EL PAN DE CADA DIA



Pasaba del medio día, el olor de pan caliente invadía aquella calle, un sol
escaldante invitaba a todos a un refresco...

Ricardito no aguantó el olor rico del pan y dijo:

- Papá, tengo hambre!!!

El padre, Agenor, sin tener un centavo en el bolsillo, caminando desde muy
temprano buscando un trabajo, mira con los ojos mareados al hijo y le pide un
poco más de paciencia...

- Pero papá, desde ayer no comemos nada,, tengo mucha hambre, papá!!!

Avergonzado, triste y humillado en su corazón de padre, Agenor le pidió al hijo
que esperara en la vereda y entró en la panadería que estaba enfrente... Al
entrar se dirige a un hombre en el mostrador:

- Señor, estoy con mi hijo de tan sólo 66 años en la puerta, con mucho hambre no
tengo ninguna moneda, pues salí temprano para buscar un empleo y nada encontré,
le pido que en el nombre de Dios me dé un pan para que yo pueda matar el hambre
de ese niño, en cambio puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los
platos y vasos, u otro servicio que usted necesite.

Amaro, el dueño de la panadería se extrañó de aquel hombre de semblante calmo y
sufrido, que pide comida a cambio de trabajo y le dijo que llame al hijo...

Agenor tomó al hijo de la mano y lo presentó a Amaro, que inmediatamente les
pidió que los dos se sienten junto al mostrador, donde mandó servir dos platos
de comida del famoso PH (Plato Hecho) - arroz, poroto, bife y huevo.. Para
Ricardito era un sueño, comer después de tantas horas en la calle...

Para Agenor, un dolor más, ya que comer aquella comida maravillosa lo hacía
recordar a la esposa y a dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado
de arroz...

Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado...

La satisfacción de ver a su hijo devorando aquel plato simple como si fuera un
manjar de los ricos, y el recuerdo de su pequeña familia en casa, fue demasiado
para su corazón tan cansado de más de dos años de desempleo, humillaciones y
necesidades...

Amaro se aproximó a Agenor y percibiendo su emoción, bromea para relajar:

- ¡OH, María!!! Tu comida debe estar muyy fea... Mira a mi amigo, ¡hasta está
llorando de tristeza de ese bife!, ¿será que es suela de zapato?!?!

Inmediatamente, Agenor sonrió y dijo que nunca comió comida tan apetitosa, y que
agradecía a Dios por tener ese placer... Amaro le pidió entonces que se
tranquilice, que almorzase en paz y después conversarían acerca de trabajo...
Más confiado, Agenor secó las lágrimas y empezó a almorzar, ya que su hambre ya
estaba en las espaldas...

Después del almuerzo, Amaro invitó a Agenor para conversar en los fondos de la
panadería, donde había un pequeño escritorio... Agenor contó entonces que hacía
más de dos años había perdido el empleo y desde entonces, sin una especialidad
profesional, sin estudios, estaba viviendo de pequeñas "changas aquí y allí",
pero que desde hacía semanas no conseguía nada...

Amaro resolvió entonces contratar a Agenor para servicios generales en la
panadería, y apenado, le prepara al hombre una canasta básica con alimentos para
por lo menos 15 días... Agenor con lágrimas en los ojos agradeció la confianza
de aquel hombre y marcó para el día siguiente su inicio en el trabajo.

Al llegar en casa con toda aquella "cantidad", Agenor es un nuevo hombre.

Sentía esperanzas, sentía que su vida tomaría nuevo impulso...

Dios le estaba abriendo más que una puerta, era toda una esperanza de días
mejores.. Al día siguiente, a las 5 de la mañana, Agenor estaba en la puerta de
la panadería ansioso para iniciar su nuevo trabajo...



Amaro llegó luego y sonrió a aquel hombre que ni él sabía porqué, estaba
ayudando... Tenían la misma edad, 32 años, e historias diferentes, pero algo
dentro de él lo llamaba para ayudar a aquella persona...

Y, no se equivocó.

Durante un año, Agenor fue el más dedicado trabajador de aquel establecimiento,
siempre honesto y extremadamente celoso con sus deberes...

Cierto día, Amaro llamó a Agenor para una charla y le habló de una escuela que
abrió lugares para la alfabetización de adultos a una cuadra arriba de la
panadería, y que él tenía interés que Agenor estudiara..

Agenor nunca se olvidó de su primer día de clase: la mano trémula en las
primeras letras y la emoción de la primera carta... Doce años pasaron desde
aquel primer día de clases...

Vamos a encontrar al Dr. Agenor Baptista de Medeiros, abogado, abriendo su
oficina a su cliente, y después a otro, y después a otro más...

Al medio día baja para un café en la panadería del amigo Amaro, que queda
impresionado en ver al "antiguo empleado" tan elegante en su primer traje...
Diez años pasan, y el Dr. Agenor Baptista, con una clientela en la que mezcla
los más necesitados que no pueden pagar con los más adinerados que pagan muy
bien; decidió crear una institución que ofrece a los desvalidos de la suerte,
que andan por las calles, personas desempleadas y carenciados de todo tipo, un
plato de comida diariamente a la hora del almuerzo...

Más de 200 comidas se sirven diariamente en aquel lugar administrado por su
hijo, el ahora nutricionista Ricardo Baptista... Todo cambió, todo pasó, pero la
amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que
conocían un poco de la historia de cada uno...

Cuentan que a los 82 años los dos fallecieron el mismo día, casi que en la misma
hora, muriendo plácidamente con una sonrisa del deber cumplido.. Ricardito, el
hijo, mandó grabar delante de la "Casa del Camino", que su padre fundó con tanto
cariño: Un día yo tuve hambre, y me alimentaste.

Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino. Un día me desperté solo, y
me diste a Dios, y eso no tiene precio. Que Dios habite en tu corazón y alimente
tu alma. ¡¡¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a quien
necesita!!!"



(Historia verídica)