Diario "EL
PAÍS" de Madrid. Artículo aparecido el día 7 de noviembre de
1994:
Las
siniestras salas de tortura dotadas de ruedas dentadas,
artilugios
quebrantahuesos, grilletes y demás mecanismos
aterradores sólo
existieron en la
imaginación de sus detractores. Sin embargo,
todavía
hoy su nombre se invoca como sinónimo de
represión, oscurantismo y
crueldad. ¿Qué
mecanismos del destino convirtieron a la
Inquisición
española en el más duradero ejemplo de terror?
La respuesta, de acuerdo
con los exhaustivos
datos recabados por una nueva generación de
historiadores internacionales es sencilla: el Santo Oficio se
enfrentó a
una gigantesca maquinaria propagandística. Los
efectos de la
tergiversación,
promovidos por el mundo protestante gracias a la
imprenta,
han sido tan duraderos que todavía hoy el término
inquisición
o inquisidor se identifican con horror, tortura
y asesinato en todos los
idiomas.
Resulta
paradójico que haya sido la BBC -la televisión
pública
británica- la encargada de reconstruir la imagen
de una institución tan
española. El domingo,
un programa nocturno de máxima audiencia -Time
Watch- mostró el verdadero
rostro de un tribunal creado por los Reyes
Católicos
para luchar contra la herejía. Expertos de la talla de Henry
Kamen, Stephen Haliczer o los profesores españoles José
Álvarez-Junco y
Jaime
Contreras reconstruyen en el reportaje
El mito de la
Inquisición
española el verdadero paisaje
de una institución, aunque no defendible
a los
ojos del siglo XX, sí intencionadamente
desvirtuada.Una
institución controlada
por abogados reacios a aplicar la tortura y
mucho
menos inquisidores que sus homólogos de Francia, Alemania
o
Inglaterra, donde sin necesidad de un tribunal
específico se asesinó
tres veces más
herejes, brujas o personajes más o menos
excéntricos.
Para el
profesor de la Universidad de Illinois, Stephen
Haliczer, los
propios
archivos de la Inquisición son elocuentes: En cerca de
7.000
casos, apenas se aplica algo parecido a la
tortura en un 2%. En
350 años de historia
represiva, y mientras la leyenda habla de millones
de
asesinatos, la cifra real de víctimas se sitúa entre 5.000 y
7.000
personas. A lo largo de cincuenta minutos, el
programa de la BBC,
coproducido por el
historiador e hispanista Nigel
Townson, lleva su afán
de
reconstrucción de la verdad histórica hasta la figura de Felipe II,
auténtica
bestia negra de la imaginería internacional.
La política de
Felipe II es perfectamente
discutible. A mí no me resulta
particularmente
simpático -explica en el programa el
profesor
Álvarez-Junco-, pero su hijo Carlos era simplemente un
adolescente
de mala salud que murió en
un accidente. Convertirle en el paladín de
la libertad como ha hecho
la historia, en el joven libertador de los Países
Bajos, que cae
asesinado por su padre, como cuenta la ópera de
Giuseppe
Verdi, Don Carlos, resulta uno de los
casos de injusticia histórica más
sangrantes.
1998/03/12
es.charla.religion
D. Ll. escribió:
> Muy
interesante el artículo. Es de agradecer el dato. Pero no hay
refutación
> de lo que hizo la
Inquisición.
> En lo de las torturas podrá haber toda la
propaganda por parte de los
> protestantes que
quieras pero lo malo de la propaganda es que CON MIS
>
PROPIOS DATOS es muy fácil de creer. Recuerdo muy bien los tiempos
de
> Franco y la clara relación de esa época
oscura con otras más antiguas.
> También he leído
La Regenta Y LOS DATOS DE AQUELLA ÉPOCA que hacen
> que
esté plena de realidad, todo en la novela es muy fácil de creer
porque
> aquellos iempos ERAN ASÍ. Te puedo escribir
mil datos más que hacen a la
> Inquisición un
mito tan parecido a la realidad como se quiera.
> Me
da igual que los detalles de la idea corriente sobre la Inquisición
sean
> falsos (que lo dudo) porque el cristianismo
es una religión con un gran
> componente
escatológico. Su propio símbolo más querido es un hombre
en
> un instrumento de tortura. Da
miedo.
Bueno D. Ll., entramos ya en el terreno de las apreciaciones personales y de las creencias, más que de las certezas, que era mi intención cuando transcribí el artículo. Tú puedes ser todo lo distante que quieras, es tu derecho. Ahora bien, no sé hasta qué punto te gustará nadar en contradicciones (no creas, hay a quien no le disgusta). Me refiero a que puedes seguir dudando eternamente por más evidencias que te echen a la cara, incluso porque no dudar te supondría apearte de lo que has mantenido siempre contra viento y marea, posiblemente en público. Pero ser coherente es otra cosa. Requiere honestidad intelectual, es decir, el sacrificio de olvidarse de lo que uno desearía que fuera o de lo que uno necesita que sea para sostenella y no enmendalla.
Así pues en coherencia deberías convertirte en un escéptico, porque a nadie sirve que des más crédito a unas fuentes porque abonan tu opinión previa (¿prejuicio?) que a otras porque la desmienten. Por supuesto, tú eres quien decide a qué debes dar crédito, pero si lo haces acríticamente y guiado por intuiciones, serán tus propias opiniones las que dejen de merecer crédito, por tratarse de simples creencias. De eso, D. Ll., non est disputandum, aunque aquí, es verdad, se discute de forma interminable de cuestiones de ese tipo. Para mí que eso resulta aburrido y nunca se llega a conclusión alguna.
Si me perdonas lo plasta, dos detalles que me gustaría comentarte. Veo que eres buen aficionado a la literatura, pero me choca el valor de testigo de la realidad de su tiempo que concedes a un mal plagio de Madame Bovary como es La Regenta. De la calidad literaria de tal folletón ya se discute acaloradamente, pero respecto a su fiabilidad como documento histórico se dejó de discutir hace tiempo: es nula. La clave la tienes en la personalidad de su estrambótico autor.
Y lo de Jesús, clavado en una cruz... Hombre, según lo que dices, entiendo ya claramente por qué los comunistas usaban la hoz y el martillo. Como han demostrado a lo largo de la Historia, era para tajar gañotes y macear testas. Miedo no, da pánico.
1998/03/14
Querido D. Ll.:
Sé que me voy a ganar el apelativo de pedante que ronda de vez en cuando por tu cabeza y por las de algunos más (imagino que será el más suave, pero en fin... a mí, claro, me parecería mejor ser tildado de francotirador de la verdad, je, jeee...). Mira, yo intento pasar por un humanista serio: no debo aportar literatura historiográfica que tenga más de diez años. No dudo de que hay cientos de publicaciones que hablan de genocidios, hogueras, veintisiete Dazas y cuarenta y dos Torquemadas. Me quedo corto; son miles.
Hasta el inglés corriente tiene a la Inquisición como un latiguillo. Pero la investigación y el conocimiento de la España del Siglo de Oro (que es sobre la que descansa al fin y al cabo casi toda la leyenda negra de la Iglesia; tan arbitrariamente, tan interesadamente...), y en general la de todas las épocas ha dado pasos gigantescos en estos años. En especial por la súbita aparición de las nuevas tecnologías (imagina la revolución informática en materia archivística).
El propio Kamen ha tenido que modificar a la baja las conclusiones de su inicial trabajo sobre la Inquisición Española. Así también, los últimos sucesos históricos han condicionado la labor en investigación humanística: La escuela marxista, siempre prejuzgando y adaptando los eventos históricos a su mentalidad ilusa y autoritaria ha caído, a la par que la URSS, en el más absoluto de los descréditos. Ahora parece que se puede indagar la realidad sin temor a que la intelligentsia progre te tilde de fascista o de agente de la CIA si no le complacen tus hallazgos (o si te tilda que a nadie le importe). Elliot, Parker, Kamen, Townson, Maltby, Chaunu o Dumont son nombres que a ti no te dicen nada, pero se les concede más crédito hoy de lo que suele ser normal. Y no aquí, sino fuera. Por algo será.
Y ahora, D. Ll., te hablo desde mi propia experiencia personal. Yo creo que todo eso de las estructuras de poder de la Iglesia represora son ganas de liarlo todo y de amargarse uno. Con todos los defectos (algunos menos, algunos menos) que puede tener una asamblea de hombres no de ángeles, yo veo que Europa (y sus apéndices) debe su adelanto respecto de los demás continentes al cristianismo. No me refiero a lo material, que eso es evidente y de lo que bien puede responsabilizarse también al legado grecorromano, sino a la libertad de espíritu, a los derechos humanos, al valor de una sola vida, al arte, a la ciencia libre, a la dignidad de las mujeres, a las calles adornadas por carnavales, a las playas atestadas de gente, a la libertad de cultos, a las universidades plurales, etc.
Imagino lo que me vas a contestar. No te tomes la molestia: hombres de carne, no espíritus puros. ¿Cómo se puede hablar todavía de 5.000 muertos de la Inquisición en toda su historia (localizada en el año de la pera), cuando a dos horas de viaje de aquí están descuartizando niños de pecho y rajando barrigas de preñadas a ritmo desenfrenado (y ya van por los 100.000)? ¿Cómo se puede seguir con Galileo, cuando en Sudán secuestran niños un día sí y otro también para los mercados de esclavos que funcionan a todo tren? ¿A qué eso tan raro de las hermanas de los curas, cuando la piel de las mujeres afganas no recuerda el contacto con la luz del sol? ¿Qué reverencia a la dignidad femenina suponen las ablaciones de clítoris? ¿Qué delicadeza hacia los semejantes, la situación de los parias en la India o los horrores étnicos en África?
Algo de esto tenemos aquí, ya lo sé (no ángeles), pero yo doy gracias al cielo por no haber nacido un palmo más abajo o más a la derecha de mi bola del mundo. Aquí, mal que nos pese, mamamos catolicismo cultural. Y los gobiernos que se han distanciado de esta tradición, en el sentido que tú preconizas, han cometido tropelías y atrocidades de tanta o mayor envergadura que los que se han reconocido (mal o bien, no voy ahora a defender a los politicos) dentro de la mentalidad cristiana.
Si aún me lees y no te has dormido, te voy a dar motivos para que tú también (como sin ellos han hecho otros en este foro) me llames integrista. Yo sí tengo una explicación a esa crítica tan acerba y visceral que desde algunos ambientes se dirige tozudamente a la Iglesia (y trata tú de no verte reflejado en lo que voy a decir, pues no te conozco). La fijación contra la Iglesia de buena parte de sus detractores no es intelectual, no. Tiene que ver sobre todo con la moral que enseña. Se sabe que es rigurosa: exige un fuerte autocontrol, adquisición de hábitos impopulares y abstenerse de realizar determinadas conductas que, sin embargo, son susceptibles de producir satisfacciones inmediatas (no me refiero sólo a lo sexual, puede tratarse de desprenderse de un bien que esclaviza, del tiempo que lucramos en nuestro exclusivo beneficio o de una situación cómoda y socialmente estimada, pero injusta).
Bastaría con que quienes no estén dispuestos, se aparten y hagan su vida al margen de tales prescripciones. Pero no, para muchos no es suficiente. Quieren ver a la depositaria de tales normas éticas bajo tierra, fracasada, culpable de todos los crímenes, pecadora y condenada. No les lucen sus comportamientos si saben que ella está ahí. Aunque jamás les hostigue, queda el mensaje, permanece el Catecismo, subsiste la conciencia y pervive el ejemplo. Demasiado lastre para quien desea hacer lo que desea sin cortapisas de ninguna clase.
Como imagino que después de esto no querrás hablarme (aunque te reitero que tú no tienes nada que ver), sólo comentarte que especifiques el sentido de escatológico, que, como sabes, significa también trascendente.
Recibe un
afectuoso saludo.
Miguel Ángel.
1998/03/13
soc.culture.spain
ACA escribió:
>
A estas alturas, querer defender la Inquisición, lo asocio a
los
> apologistas del nazismo, que vienen a decir:
"No es cierto que fueron
> asesinados
6.000.000 de judíos, sino sólo 5.999.999".
>
Ciertamente, la Inquisición no es defendible a los ojos del siglo XX, ni
del
> siglo I, ni en tiempos de Dracón o de la Ley
del Talión.
> La Inquisición merece condena implacable
porqué torturaba, extorsionaba y
> asesinaba
(condenaba a muerte sin juicio justo) en nombre de Dios y
para
> defender a la Iglesia. Jamás se podrá
calcular el daño que a la imagen del
> cristianismo ha
causado el Santo Oficio; infinitamente superior al de
todas
> las propagandas
políticas.
> No vale mezclar las políticas históricas de
Felipe II o sus contemporáneos.
> Las brutalidades
y persecuciones en guerras y en paz, son episodios que
han
> estado presentes siempre, hasta hoy mismo, y
cualquier país tiene de que
> avergonzarse.
Pero la Inquisición (que no fue sólo española) fue
una
> organización perfectamente estructurada para
perseguir y eliminar cualquier
> enemigo que
interesara, sistemática, metódica, permanente, transnacional
y
> totalitaria. Desde sus comienzos, en el
aprendizaje de eliminar el catarismo
> del siglo XIII,
hasta su fin en España el siglo pasado, tenemos siete siglos
de
> Inquisición que reduce a anécdota los
episodios violentos que paralelamente
> pudieran darse en
determinadas épocas.
Querido o querida ACA:
Debesde tener serios motivos o beber de fuentes inaccesibles a los estudiosos para espetar a los mejores hispanistas del mundo (no a mí) que son unos revisionistas, como los que intentan disimular u obviar las crueldades nazis. En todo caso, desconfío de los condenadores profesionales, porque llevo toda la vida escudriñando el alma humana -que es la mía también- y sé que el hombre es perfectible, pero también sé que hay ogros. Que hay errores y disparates, pero que existe el MAL con mayúscula.
De esto no se libran los hombres y mujeres que a lo largo de 2.000 años han formado la Iglesia, asamblea, te recuerdo, de hombres no de ángeles, pero tampoco de ogros. Por eso tus comentarios no me mueven, por que sé que tú y yo tampoco somos ángeles (ni ogros) y que la renovación empieza por nosotros mismos. Cuando lleguemos a ser hombres nuevos, verás como no juzgaremos tanto a los demás hombres. Pero siempre -al menos yo- nos enfrentaremos a los ogros (si Dios nos da fuerzas).
Recibe un
cordial saludo.
Miguel Ángel.
El Santo Oficio
1998/03/06
es.charla.religion
Declaraciones
de Henry KAMEN, ilustre
hispanista británico, autor de La Inquisición
Española y Felipe de España, efectuadas
en el Club de Debate de la Universidad Complutense de Madrid, el día 5 de
marzo de 1998:
«Su figura mítica de asesino fue difundida por Guillermo de Orange, y la secundaron los expertos murmuradores renacentistas, como los embajadores venecianos. Se trata de pura novela fantástica».
«Las ejecuciones no las decidió el rey, sino el Consejo Pleno del Estado y sus agentes. Felipe II no estaba involucrado, aunque sí está demostrado que mató a mucha gente, pero en plena batalla de San Quintín. Lo otro es ficción romántica y no historia documentada».
«Se ha creado, sin pruebas documentales, la imagen del rey como observador de una gran barbacoa de protestantes. Nueva mitología. Era partidario del Santo Oficio, pero en la España de Felipe II murió mucha menos gente por persecución religiosa y por la Inquisición que en cualquier otro país europeo, como Gran Bretaña y Francia: Esta leyenda no desaparecerá porque los ingleses necesitan esa imagen; forma parte de su psicología».
«Se le acusa de ser una persona que se deleitaba con el sufrimiento de sus víctimas y de ser un exterminador, cuando lo cierto es que se relacionó nomalmente con los protestantes y con el rey luterano de Dinamarca».
«Felipe II se hizo cargo del gobierno en 1543, cuando aprendió a gobernar, y no dieciséis años más tarde».
«Descubrí esta frase de Felipe II: Yo no sé lo que piensan de mí; si soy de hierro o de piedra. Pero han de ver que soy mortal como los demás».
Re: El Santo Oficio
1998/03/07
es.charla.religion
H. escribió:
> Es
imposible determinar cuántos murieron a manos de la Inquisición
porque
> la mayoría de los distritos inquisitoriales
de la Península Ibérica están sin
> estudiar. Y los
archivos inquisitoriales que hay en Roma están cerrados y
no
> los abren a los
investigadores.
H., tú sabrás los argumentos que tienes para replicar al mayor especialista mundial en Inquisición Española. Su famoso libro, pionero, pues creo recordar que vio la luz en los 60, es punto de partida obligado. Respecto de los archivos de Roma, alucino de que no te hayas enterado de que los están abriendo a los investigadores. Hasta el card. Josef Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (o, como gustáis de decir vosotros, ex-Santo Oficio), vuestra bestia negra, pero que es un hombre de Iglesia admirable en su sencillez personal y en su altura intelectual, se ha referido a esta cuestión.
Si quieres, te cito las abundantes reseñas periodísticas de estos días a ese respecto. Por lo demás, hasta la BBC se hizo eco allá por 1993 en una serie televisiva de las investigaciones de los historiadores británicos, que rebajaban pasmosamente las víctimas de la Inquisición a unos miles en todo el mundo y en toda su historia. También te puedo citar, y enviarte si quieres el recorte que oportunamente guardé de un rotativo nada sospechoso en estas cuestiones como "El País", dando cuenta de dicha serie y de las cifras de muertos de una forma respetuosísima (y hablamos del tiempo en que el PSOE estaba en el poder).
¿Qué te parece? Piensa en una sola aktion de los nazis (llevaron a cabo miles), o una sola deportación planquinquenal de Stalin, o un día en la Camboya jemer de Pol Pot o bien en la China de la Revolución Cultural, o los años que llevamos de GIA: Cada cosa por separado (fenómenos contemporáneos, ojo) supera enormemente en muertos a la acción letal de la Inquisición en toda su historia. Deplorable, sí, aunque sólo una persona hubiese muerto; la Iglesia (sólo la católica y nunca los carniceros nazis o comunistas) pide en estos momentos perdón solemnemente a Dios y a la Humanidad, pero ¿merecía el asunto tanta mixtificación? Yo me pregunto ¿a quién beneficia?
1998/03/09
H. escribió:
>
Rectificación: un especialista, no el *mayor*. Que se llame "Henry" y
no
> "Enrique", "Henrique" o "Enric" no le da
mayor gloria ni mayor conocimiento.
> Sólo mayor
prestigio. Respecto a los argumentos que tengo... pues
simplemente
> los que aparecen en bibliografía sobre el
tema.
> Mira, Roma, como tantas otras instituciones,
tiene una afición al secretismo
> desmesurada,
incluso en asuntos relativamente inocuos. La apertura del
Vaticano
> y del ex-Santo Oficio no es tal. Conozco a un
conocido catedrático de Historia al
> que le retiraron
el permiso para investigar en sus archivos, a pesar de que
sus
> libros no son anti-Iglesia y ser él mismo
jesuita (y no de los tremendamente progres).
>
También debo decir que en los 3 últimos años no sé si le volvieron a conceder
el
> permiso. Te hablo de una situación de hace
unos 4 años.
>
> ¿Qué a quién
beneficia? No es un problema de beneficios. Es simplemente una
cura
> de humildad para quienes, olvidándose de su
historia, tienen tendencia a ensalzarse
> indebidamente. Si
alguien alardea de honradez y se pone como ejemplo de ella, y
tú
> sabes que ha robado, no podrás evitar decirle
"Perdona, pero antes de subirte al podio y
>
coronarte de laureles, recuerda que...." y le recitarás su historial
delictivo. Algo
> semejante ocurre
con la Iglesia y con otras instituciones religiosas, políticas,
etc.
> Hala, un saludo.
Mal rayo parta a la Iglesia si se pone de ejemplo de nada. Dejaría de ser depositaria de la fe y se habría apartado del único ejemplo que vale la pena seguir, el del único que pasó haciendo el bien, el del único al que la Iglesia rinde pleitesía y amor esponsal: Nuestro Señor Jesucristo. Yo, como hijo de la Iglesia y persona cultivada (ahora me volverán a decir pedante), defiendo, con todo, el increíble saldo positivo que arroja su acción en el mundo. Pero no escurro el bulto. Conozco los errores de sus miembros a lo largo de la historia y hasta los disparates, pero lo del historial delictivo no me lo trago. Sería como no tener ojos en la cara, ni sesos en el cráneo. No se puede subsistir dos mil años apuntando a todos con la bayoneta y encima tener cientos de millones de fieles.
Las ideas modernas pasan, los
montajes contemporáneos se desbaratan, los ídolos del siglo XX caen, los
santones de entreguerras se revelan pobres hombres y vosotros tenéis que
remontaros continuamente a un peliculero XVI, para intentar avergonzar a la
Iglesia. Pero un tambaliche no dura dos mil años. Un armatoste bimilenario no
podría estar tan lozano, ni tendría hoy a tantos tan intensamente ocupados en
debelarlo.
D. Ll. replicó:
> Muy
interesante lo que dices. Llama mucho la atención lo que duran
ciertas
> cosas. En parte por saber por qué 2000 de
cristianismo es lo que me anima a
> estar al tanto de
las opiniones que van saliendo.
> Tenemos
respuestas parciales, tanto mejores conforme las ciencias
sociales
> y la ciencia natural van dando mejores
teorías. En esas estamos, en entenderlo,
> pero no puedo
compartir tu visión entusiasta. Hay opiniones muy
acertadas
> que sugieren que la violencia y la pobreza
son métodos efectivos para hacer durar
> ciertas
instituciones.
Sí D. Ll., tú lo has dicho: la
violencia y la pobreza. Has dado en el clavo. En estos días tienes un ejemplo:
la pobreza y el desprendimiento que practican los misioneros secuestrados en
Sierra Leona y salvados por los pelos, olvidándose de sí mismos y dándose sin
reservas a sus hermanos africanos. Y la violencia. La que han practicado sobre
ellos (bestial, D. Ll., han sido testigos hasta de antropofagia por parte de
sus captores) y ellos no devolverán ni pagarán con la misma moneda. Antes
bien, están ansiosos por volver a sus puestos, que, como sabes, se hallan
entre los más míseros de los míseros. Imposible resistirse: una mentalidad así
derriba los muros espaciales o temporales que se le pongan por delante. Ahí
tienes el secreto de la longevidad de la Santa Iglesia, que está más joven que
nunca.
J. K. escribió:
> Los
regimenes comunistas del Este de Europa, y tú lo debias de saber
mejor
> que nadie, siguen mas el esquema social y
juridico del Antiguo Regimen que
> del nuevo. ¿Dónde
tenian esos paises las garantias juridicas que propugna
el
> Nuevo Regimen?, ¿crees que eran defensores de
la presuncion de inocencia?.
Yerras de parte a parte. El marxismo hunde sus raíces en la mismísima teoría rousseauniana, enriquecida por el estatalismo hegeliano y por quienes, como Marx y Engels, se situaron a la izquierda del mismo Hegel, frente a ideologías como la nacionalsocialista o la fascista, ubicadas a la derecha. Todas, todas esas ideologías son hijas de nuestro tiempo. Nada de Antiguo Régimen. Ya lo sé yo que no respetaban la presunción de inocencia ni muchísimas cosas más, pero ese principio ni siquiera nace con la Revolución Francesa, sino que su formulación es muy anterior. Además, identificar Antiguo Régimen con "malísimo" y era contemporánea con "buenísimo" es pueril y denota un desconocimiento profundo de la Historia.
> El
que determinados grupos se hicieran con el poder en un
tiempo
> determinado no quiere decir que sean los
representantes de esa época.
En medio mundo lo fueron y durante setenta años. Y en el otro medio, los fascismos y nacionalsocialismo criminales, todos -repito- hijos de nuestro tiempo y desconocidos en el Antiguo Régimen, con todo su absolutismo y su mala sombra. El único fruto maduro y benéfico lo han constituido, con sus lacras, colonialismo incluido, las denostadas, culpabilizadas y odiadas democracias liberales occidentales.
> Mira,
las democracias occidentales, de las que por desgracia los
fascistas
> nos mantuvieron alejados hasta hace poco,
jamás se han tambaleado ante
> el oso comunista,
han tenido una salud muy buena.
No me hagas reír, J. K. Cualquiera que haya profundizado en su historia ha sido capaz de constatar la extrema debilidad de algunas, corroídas principalmente por el marxismo proselitista financiado y por los grupos terroristas de ultraizquierda.
> La
idea de la democracia acorralada por el comunismo
nada
> más la he visto en algún patriota obsesionado
en EE. UU.
No te pienso dar una clase de historia aquí mismo. Si te interesa, busca por tu cuenta: los medios los tienes a tu alcance. Por cierto, la última palinodia al respecto -sincera, no lo dudo- la he leído precisamente en una autora muy cara a vosotros: la novelista y columnista de "El País" Rosa Montero [tengo recogido su artículo en La presión de las consignas]. Todo lo que escribe últimamente tiene enorme interés para quienes saben leer entre líneas.
> No
quiero pensarlo y menos afirmarlo, pero en ocasiones
me
> parece que desearías la reinstauración del
Antiguo Régimen.
Aquí es donde te destapas: sabía a ciencia cierta que lo decías por mí. Me he acostumbrado ya, no sufras.
J. K. me
escribía semanas después:
> Muchacho, si los curas que conozco no hacen
sino quejarse de los papeleos
> que tienen que
hacer. Ademas, si algo caracterizó a la Inquisicion fue
la
> burocracia y su complejo
entramado.
Cuidado, J. K., cuidado y no mezcles. Un proceso en el que está en juego la vida o el honor de la gente tiene que tener papeles. Porque los papeles son garantías de objetividad y respeto por las formas, de las que puede depender una condena o una absolución. Sin desmerecer por ello las vistas orales, Dios me libre, pero todo a su debido tiempo.
Con todas las críticas que se les puedan hacer, los procesos del Santo Oficio eran sesudos y escrupulosos. Es decir, no eran pantominas. Por eso precisamente les reprocharemos lo injusto de reprimir así las herejías y las desviaciones, pero nadie que no sea un intoxicador podrá hablar de crímenes masivos, masacres y menos aún de genocidios. Porque se respetaban exasperantemente las formas y se absolvía a quien era hallado inocente. 7.000 víctimas, ejecutadas gustosa y diligentemente por el brazo secular, en todos sus siglos de historia. Ni más, ni menos.
A. V. escribió:
> Como
sin duda sabrás, un tal Henry Kamen (imagino que pariente
del
> anterior :-) ) en "España: una sociedad
conflictiva", cifra en unos
> 10.000 los
muertos por la Inquisición, sólo en el decenio
1480-1490
> y sólo en Castilla (mañana te traigo el dato
exacto, si te interesa).
> Debe equivocarse
sin duda, cuando dice que son más de 7000 en
> todo
el mundo, en toda la historia...
¿Pero cómo? ¿Que tú no sabes todavía que el propio Kamen ha rebajado extraordinariamente las estimaciones y modificado las conclusiones de sus trabajos de los años setenta? Los avances en investigación, chico, que también afectan a la historiografía.
¿No ves la cara de contento que se le pone a Joseph Ratzinger -prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, o sea del Santo Oficio- cada vez que ve caer un tabú y resplandecer la verdad? Y eso que hablo de un tío que no tiene empacho en admitir humildemente las sombras que haga falta, pero no las que le quieren cargar unos pretendidos puros renuentes a ver sus innumerables defectos.
A. V. escribió:
> No,
Migue, como de costumbre no has captado el fondo de la
discusión.
> No se está discutiendo sobre una persona,
sino sobre lo que esa
> persona dice. Te
simplifico los argumentos, a ver si los captas:
Qué bárbaro, A. V. Cada vez veo más claro la dificultad que tienes para leer entre líneas. No, hombre, no: mi mensaje, como tantos otros, va dirigido a la denuncia de la hipocresía de nuevo cuño. La hipocresía de los puros, que preconizan un mundo nuevo que envejece a toda prisa, un mundo humano que se ha llevado por delante a multitudes de hombres y que no por ello deja de mostrarse altivo y superior. Los puros, que, sin decirlo abiertamente, hacen de los defectos individuales norma universal, en lugar de reconocer la propia pequeñez e intentar mejorarse a sí mismos, y de paso al mundo.
> A) La
iglesia es un producto únicamente de los hombres, sin
>
intervención divina. Como toda organización humana
habrá
> que juzgarla en su contexto histórico, y en
ese sentido la
> Inquisición, con
toda su burocracia, no es peor que los
> pogromos que se
realizaban "por libre" en la misma
> época en
distintos puntos de Europa.
>
> B) La Iglesia se proclama fiel seguidora de
Cristo e inspirada
> por Dios, y como
tal su doctrina es inmutable y fiel a las
>
enseñanzas de Jesús. La doctrina que alienta la
Iglesia
> actual es la misma que la movía en el siglo
XV. Decir lo
> contrario supone admitir que la doctrina
cristiana cambia
> con el
tiempo.
>
> ¿Con cuál de las
dos opciones te quedas?
Todo esto es muy simple. Hay más opciones, entre ellas la católica. La doctrina de Jesucristo es inmutable. Por preservarla fiel, la Iglesia ha tenido que sufrir innumerables ultrajes. Hoy mismo defiende en solitario la dignidad de la vida humana desde el instante de la concepción sin rebajarse a integrismos de ninguna clase, sino inmersa en una sociedad plural, libre y democrática. Por eso precisamente es odiada, porque mira hacia un futuro humano sin rebajarse a los cutre-progresismos ni a los ideales cavernícolas.
Pero si la doctrina de Cristo no cambia, no siempre los hombres que siguen con armas y bagajes a Cristo han estado acertados. A veces por ignorancia, a veces por la incuria de los tiempos, y muchas veces por el pecado. Sí, sí, por el pecado en que todos incurrimos y que nos aparta de Dios voluntariamente devolviéndonos también a nuestra realidad imperfecta. Pero una cosa te digo, el papel de la Iglesia tras dos mil años de historia, al revés de las tropecientas ideologías que dan de lado al legado cristiano, ha sido beneficioso para la Humanidad (como supondrás, exceptúo a los ogros). Con todos sus descarríos (infinitamente menos de los que les queréis colocar, pasando por encima de la mismísima Historia) su saldo es muy positivo.
> A su
vez, entremezclada hay otra discusión, asociada a la
>
cuestión del Relativismo Cultural.
>
> 1) No podemos opinar de lo que ocurre en
otras culturas o
> en otros tiempos,
pues no pertenecemos a esa comunidad o
> época. Hay que
respetar cada manifestación cultural en su
>
context, tanto si se trata de la esclavitud infantil
como
> de la ablación del
clítoris.
>
> 2) Existe una
moral, llamemosla "universal", aplicable en
>
todas las circunstancias y que nos permite opinar sobre
lo
> que ocurre en otros sitios o sobre lo que
ocurrió hace
> 500 años.
>
> ¿Con cuál de las opciones te
quedas?
Busca un solo mensaje mío en el que haya justificado (o sea, dar por bien hechas y justas) las siete mil muertes que el brazo secular aplicó a partir de las condenas de la Inquisición en el año de Maricastaña. Aunque abjure de muchas de sus creaciones yo soy un tío del siglo XX. Mi labor, además, como docente es mostrar la realidad tal y como fue, para que cada cual saque sus conclusiones.
A las alturas de finales del siglo XX, me parece lamentable lo ocurrido con la Inquisición en el año del catapún. Pero mucho más peligroso y nocivo me parecen los intentos racionalistas actuales de secuestrarnos la Historia, vendiendo a la gente sencilla, con un tremendo despliegue propagandístico y mediático, una Edad Media, un Renacimiento, un Barroco... que no existieron en realidad. Todo, todito, por un odio personal hacia la Iglesia católica, porque aún se atreve a decir que existe el bien y que existe el mal. Que al hombre no le conviene entregarse acríticamente a sus apetencias. Que matar nos mata por dentro. Que el lujo en que nos zambullimos supone la miseria de muchos hermanos. Y porque encima osa afirmar su confianza en el hombre, porque mereció que un Dios muriera por él.
> Como
ves, en ningún punto de la discusión se habla de nadie
en
> concreto, ni se opina sobre el firmante, sino
sobre sus argumentos.
Tú lo dices. En
ningún punto.
> P. S.: Como te
conozco, sé que no contestarás
> a ninguna de las
dos preguntas que te hago.
¿Y dices que me conoces? Además, tú también sabes irte muy bien de rositas...
C. escribió:
> Y no
te cito el caso de Servet porque fue Calvino quien lo quemo
vivo.
> Pero en la católica España no le habría ido
mucho mejor.
Sé que a muchos debe estar cansando el que conteste a todo y con tanta presteza, pero el trasfondo de este comentario me da pie a contrarrestar tantas expresiones dichas todavía más a la ligera con las que nos dejamos acunar por la pereza mental y, sencillamente, faltamos a la justicia cuando valoramos a nuestros antepasados.
Para contrarrestar estas creencias anquilosadas y nunca sometidas a crítica paso a transcribir las declaraciones del eminente catedrático de Historia de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Samalanca, don José Ignacio Tellechea, durante el Simposio Internacional sobre la Inquisición que organizó el Vaticano a primeros de este mes.
Muchos me
achacarán el traer a colación las afirmaciones de un profesor vinculado a una
institución de la Iglesia. Están en su derecho, pero les pido que no se dejen
acariciar -por segunda vez y definitiva- por la modorra cerebral y reparen en
que a estos niveles, y cuando la intelectualidad de todo el mundo está
pendiente de las conclusiones del Simposio, no van a invitar a un pelagatos,
ni éste se va a poner a proferir sandeces...:
<<[La Inquisición
española] Era una institución que estaba
vigente con una
organización
extraordinaria: inquisidor general, consejo de
Inquisición
–similar a
otros consejos de Estado–, tribunales de distrito... Una
máquina
enorme que
llega hasta el siglo XIX. Esto no sucedió en ningún otro
país.
Esto no
quiere decir que en otros países no haya habido otras
instituciones
análogas.
Pensemos por ejemplo que por recoger a un sacerdote católico
en
Irlanda podía haber una pena de muerte o un
castigo muy severo, o por no ir
a los cultos
anglicanos se ponía una multa. No había Inquisición, pero
sí
una represión
religiosa>>.
<<Al emitir juicios sobre el pasado, es importantísimo
situarnos en el
contexto.
Cuando pensamos, por ejemplo, en que había
legislaciones
medievales
que obligaban a cortar la mano al ladrón o la lengua
al
blasfemo, nos damos cuenta de que el derecho
penal ha evolucionado mucho.
Cuando vemos
que la tortura era un procedimiento normal, legal,
admitido
hasta el
siglo XIX *, nos damos cuenta de que es necesario tener
una
sensibilidad por los métodos del pasado para
poder valorar y juzgar el
pasado. Nunca
podemos afrontarlo con nuestros criterios. Eso es
una
atrocidad contra la historia. Escuché a un
decano de una facultad de
Derecho de
Ginebra hablar de los mecanismos y de la ideología represora
de
Calvino en Ginebra. Era la misma justificación
que la de la Inquisición
católica.
¿Dónde está la diferencia? En que para el calvinista el malo
es
el católico; mientras que, para el católico, es
el calvinista. Las dos
cabezas
discurrían exactamente igual>>.
[De Gustav Henningsen puede leerse un
interesantísimo y revelador artículo en la web de la Archidiócesis de
Madrid. Su título: LA
INQUISICIÓN Y LA BRUJERÍA]
1998/05/28
Yo había escrito de pasada:
> >
Pues, por lo que respecta a la Inquisición, ella sólo dictaminaba.
La
> > sentencia y su ejecución correspondían
al 'brazo secular' (el poder
> > civil,
absolutamente partidario, por cierto, de esta forma de
control
> > social).
Y H. L. replicó:
> Pero
qué valor tienes... Y el tribunal que condena a
muerte
> lo único que hace es traspasarle el reo al
verdugo.
Servidor ni quita ni pone rey (pero
ayudo a mi señor, je, je; qué grande eras Duguesclin...):
La Inquisición era un Tribunal de
Jurisdicción Real, que imponía penas tipificadas en los códigos que
promulgaba el poder civil, es decir, el Estado. Que, insisto, tenía verdadero
convencimiento de que éste era el medio más idoneo que había de control
social.
[Artículo aparecido en el diario
"El País" correspondiente al miércoles 19 enero de
2000:
NETANYAHU Y LA INQUISICIÓN
Por José Antonio ESCUDERO, director del Instituto de la Inquisición.
El interés de los historiadores por la Inquisición
española, manifiesto en el último
cuarto de siglo en forma de centros de investigación, cursos, congresos,
reuniones
científicas, libros y revistas, se ha visto reactivado ahora con motivo de la
aparición
de un llamativo libro de 1.300 páginas, Los
orígenes de la Inquisición en la
España del siglo XV, de Benzion Netanyahu, padre del ex
primer ministro de
Israel. Del libro se hizo amplio eco este periódico ("Babelia", 4 de diciembre
de
1999), pronunciándose luego sobre él el prestigioso académico don Antonio
Domínguez Ortiz. Ya hace muchos años tuve ocasión
de participar en una reunión
científica (Nueva York, 1983) donde Netanyahu anticipó polémicamente sus
tesis.
Al publicarse el libro, me ocupé de él con detenimiento en la Revista de la
Inquisición, interviniendo luego como ponente
crítico, junto a otro ponente
decididamente favorable y laudatorio (el profesor
Alcalá), en los dos congresos
(Lisboa 1998, y Cuenca 1999) que han tratado estas cuestiones. Ello me lleva
a
traer aquí algunas reflexiones sumarias sobre la obra que tanta expectación
ha
despertado.
Según ha sido creencia común, la Inquisición fue creada en España (por bula
de
Sixto IV de 1 de noviembre de 1478, a petición de los Reyes Católicos)
para
combatir el criptojudaísmo de los conversos. La Inquisición iba dirigida así
contra
los conversos, o falsos conversos, que mantenían unas prácticas
judaicas
incongruentes con su nueva religión cristiana. Esta motivación (una
Inquisición
creada por motivos religiosos, para velar por la puerza de la fe) es la
que
proclaman todos los textos fundacionales (bulas de los papas, documentos de
los
reyes, instrucciones, cartas, etcétera), lo que no impidió que en el XIX
autores
como Llorente o
Ranke hablaran de un
pretexto, lo religioso, y de unas
verdaderas y ocultas motivaciones, bien de carácter político (domeñar a la
nobleza,
o centralizar el poder en una España plural), o de carácter económico
(apropiarse
las fortunas confiscadas de los reos).
Netanyahu se adhiere en parte a esas críticas (las
motivaciones
político-económicas), pero además presenta un nuevo y original argumento:
la
Inquisición habría sido creada como un instrumento de política racista. En
cuanto
a los móviles económicos, y habida cuenta de que ya los especialistas
han
demostrado que la Inquisición no fue precisamente un buen negocio,
Netanyahu
sostiene que aunque el afán de dinero no fuera motivo determinante de la
creación
de la Inquisición, lo económico luego se instrumentalizó, tratándose de
sacar
partido de ello. En lo que respecta a los móviles políticos, cree él que la
Inquisición
fue instrumento de una compleja operación consistente en ganar para la causa
regia
el apoyo de las ciudades, debilitando a la nobleza y garantizando el
absolutismo
monárquico. Con todo, su tesis principal y más novedosa es la que presenta a
la
Inquisición como instrumento racista que pretendía una solución genocida:
el
exterminio de los conversos. Establece así un paralelismo de la
actuación
inquisitorial con el exterminio nazi. Sobre todo ello, cabría decir lo
siguiente:
a) Es incomprensible que esa Inquisición racista
fuera fundada por un rey, como
Fernando, conocidamente
antirracista y amigo y protector de los conversos. ¿Pero
es que acaso el Papa le otorgó una Inquisición racista distinta a la pedida
por el rey
antirracista? En absoluto. Fernando logró exactamente lo que quiso. Ni que
decir
tiene que este enigma se resuelve aceptando que Fernando fue amigo de
los
conversos y enemigo de los falsos conversos, a los que sí
persiguió.
b) Si la Inquisición fue racista contra los
conversos judíos, ¿por qué persiguió
también a los moriscos?; ¿eran ellos de la misma raza? Y si fue racista contra
los
judíos conversos y los moriscos, ¿por qué persiguió a los protestantes
europeos
que vinieron a España y a los propios protestantes españoles?; ¿cuál es aquí
la raza
común? Y si fue racista contra conversos, moriscos y protestantes, ¿por
qué
persiguió también a los cristianos viejos y luego a una multitud de
eclesiásticos,
frailes y monjas, obispos, cardenal de Toledo, etcétera? ¿Cuál era la
raza
perseguida por la pretendida Inquisición racista? El único vestigio racista de
la
historia inquisitorial es la limpieza de sangre, fenómeno sobrevenido y
posterior.
c) Si la
Inquisición fue ideada para eliminar la competencia de los
prósperos
conversos, y si las gentes que sufrían esa competencia eran las
oligarquías
municipales de cristianos viejos, ¿cómo se explica que las Cortes de
Castilla,
donde esas oligarquías hacían oír su voz, nunca pidieran que la Inquisición
fuera
introducida? Y si el motivo discriminatorio fue racista, ¿cómo se explican
los
incesantes matrimonios de acaudalados conversos con cristianos
viejos?
d) Netanyahu cree
que la Inquisición fue pedida por los reyes al papa por
unas
razones, y justificada en los documentos por otras. Imagina así una especie
de
farsa general, o confabulación general, para justificar con fines religiosos
otros
perversos y secretos motivos. Ahora bien, con independencia de que
resulta
literalmente inimaginable un fenómeno así a lo largo de siglos, conviene
recordar
que nada más fundarse la Inquisición, el papa Sixto
IV y el rey Fernando tuvieron
un dramático enfrentamiento en el que, por escrito, se dijeron de todo. Lo
único
que el papa no dijo es que el rey hubiera actuado movido por otros móviles.
Le
acusó incluso de haberle engañado, sin duda por reservarse el rey el
nombramiento
de los inquisidores, pero no porque la finalidad de la Inquisición fuera otra.
En el
motivo religioso estaban todos de acuerdo.
e) La comparación con el exterminio nazi resulta
inadmisible. Y ello no sólo por
razones cuantitativas (el número de víctimas, escandalosamente disímil), o
por
mezclar en el mismo saco fenómenos represivos de siglos y circunstancias
harto
distintas (en el siglo XV la herejía era considerada delito), sino además por
razones
cualitativas de carácter penal. En un sitio se trata de condenas en virtud
de
procesos individuales; con una lamentable presunción de culpabilidad y
dudosas
garantías, si se quiere, pero procesos individuales al fin. En otro, de
masacres
colectivas e indiscriminadas, realizadas sin juicio alguno. ¿Significa esto
una
indirecta defensa de la Inquisición? En absoluto. Ahora bien, rechazando
cualquier
forma de represión, y repudiando cualquier forma de intolerancia, resulta
obvio que
no todo ha sido lo mismo.
f) Resulta
sorprendente la unilateralidad de Netanyahu en el tratamiento de
las
fuentes: su elogio sin medida de las obras y autores pro-conversos, y su
acritud
beligerante hacia todo lo que no encaja en sus tesis. Él no cree en lo que
dicen los
papas, ni los reyes, ni los inquisidores, ni los tratadistas inquisitoriales,
ni ningún
testimonio anti-converso. Sí cree a pies juntillas cualquier testimonio de
los
pro-conversos. La pregunta podría ser pues: ¿por qué no hay que creer a
los
Reyes Católicos y a Sixto IV, que fueron quienes pidieron las bulas y quien
las
otorgó, y sí hay que creer a gente como Isaac
Abravanel o Isaac
Arama cuando
dicen que los conversos no judaizaban?
g) Y una última y
fundamental cuestión. Toda esa presunción de farsa
general,
alegando falsos motivos religiosos para encubrir los verdaderos, racistas
y
políticos, es construida por Netanyahu sobre cierto argumento que parece la
línea
de flotación del libro. Se trata de un argumento de congruencia, basado en
la
habitual proporción que suele darse en la vida entre medios y fines, o entre
los
males y remedios empleados. Él asegura que los judíos tuvieron a los
conversos
por traidores y no por héroes. Con otras palabras, que los conversos no
fueron
mayoritariamente falsos conversos, sino verdaderos, es decir, cristianos
auténticos.
Siendo pues el problema criptojudío un problema residual y menor, ¿cómo
se
pudo crear un aparato como el de la Inquisición para remediar
aquello?
Conclusión: aunque los documentos digan lo que digan, la Inquisición tuvo que
ser
creada para otra cosa. Pero este argumento, aparentemente persuasivo, es
fruto
de una falacia. En él Netanyahu compara lo que el problema converso
era
entonces, o lo que él cree que era, con lo que la Inquisición llegaría a ser.
Así aun
aceptando que el problema de los falsos conversos fuera un problema menor,
cosa
bien difícil de aceptar, Netanyahu olvida que lo que hicieron los reyes tras
recibir la
bula del Papa fue nombrar a dos frailes desconocidos para intervenir en
Sevilla. Es
decir, que no se arbitró un remedio espectacular para un problema pequeño
(que
dé a pensar que el fin pretendido fuera realmente otro), sino un remedio
en
principio bastante ajustado al problema. Con los años, la Inquisición creció
más y
más, pero eso ya es otra historia. Por lo demás, y en favor de que la solución
era
bastante previsible, conviene recordar que ya Juan
II pidió al papa Nicolás
V, y
también Enrique IV a
Pío II, introducir la
Inquisición en Castilla, accediendo los
pontífices mediante dos bulas, de 1451 y 1462, que luego quedaron en
papel
mojado. Los Reyes Católicos lo intentaron por tercera vez, y en
1478,
lamentablemente, el aparato inquisitorial se puso en
marcha.
Las discrepancias expuestas hasta aquí no impiden destacar la importancia del
libro
en cuestión, la ardua labor de investigación que lo ha hecho posible, y la luz
que
arroja en múltiples cuestiones. Netanyahu es una primera autoridad y su
obra
merece reconocimiento y respeto. Ojalá en el futuro esas tesis centrales, por
ahora
inaceptables, puedan ser reconducidas y matizadas por su prestigioso
autor.
Réplica publicada también en el
diario "El País", número correspondiente al jueves
3 de febrero de 2000:
RESPUESTA AL PROFESOR DOMÍNGUEZ ORTIZ
Por B. NETANYAHU, historiador israelí.
El 16 de diciembre publicó EL PAÍS en estas páginas un artículo
del profesor
Domínguez Ortiz, que se supone era una reseña y valoración de mi libro
Los
orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV (Barcelona, Crítica, 1999).
Digo "se supone" porque leído el artículo y lo que presentaba como "lo
esencial" de
mi tesis, dudé de si el autor estaría pensando en una obra imaginada que
me
adscribía por error. Pues no sólo sustituyó mis ideas sobre temas
fundamentales
por otras totalmente ajenas a mi pensamiento, sino que me atribuía
"conclusiones"
exactamente contrarias a las que yo presento en mi estudio. ¿Parece difícil
de
creer? El lector atento y veraz podrá verlo con las siguientes
observaciones.
"La tesis central" de mi obra, dice Domínguez Ortiz, es que los Reyes
Católicos
fundaron la Inquisición para destruir la poderosa minoría
judeo-conversa
(cursivas mías). Pero yo no he dicho, sugerido ni aludido en ningún lugar a
que ése
fuera el propósito de los Reyes Católicos. Al contrario, he afirmado
que
rechazaron de plano esta "solución", que era la propugnada por los racistas
(los
enemigos más encarnizados de los conversos), si nos atenemos a los escritos
de
sus dos campeones: Marcos García y Alonso de Espina (Los orígenes... págs.
455-457; 756-758). Igualmente rechazaron los Reyes la "solución" de la
expulsión,
que para Espina era la segunda alternativa (pág. 754), o incluso la supresión
de los
derechos de los conversos mediante edictos discriminatorios contra ellos
(págs.
914; 960). Los Reyes Católicos fundaron la Inquisición con propósitos
muy
distintos, que he señalado y explicado claramente en mi obra (págs.
913-916,
922).
Sin embargo, Domínguez Ortiz pasa por alto cuanto yo he dicho sobre las
razones
de los Reyes para establecer la Inquisición, y en su lugar me atribuye la idea
de que
el plan de "destrucción" no sólo fue iniciado por la Inquisición española,
sino que
fue puesto en práctica y logró plenamente su finalidad. Según esto,
refiriéndose a la
fase histórica de la Inquisición que comenzó hacia 1520, presenta lo que da
como
opinión mía: "Destruida la minoría marrana, la
Inquisición buscó luego otras
víctimas (protestantes, moriscos) para justificar su
existencia". La verdad es que
yo
he aducido una serie de razones por las que la Inquisición se extendió a
otros
grupos; pero entre ellas no estaba la "destrucción de los conversos"
(págs.
976-980). Es más, la primera razón que menciono es el haber comprobado
la
Inquisición que no había logrado "derrotarlos" y que los conversos
continuaban
resistiéndola con tesón y poniendo más y más obstáculos en su camino
(pág.
977). He dicho también que al extender sus tentáculos, la Inquisición no cesó
en su
impulso anticonverso, y que durante los siglos XVI y XVII, el Santo
Oficio
continuó mandando conversos a la hoguera (pág. 979). Obviamente, cuando
yo
escribía estas cosas, estaba muy lejos de pensar que los conversos hubieran
sido
destruidos.
Pero esto no es todo. La misma increíble tergiversación se repite
después,
acompañada por la "prueba" de mi supuesto error. Nuestro crítico escribe
que
"hacia 1530, cuando la minoría conversa, según
la teoría de Netanyahu, había sido
destruida, encontramos conversos por todas partes y muy bien
situados". Parece
haber olvidado que yo mismo, al describir la situación en años posteriores, o
sea,
¡hacia 1550!, sostengo que los conversos seguían trabajando en sus
ocupaciones
tradicionales, en las profesiones liberales y administraciones urbanas, y en
muchos
cargos en las iglesias (pág. 1.066). He notado también que sus matrimonios con
los
cristianos viejos continuaron sin parar durante los siglos XVI y XVII, hasta
el
punto de que Spinoza podía escribir en 1670 (a base de la impresión
común
aunque imprecisa) que los conversos "de tal manera se han mezclado con
los
españoles que no queda recuerdo ni memoria de ellos" (pág. 971). No
comprendo
cómo ha podido decir el profesor Domínguez Ortiz que yo consideraba al
grupo
converso "destruido" hacia 1520, cuando afirmo repetidamente que en los
dos
siglos siguientes continuaron aportando funcionarios para muchos
cargos,
numerosos reos a los procesos inquisitoriales, y millares, en realidad cientos
de
miles, de candidatos para el matrimonio con cristianos
viejos.
Pero volvamos a los Reyes Católicos y a sus razones para fundar la
Inquisición.
Domínguez Ortiz no sólo da una impresión errónea de mi pensamiento fijándose
en
la destrucción como el supuesto propósito de los Reyes, sino atribuyéndome
la
idea de que se movieron a esa solución porque esperasen el estallido de
algunos
disturbios populares. "Conoce muy mal el
carácter de los Reyes Católicos",
escribe, "quien piense que podrían doblegarse
ante unos tumultos populares".
Podría suscribir esta afirmación (aunque con algunas reservas), pero ¿qué
tiene que
ver conmigo? Yo les atribuyo a los Reyes motivos de mucho más peso,
basados
en su apreciación de la situación del país y de su valoración de las fuerzas
que
estaban en juego. Se dieron cuenta de que el movimiento anticonverso se
había
extendido hasta englobar a la mayoría del pueblo (pág. 913) y consideraron
su
"explosivo potencial revolucionario" que podía conducir a desórdenes a
gran
escala (pág. 833). Ellos sabían que la fuerza motriz de aquel fogoso
movimiento
era el odio enconado a los cristianos nuevos, y viendo cómo ese odio crecía y
se
extendía, "consideraron necesario parar su crecimiento y difusión antes de
que
produjera nuevas poderosas explosiones que podían destruir todo el
reino"
(pág. 912). Éste era el problema que, a mi juicio, los Reyes Católicos se
sintieron
obligados a resolver, y no simplemente unos "tumultos populares"
como
Domínguez Ortiz me atribuye en su resumen de mi idea.
Ignorando mi conclusión de que la Inquisición se creó para calmar la fogosidad
del
partido anticonverso y asegurar así la estabilidad del reino, Domínguez Ortiz
afirma
sin reservas: "La Inquisición española fue
producto del fanatismo religioso" y
la
única cuestión que se propuso resolver fue la de los conversos judaizantes.
El
problema, sin embargo, está en que, como indican nuestras fuentes, hacia 1480
no
existía tal cuestión, excepto en una fracción mínima; los conversos
estaban
cristianizados y alejados del pueblo judío.
Domínguez Ortiz piensa que puede esquivar esta dificultad con una nueva
teoría
por él pergeñada para explicar lo que había ocurrido: "Resulta incomprensible",
dice, "que los descendientes de los forzados
conversos fueran cristianos sin fisuras:
lo lógico es que no pocos conservaran el recuerdo de la antigua fe y volvieran
a
ella, aunque con práctica irregular y contaminada, que es lo que suscitaría
el
adverso parecer de los rabinos acerca de la autenticidad de su
judaísmo". Así,
contra el vasto cuerpo de fuentes judías, que pintaban a los conversos
como
completamente cristianizados y como enemigos del judaísmo y de todo lo
que
representaba, tenemos ahora la novel teoría de Domínguez Ortiz sobre la
conducta
de los descendientes de los conversos forzados, en la tercera y cuarta
generación,
teoría no respaldada por una sola fuente, y contraria a todo lo conocido
sobre
conversiones judías. Pero, además, las conclusiones extraídas por mí de las
fuentes
judaicas concuerdan plenamente con lo dicho en las obras sobre los
conversos
escritas por autoridades conversas y de cristianos viejos, obras cuyo
contenido
he resumido, analizado y hecho accesibles al público. Sin embargo,
Domínguez
Ortiz no presta atención a las trascendentales conclusiones extraídas por mí
de
estas fuentes, ni cita una sola palabra de ellas. Su excusa es que utilizo
estas fuentes
"con métodos muy discutibles", ya que sólo doy crédito "a los
autores que
favorecen mi tesis y descalifico sin contemplaciones a los que la
contradicen".
¿Sin contemplaciones? He dedicado más de 200 páginas de mi libro al
análisis
detallado de las ideas y acusaciones de los autores y líderes anticonversos.
Si
después de mi cuidadoso escrutinio de sus obras, termino descalificándolos
como
testimonios fidedignos en todo lo relativo a la religión de los conversos, no
ha sido
porque la mayoría de sus afirmaciones estén en completa contradicción con
el
resto de mis fuentes (de judíos, conversos y cristianos viejos), sino porque
están
repletas de acusaciones indignas de crédito, fundadas en mentiras, libelos
y
absurdos, lo cual demuestra la falta de respeto de sus autores por la verdad y
su
insaciable deseo de denigrar a los conversos y poner fin a su asociación con
los
cristianos viejos de España. Pero hay más: este juicio no es sólo mío;
fue
compartido por cristianos viejos de la mayor altura moral y legal, hombres
como
Fr. Alonso de Oropesa y
Alonso Díaz de Montalvo,
que expresaron en los
términos más despectivos su opinión sobre los agitadores anticonversos.
Baste
recordar que, según Oropesa, estaban "tan
corrompidos por la mancha de la
envidia y la ambición" que los consideraba
incapaces de aceptar ningún argumento
demostrativo de sus errores y de su perversa conducta (pág. 809). No veía
otro
camino de enfrentarse al peligro que representaba sino "reducirlos al
silencio" por
rigurosos medios legales y expulsarlos de todos los oficios que desempeñaban
en
el Gobierno y en la Iglesia. Incluso recomendó su excomunión (pág. 810, y
cf.
Montalvo, págs. 567-568). Sin embargo, Domínguez Ortiz, que no presta
atención
a Montalvo ni a Oropesa, y no cita una sola palabra de lo dicho por ellos,
quisiera
que yo desatendiera sus clarísimos juicios, así como las conclusiones de mi
propia
investigación. Si yo hubiera hecho esto, quizá no hubiera él cuestionado
mis
"métodos" en la utilización de las fuentes.
Finalmente, aunque no considero necesario reaccionar a todas las
demás
inexactitudes y frases impropias que encuentro en el artículo de Domínguez
Ortiz,
no puedo pasar por alto su afirmación de que mi libro termine con una
"soflama"
referente a Hitler y al Holocausto, "como si
hubiera alguna paridad entre estos
hechos y el caso español". Todas las palabras
de esta afirmación son no sólo
erróneas sino que sugieren exactamente lo contrario de lo que yo he dicho.
El
capítulo en cuestión no es el "último" de mi libro, y no es una "soflama" en
ningún
sentido, sino una ponderada reflexión sobre algunos problemas, analizados a
mi
juicio en un estilo sereno, y desde luego no trato en él en absoluto de los
hechos
concretos de Hitler y el
Holocausto. Pero éstos son sólo "errores" preliminares
tendentes a sugerir que yo establezca alguna "paridad" entre el
Holocausto
hitleriano y el caso español. En realidad, lo que yo me propongo dilucidar en
ese
capítulo son las razones del origen del racismo en los dos países; esto me
llevó a la
conclusión de que en los dos había una causa común: la ineficacia del
motivo
religioso, ineficacia sentida por un número creciente de personas, como
pretexto
para justificar la persecución -en Alemania, porque el cristianismo había
perdido
vigencia, y en España porque los conversos eran ya cristianos-. Después indico
las
razones de las diferencias en los resultados de ambos movimientos. Mientras
en
Alemania el racismo conquistó el poder del Estado, en España no lo
conquistó
nunca. En consecuencia, mientras en Alemania el Estado fue capaz de
aglutinar
prácticamente a toda la nación en la persecución de los judíos, en España
los
conversos pudieron beneficiarse del favor y apoyo de gran parte del
pueblo
español, que se asoció con ellos en empresas económicas y se unió en
matrimonio
cada vez en mayor número, de manera que la mayoría de los conversos
(varios
cientos de miles) quedaron completamente absorbidos entre los millones
de
españoles (págs. 970-971). Finalmente, mi análisis termina con la observación
de
que, a diferencia de Alemania, en España, en última instancia, la batalla "no
la
ganaron los racistas, sino la mayoría de los conversos, que buscó
su
asimilación con el pueblo español". Aquí, pues, como en otros lugares del
libro,
&nbs