PUEBLERINO

Antes que naida, no quero que se ballan a espantar por mis faltas de hortografía, pero es que la mera verda, pos yo no tube razonamiento pa escrebir hasta que se me puso la cabesa blanca como la flor de la yuca.

Yo no soy leido y escrebeido como ustedes, pero un amigo doitor que me curo de entripamiento me animo pa escrebirles y pos, pos lo hago pa sacar lo que traigo metido en mis entendederas.

No me tomen a mal que les escreiba, pues mi doitor me dijo que mi carta la iba a poner en eso que le dicen internete. Yo no sé que sera eso pero si mi doitor lo dice, pus algo bueno sera. Yo no se cuando les llegara pos aquí en mi pueblo no hay ni buzón para poner las cartas

Soy indio de a de veras. Pata rajada como nos dicen los de la ciuda, que cuando nos ven sombrerudos y prietos, respingan la naris y nos sacan la vuelta como si jueramos la mesma basura de la socieda. Yo, la merita verda, no me fijo en esos despresios porque a los ojos de Diosito todos semos iguales cuando nos entierren. Yo soi de un pueblito chiquito al que nombramos San Juanito de la Jodidencia.

Mi jacal esta en la sierra desde donde mi mujercita y yo, por las tardes, nos sentamos a devisar el campo y nuestros ojos se pierden hasta donde se acaba el mundo.

Somos hartamente felices comiendo lo que nos da la devina providencia y trabajando la tierrita pa sembrar maisito, frijolitos y cuidar a nuestros animalitos.

Esas tortillitas palmeadas a mano que hace mi viejita hincada frente al fogón, me saben a gloria. ¿Y saben porque?, Porque las hace con amor pa su viejo y es de eso lo que quiero palabriarles en esta carta.

Quiero palabriarles sobre mis querencias. Conocí a mi viejita cuando ella tenia quince años. Cuando la devise por primera ves acarreando agua del manantial, sentí que mi corazon se me salia del huacal de mi pecho. Comenso a latir bien juerte y me dije.

Esa mujer sera mi compañera hasta que Diosito me llame. Y asi jue. Un año después nos casamos en la iglesita. Yo tenia veinte años y comencé a trabajar duro pa poder mercar mi parcelita en la montaña. A los tres años de matrimoniados ya teniamos dos hijos. Unos chilpayates bien bonitos que jugaban en el monte.

Crecieron bien sanitos y cuando crecieron y estuvieron en edad de estudiar, con mucho sacreficio los mandamos a la ciuda para que jueran a la escuela, pos no queria que jueran burros igual que su padre.

Aprendieron mucho y uno quiso ser doitor y el otro engeniero. Lo que me da mas gusto que asi de leidos y escrebeidos nunca se avergonzaron de nosotros y estan necios en que nos vallamos a vivir con ellos a la ciuda.

Nada mas de pensarlo se me apretunan las tripas en la pansa. Mi viejita y yo ya cumplimos con lo que le prometimos a diosito.

Ya estamos muy viejos pa andar viendo los desfiguros que se ven en la ciuda. Alli nunca ven pa arriba para ver el cielo ni las estrellitas ni la luna. No oyen los grillos ni ven las luciérnagas mas que las luces descoloridas de sus coches.

En cambio aquí en mi jacal y con mi viejita, no nos cansamos de mirarnos el uno al otro. Nuestra querencia es mas juerte que cuando nos casamos y cuando Diosito nos recoja que nos entierren juntitos pa seguir queriéndonos. De eso les queria palabriar.

Yo digo que el probe cuando quiere de verdad, hasta el jocoque le sabe a gloria. El dia que sus mercedes quieran, dense un gueltecita por San Juanito de la Jodidencia y pregunten por Chabelo y Petrita. Mataremos un puerquito. (el unico que tenemos) para hacerles un asado que se chuparan los dedos.

Los llevaremos al campo pa que aprecien los olores de la tierra y sus ojos se pierdan entre las montañas. Aquí nada falta ni nada sobra porque Diosito esta siempre junto a los que saben encontrar la miel del amor y de la querencia.

Que Diosito los bendiga.