¿POR QUE REIVINDICAR LA 'K'?
Hay una letra que, pese
a figurar en nuestro alfabeto, parece marcada con un estigma negativo y
vergonzante: se trata de la k. No son pocos los autores que la consideran
ajena a nuestra ortografía, coincidiendo con la observación
que se hace en el DRAE : "Se emplea en palabras de origen griego y extranjero";
claro que sería interesante saber si ello significa que nuestra
Academia no considera extranjero lo heleno, pues, de ser así, no
resultaría muy coherente la marginación de tal grafía,
semejante a la kappa del alfabeto griego. En cualquier caso, basta con
ojear el DRAE para ver la escasa presencia que posee esta letra en él;
solo cuarenta y siete entradas aparecen en el capítulo a ella dedicado,
y algunas no hacen sino enviar al lector a las respectivas entradas de
qu-, que resultan las formas preferidas, como ocurre en kiosco = quiosco,
kif = quif. Sin embargo, fiel a sus principios, la Academia prefieresiempre
la grafía k en todas las voces científico-técnicas
en que kilo- equivale a ‘mil’: kilogramo, kilolitro, kilómetro,
etc. Esta pobreza de uso se ve compensada ahora por la serie de extranjerismosque
constantemente nos rodea: basket, hockey, parking, ranking, taekwondo,
tetrabrik, walkman, etc., palabras en las que, como fácilmente puede
comprobarse, nuestra letra ocupa cualquier posición. Acaso por la
rareza de su uso, ha encontrado firmes valedores entre los jóvenes,
quienes la utilizan como signo de identidad. Un feliz hallazgo lingüístico
supuso el lema mili kk,en el que la repetición fónica se
reducía a la de la letra maldita, compensando así la presencia
de los dos sables de las íes; muchas paredes de nuestra ciudad están
atacadas por el eskorbuto o por la furia de los autodenominados radikal
sur; no hace muchos días volvían a ser noticia unos okupas
madrileños, y nuestros hijos hablan de cantantes de nombres llamativos
como Kiko Veneno, (nombre que también airea un famoso futbolista),
Manolo Kabeza Bolo, etc. Parece como si tardíamente quisiéramos
dar la razón a Gonzalo de Correas, quien, en su Ortografía
kastellana nueva i perfeta, del año 1630, defendía el que
esta letra k fuese la única grafía para la correspondiente
consonante velar, y que se escribiese kaballo, keso, poko. Claro que ello
no impediría que algunos, para sobresalir, quisieran llamarse entonces
Carlos y no Karlos, Paco y no Pako; pero, sin duda, simplificaríamos
la ortografía española haciéndola más fonética.