Escritos

Marcelo Neyra

.restos de furia

.dulce daga yang

.el escorpión

.septiembre

 

restos de furia

para Alejandra

1

restos de furia

pretenden, omnipresentes,

derrumbar el sueño.

perplejidad inocua

que arrebata

cada movimiento

soy como el viento

sin destino

y cada tormenta que atravieso

me deja quieto

la esperanza es la trampa

de tanto esperar

mueren los días

callan las horas

y cada minuto

se vuelve infinito

solemne y perturbador

tal es el festejo del ansía

y el ardor se detiene.

 

2

vuelve la prisa

algo pincha

en cadena, y no por inercia,

los movimientos de mi cuerpo

paralizan el reflejo austero

de las estructuras sistemáticas

de los días

la utopía brota

por hambre y necesidad

 

3

aparecieron tus palabras

vino tu nombre a distancia

y tu poesía

quebró las fronteras

todo empieza de nuevo

salto de la cama

la brisa del invierno

se derrite

y es que hay ardor

de revolución.

 

 

 

 

dulce daga yang

 

dulce daga yang

me has vuelto a seducir

soy tu cadalso

la espina despierta

de los jardines desaparecidos

tu filo exquisito

brota en el derrumbe

de los días de enero

me queda el alba

soy el sol de tu hora más oscura

es el punto de partida

sobre la comisura del destino

existo

solo

por

tu

insistente brillo.

 

 

el escorpión

Del vacío atemporal

apareció el escorpión

para morder tu piel.

Jugar con fuego

es necesario,

para saber que estás vivo.

Retorcer los sentidos

en la noche más profunda

para no alienarse.

Ceder

ante la sed de un extraño

eso también forma parte del amor.

Ella es parte de la ruta, sus movimientos

intensos, perfectos, sublimes...

dejan marca.

 

Septiembre

Me siento aislado, como un cangrejo en el medio de un desierto. Estoy rodando por algún lado como una inmensa pelota, reboto o me rebotan por donde voy. Estoy tirado en la cama de mi cuarto, son las siete de la tarde, eso creo, el sol parece haberse atascado entre dos montañas sobre la cordillera, todavía queda algo de luz aunque en el cuarto comienzo a estar a oscuras. Alcanzo a verme las piernas desnudas y descubro que me ha crecido un montón de pelo. En eso un pájaro canta a gritos, puede que sea algún holler de las aves y me quedo escuchando ese chillido, suena bien. Me asomo por la ventana y lo alcanzo a ver; es todo negro, abre las alas y abre el pico y larga el sonido, mira enloquecido alrededor, está a punto de irse. Vuelve a fijarse por sus costados y por otro lado aparece uno igual a él y se miran, después se van. Yo sigo ahí. Me enciendo un cigarrillo y vuelvo a la cama.