hallan entre los más míseros de los míseros. Imposible resistirse: una mentalidad así derriba los muros espaciales o temporales que se le pongan por delante. Ahí tienes el secreto de la longevidad de la Santa Iglesia, que está más joven que nunca.
     

     
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    J. K.  escribió:

    > Los regimenes comunistas del Este de Europa, y tú lo debias de saber mejor
    > que nadie, siguen mas el esquema social y juridico del Antiguo Regimen que
    > del nuevo. ¿Dónde tenian esos paises las garantias juridicas que propugna el
    > Nuevo Regimen?, ¿crees que eran defensores de la presuncion de inocencia?.

    Yerras de parte a parte. El marxismo hunde sus raíces en la mismísima teoría rousseauniana, enriquecida por el estatalismo hegeliano y por quienes, como Marx y Engels, se situaron a la izquierda del mismo Hegel, frente a ideologías como la nacionalsocialista o la fascista, ubicadas a la derecha. Todas, todas esas ideologías son hijas de nuestro tiempo. Nada de Antiguo Régimen. Ya lo sé yo que no respetaban la presunción de inocencia ni muchísimas cosas más, pero ese principio ni siquiera nace con la Revolución Francesa, sino que su formulación es muy anterior. Además, identificar Antiguo Régimen con "malísimo" y era contemporánea con "buenísimo" es pueril y denota un desconocimiento profundo de la Historia.

    > El que determinados grupos se hicieran con el poder en un tiempo
    > determinado no quiere decir que sean los representantes de esa época.

    En medio mundo lo fueron y durante setenta años. Y en el otro medio, los fascismos y nacionalsocialismo criminales, todos -repito- hijos de nuestro tiempo y desconocidos en el Antiguo Régimen, con todo su absolutismo y su mala sombra. El único fruto maduro y benéfico lo han constituido, con sus lacras, colonialismo incluido, las denostadas, culpabilizadas y odiadas democracias liberales occidentales.

    > Mira, las democracias occidentales, de las que por desgracia los fascistas
    > nos mantuvieron alejados hasta hace poco, jamás se han tambaleado ante
    > el oso comunista, han tenido una salud muy buena.

    No me hagas reír, J. K. Cualquiera que haya profundizado en su historia ha sido capaz de constatar la extrema debilidad de algunas, corroídas principalmente por el marxismo proselitista financiado y por los grupos terroristas de ultraizquierda.

    > La idea de la democracia acorralada por el comunismo nada
    > más la he visto en algún patriota obsesionado en EE. UU.

    No te pienso dar una clase de historia aquí mismo. Si te interesa, busca por tu cuenta: los medios los tienes a tu alcance. Por cierto, la última palinodia al respecto -sincera, no lo dudo- la he leído precisamente en una autora muy cara a vosotros: la novelista y columnista de "El País" Rosa Montero [tengo recogido su artículo en La presión de las consignas]. Todo lo que escribe últimamente tiene enorme interés para quienes saben leer entre líneas.

    > No quiero pensarlo y menos afirmarlo, pero en ocasiones me
    > parece que desearías la reinstauración del Antiguo Régimen.

    Aquí es donde te destapas: sabía a ciencia cierta que lo decías por mí. Me he acostumbrado ya, no sufras.

    J. K.  me escribía semanas después:
     
    > Muchacho, si los curas que conozco no hacen sino quejarse de los papeleos
    > que tienen que hacer. Ademas, si algo caracterizó a la Inquisicion fue la
    > burocracia y su complejo entramado.

    Cuidado, J. K., cuidado y no mezcles. Un proceso en el que está en juego la vida o el honor de la gente tiene que tener papeles. Porque los papeles son garantías de objetividad y respeto por las formas, de las que puede depender una condena o una absolución. Sin desmerecer por ello las vistas orales, Dios me libre, pero todo a su debido tiempo.

    Con todas las críticas que se les puedan hacer, los procesos del Santo Oficio eran sesudos y escrupulosos. Es decir, no eran pantominas. Por eso precisamente les reprocharemos lo injusto de reprimir así las herejías y las desviaciones, pero nadie que no sea un intoxicador podrá hablar de crímenes masivos, masacres y menos aún de genocidios. Porque se respetaban exasperantemente las formas y se absolvía a quien era hallado inocente. 7.000 víctimas, ejecutadas gustosa y diligentemente por el brazo secular, en todos sus siglos de historia. Ni más, ni menos.

    A. V.  escribió:

    > Como sin duda sabrás, un tal Henry Kamen (imagino que pariente del
    > anterior :-) ) en "España: una sociedad conflictiva", cifra en unos
    > 10.000 los muertos por la Inquisición, sólo en el decenio 1480-1490
    > y sólo en Castilla (mañana te traigo el dato exacto, si te interesa).
    > Debe equivocarse sin duda, cuando dice que son más de 7000 en
    > todo el mundo, en toda la historia...

    ¿Pero cómo? ¿Que tú no sabes todavía que el propio Kamen ha rebajado extraordinariamente las estimaciones y modificado las conclusiones de sus trabajos de los años setenta? Los avances en investigación, chico, que también afectan a la historiografía.

    ¿No ves la cara de contento que se le pone a Joseph Ratzinger -prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, o sea del Santo Oficio- cada vez que ve caer un tabú y resplandecer la verdad? Y eso que hablo de un tío que no tiene empacho en admitir humildemente las sombras que haga falta, pero no las que le quieren cargar unos pretendidos puros renuentes a ver sus innumerables defectos.

    A. V.  escribió:

    > No, Migue, como de costumbre no has captado el fondo de la discusión.
    > No se está discutiendo sobre una persona, sino sobre lo que esa
    > persona dice. Te simplifico los argumentos, a ver si los captas:

    Qué bárbaro, A. V.  Cada vez veo más claro la dificultad que tienes para leer entre líneas. No, hombre, no: mi mensaje, como tantos otros, va dirigido a la denuncia de la hipocresía de nuevo cuño. La hipocresía de los puros, que preconizan un mundo nuevo que envejece a toda prisa, un mundo humano que se ha llevado por delante a multitudes de hombres y que no por ello deja de mostrarse altivo y superior. Los puros, que, sin decirlo abiertamente, hacen de los defectos individuales norma universal, en lugar de reconocer la propia pequeñez e intentar mejorarse a sí mismos, y de paso al mundo.

    > A) La iglesia es un producto únicamente de los hombres, sin
    > intervención divina. Como toda organización humana habrá
    > que juzgarla en su contexto histórico, y en ese sentido la
    > Inquisición, con toda su burocracia, no es peor que los
    > pogromos que se realizaban "por libre" en la misma
    > época en distintos puntos de Europa.
    >
    > B) La Iglesia se proclama fiel seguidora de Cristo e inspirada
    > por Dios, y como tal su doctrina es inmutable y fiel a las
    > enseñanzas de Jesús. La doctrina que alienta la Iglesia
    > actual es la misma que la movía en el siglo XV. Decir lo
    > contrario supone admitir que la doctrina cristiana cambia
    > con el tiempo.
    >
    > ¿Con cuál de las dos opciones te quedas?

    Todo esto es muy simple. Hay más opciones, entre ellas la católica. La doctrina de Jesucristo es inmutable. Por preservarla fiel, la Iglesia ha tenido que sufrir innumerables ultrajes. Hoy mismo defiende en solitario la dignidad de la vida humana desde el instante de la concepción sin rebajarse a integrismos de ninguna clase, sino inmersa en una sociedad plural, libre y democrática. Por eso precisamente es odiada, porque mira hacia un futuro humano sin rebajarse a los cutre-progresismos ni a los ideales cavernícolas.

    Pero si la doctrina de Cristo no cambia, no siempre los hombres que siguen con armas y bagajes a Cristo han estado acertados. A veces por ignorancia, a veces por la incuria de los tiempos, y muchas veces por el pecado. Sí, sí, por el pecado en que todos incurrimos y que nos aparta de Dios voluntariamente devolviéndonos también a nuestra realidad imperfecta. Pero una cosa te digo, el papel de la Iglesia tras dos mil años de historia, al revés de las tropecientas ideologías que dan de lado al legado cristiano, ha sido beneficioso para la Humanidad (como supondrás, exceptúo a los ogros). Con todos sus descarríos (infinitamente menos de los que les queréis colocar, pasando por encima de la mismísima Historia) su saldo es muy positivo.

    > A su vez, entremezclada hay otra discusión, asociada a la
    > cuestión del Relativismo Cultural.
    >
    > 1) No podemos opinar de lo que ocurre en otras culturas o
    > en otros tiempos, pues no pertenecemos a esa comunidad o
    > época. Hay que respetar cada manifestación cultural en su
    > context, tanto si se trata de la esclavitud infantil como
    > de la ablación del clítoris.
    >
    > 2) Existe una moral, llamemosla "universal", aplicable en
    > todas las circunstancias y que nos permite opinar sobre lo
    > que ocurre en otros sitios o sobre lo que ocurrió hace
    > 500 años.
    >
    > ¿Con cuál de las opciones te quedas?

    Busca un solo mensaje mío en el que haya justificado (o sea, dar por bien hechas y justas) las siete mil muertes que el brazo secular aplicó a partir de las condenas de la Inquisición en el año de Maricastaña. Aunque abjure de muchas de sus creaciones yo soy un tío del siglo XX. Mi labor, además, como docente es mostrar la realidad tal y como fue, para que cada cual saque sus conclusiones.

    A las alturas de finales del siglo XX, me parece lamentable lo ocurrido con la Inquisición en el año del catapún. Pero mucho más peligroso y nocivo me parecen los intentos racionalistas actuales de secuestrarnos la Historia, vendiendo a la gente sencilla, con un tremendo despliegue propagandístico y mediático, una Edad Media, un Renacimiento, un Barroco... que no existieron en realidad. Todo, todito, por un odio personal hacia la Iglesia católica, porque aún se atreve a decir que existe el bien y que existe el mal. Que al hombre no le conviene entregarse acríticamente a sus apetencias. Que matar nos mata por dentro. Que el lujo en que nos zambullimos supone la miseria de muchos hermanos. Y porque encima osa afirmar su confianza en el hombre, porque mereció que un Dios muriera por él.

    > Como ves, en ningún punto de la discusión se habla de nadie en
    > concreto, ni se opina sobre el firmante, sino sobre sus argumentos.

    Tú lo dices. En ningún punto.
     
    > P. S.: Como te conozco, sé que no contestarás
    > a ninguna de las dos preguntas que te hago.

    ¿Y dices que me conoces? Además, tú también sabes irte muy bien de rositas...

    C.  escribió:

    > Y no te cito el caso de Servet porque fue Calvino quien lo quemo vivo.
    > Pero en la católica España no le habría ido mucho mejor.

    Sé que a muchos debe estar cansando el que conteste a todo y con tanta presteza, pero el trasfondo de este comentario me da pie a contrarrestar tantas expresiones dichas todavía más a la ligera con las que nos dejamos acunar por la pereza mental y, sencillamente, faltamos a la justicia cuando valoramos a nuestros antepasados.

    Para contrarrestar estas creencias anquilosadas y nunca sometidas a crítica paso a transcribir las declaraciones del eminente catedrático de Historia de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Samalanca, don José Ignacio Tellechea, durante el Simposio Internacional sobre la Inquisición que organizó el Vaticano a primeros de este mes.

    Muchos me achacarán el traer a colación las afirmaciones de un profesor vinculado a una institución de la Iglesia. Están en su derecho, pero les pido que no se dejen acariciar -por segunda vez y definitiva- por la modorra cerebral y reparen en que a estos niveles, y cuando la intelectualidad de todo el mundo está pendiente de las conclusiones del Simposio, no van a invitar a un pelagatos, ni éste se va a poner a proferir sandeces...:
     

      <<Con respecto a las víctimas mortales se han dado cifras enormemente
      abultadas. Uno de los últimos investigadores, un danés, Henningsen [vid. infra],
      que estaba en el congreso vaticano, hizo un cálculo en el que, prescindiendo
      de los primeros quince años en los que no se tienen datos precisos, concluía
      asegurando que en toda la historia de la Inquisición española se ejecutaron
      a dos mil personas. Si tenemos presente, como se dice, que sólo en Alemania
      por brujería fueron muchas más las que murieron en el siglo XVII, ese dato
      relativiza la Inquisición con respecto a otras situaciones>>.

      <<[La Inquisición española] Era una institución que estaba vigente con una
      organización extraordinaria: inquisidor general, consejo de Inquisición
      –similar a otros consejos de Estado–, tribunales de distrito... Una máquina
      enorme que llega hasta el siglo XIX. Esto no sucedió en ningún otro país.
      Esto no quiere decir que en otros países no haya habido otras instituciones
      análogas. Pensemos por ejemplo que por recoger a un sacerdote católico en
      Irlanda podía haber una pena de muerte o un castigo muy severo, o por no ir
      a los cultos anglicanos se ponía una multa. No había Inquisición, pero sí
      una represión religiosa>>.

      <<Al emitir juicios sobre el pasado, es importantísimo situarnos en el
      contexto. Cuando pensamos, por ejemplo, en que había legislaciones
      medievales que obligaban a cortar la mano al ladrón o la lengua al
      blasfemo, nos damos cuenta de que el derecho penal ha evolucionado mucho.
      Cuando vemos que la tortura era un procedimiento normal, legal, admitido
      hasta el siglo XIX *, nos damos cuenta de que es necesario tener una
      sensibilidad por los métodos del pasado para poder valorar y juzgar el
      pasado. Nunca podemos afrontarlo con nuestros criterios. Eso es una
      atrocidad contra la historia. Escuché a un decano de una facultad de
      Derecho de Ginebra hablar de los mecanismos y de la ideología represora de
      Calvino en Ginebra. Era la misma justificación que la de la Inquisición
      católica. ¿Dónde está la diferencia? En que para el calvinista el malo es
      el católico; mientras que, para el católico, es el calvinista. Las dos
      cabezas discurrían exactamente igual>>.
       

    * Permitidme una reflexión personal: me hallo estudiando los discursos forenses de Isócrates, un orador ateniense que, merced a su prolongada vida conoció de primerísima mano, el tan admirado y glosado esplendor de la Atenas del siglo V a. C., la Atenas de Pericles, faro del mundo antiguo, así como su decadencia mortal. Pues bien, en los alegatos del abogado de litigios privados (depósitos bancarios, reclamaciones de sumas,  injurias leves...) que entre otras cosas fue Isócrates, aparecen continuas alusiones a las evidencias  obtenidas en interrogatorios legales practicados sobre esclavos con uso y abuso de los tormentos. ¡Torturas procedimentales en la clara Atenas de Pericles y de Sócrates! Oye, y como si nada...
     

    [De Gustav Henningsen puede leerse un interesantísimo y revelador artículo en la web de la Archidiócesis de Madrid. Su título: LA INQUISICIÓN Y LA BRUJERÍA]
     

     
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    De nuevo, la Inquisición

    1998/05/28

    Yo había escrito de pasada:

    > > Pues, por lo que respecta a la Inquisición, ella sólo dictaminaba. La
    > > sentencia y su ejecución correspondían al 'brazo secular' (el poder
    > > civil, absolutamente partidario, por cierto, de esta forma de control
    > > social).

    Y  H. L.  replicó:

    > Pero qué valor tienes... Y el tribunal que condena a muerte
    > lo único que hace es traspasarle el reo al verdugo.
     

    Servidor ni quita ni pone rey (pero ayudo a mi señor, je, je; qué grande eras Duguesclin...):
     
    La Inquisición era un Tribunal de Jurisdicción Real, que  imponía penas tipificadas en los códigos que promulgaba el poder civil, es decir, el Estado. Que, insisto, tenía verdadero convencimiento de que éste era el medio más idoneo que había de control social.
     
     
    [Artículo aparecido en el diario "El País" correspondiente al miércoles 19 enero de 2000:

                                    NETANYAHU Y LA INQUISICIÓN

                  Por José Antonio ESCUDERO, director del Instituto de la Inquisición.

                  El interés de los historiadores por la Inquisición española, manifiesto en el último
                  cuarto de siglo en forma de centros de investigación, cursos, congresos, reuniones
                  científicas, libros y revistas, se ha visto reactivado ahora con motivo de la aparición
                  de un llamativo libro de 1.300 páginas, Los orígenes de la Inquisición en la
                  España del siglo XV, de Benzion Netanyahu, padre del ex primer ministro de
                  Israel. Del libro se hizo amplio eco este periódico ("Babelia", 4 de diciembre de
                  1999), pronunciándose luego sobre él el prestigioso académico don Antonio
                  Domínguez Ortiz. Ya hace muchos años tuve ocasión de participar en una reunión
                  científica (Nueva York, 1983) donde Netanyahu anticipó polémicamente sus tesis.
                  Al publicarse el libro, me ocupé de él con detenimiento en la Revista de la
                  Inquisición, interviniendo luego como ponente crítico, junto a otro ponente
                  decididamente favorable y laudatorio (el profesor Alcalá), en los dos congresos
                  (Lisboa 1998, y Cuenca 1999) que han tratado estas cuestiones. Ello me lleva a
                  traer aquí algunas reflexiones sumarias sobre la obra que tanta expectación ha
                  despertado.

                  Según ha sido creencia común, la Inquisición fue creada en España (por bula de
                  Sixto IV de 1 de noviembre de 1478, a petición de los Reyes Católicos) para
                  combatir el criptojudaísmo de los conversos. La Inquisición iba dirigida así contra
                  los conversos, o falsos conversos, que mantenían unas prácticas judaicas
                  incongruentes con su nueva religión cristiana. Esta motivación (una Inquisición
                  creada por motivos religiosos, para velar por la puerza de la fe) es la que
                  proclaman todos los textos fundacionales (bulas de los papas, documentos de los
                  reyes, instrucciones, cartas, etcétera), lo que no impidió que en el XIX autores
                  como Llorente o Ranke hablaran de un pretexto, lo religioso, y de unas
                  verdaderas y ocultas motivaciones, bien de carácter político (domeñar a la nobleza,
                  o centralizar el poder en una España plural), o de carácter económico (apropiarse
                  las fortunas confiscadas de los reos).

                  Netanyahu se adhiere en parte a esas críticas (las motivaciones
                  político-económicas), pero además presenta un nuevo y original argumento: la
                  Inquisición habría sido creada como un instrumento de política racista. En cuanto
                  a los móviles económicos, y habida cuenta de que ya los especialistas han
                  demostrado que la Inquisición no fue precisamente un buen negocio, Netanyahu
                  sostiene que aunque el afán de dinero no fuera motivo determinante de la creación
                  de la Inquisición, lo económico luego se instrumentalizó, tratándose de sacar
                  partido de ello. En lo que respecta a los móviles políticos, cree él que la Inquisición
                  fue instrumento de una compleja operación consistente en ganar para la causa regia
                  el apoyo de las ciudades, debilitando a la nobleza y garantizando el absolutismo
                  monárquico. Con todo, su tesis principal y más novedosa es la que presenta a la
                  Inquisición como instrumento racista que pretendía una solución genocida: el
                  exterminio de los conversos. Establece así un paralelismo de la actuación
                  inquisitorial con el exterminio nazi. Sobre todo ello, cabría decir lo siguiente:

                  a) Es incomprensible que esa Inquisición racista fuera fundada por un rey, como
                  Fernando, conocidamente antirracista y amigo y protector de los conversos. ¿Pero
                  es que acaso el Papa le otorgó una Inquisición racista distinta a la pedida por el rey
                  antirracista? En absoluto. Fernando logró exactamente lo que quiso. Ni que decir
                  tiene que este enigma se resuelve aceptando que Fernando fue amigo de los
                  conversos y enemigo de los falsos conversos, a los que sí persiguió.

                  b) Si la Inquisición fue racista contra los conversos judíos, ¿por qué persiguió
                  también a los moriscos?; ¿eran ellos de la misma raza? Y si fue racista contra los
                  judíos conversos y los moriscos, ¿por qué persiguió a los protestantes europeos
                  que vinieron a España y a los propios protestantes españoles?; ¿cuál es aquí la raza
                  común? Y si fue racista contra conversos, moriscos y protestantes, ¿por qué
                  persiguió también a los cristianos viejos y luego a una multitud de eclesiásticos,
                  frailes y monjas, obispos, cardenal de Toledo, etcétera? ¿Cuál era la raza
                  perseguida por la pretendida Inquisición racista? El único vestigio racista de la
                  historia inquisitorial es la limpieza de sangre, fenómeno sobrevenido y posterior.

                  c) Si la Inquisición fue ideada para eliminar la competencia de los prósperos
                  conversos, y si las gentes que sufrían esa competencia eran las oligarquías
                  municipales de cristianos viejos, ¿cómo se explica que las Cortes de Castilla,
                  donde esas oligarquías hacían oír su voz, nunca pidieran que la Inquisición fuera
                  introducida? Y si el motivo discriminatorio fue racista, ¿cómo se explican los
                  incesantes matrimonios de acaudalados conversos con cristianos viejos?

                  d) Netanyahu cree que la Inquisición fue pedida por los reyes al papa por unas
                  razones, y justificada en los documentos por otras. Imagina así una especie de
                  farsa general, o confabulación general, para justificar con fines religiosos otros
                  perversos y secretos motivos. Ahora bien, con independencia de que resulta
                  literalmente inimaginable un fenómeno así a lo largo de siglos, conviene recordar
                  que nada más fundarse la Inquisición, el papa Sixto IV y el rey Fernando tuvieron
                  un dramático enfrentamiento en el que, por escrito, se dijeron de todo. Lo único
                  que el papa no dijo es que el rey hubiera actuado movido por otros móviles. Le
                  acusó incluso de haberle engañado, sin duda por reservarse el rey el nombramiento
                  de los inquisidores, pero no porque la finalidad de la Inquisición fuera otra. En el
                  motivo religioso estaban todos de acuerdo.

                  e) La comparación con el exterminio nazi resulta inadmisible. Y ello no sólo por
                  razones cuantitativas (el número de víctimas, escandalosamente disímil), o por
                  mezclar en el mismo saco fenómenos represivos de siglos y circunstancias harto
                  distintas (en el siglo XV la herejía era considerada delito), sino además por razones
                  cualitativas de carácter penal. En un sitio se trata de condenas en virtud de
                  procesos individuales; con una lamentable presunción de culpabilidad y dudosas
                  garantías, si se quiere, pero procesos individuales al fin. En otro, de masacres
                  colectivas e indiscriminadas, realizadas sin juicio alguno. ¿Significa esto una
                  indirecta defensa de la Inquisición? En absoluto. Ahora bien, rechazando cualquier
                  forma de represión, y repudiando cualquier forma de intolerancia, resulta obvio que
                  no todo ha sido lo mismo.

                  f) Resulta sorprendente la unilateralidad de Netanyahu en el tratamiento de las
                  fuentes: su elogio sin medida de las obras y autores pro-conversos, y su acritud
                  beligerante hacia todo lo que no encaja en sus tesis. Él no cree en lo que dicen los
                  papas, ni los reyes, ni los inquisidores, ni los tratadistas inquisitoriales, ni ningún
                  testimonio anti-converso. Sí cree a pies juntillas cualquier testimonio de los
                  pro-conversos. La pregunta podría ser pues: ¿por qué no hay que creer a los
                  Reyes Católicos y a Sixto IV, que fueron quienes pidieron las bulas y quien las
                  otorgó, y sí hay que creer a gente como Isaac Abravanel o Isaac Arama cuando
                  dicen que los conversos no judaizaban?

                  g) Y una última y fundamental cuestión. Toda esa presunción de farsa general,
                  alegando falsos motivos religiosos para encubrir los verdaderos, racistas y
                  políticos, es construida por Netanyahu sobre cierto argumento que parece la línea
                  de flotación del libro. Se trata de un argumento de congruencia, basado en la
                  habitual proporción que suele darse en la vida entre medios y fines, o entre los
                  males y remedios empleados. Él asegura que los judíos tuvieron a los conversos
                  por traidores y no por héroes. Con otras palabras, que los conversos no fueron
                  mayoritariamente falsos conversos, sino verdaderos, es decir, cristianos auténticos.
                  Siendo pues el problema criptojudío un problema residual y menor, ¿cómo se
                  pudo crear un aparato como el de la Inquisición para remediar aquello?
                  Conclusión: aunque los documentos digan lo que digan, la Inquisición tuvo que ser
                  creada para otra cosa. Pero este argumento, aparentemente persuasivo, es fruto
                  de una falacia. En él Netanyahu compara lo que el problema converso era
                  entonces, o lo que él cree que era, con lo que la Inquisición llegaría a ser. Así aun
                  aceptando que el problema de los falsos conversos fuera un problema menor, cosa
                  bien difícil de aceptar, Netanyahu olvida que lo que hicieron los reyes tras recibir la
                  bula del Papa fue nombrar a dos frailes desconocidos para intervenir en Sevilla. Es
                  decir, que no se arbitró un remedio espectacular para un problema pequeño (que
                  dé a pensar que el fin pretendido fuera realmente otro), sino un remedio en
                  principio bastante ajustado al problema. Con los años, la Inquisición creció más y
                  más, pero eso ya es otra historia. Por lo demás, y en favor de que la solución era
                  bastante previsible, conviene recordar que ya Juan II pidió al papa Nicolás V, y
                  también Enrique IV a Pío II, introducir la Inquisición en Castilla, accediendo los
                  pontífices mediante dos bulas, de 1451 y 1462, que luego quedaron en papel
                  mojado. Los Reyes Católicos lo intentaron por tercera vez, y en 1478,
                  lamentablemente, el aparato inquisitorial se puso en marcha.

                  Las discrepancias expuestas hasta aquí no impiden destacar la importancia del libro
                  en cuestión, la ardua labor de investigación que lo ha hecho posible, y la luz que
                  arroja en múltiples cuestiones. Netanyahu es una primera autoridad y su obra
                  merece reconocimiento y respeto. Ojalá en el futuro esas tesis centrales, por ahora
                  inaceptables, puedan ser reconducidas y matizadas por su prestigioso autor.

     
    Réplica publicada también en el diario "El País", número correspondiente al jueves 3 de febrero de 2000:

                       RESPUESTA AL PROFESOR DOMÍNGUEZ ORTIZ

                  Por B. NETANYAHU, historiador israelí.

                  El 16 de diciembre publicó EL PAÍS en estas páginas un artículo del profesor
                  Domínguez Ortiz, que se supone era una reseña y valoración de mi libro Los
                  orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV (Barcelona, Crítica, 1999).
                  Digo "se supone" porque leído el artículo y lo que presentaba como "lo esencial" de
                  mi tesis, dudé de si el autor estaría pensando en una obra imaginada que me
                  adscribía por error. Pues no sólo sustituyó mis ideas sobre temas fundamentales
                  por otras totalmente ajenas a mi pensamiento, sino que me atribuía "conclusiones"
                  exactamente contrarias a las que yo presento en mi estudio. ¿Parece difícil de
                  creer? El lector atento y veraz podrá verlo con las siguientes observaciones.

                  "La tesis central" de mi obra, dice Domínguez Ortiz, es que los Reyes Católicos
                  fundaron la Inquisición para destruir la poderosa minoría judeo-conversa
                  (cursivas mías). Pero yo no he dicho, sugerido ni aludido en ningún lugar a que ése
                  fuera el propósito de los Reyes Católicos. Al contrario, he afirmado que
                  rechazaron de plano esta "solución", que era la propugnada por los racistas (los
                  enemigos más encarnizados de los conversos), si nos atenemos a los escritos de
                  sus dos campeones: Marcos García y Alonso de Espina (Los orígenes... págs.
                  455-457; 756-758). Igualmente rechazaron los Reyes la "solución" de la expulsión,
                  que para Espina era la segunda alternativa (pág. 754), o incluso la supresión de los
                  derechos de los conversos mediante edictos discriminatorios contra ellos (págs.
                  914; 960). Los Reyes Católicos fundaron la Inquisición con propósitos muy
                  distintos, que he señalado y explicado claramente en mi obra (págs. 913-916,
                  922).

                  Sin embargo, Domínguez Ortiz pasa por alto cuanto yo he dicho sobre las razones
                  de los Reyes para establecer la Inquisición, y en su lugar me atribuye la idea de que
                  el plan de "destrucción" no sólo fue iniciado por la Inquisición española, sino que
                  fue puesto en práctica y logró plenamente su finalidad. Según esto, refiriéndose a la
                  fase histórica de la Inquisición que comenzó hacia 1520, presenta lo que da como
                  opinión mía: "Destruida la minoría marrana, la Inquisición buscó luego otras
                  víctimas (protestantes, moriscos) para justificar su existencia". La verdad es que yo
                  he aducido una serie de razones por las que la Inquisición se extendió a otros
                  grupos; pero entre ellas no estaba la "destrucción de los conversos" (págs.
                  976-980). Es más, la primera razón que menciono es el haber comprobado la
                  Inquisición que no había logrado "derrotarlos" y que los conversos continuaban
                  resistiéndola con tesón y poniendo más y más obstáculos en su camino (pág.
                  977). He dicho también que al extender sus tentáculos, la Inquisición no cesó en su
                  impulso anticonverso, y que durante los siglos XVI y XVII, el Santo Oficio
                  continuó mandando conversos a la hoguera (pág. 979). Obviamente, cuando yo
                  escribía estas cosas, estaba muy lejos de pensar que los conversos hubieran sido
                  destruidos.

                  Pero esto no es todo. La misma increíble tergiversación se repite después,
                  acompañada por la "prueba" de mi supuesto error. Nuestro crítico escribe que
                  "hacia 1530, cuando la minoría conversa, según la teoría de Netanyahu, había sido
                  destruida, encontramos conversos por todas partes y muy bien situados". Parece
                  haber olvidado que yo mismo, al describir la situación en años posteriores, o sea,
                  ¡hacia 1550!, sostengo que los conversos seguían trabajando en sus ocupaciones
                  tradicionales, en las profesiones liberales y administraciones urbanas, y en muchos
                  cargos en las iglesias (pág. 1.066). He notado también que sus matrimonios con los
                  cristianos viejos continuaron sin parar durante los siglos XVI y XVII, hasta el
                  punto de que Spinoza podía escribir en 1670 (a base de la impresión común
                  aunque imprecisa) que los conversos "de tal manera se han mezclado con los
                  españoles que no queda recuerdo ni memoria de ellos" (pág. 971). No comprendo
                  cómo ha podido decir el profesor Domínguez Ortiz que yo consideraba al grupo
                  converso "destruido" hacia 1520, cuando afirmo repetidamente que en los dos
                  siglos siguientes continuaron aportando funcionarios para muchos cargos,
                  numerosos reos a los procesos inquisitoriales, y millares, en realidad cientos de
                  miles, de candidatos para el matrimonio con cristianos viejos.

                  Pero volvamos a los Reyes Católicos y a sus razones para fundar la Inquisición.
                  Domínguez Ortiz no sólo da una impresión errónea de mi pensamiento fijándose en
                  la destrucción como el supuesto propósito de los Reyes, sino atribuyéndome la
                  idea de que se movieron a esa solución porque esperasen el estallido de algunos
                  disturbios populares. "Conoce muy mal el carácter de los Reyes Católicos",
                  escribe, "quien piense que podrían doblegarse ante unos tumultos populares".
                  Podría suscribir esta afirmación (aunque con algunas reservas), pero ¿qué tiene que
                  ver conmigo? Yo les atribuyo a los Reyes motivos de mucho más peso, basados
                  en su apreciación de la situación del país y de su valoración de las fuerzas que
                  estaban en juego. Se dieron cuenta de que el movimiento anticonverso se había
                  extendido hasta englobar a la mayoría del pueblo (pág. 913) y consideraron su
                  "explosivo potencial revolucionario" que podía conducir a desórdenes a gran
                  escala (pág. 833). Ellos sabían que la fuerza motriz de aquel fogoso movimiento
                  era el odio enconado a los cristianos nuevos, y viendo cómo ese odio crecía y se
                  extendía, "consideraron necesario parar su crecimiento y difusión antes de que
                  produjera nuevas poderosas explosiones que podían destruir todo el reino"
                  (pág. 912). Éste era el problema que, a mi juicio, los Reyes Católicos se sintieron
                  obligados a resolver, y no simplemente unos "tumultos populares" como
                  Domínguez Ortiz me atribuye en su resumen de mi idea.

                  Ignorando mi conclusión de que la Inquisición se creó para calmar la fogosidad del
                  partido anticonverso y asegurar así la estabilidad del reino, Domínguez Ortiz afirma
                  sin reservas: "La Inquisición española fue producto del fanatismo religioso" y la
                  única cuestión que se propuso resolver fue la de los conversos judaizantes. El
                  problema, sin embargo, está en que, como indican nuestras fuentes, hacia 1480 no
                  existía tal cuestión, excepto en una fracción mínima; los conversos estaban
                  cristianizados y alejados del pueblo judío.

                  Domínguez Ortiz piensa que puede esquivar esta dificultad con una nueva teoría
                  por él pergeñada para explicar lo que había ocurrido: "Resulta incomprensible",
                  dice, "que los descendientes de los forzados conversos fueran cristianos sin fisuras:
                  lo lógico es que no pocos conservaran el recuerdo de la antigua fe y volvieran a
                  ella, aunque con práctica irregular y contaminada, que es lo que suscitaría el
                  adverso parecer de los rabinos acerca de la autenticidad de su judaísmo". Así,
                  contra el vasto cuerpo de fuentes judías, que pintaban a los conversos como
                  completamente cristianizados y como enemigos del judaísmo y de todo lo que
                  representaba, tenemos ahora la novel teoría de Domínguez Ortiz sobre la conducta
                  de los descendientes de los conversos forzados, en la tercera y cuarta generación,
                  teoría no respaldada por una sola fuente, y contraria a todo lo conocido sobre
                  conversiones judías. Pero, además, las conclusiones extraídas por mí de las fuentes
                  judaicas concuerdan plenamente con lo dicho en las obras sobre los conversos
                  escritas por autoridades conversas y de cristianos viejos, obras cuyo contenido
                  he resumido, analizado y hecho accesibles al público. Sin embargo, Domínguez
                  Ortiz no presta atención a las trascendentales conclusiones extraídas por mí de
                  estas fuentes, ni cita una sola palabra de ellas. Su excusa es que utilizo estas fuentes
                  "con métodos muy discutibles", ya que sólo doy crédito "a los autores que
                  favorecen mi tesis y descalifico sin contemplaciones a los que la contradicen".

                  ¿Sin contemplaciones? He dedicado más de 200 páginas de mi libro al análisis
                  detallado de las ideas y acusaciones de los autores y líderes anticonversos. Si
                  después de mi cuidadoso escrutinio de sus obras, termino descalificándolos como
                  testimonios fidedignos en todo lo relativo a la religión de los conversos, no ha sido
                  porque la mayoría de sus afirmaciones estén en completa contradicción con el
                  resto de mis fuentes (de judíos, conversos y cristianos viejos), sino porque están
                  repletas de acusaciones indignas de crédito, fundadas en mentiras, libelos y
                  absurdos, lo cual demuestra la falta de respeto de sus autores por la verdad y su
                  insaciable deseo de denigrar a los conversos y poner fin a su asociación con los
                  cristianos viejos de España. Pero hay más: este juicio no es sólo mío; fue
                  compartido por cristianos viejos de la mayor altura moral y legal, hombres como
                  Fr. Alonso de Oropesa y Alonso Díaz de Montalvo, que expresaron en los
                  términos más despectivos su opinión sobre los agitadores anticonversos. Baste
                  recordar que, según Oropesa, estaban "tan corrompidos por la mancha de la
                  envidia y la ambición" que los consideraba incapaces de aceptar ningún argumento
                  demostrativo de sus errores y de su perversa conducta (pág. 809). No veía otro
                  camino de enfrentarse al peligro que representaba sino "reducirlos al silencio" por
                  rigurosos medios legales y expulsarlos de todos los oficios que desempeñaban en
                  el Gobierno y en la Iglesia. Incluso recomendó su excomunión (pág. 810, y cf.
                  Montalvo, págs. 567-568). Sin embargo, Domínguez Ortiz, que no presta atención
                  a Montalvo ni a Oropesa, y no cita una sola palabra de lo dicho por ellos, quisiera
                  que yo desatendiera sus clarísimos juicios, así como las conclusiones de mi propia
                  investigación. Si yo hubiera hecho esto, quizá no hubiera él cuestionado mis
                  "métodos" en la utilización de las fuentes.

                  Finalmente, aunque no considero necesario reaccionar a todas las demás
                  inexactitudes y frases impropias que encuentro en el artículo de Domínguez Ortiz,
                  no puedo pasar por alto su afirmación de que mi libro termine con una "soflama"
                  referente a Hitler y al Holocausto, "como si hubiera alguna paridad entre estos
                  hechos y el caso español". Todas las palabras de esta afirmación son no sólo
                  erróneas sino que sugieren exactamente lo contrario de lo que yo he dicho. El
                  capítulo en cuestión no es el "último" de mi libro, y no es una "soflama" en ningún
                  sentido, sino una ponderada reflexión sobre algunos problemas, analizados a mi
                  juicio en un estilo sereno, y desde luego no trato en él en absoluto de los hechos
                  concretos de Hitler y el Holocausto. Pero éstos son sólo "errores" preliminares
                  tendentes a sugerir que yo establezca alguna "paridad" entre el Holocausto
                  hitleriano y el caso español. En realidad, lo que yo me propongo dilucidar en ese
                  capítulo son las razones del origen del racismo en los dos países; esto me llevó a la
                  conclusión de que en los dos había una causa común: la ineficacia del motivo
                  religioso, ineficacia sentida por un número creciente de personas, como pretexto
                  para justificar la persecución -en Alemania, porque el cristianismo había perdido
                  vigencia, y en España porque los conversos eran ya cristianos-. Después indico las
                  razones de las diferencias en los resultados de ambos movimientos. Mientras en
                  Alemania el racismo conquistó el poder del Estado, en España no lo conquistó
                  nunca. En consecuencia, mientras en Alemania el Estado fue capaz de aglutinar
                  prácticamente a toda la nación en la persecución de los judíos, en España los
                  conversos pudieron beneficiarse del favor y apoyo de gran parte del pueblo
                  español, que se asoció con ellos en empresas económicas y se unió en matrimonio
                  cada vez en mayor número, de manera que la mayoría de los conversos (varios
                  cientos de miles) quedaron completamente absorbidos entre los millones de
                  españoles (págs. 970-971). Finalmente, mi análisis termina con la observación de
                  que, a diferencia de Alemania, en España, en última instancia, la batalla "no la
                  ganaron los racistas, sino la mayoría de los conversos, que buscó su
                  asimilación con el pueblo español". Aquí, pues, como en otros lugares del libro,
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