El último baile

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-         ¡¡Ayúdenme!! 

El grito de auxilio se ahogó en su garganta. Ya no podía gritar más. Ya no podía luchar más. Derrotada apoyó su cabeza en el duro metal que hacía de pared, y dejándose caer resbaló por el muro hasta quedar como un bulto inerte en el suelo. 

Sus cabellos negros quedaron esparcidos por el suelo queriendo dar la forma de un gran charco oscuro, su cuerpo frágil tendido en el suelo cubierto por un delgado vestido de tul negro no daba señales de vida más que aquellas que dejaban notar los espasmos que le provocaba el haber llorado tanto, sus pies descalzos blanquecinos a causa del frío y la desesperación no se movían, sus ojos verdes brillaban a causa de las lágrimas que seguía incesantemente derramando arruinando el maquillaje que llevaba y dándole el aspecto sombrío y abandonado que todo su ser reflejaba. 

Llevaba ya dos días en aquel forzado encierro. Había estado en una presentación musical. Mostrando lo que sabía hacer... bailar ballet. Su mayor pasión era dejarse llevar por los suaves tonos de la música que la elevaban a un mundo mágico donde todo era posible, donde un delicado movimiento de su cuerpo podía expresar cientos de sentimientos que flotaban libremente por el teatro para ir a perderse en el corazón de los espectadores. La gente la adoraba, y aplaudía cada una de sus apariciones, era su consentida, sus ágiles, suaves y delicados movimientos les eran una maravilla, y sus palmas se elevaban para producir aquel deseado sonido por todo artista en cada ocasión que se pudiera. Aquello provocaba su sonrisa, tratando de disfrazarla bajo la expresión que debía adoptar para la obra... pero igualmente se sentía satisfecha... por lo menos si había alguien que la pudiera querer, aunque tan solo fuera un cariño expectante. 

Y sufría, sus padres jamás se habían preocupado lo suficiente por ella, según era lo que ella creía. Sus padres siempre ausentes se contentaban con satisfacer a los más mínimos deseos de su hija sin detenerse a llenar aquel que de verdad anhelaba su corazón, un poco de amor. Un mundo vacío de este sentimiento era lo que ellos le ofrecían y la habían sumergido en aquel mar de gente que sin embargo la dejaba sola, a sus 15 años lo único que deseaba era que sus padres por alguna vez estuvieran junto a ella y que pudieran verla danzar. 

Pero encerrada en aquella habitación le parecía que si antes ese deseo era imposible, ahora lo sería aún más. Aquellos dos días le habían parecido una eternidad y creía que sus padres no habían hecho ningún intento por rescatarla. 

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Estaba en pleno baile, ejecutando uno de sus pasos preferidos cuando la luz fue cortada y la música abruptamente interrumpida. Se detuvo en seco, sus brazos extendidos, se relajaron para caer paralelamente a su cuerpo, y ambas piernas se apoyaron en el suelo para no perder el equilibrio. La oscuridad lo abrazaba todo, no así el silencio. Apenas había sucedido el incidente la gente otrora bien comportada y refinada había perdido el control sobre si mismos y gritaban como locos. 

Y allí lo sintió. Un paño se había posado en su rostro cubriendo su nariz y su boca mientras que un brazo le rodeaba el pecho evitándole realizar muchos movimientos con sus brazos. El sueño... dormir... tan solo en unos segundos se encontraba en el mundo plácido de Morfeo. 

Y había despertado en aquella fría habitación, todo era metal a su alrededor. Durante los primeros momentos había tratado de buscar una salida pero parecía que no había nadie que escuchara sus gritos ni gente que escuchara sus golpes, y pronto se rindió. Se había sentado apoyando la espalda en aquella gélida pared y resignado a su situación. Esperó... y esperó... pero no sucedía nada. Nadie aparecía para abrir aquella puerta, nadie aparecía para decirle que estaba libre. 

Y estaba allí tirada, tenía hambre, tenía sed, frío, pesadumbre y soledad. 

De repente la puerta giró sobre sus goznes y dejó escapar un chirrido que perforaba los oídos. No se inmutó. Tirada allí en el piso no era capaz de realizar nada más. 

-         ¡Levántate! – escuchó que una voz ronca le decía - ¡Mírame! 

Y ella como un robot controlado por aquella voz se levantó y miró a su secuestrador. Su frágil y espectral figura no hacía mas que despertar la lástima. 

-         ¡Tus padres jamás se preocuparon por ti! – aquellas palabras calaron profundo en el ya herido corazón de la pobre muchacha – Pareciera que no te querían porque simplemente no llegaron nunca a pagar tu rescate – y una sarcástica sonrisa apareció en su rostro para acompañar a tan punzante frase final. 

Tan solo cerró sus ojos, para intentar aceptar lo que su corazón le decía todo el tiempo. Y los volvió a abrir para encontrarse con que aquél sujeto se encontraba apuntándole con un arma directo a su pecho... directo a su corazón. 

-         ¿Deseas morir? – fue lo que él le preguntó. 

Reunió fuerzas para poder articular la respuesta. 

-         ... Si ... 

Y el susurro apenas audible fue a parar a los ojos del secuestrador que mirando sádicamente a la chica jaló el gatillo para luego observar como el cuerpo de la chica caía directamente y sin vida al frío suelo que momentos antes había sido su cobijo, y que ahora no era mas que su lecho de muerte. 

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-         Pobre chica, se ve que murió sufriendo terriblemente – dijo uno de los peritos al ver el maquillaje que circundaba los ojos de la joven y los surcos en las mejillas que habían dejado las lágrimas ya secas.

-         Y según la confesión del sujeto que la mató dijo que ella le había dicho que le disparara.

-         ¿Qué motivos habrá tenido para pedir tal cuestión? Por lo menos sus padres la adoraban, jamás había visto a dos tan preocupados por lo que le podría pasar a su hija, pobres sujetos. Quien iba a pensar que viniendo en el auto a pagar el rescate tendrían tan fatal accidente.

-         De seguro tenían prisa... – contestó otro oficial - venían atrasados.

-         Bueno... por lo menos estarán juntos en el otro mundo. 

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