Deja Vu ~
Hick's Bellum
Capítulo 4: No te conozco, pero sin
embargo... Te amo.
Anaís podía ser todo lo que quisieran pero si había una
cosa que no era, era el hecho de que pasase desapercibido los sentimientos que
se reflejaban en los ojos de los demás. Y con Paris no había sido diferente.
Había leído en sus ojos que a pesar de demostrar tanta
alegría y despreocupación existía algo que lo amilanaba, que le entristecía,
pero que sin embargo pese a ello trataba de seguir adelante para cumplir algo.
Le había intrigado aquel chico, quería conocerlo y saber que era lo que le
preocupaba, no sabía el porque, pero sentía que lo conocía desde hacía
mucho, y que en parte el sufrimiento de él también le correspondía a ella,
que ambos lo compartían...
El día había pasado más rápido después del primer
encuentro, Anaís había podido concentrarse un poco mas en sus clases aunque
igualmente se sentía un poco turbada por las presencia de Paris en el asiento
delante suyo.
A la hora de la salida se había olvidado del pequeño
detalle que se iría acompañada, por primera vez en su vida se iría junto a
alguien, y mas encima ese alguien no era cualquier persona, era un chico, aparte
de un chico realmente guapo, que le hacía tener sentimientos confusos pero al
mismo tiempo le hacía sentir una confianza increíble.
-
¡Anaís! – escuchó que la llamaban
unos cuantos metros mas atrás.
Se volteó de forma que sus cabellos se agitaron levemente,
cerrando sus ojos con amabilidad y sonriendo de forma tan dulce que el pobre de
Paris que se encontraba riendo al correr hacia ella para alcanzarla, no pudo
menos que turbarse y sonrojarse.
-
Te habías olvidado que nos íbamos juntos, ¿eh?
-
Un poco, pero lo recordé unos segundos antes que me
llamaras – la voz resonaba hermosamente en la cabeza de Paris,
provocándole los mismos sentimientos que tiempo atrás ¿o adelante? le
produjera la misma chica.
-
Bueno, entonces solo por eso te perdono. ¿Nos
vamos?
La joven asintió con la cabeza, para luego echar a andar,
ahora si, acompañada.
Durante el camino, no fue mucho lo que hablaron, mas que
nada Anaís le preguntó por su familia, el como había dado en la ciudad, y en
el colegio de ella. También le preguntó por las circunstancias en que él le
había ayudado en la tarde anterior y le volvió a agradecer tal ayuda
desinteresada.
-
Ya te dije que no podía dejar que una joven tan
linda se diera con el piso – finalizó interponiéndose en el camino de ella
guiñándole el ojo y sin dar lugar a una repuesta tocando el timbre de la casa
de Anaís.
Al momento una empleada salió a abrirles la puerta,
saludando a la señorita diciéndole que su madre la esperaba en el salón, y al
joven que la acompañaba, invitándole amablemente a entrar.
Ahora él se conducía con extremada educación pero sin
perder por ello aquel destello de picardía e ironía que Anaís había
percibido en cada momento desde la primera vez que le vio. Él a cada rato la
miraba y sonreía, y ella le contestaba amablemente. Aquel juego de miradas no
pasó desapercibido para la mamá de Anaís, en segundos había comprendido que
aunque sonase extraño, aquellos dos chicos estaban destinados a estar juntos
desde el primer momento en que se habían visto, a pesar de haber sido hacía
tan solo un día.
La tarde había pasado rápidamente. Tan animada era la
conversación que a Paris se le había hecho de noche allí sentado ya sea
conversando con Anaís, con su madre, con la hermana de ella y además con el
padre de la joven que no había demorado mucho en llegar. A todos les había caído
muy bien... sus maneras educadas no ocultaban su personalidad vívida y ágil y
aquello les entretenía a la vez que sin razón les causaba cierta afinidad.
La noche había caído cubriendo con su manto negro a toda
la ciudad, que sin embargo se negaba a quedar sumido en la oscuridad revelando
luces que iluminaban todo el sector. Paris finalmente se había decidido a
marchar no sin antes agradecerles su amabilidad. La familia de Anaís le invitó
para otra ocasión, y quién sabe, disfrutar de algún paseo en conjunto. Anaís
parecía muy animada con la situación, y se ofreció a acompañar al joven
hasta afuera y quizás un poco mas allá.
Llegaron hasta la esquina... Paris no deseaba que ella se
aventurara mas allá porque era demasiado tarde para que anduviera sola por ahí,
era peligroso.
-
Muchas gracias por todo, fue un gusto el poder haber
conocido a tu familia Anaís – finalizó sonriendo.
-
Nada de eso, muchísimas gracias a ti. Haz sido muy
amable conmigo, aun siendo un desconocido.
-
¿Eso es lo que crees de mi? ¿que soy un
desconocido? – su voz parecía ahora un poco triste, sus ojos le
acompañaron provocando que Anaís sintiera que había cometido alguna
imprudencia.
-
Ahora claro que no –
tratando de sonreírle amablemente para aplacar la ofensa que creía haber
cometido – ahora te conozco... – por unos segundos pareció que sus
cavilaciones habían tomado su boca y susurró - y se podría decir que te he
conocido desde hace mucho tiempo, mi querido Paris.
Paris simplemente palideció
al escuchar lo último que ella había dicho... ¿cómo era posible que ella le
volviese a llamar así? Si, porque no era la primera vez que Anaís le llamaba
así, por lo menos no en toda su historia. En Céfiro aquella era la forma en
que ella se refería a él, y él siempre le contestaba dulcemente tomándola
por la mejilla y haciéndole que lo mirara a los ojos.
Anaís había bajado la cabeza y la mirada al mismo tiempo
que susurraba aquellas inconscientes palabras finales. No había medido lo que
había dicho, solamente había dejado salir aquellas palabras. De pronto sintió
una mano en su mejilla, no se sobresaltó, en vez de eso, cerró los ojos al
sentir que tiernamente le obligaba a levantar el rostro.
Cuando abrió sus ojos pudo ver los dorados cerca de ella,
mirándole amorosamente, el mundo parecía dar vueltas a su alrededor, para
luego vaciarse y quedarse en la nada... parecía que perdía el equilibrio,
porque súbitamente se inclinó hacia delante para estampar en los labios de
aquel hombre el primer beso que daba en su vida.
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