N o c t u r n o

a Rosario

Manuel Acuna

I

¡Pues bien! Yo necesito
decirte que te adoro,
Decirte que te quiero
con todo el corazón;
Que es mucho lo que sufro
que es mucho lo que lloro,
Que ya no puedo tanto,
y al grito en que te imploro,
Te imploro y te hablo en nombre
De mi ultima ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
Estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
Que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
Que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
Que ya no se ni donde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
Y hacia otros mundos quiero
mi espíritu volver,
Camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
Las formas de mi madre
se pierden en la nada
Y tu de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamas han de ser míos,
Comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamas,
Y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
Bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
Y en vez de amarte menos,
te quiero mucho mas.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
Borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión;
Mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿que quieres tu que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
La lampara encendida,
tu velo en el altar;
El sol de la mañana
detrás del campanario,
Chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
Y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
Los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
Tu siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
Los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
Y en medio de nosotros
mi madre como un dios!

VIII

¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
¡que dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo sonaba en eso,
mi santa prometida;
Y al delirar en ello
con el alma estremecida,
Pensaba yo en ser bueno
por ti, no mas por ti.

IX

¡Bien sabe dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
Mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
Bien sabe dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
Sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
Que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...,
mas ya que a sus fulgores
Se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡adiós por la vez ultima,
amor de mis amores;
La luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
Mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!