Dos corrientes
se combaten al interior del Catolicismo desde hace dos siglos. Después
de la Revolución francesa algunos quisieron acomodarse con los principios
revolucionarios y componer con los enemigos de la Iglesia; otros rehusaron
este arreglo, teniendo en cuenta que Nuestro Señor Jesucristo nos
advirtió:
JESUCRISTO ÚNICO REY, ÚNICO DIOS
Nuestro Señor es nuestro Rey, nuestro Dios. Debe, pues, reinar y no solo en privado sobre nuestras personas sino sobre nuestras familias, aldeas, y por doquier. Por otro lado, quiérase o no, Él será un día nuestro juez. Cuando vendrá sobre las nubes a juzgar el mundo entero, todos los hombres estarán postrados de rodillas: budistas, musulmanes, todos. No hay, en efecto, varios dioses, sino uno solo, como lo cantamos en el Gloria: "Tu solus sanctus, Tu solus altissimus Jesu Christe". Él descendió de los Cielos para salvarnos, es Él que reina en el Cielo; lo veremos cuando muramos.
DIVISIÓN DE LOS CATÓLICOS: LOS "CATOLICOS-LIBERALES"
Con la Revolución francesa se
declaró una verdadera división, la que, por otra parte, tuvo
su inicio ya con los protestantes. Toda una clase de intelectuales se sublevó
contra Nuestro Señor, en un auténtico complot diabólico
contra su reino del que no se quería oír más. Esos
toleraban que Le honrásemos en nuestras capillas y sacristías,
pero en forma alguna al exterior. No se debía hablar más
de Nuestro Señor en los tribunales, la escuela, los hospitales,
en una palabra, en ninguna parte. Más Nuestro Señor tiene
el derecho de reinar sobre todo, y en los países católicos
es el Amo. Y nosotros debemos tratar de hacerlos reinar lo más posible,
de convertir a aquellos que no le conocen y no le aman todavía,
a fin de que éstos lleguen a ser también sus súbditos,
y que reconozcan a su Maestro, en el Cielo.
Así, desde la Revolución
francesa, los católicos se dividieron entre los que aceptaban honrar
a Nuestro Señor en las familias y parroquias, pero no en la vida
pública, y en aquellos que, al contrario, querían que Nuestro
Señor reine en todos lados. Los primeros, para justificar el silencio
sobre Nuestro Señor en la sociedad, se apoyaron sobre la libertad
de creer y de no creer. Pero esto no es así; uno no es libre de
creer lo que quiere. Nuestro Señor dijo "El que creerá será
salvado, el que no creerá será condenado". Por supuesto,
se puede usar mal de esta libertad, pero entonces se desobedece alejándose
de Dios. Moralmente uno no es libre: se debe honrar a nuestro Señor
y seguir su enseñanza.
LOS PAPAS CONDENAN A LOS LIBERALES
He aquí aquellos que se llamó
liberales, porque estaban por la libertad, dejando a cada uno el derecho
de pensar lo que quería según su conciencia. Pero los Papas
han condenado siempre ese liberalismo, afirmando en alta voz que no hay
más libertad de conciencia que la de hacer el bien y evitar el mal.
Por supuesto se puede desobedecer. Un niño puede desobedecer a sus
padres, pero ¿tiene derecho a eso? Evidentemente no. Es lo mismo
en la religión. Cierto, existen personas que desobedecen, pero hay
que tratar de convertirlos y de llevarlos a obedecer a nuestro Señor,
el Dios verdadero que nos juzgará a todos.
Esa corriente liberal fue desarrollada
por católicos como Lamennais que era sacerdote; de allí la
división en el propio seno de la Iglesia. Pero papas tales como
Pío IX, León XIII; San Pío X, Pío XI, y Pío
XII, han condenado siempre a esos liberales como los peores enemigos de
la Iglesia, dado que alejaban a las gentes, las familias y los Estados
de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuando Nuestro Señor no está
más presente en las escuelas, hospitales, tribunales y gobiernos,
cuando está ausente del ambiente público, es la apostasía
y el ateísmo. En efecto, se toma el hábito de no pensar más
en Nuestro Señor, ya que no se lo ve en ninguna parte, y poco a
poco este olvido se difunde y se introduce en las familias.
¿Cuáles son actualmente,
para dar un ejemplo, los restaurantes y hoteles donde se halla la Cruz
de Nuestro Señor? Por mi parte viajo mucho, y no he hallado sino
en Austria un hermoso crucifijo en algunos restaurantes y una bella imagen
de la Santísima Virgen en la habitación del hotel. En otra
parte esto se terminó. Antes no había casa sin crucifijo.
Hoy, hasta buenos católicos tienen miedo de colocar una en su casa,
por temor de la reacción de aquellos que no aman la Religión
cristiana. Ved a lo que se llega alejando suavemente a Nuestro Señor.
LOS ENEMIGOS EN EL INTERIOR DE LA IGLESIA
Al comenzar el siglo, San Pío
X decía que ahora los enemigos de la Iglesia no están solamente
en el exterior sino también en el interior. Con esto quería
señalar esos católicos que no querían más la
realeza pública de Nuestro Señor.
Pero eso no es todo. Dado que había
hasta en los seminarios profesores modernistas, que querían adaptarse
al mundo moderno, con su rechazo de nuestro Señor y su apostasía,
San Pío X exigió que se los apartase de los seminarios, para
que no influyan sobre los seminaristas que, una vez sacerdotes, difundirían
a su turno las malas doctrinas. Y San Pío X tenían razón,
pues es lo que ocurrió. Los obispos no quisieron prestar atención
y suavemente esas ideas fueron introducidas en los seminarios, luego en
el clero y finalmente en todos lados. Al nombre de la libertad, se dejó
de hablar de Nuestro Señor y fue la apostasía.
En 1926, hace pues más de sesenta
años, me encontraba en el seminario en Roma, bajo Pío XI,
quien, él también, combatía y condenaba a los sacerdotes
favorables al laicismo. En este año tuvo lugar en Roma una semana
contra el liberalismo, y se presentaron dos pequeños libros: "Libéralisme
et Catholicisme" del R.P. Roussel y "Le Christ Roi des Nations" del R.P.
Philippe. He aquí la introducción del primero:
"Queremos que Jesucristo, Hijo de
Dios y Redentor de los hombres, reine no sólo sobre el individuo,
sino sobre las familias, pequeñas y grandes, sobre las naciones
y sobre el orden social entero; este es el pensamiento que nos une especialmente
esta semana. Este reinado social, de Jesús Rey, reinado legítimo
en sí, necesario para nosotros, no tiene adversario más temible,
por su astucia, su tenacidad y su influencia, que el liberalismo moderno".
¿Cuáles son, pues, los
orígenes de este liberalismo, sus manifestaciones principales, su
desarrollo lógico? ¿Cómo calificarlo y refutarlo?
Tales son las cuestiones que trata el libro del R.P. Roussel con su respuesta;
un libro muy interesante que damos a todos nuestros seminaristas para que
estén al corriente de esos errores modernos. El liberalismo, el
laicismo, la secularización y la ausencia de sumisión pública
a Nuestro Señor se han difundido a pesar de los Papas, porque los
obispos y los sacerdotes no los escucharon lo suficiente.
El segundo pequeño libro editado,
con ocasión de esa semana contra el liberalismo, en Roma, es: "Catechisme
des droits divins dans L'ordre social", conocido bajo el título
"Le Christ Roi des Nations" del R.P. Philippe, redentorista. Veamos el
prefacio:
"Bajo pretexto de seguir las solas
luces de la conciencia, se tomó el hábito de abandonar a
la libre disposición de ésta el cumplimiento de todos los
deberes: los derechos de la verdad y especialmente, los de la Verdad suprema
son pisoteados. Nuestro catecismo pide un gran acto de fé, el acto
de fe en Dios y en Jesucristo que ejerce su autoridad. Los pueblos deben
saber que, en todas las relaciones de hombre a hombre, en todo lo que constituye
la intimidad de una nación, dependen de Dios y de Jesucristo".
Todo esto ocurrió en 1926.
Entonces los sacerdotes resistían aprestándose para luchar
contra la apostasía invasora y para defender a Nuestro Señor,
contra la secularización y la laicización de todas las instituciones.
León XIII en su incíclica Humanun genus describió
que los francmasones tienen por fin descristianizar todo, especialmente
las instituciones, y que quieren quitar y expulsar a Nuestro Señor
de todos lados. Todo esto se desarrolló pues a pesar de los Papas,
y así se llegó al Concilio Vaticano II.
LA PREPARACIÓN DEL CONCILIO: LOS OBISPOS LIBERALES
Ahí también fue la división,
en el seno mismo de la Iglesia. Esos liberales que no quieren que se hable
más de Nuestro Señor en la sociedad, que, al contrario, quieren
la libertad de todas las religiones y de todos los sistemas de pensamiento,
crearon una oposición entre las cardenales y esto desde la preparación
del concilio.
La Santa Sede había instituido
unas comisiones a la cabeza de las cuales se elevaba la "Comisión
central preparatoria del Concilio". Sesionó de 1960 a 1962 y estaba
integrado de setenta cardenales y una veintena de arzobispos y obispos,
y si me encontraba allí era por ser presidente de la Asamblea de
arzobispos y obispos de la África occidental francesa. El Papa Juan
XXIII presidía, con frecuencia, nuestras reuniones.
Fue como un campo de batalla, hay
que decirlo. ¿Quién ganaría? ¿Los liberales
o los auténticos católicos que estaban con todos los Papas
en su condena al liberalismo? Por un lado unos querían que la Iglesia
declarase su tesis sobre la libertad, la neutralidad de las sociedades
y la ausencia de Nuestro Señor Jesucristo de la vida pública.
Por otro, hubo vivas reacciones contrarias. ¿Nosotros católicos
no tendríamos el derecho de tener nuestros Estados católicos
para no chocar con las religiones musulmana, budista o protestante? ¿Y
esto bajo el pretexto de no hacerles agravio, cuando ellos nos lo hacen
categórica y públicamente?
En los Estados protestantes, por ejemplo,
se es protestante oficialmente. El cantón de Vaud inscribió
en su constitución que el protestantismo es religión de Estado.
Así es igualmente para Suecia, Noruega, Inglaterra y Dinamarca,
y públicamente la religión protestante es la única
reconocida por el Estado.
LOS LIBERALES SUPRIMEN LOS ESTADOS CATÓLICOS
¿Entonces no tendríamos
el derecho de tener nosotros también nuestros Estados católicos?
El Estado del Valais era católico un 90 %. Como los liberales ganaron
en el Concilio, y dominan ahora en Roma, pidieron a Mons. Adams (a quien
conocí bien y que era un buen amigo), por intermedio del nuncio
en Berna, de acabar con el Estado católico del Valais. La constitución
valdense enunciaba, en efecto, que la Religión católica era
la única religión reconocida públicamente por el Estado.
Esto era, en definitiva, afirmar que Nuestro Señor Jesucristo era
el Rey del Valais. Y Mons. Adam, todo lo favorable que fuese la Tradición,
él que había combatido durante el concilio a favor del reinado
social de Nuestro Señor, escribió una carta a todos sus fieles
para que el Estado de Valais cambiase su constitución y se convierta
oficialmente en neutra.
Me informé y se me contestó
que eso venía del nuncio. Fui pues a encontrarlo a Berna y él
que había combatido durante el Concilio a favor del reinado social
de Nuestro Señor, escribió una carta a todos sus fieles para
que el Estado de Valais cambiase su constitución y se convierta
oficialmente en neutra.
Me informé y se me contestó
que eso venía del nuncio. Fui pues a encontrarlo a Berna y él
me confirmó que Mons. Adam había escrito por orden suya.
- ¿Y no tiene Usted, vergüenza
de pedir que Nuestro Señor Jesucristo no reine más el Valais?
- (El Nuncio) Oh, pero ahora esto
no es más posible. Usted comprende no es más posible.
- ¿Y los protestantes? Vaya
Usted, pedirles de dejar de reconocer su protestantismo como religión
oficial en el cantón de Vaud y o en Dinamarca. ¿Y nosotros
católicos, no tenemos, acaso, el derecho de tener Estados en los
cuales la Religión católica es la única reconocida
públicamente?
- (El nuncio) Ah, eso no es más
posible. - ¿Qué hace Usted de la magnífica encíclica
Quas primas donde Pío XI recuerda que Nuestro Señor Jesucristo
debe reinar sobre todos los Estados y sobre todas las naciones?
- (El nuncio) Oh, el Papa no lo escribiría
ahora.
Ah, esto como ejemplo. Esta encíclica
fue escrita en 1925 por Pío XI para recordar a todos los obispos
la doctrina sobre el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo,
y he aquí ahora obispos hacen exactamente lo contrario. Y es lo
que desgraciadamente aconteció: oficialmente el Estado del Valais
no es más un Estado católico. La Iglesia sólo sigue
reconocida al mismo nivel que cualquier asociación privada, como
las otras religiones, que tienen el derecho de organizarse en el Valais.
EL CARDENAL BEA PORTAVOZ DE LOS LIBERALES
¿Cómo ocurrió
esto? Un día el cardenal Ottaviani y el cardenal Bea nos trajeron
dos fascículos que valían su peso en oro. Estos dos fascículos
delimitaron los campos en la Iglesia: uno es de la Revolución francesa
y el otro de la Tradición católica. Uno es el del cardenal
Bea, liberal, el otro el del cardenal Ottaviani, prefecto de la Comisión.
En su documento el cardenal Ottaviani
habla de la "tolerancia religiosa". Es decir, si hay otras religiones en
los Estados católicos, se los tolera, pero no se les concede las
mismas libertades que a la Iglesia, del mismo modo que se toleran los pecados
y los errores, dado que no se puede expurgar todo. En una sociedad hace
falta una cierta tolerancia, pero esto no quiere decir que se apruebe el
mal.
Cuando llegó el momento para
el cardenal Ottaviani de presentar su documento a la Comisión central
preparatoria del Concilio, documento que no hacía más que
retomar la doctrina enseñada siempre por la Iglesia católica,
el cardenal Bea se irguió diciendo que se oponía. El cardenal
Ruffini, de Sicilia, intervino para detener ese pequeño escándalo
de dos cardenales que se enfrentaban así con violencia ante todos
los otros. Pidió referir a la autoridad superior, es decir al Papa
que ese día no presidía la sesión. Pero el cardenal
Bea dijo, no, quiero que se vote para saber quién está conmigo
y quién con el cardenal Ottaviani.
Se procedió, pues, a votar.
Los setenta cardenales, los obispos y los cuatro superiores de órdenes
religiosas que estaban allí se dividieron más o menos por
mitades. Prácticamente todos los cardenales de origen latino: italianos,
españoles y sudamericanos, estaban por el cardenal Ottaviani. El
contrario los cardenales norteamericanos, ingleses, alemanes y franceses
estaban por el cardenal Bea. Así se halló una Iglesia dividida
sobre un tema fundamental de su doctrina: La realeza de Nuestro Señor
Jesucristo.
Era la última sesión,
y uno se podía preguntar lo que iba a acontecer con ese Concilio
si ya la mitad de los setenta cardenales eran favorables a la tolerancia
religiosa del cardenal Ottaviani y la otra mitad favorable a la libertad
religiosa del cardenal Bea que se basaba en la Revolución francesa
y la Declaración de los derechos del hombre. Y bien, en el Concilio
también hubo lucha, y hay que reconocer que son los liberales los
que se impusieron. ¡Qué escándalo! Así llegó
esa nueva religión, que desciende más de la Revolución
francesa que de la Tradición católica, ese famoso ecumenismo
donde todas las religiones están en pie de igualdad. Ahora Ustedes,
pueden comprender la situación actual, esta se deriva de los liberales
en el Concilio.
Hubo, sin embargo, oposiciones violentas,
pero como el Papa tomó parte prácticamente por la libertad,
son los liberales que tomaron los puestos en Roma y los ocupan aún.
Me opuse a esto con Mons. Sigaud,
Mons. de Castro Mayer y muchos otros miembros del Concilio. Porque no se
puede admitir que Nuestro Señor sea destronado. La Iglesia está
fundada sobre el principio que exige la realeza de Nuestro Señor
sobre la tierra del mismo modo que en el Cielo. Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el Cielo. ¡Sí, que la voluntad
del Señor sea hecha por doquier y no solamente en las familias!.
Pero ahora que el liberalismo reina en Roma, aquel que nuestros autores
de 1926 calificaban como de el peor enemigo de la Iglesia, asistimos a
la demolición de la Iglesia.
Hay una auténtica ruptura.
Más nosotros permanecemos en comunión con todos los Papas
hasta el Concilio, mientras que el cardenal Bea no da referencia alguna
en su documento. Él no podía remitirse a ningún Papa,
dado que su doctrina es nueva y ésta siempre fue condenada por los
Sumos Pontífices. En el folleto del Cardenal Ottaviani hay más
páginas de referencia que de texto, referencias a los Papas, a los
concilios, a toda la doctrina de la Iglesia. La tolerancia religiosa está
realmente en la continuidad de la Tradición. La Fe en la Iglesia
fue siempre predicar la verdad y tolerar el error, ya que no puede hacer
de otro modo, pero esforzándose en ser misionera, reducir el error
y atraer a la verdad. La Iglesia no afirmó jamás que se tenía
el derecho tanto de estar en el error como en la verdad, que había
igual derecho de ser budista que católico. Esto no es posible, o
la Religión católica no es más la única verdadera.
Es una catástrofe fundamental para la Iglesia. Hemos vivido ese
combate en el Concilio y lo vivimos todavía.
CONSECUENCIAS DE LA NEUTRALIDAD
Una vez que el Estado deja de tener
religión, y que la Iglesia exige que todas las religiones sean admitidas,
las puertas están abiertas. Y se asiste a una invasión inverosímil.
Moon, adventistas, testigos de Jehová, a tal punto que hasta los
obispos se han reunido en Sudamérica para constatar la gravedad
de la situación. Unos hablan de cuarenta millones, y otros de sesenta
millones de católicos que han pasado a las sectas desde 1968; por
consiguiente, desde el Concilio. He aquí la terrible consecuencia
de la posición del cardenal Bea: la apostasía de millones
y millones de católicos. Y se constata la misma cosa por doquier,
como en Francia, donde se ve de más en más católicos
pasarse al Islam, a las sectas o a las logias masónicas. Es la apostasía
general, es por eso que resistimos, pero las autoridades romanas quieren
que aceptemos esto. Cuando discutí con ellas en Roma, querían
que yo conozca la libertad religiosa como el cardenal Bea. Pero les dije,
no, no puedo. Mi fe es la del cardenal Ottaviani fiel a todos los Papas
y no esta doctrina nueva y perpetuamente condenada.
He aquí lo que constituye nuestra
oposición y es la razón por la cual no existe posibilidad
de entenderse. Y no es tanto la cuestión de la Misa, dado que la
Misa es precisamente una de las consecuencias del hecho que quiso acercarse
al protestantismo y, por ende, transformar el culto, los sacramentos, el
catecismo, etc...
EL FUNDAMENTO DE NUESTRA POSICIÓN
La verdadera oposición fundamental
es el reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Opportet Illum regnare,
nos dice San Pablo. Ellos dicen, no, nosotros decimos, sí, con todos
los Papas. Nuestro Señor no vino para estar escondido en el interior
de las casas sin salir de éstas. ¿Por qué se han hecho
masacrar los misioneros? Para predicar que Nuestro Señor Jesucristo
es el único Dios verdadero, para decir a los paganos que se conviertan.
Entonces los paganos han querido hacerlos desaparecer, pero ellos no han
dudado en dar su vida para continuar predicando a Nuestro Señor
Jesucristo.
¿Habrá que hacer ahora
lo contrario, decir a los paganos: "vuestra religión es buena, conservadla
siempre que seáis buenos budistas, buenos musulmanes, o buenos paganos"?
¡He aquí la razón de nuestra desinteligencia! Nosotros
obedecemos a Nuestro Señor que dijo a los Apóstoles "Id a
enseñar el Evangelio hasta los confines de la tierra".
No hay que extrañarse que no
lleguemos a entendernos con Roma. Esto no será posible hasta que
Roma no vuelva a la fe en el reino de Nuestro Señor Jesucristo,
hasta que deje de dar la impresión de que todas las religiones son
buenas. Nos enfrentamos con ellos sobre un punto de la Fe católica,
como se han enfrentado el cardenal Bea y el cardenal Ottaviani, y como
se han enfrentado todo los Papas con el liberalismo. Es la misma cosa,
la misma corriente, las mismas ideas y las mismas divisiones en el interior
de la Iglesia.
Antes del Concilio los Papas y Roma
sostenían la Tradición contra el liberalismo, mientras ahora
los liberales ocuparon el lugar. Evidentemente éstos están
contra los tradicionalistas y, por consiguiente, somos perseguidos. Pero
estamos tranquilos porque estamos en comunión con todos los Papas
desde Nuestro Señor y los Apóstoles. Guardamos su Fe y no
vamos a pasarnos ahora a la fe revolucionaria en la Declaración
de los derechos del hombre. No queremos ser hijos de 1789, sino hijos de
Nuestro Señor e hijos del Evangelio.
Los representantes de la Iglesia católica
dicen: cada uno es libre y se puede colocar a todas las religiones juntas
para rezar como en Asís. ¡Eso es una abominación! El
día en el que el Señor se enoje no será cosa de risa.
Pues si Nuestro Señor castigó a los judíos, como lo
hizo, es porque estos habían rehusado creen en Él. Anunció
que Jerusalén sería destruida y lo fue, y el templo nunca
fue reconstruido desde aquel entonces. Bien podría decir lo mismo
ahora cuando todos sus pastores están contra Él, ya que no
quieren creer más en su realeza universal.
Hay que seguir apegado a la doctrina
de la Iglesia. Permaneced apegados a Nuestro Señor que es todo para
nosotros. Él es el Amo que nos juzgará como juzgará
a todo el mundo. Luego, hay que rezar para que su reino llegue, aún
cuando se deba ser perseguido.
Por más extraordinario que
pueda parecer, he aquí la situación de hoy. No soy yo quien
la inventé. ¿Por qué me he hallado casi sólo
contra ese liberalismo al que son favorables la mayoría de los obispos,
hasta de Roma? Es un gran misterio. Siendo, como antes, fiel a todo lo
que han dicho los Papas, uno se halla casi solo.
Lo principal es estar con Nuestro
Señor, aún cuando haya que estar solo. Si se está
con toda la enseñanza de la Iglesia de veinte siglos, no se tiene
miedo. ¿No hay que hacerse problemas, verdad? ¡Confiad en
la Providencia! Dios que conoce el futuro, restablecerá todas las
cosas un día, dado que la iglesia no puede quedar indefinidamente
en esta situación.
Confiemos en la Santísima Virgen
y en Nuestro Señor y no nos acobardemos ni nos deprimamos, ya que
continuamos la Iglesia. Permanezcamos en paz. ¡Que Dios os bendiga!.
+ Mons MARCEL LEFEBVRE
Arzobispo De su conferencia en Sierre, Suiza, 27 de noviembre de 1988