by
Rei Kinomoto
Prólogo
"El Misterio de Salisbury"
Otro día de trabajo...
Sí, eso es lo que era, otro típico día de trabajo.
Allí estaba ella, conduciendo a través de una solitaria
carretera en el medio de la nada, únicamente por amor a su profesión. La
verdad, es que no había estudiado arqueología sólo para trabajar en un museo
o dar clases en la universidad; la auténtica razón era la aventura de ir en
busca de lo desconocido, el reto de descifrar enigmas ancestrales, comprender a
la gente que vivió hace cientos o incluso miles de años antes que ella, y que,
sin embargo, logró hacer maravillas sin ayuda de maquinas o de computadoras.
Suspiró.
Como le agradaría estar en estos momentos escalando
alguna cumbre nevada de la cordillera andina en busca de la tumba de un niño
inca, que en tiempos antiguos, fuera ofrecido en sacrificio a los dioses; o tal
ves en el Valle de los Reyes desenterrando los tesoros de algún faraón
olvidado... Pero ella abandonó todo eso por voluntad propia, dejó todo a un
lado por amor.
Por amor...
Cómo olvidarlo. Recordaba como si fuera ayer la primera
ves que se vieron. Ella se encontraba caminando por la calle, cuando se encontró
con una amiga de la secundaria que le invitó un café. La charla era agradable,
reían al recordar todas las bromas que le gastaban a los profesores, a los
viejo compañeros, las fiestas... Entonces... entonces llegó, se lo presentó
como un amigo; era un hombre atractivo, inteligente y muy agradable. Primero se
hicieron amigos, luego novios y antes de que se diera cuenta ya estaba frente al
altar, vestida de blanco y con él a su lado. Fueron muy felices. Vivían en una
cómoda casa en Londres, tenían dos hijos encantadores y disfrutaban de éxito
profesional. Sí, todo era perfecto... demasiado perfecto para que durara.
Definitivamente esos son los momentos donde te das cuenta
de quienes son tus verdaderos amigos, esos que, cuando el resto del mundo te da
la espalda, salen en tu ayuda sin importar que tan lejos se encuentren. Un
verdadero amigo como Fujitaka Kinomoto.
Encendió un cigarrillo.
Si había algo que odiaba de los viajes largos era que la
hacían reflexionar sobre su pasado, como si eso sirviera para algo más que
traerle recuerdos dolorosos.
A decir verdad, el paisaje tampoco le ayudaba en pensar
en otras cosas, era bonito claro, pero al cabo de media hora te aburrías de
verlo. La Planicie de Salisbury no es más que una enorme y monótona llanura
cubierta de pastizales de color verde intenso, con alguna que otra colina, y
unas cuantas arboledas esparcidas por todo el terreno, y por supuesto, no podía
faltar el cielo cargado de nubes. Si hay una característica fundamental del
clima de Inglaterra esa tiene que ser que de los 365 días del año por lo menos
300 son nublados.
Pero no podía quejarse de su vida. Después de lo
sucedido se había mudado a Oxford, tenía una agradable casa, sus hijos nunca
le daban problemas y trabajaba para una de las universidades más reconocidas a
nivel mundial. Lo mejor de todo es que la ciudad quedaba a medio camino entre
Londres y la Planicie de Salisbury, la cual, a pesar de no ser un paraje de exótica
belleza, era una inagotable fuente de objetos antiguos... enterrados con sus
respectivos dueños.
Las tumbas eran justamente el motivo de su viaje a
Salisbury, una pequeña ciudad que debe su nombre a la planicie en la cual se
fundó, que además tiene la peculiaridad de estar muy cerca del monumento
prehistórico más famoso de Gran Bretaña: el enigmático Stonehenge. A lo
mejor es ésta la razón por la cual, muchos de sus antiguos moradores (celtas,
sajones, entre otros.) lo consideraban un lugar sagrado, perfecto para enterar a
sus muertos. Pero en la actualidad la explosión demográfica obligaba a la
construcción de inmuebles sobre los olvidados cementerios... con sus
desagradables consecuencias.
El problema siempre era el mismo: una familia estaba
construyendo la casa de sus sueños cuando, repentinamente, descubrían un cráneo
humano. Comprensiblemente asustados llamaban a la policía creyendo que habían
encontrado a la infortunada victima de algún despiadado asesino. Entonces,
cuando los agentes procedían a la exhumación del cuerpo se topaban con
espadas, hachas y broches (entre otras cosas) de aspecto primitivo, y en ese
momento se daban cuenta que su supuesta victima tenía por lo menos doscientos años
muerta. Luego se comunicaban con el Museo Ashmolean y ellos se contactaban con
ella que siempre estaba dispuesta a ir; después de todo, eso era lo más cerca
que estaba de sus sueños de aventura.
Esto ya formaba parte de su rutina y al parecer éste
viaje no iba a traer nada nuevo... o por lo menos eso pensaba hasta que...
OOOOOOOOOOOOOOOO
Calculó que no debía faltarle más de media hora para
llegar a su destino. Conducía con tranquilidad por el desolado camino cuando
una brillante luz que venía de frente la cegó y en seguida sintió como su
cuerpo era golpeado por una especie de choque eléctrico. Frenó bruscamente
ante la sorpresa, pero no tuvo tiempo de alarmarse por lo ocurrido, ya que
segundos después empezó soplar una brisa gélida que se hacía cada ves más y
mas fuerte, hasta que alcanzó velocidades huracanadas. El automóvil empezó a
estremecerse de una forma terrible, cuando finalmente, el espantoso vendaval lo
levantó como si fuera de papel, lanzándolo a unos 30 metros de distancia. El
vehículo rodó por la carretera unos cuantos metros más y entonces ella comenzó
a escuchar gritos horrendos; pero esos gritos no pertenecían a este mundo, era
como oír la agonía de las almas atormentadas.
Una aterradora sensación se apodero de su cuerpo, era
como si le estuvieran desgarrando por dentro. Jamás sintió tanto dolor como en
ese instante...
De repente todo quedó en silencio... en un sepulcral
silencio.
Ella aún tenía los ojos cerrados y el volante
fuertemente asido entre sus temblorosas manos. Abrió los ojos; tenía algunos
cortes, raspones y golpes, pero todavía estaba viva; por un momento pensó que
no lo iba a contar. Por otro lado... !!¿qué demonios fue eso?¡¡.
Salió del carro y lo observó detenidamente: el techo
estaba algo aplastado, tres ventanas estaban rotas, los laterales del auto
estaban totalmente aboyados, perdió el capó, tenia medio parachoques... sin
embargo parecía que todavía podía ponerse en marcha. Y así fue,
milagrosamente logró arrancar sin problemas.
Bien, ahora tenía dos opciones: podía retroceder y
regresar a su hogar sana y salva, o continuar su camino y arriesgar estúpidamente
su vida para averiguar qué había sido eso. ¿Para qué pensarlo? la decisión
era evidente; se iría directo a Salisbury y ver que rayos había ocurrido. Tal
parece que Fujitaka tenía razón al decir que ella era "una arqueóloga
con el instinto de una reportera de guerra"...
- "Reportera de guerra... ¿quién sabe?, pudo haber
sido un trabajo muy interesante."- pensó mientras apretaba el acelerador,
rumbo a lo desconocido.
OOOOOOOOOOOOO
Tres figuras corrían desesperadamente por la solitaria
llanura. Alguien debió desatar la terrible fuerza que habían sentido unos
minutos atrás y ellos tenían que hacer algo para evitar que sucediera lo peor.
- "Maldición, esto es patético... ¡Nunca vamos a
llegar a tiempo de esta forma!" - protestó el primer ser sin dejar de
correr.
- "¿Qué clase de loco pudo haber intentado
liberarlo?" - preguntó desconcertado el secundo
- "Uno lo suficientemente poderoso como para
frustrar todos nuestros intentos de llegar hasta el sitio donde se
encuentra" - contestó con calma el tercero.
- "Sí, y dejarnos a 10 kilómetros de distancia
cuando intentamos aparecernos en el lugar... ¡ni siquiera podemos volar!"-
dijo con amargura el primero.- "Sea quien sea ese desquiciado y por mucho
poder mágico que tenga, no tiene ni idea de con que se está metiendo"
Los otros dos no dijeron nada, pero sabían que tenía
toda la razón.
Después de ser liberado nadie, absolutamente nadie, podría
controlarlo.
OOOOOOOOOOOOOO
Lo que encontró en Salisbury fue un caos, en verdadero
caos... y no era para menos.
Había cristales rotos por todos lados, autos de todos lo
tamaños volcados en el medio de la calle, árboles caídos sobre las viviendas
semidestruidas y sobretodo gente gritando y corriendo presas del pánico. También
vio gran cantidad de heridos, y por desgracia varios cadáveres tendidos en el
frío pavimento. Muchos improvisaban maniobras de rescate para sacar a los
desafortunados que habían quedado atrapados entre los escombros. Parecía como
si un tornado hubiera devastado la ciudad.
En medio de la terrible anarquía, consiguió divisar a
un conocido, un oficial de policía que intentaba infructuosamente poner un poco
de orden.
- "¿Oficial Thomson?"
El hombre se volvió a mirar a la mujer. Ella era una
llamativa pelirroja de cabello ondulado, grandes ojos azules y piel blanca con
la cara poblada de pecas................debía tener alrededor de 40 años. Se
veía realmente desaliñada, estaba totalmente despeinada y su ropa estaba
rasgada en diferentes sitos, además lucía muy golpeada.
- "!Señora Wesley¡ ¿se encuentra usted
bien?" - dijo el policía notoriamente cansado.
- "No se preocupe, sólo son algunos
moretones"- respondió ella restándolo importancia a sus heridas, luego
miró la confusión que había a su alrededor- "¿Qué fue lo que pasó aquí?
- "Eso es lo que yo quisiera saber, señora" -
le contestó preocupado - "lo único que recuerdo es una luz brillante,
después un viento helado y... y luego unos gritos pavorosos. Cuando me di
cuenta de lo que pasaba ya la ciudad estaba destruida y las personas histéricas...
esto es horrible señora, realmente horrible"
- "¡Eh Peter! ¡Encontramos el epicentro de la
explosión!" - gritó un hombre uniformado que corría hacia ellos.
- "¿Explosión? Lo sabía." - comentó con
furia Thomson - "Tenían que ser esos bastardos del IRA..."
- "Yo... yo no estaría tan... seguro de eso" -
le corrigió el hombre mientras intentaba recuperar el aliento - "Tienes
que... que verlo para creerlo...- " miró a la arqueóloga - "usted
también debería venir señora Wesley, estoy seguro de que esto le va a
interesar."
Ella se quedó perpleja. ¿De cuándo acá solicitaban a
un arqueólogo en la investigación un ataque terrorista?, hasta donde ella sabía
eso era competencia de los grupos anti - explosivos. Pero de todos modos lo
siguió.
Llegaron a lo que alguna ves debió ser una casa, de la
que solamente quedaban las bases (no quería ni imaginarse lo que pasó con los
habitantes de la misma), cuando el oficial que los había guiado se detuvo.
- "No está a más de 10 metros bajando esa
ladera"
- "Tienes que estar bromeando"- dijo Peter
totalmente incrédulo - "si la bomba estaba tan cerca, todo el lugar tendría
que estar completamente calcinado"
- "De hecho, el césped está húmedo"- comentó
la mujer, mientras tocaba el suelo.
- "Bajen y verán a lo que me refiero" - se
defendió el hombre.
Y lo hicieron. Bajaron la ladera hasta un terreno que se
encontraba repleto de policías, bomberos y curiosos, los cuales no dejaban de
murmurar entre ellos visiblemente sorprendidos. Cuando se aproximaron lo
suficiente, ellos tampoco podían dar crédito a lo que veían.
Estaban frente a un gigantesco cráter perfectamente
circular; daba la impresión de que un enorme meteorito se hubiera estrellado en
el lugar.
No obstante, no había señales de fuego, ni siquiera había
tierra diseminada sobre el pasto, que seguía igual de verde y húmedo.
La arqueóloga se acercó un poco más. Entonces pudo
distinguir algo en el fondo... algo que parecía...
- "Es... es imposible. ¡No puede ser!" -
murmuró completamente asombrada.
Sin siquiera pensarlo se adentró en el cráter
- "¡¿ESTÁ LOCA?! ¡ WESLEY SALGA DE AHÍ!" -
ordenó exasperado el oficial Thomson.
Ella ni se enteró de lo que decía. Bajó hasta lo más
profundo del cráter, retiró un poco de tierra con las manos y...
No se había equivocado, ante ella estaba una enorme
piedra con intrincados grabados ¿celtas?. Totalmente emocionada tomó su
celular y a duras penas consiguió marcar un número.
- "Alo ¿quién es?" - dijo una fastidiada voz
masculina por el teléfono.
- "George tienes que venir a Salisbury AHORA."
- "¿Susan? ¿Qué pasa? Te oyes muy agitada."
- "Trae a todos los que puedas, esto es realmente
grande. Creo que tardaremos bastante en sacarlo."
- "Susan... ¿sacar qué?" - dijo George con
impaciencia.
- "Prende el televisor, ya llegaron lo
periodistas... creo que son los de la BBC"
Sin mucho entusiasmo y aún con el teléfono en la mano
tomó el control remoto y encendió el aparato. Marcó el canal y se sentó a
ver. Los ojos se le pusieron como platos al observar las imágenes de la ciudad
y sobretodo el reciente descubrimiento de su amiga.
- "¿Qué es eso?..." musitó totalmente
boquiabierto, volvió a tomar el teléfono y dijo atropelladamente.- "Ya
voy para allá, no te muevas, sólo dame 5 minutos para avisar al museo"