Y LAS sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo: tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar, tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas, tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada, sitios en donde el tiempo no transcurre, valles que sólo mis labios conocen, desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos, cascada petrificada de la nuca, alta meseta de tu vientre, playa sin fin de tu costado. Tus ojos son los ojos fijos del tigre y un minuto después son los ojos húmedos del perro. Siempre hay abejas en tu pelo. Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos como la espalda del río a la luz del incendio. Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna, el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises la noche de los cuerpos, como la sombra del águila la soledad del páramo. Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano. Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida, bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma, cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro, boca del horno donde se hacen las hostias, sonrientes labios entreabiertos y atroces, nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible (allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable). Patria de sangre, única tierra que conozco y me conoce, única patria en la que creo, única puerta al infinito. Octavio Paz.
Octavio Paz.
Quiso cantar, cantar para olvidar su vida verdadera de mentiras y recordar su mentirosa vida de verdades. Octavio Paz
1 LLUEVE en el mar: al mar lo que es del mar y que se seque la heredad. 2 ¿La ola no tiene forma? En un instante se esculpe y en otro se desmorona en la que emerge, redonda. Su movimiento es su forma. 3 Las olas se retiran - ancas, espaldas, nucas- pero vuelven las olas - pechos, bocas, espumas-
4 Muere de sed el mar. Se retuerce, sin nadie, en su lecho de rocas. Muere de sed de aire.
PULSAS, palpas el cuerpo de la noche, verano que te bañas en los ríos, soplo en el que se ahogan las estrellas, aliento de una boca, de unos labios de tierra. Tierra de labios, boca donde un infierno agónico jadea, labios en donde el cielo llueve y el agua canta y nacen paraísos. Se incendia el árbol de la noche y sus astillas son estrellas, son pupilas, son pájaros. Fluyen ríos sonámbulos, lenguas de sal incandescente contra una playa obscura. Todo respira, vive, fluye: la luz en su temblor, el ojo en el espacio, el corazón en su latido, la noche en su infinito. Un nacimiento obscuro, sin orillas, nace en la noche de verano. Y en tu pupila nace todo el cielo.
CANTAN las hojas, bailan las peras en el peral; gira la rosa, rosa del viento, no del rosal. Nubes y nubes flotan dormidas, algas del aire; todo el espacio gira con ellas, fuerza de nadie. Todo es espacio; vibra la vara de la amapola y una desnuda vuela en el viento lomo de ola. Nada soy yo, cuerpo que flota, luz, oleaje; todo es del viento y el viento es aire siempre de viaje.
Como quien oye lloverÓyeme como quien oye llover, ni atenta ni distraída, pasos leves, llovizna, agua que es aire, aire que es tiempo, el día no acaba de irse, la noche no llega todavía, figuraciones de la niebla al doblar la esquina, figuraciones del tiempo en el recodo de esta pausa, óyeme como quien oye llover, sin oírme, oyendo lo que digo con los ojos abiertos hacia adentro, dormida con los cinco sentidos despiertos, llueve, pasos leves, rumor de sílabas, aire y agua, palabras que no pesan: lo que fuimos y somos, los días y los años, este instante, tiempo sin peso, pesadumbre enorme óyeme como quien oye llover, relumbra el asfalto húmedo, el vaho se levanta y camina, la noche se abre y me mira, eres tú y tu talle de vaho, tú y tu cara de noche, tú y tu pelo, lento relámpago, cruzas la calle y entras en mi frente, pasos de agua sobre mis párpados, óyeme como quien oye llover, el asfalto relumbra, tú cruzas la calle, es la niebla errante en la noche, es la noche dormida en tu cama, es el oleaje de tu respiración, tus dedos de agua mojan mi frente, tus dedos de llama queman mis ojos, tus dedos de aire abren los párpados del tiempo, manar de apariciones y resurrecciones, óyeme como quien oye llover, pasan los años, regresan los instantes, ¿oyes tus pasos en el cuarto vecino? no aquí ni allá: los oyes en otro tiempo que es ahora mismo, oye los pasos del tiempo inventor de lugares sin peso ni sitio, oye la lluvia correr por la terraza, la noche ya es más noche en la arboleda, en los follajes ha anidado el rayo, vago jardín a la deriva -entra, tu sombra cubre esta página. Octavio Paz.
|