P.J. Harvey
Polly Jean Harvey, la original Sheila-Na-Gig, el mito celta de la mujer que asusta a los hombres abriendo la vagina con desmesura, en tanto ríe como una loca. P.J. Harvey, la que reta al varón: "Lame mis piernas/ Estoy encendida/ Lame mis piernas/ llenas de deseo" ("Rid of Me", del álbum homónimo, 1993). P.J.Harvey, la hija de una escultora aficionada al blues y de un capador de ganado del pueblecito de Yeovil, Inglaterra, seiscientos habitantes, una parte de ellos miembros de la comunidad artística. P.J.Harvey, la que saltó de ese campirano lugar a Londres -donde no se acomodó-, para sorprender a los hombres de ambos lados del Atlántico, sus principales aficionados.
A P.J.Harvey se le puede conocer sólo a través de su música. Dice las cosas en sus discos, no en entrevistas faroleras. Habla poco pero hace lo suyo. "Para qué leer libros de historia si uno puede crear su propia historia", es su lema.
Al mismo tiempo, Harvey se sustrae de la chabacanería de la industria. Ella no estuvo en Woodstock, no gana premios Grammy, no la invitan a los grandes festejos. Sin embargo, ha creado la música de rock más consistente de los últimos años, una música mucho más densa que la de Patti Smith, Chrissie Hynde o Sinéad O'Connor con quien es comparada a menudo.
Pero no hay que situarla entre ellas. Tampoco junto a la estadounidense Liz Phair. P.J.Harvey más que una solista es un grupo. Su música, aunque femenina -nadie como ella expresa las contradicciones de ser mujer-, no es de género. Harvey desbanca a los más pintados. Con su álbum To Bring You My Love (1995), P.J. alcanzó la perfección artística si tal cosa es posible. Estructuras fuertes, voz pesada, línea directa al infierno.
El trabajo de Harvey tiene que ver con el desagradable hecho de ser mujer en un mundo dominado por los hombres. La exaspera la desigualdad de género. Hasta los catorce años, Harvey se vestía y actuaba como un muchacho. "Las faldas son muy pesadas e incómodas", opina. Después, ya no tuvo inconveniente en mostrar sus senos escuálidos en su primer disco (Dry, 1992) o en la portada de la revista británica New Musical Express. ¿Reconciliación con un cuerpo que, sostiene, nunca le ha gustado, o mera forma de enseñar los entresijos para puntualizar que importan un comino? Pero lo que le molesta realmente, según admitió en una entrevista, es lo claustrofóbico y hermético que puede resultar el universo femenino. Se trata, sorprendentemente, de una idea de William B. Burroughs, a quien cita como una de sus fuentes, junto con Tom Waits y Don Van Vliet. Burroughs ha desarrollado la idea de las mujeres como encerradas en sí mismas -selfcentered jerks, "latosas egocéntricas"- según la definición misógina de un músico de rock. Burroughs trabajó ese arquetipo a partir de una concepción muy bien elaborada de su amigo Byron Gyson. Para liberarse, el hombre tiene que escapar de lo femenino. "La mujer tiene que hacer otro tanto", expresa Harvey en una entrevista. Para Polly Jean, quien creció entre hombres, los varones son muy similares a ella. Hay también mucho de Burroughs cuando afirma: "Las palabras son basura. No dices nada con ellas. Nunca puedes expresar con palabras lo que quieres decir. Es preferible hablar a través de la música. Por eso no me gustan las entrevistas".
Con su agresividad -ella niega que su música sea iracunda, es más bien humorística- Polly Jean Harvey trata de salir de ese universo claustrofóbico que al mismo tiempo le atrae y le desagrada. Hay en ella un juego permanente entre los opuestos. "Me gusta autohumillarme y al mismo tiempo hacer sentir mal a quien me escucha. Es la fórmula ideal", expresa en otra entrevista. Lo que la gente sienta abajo del escenario, al verla actuar, la tiene sin cuidado, advierte. "Puedo estar muerta pero también puedo matarte", canta en "Legs", de su segundo álbum Rid of Me. "Tarzán, estoy sangrando/párale a tu pinche gritadera", dice en "Me-Jane". Polly Harvey canta con todo y garra. Tomó clases de técnica operística para mejorar su estilo -la voz para ella es importante, no un instrumento más- y ejecuta la guitarra, el chelo, el violín y el órgano. Originalmente estudió saxofón. "He yacido con el diablo", dice en "Bring You My Love", la canción que da título a su álbum. "Qué monstruo/ Qué noche/ Qué amante/ Qué batalla", añade en "Meet Ze Monsta" del mismo disco. Son sus letras. No está mal para una lectura de Georges Bataille. ¿Qué es el erotismo sino un encontronazo? "Nada más déjame cabalgar sobre tus piernas un ratito", canta. Polly Jean Harvey, la prueba de que el rock&roll no es sólo asunto de machos. (Por Óscar Enrique Ornelas)
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