"En la otra madrugada"
Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón..
A. Pizarnik
¿Cómo hablar del silencio sin poblarlo de ruidos, motores, bocinas, voces?
¿Cómo dejar que algo se aquiete y prorrumpan cosas parecidas a la paz o la inocencia, sin la carga occidental que apelmaza cualquier aceptación?
¿Habrá que renunciar, definitiva, a la apertura transida de silencio?
El silencio, la apertura, el cuerpo. Tres caras de un poliedro en cuyos vértices es posible situarse.
El cuerpo sin cultura, sin moral encarnada, sin compaginación de la vida, de nuestro paso por la vida, es impensable.
Al dejar hablar al cuerpo en el espacio de la apertura, en el momento de la apertura, no queda más que silencio. Pero este silencio no es vacío de contenido sino vivencia encarnada; tan elocuente como una multitud de voces.
¿silencio o elocuencia del cuerpo? ¿cuerpo mudo? ¿claudicante? ¿temerario? ¿cuerpo deseo? ¿cuerpo territorio? ¿cuerpo materia? ¿cuerpo sexuado? ¿cuerpo humano? ¿cuerpo tumba?
Me quedo con el par cuerpo silencio, no porque en sí sea silencioso el cuerpo, sino porque es uno frente al otro.
En este tropel de ruidos que tenemos, en el que vivimos incesantes, el cuerpo es un padecimiento, un ancla que nos remite a un engranaje productivo donde la noche (único lugar relativo de silencio) es el tiempo maniqueo del descanso "reponedor" y necesario para subsistir como engranaje. En este marco, es el cuerpo cansancio el que más presente está; aunque aveces, como un complemento, también está el cuerpo transgresión, el cuerpo diversión y el cuerpo peligro.
Esta carga que experimentamos, nos ofrece tristes salidas; siempre desde nuestra asumida esclavitud. Una de ellas es el alma, la invención del alma como negación, sublimación, de nuestra libertad. Invención que carga con el sueño de poseernos en verdad a nosotr@s mism@s . El alma es la proyección de un anhelo, es el sueño compensatorio de una materialidad corporal transida por el engranaje productivo.
Cuando el cuerpo se constituye en toda su soberanía gracias a su confronte con el silencio, estamos ya en la apertura, hemos forjado ya el espacio de apertura en el que el silencio y el cuerpo se vuelven mundo, se vuelven libertad y esta libertad muchas veces va de la mano de la creación.
La creación es el acto trizador de máxima libertad, pero a la vez, simultáneamente, el inicio de la máxima subyugación. Subyugación a la identidad, a la detención en un producto que como mínimo nos devuelve al cuerpo como entidad biológica. Primera objetivación del cuerpo que hace la creación. El cuerpo músculo, cuerpo movimiento, cuerpo textura, cuerpo color. La segunda objetivación que nos esclaviza es la del cuerpo sentido, cuerpo racional, cuerpo cultural en el que todo el transcurrir social está armado, encarnado. Siguientes objetivaciones pasan por la llana experiencia del cuerpo como carnalidad, como deseo, como reproducción. Finales objetivaciones y tensionando el límite de sus máximas posibilidades (¿consecuencias?) está el cuerpo temor, el cuerpo cáncer, el cuerpo locura.
Pero el cuerpo silencio es previo a cualquier objetivación porque es apertura y en ese momento ínfimo y a la vez infinito, que podría durar un eterno presente, está la presencia del silencio y sin él no es vivible el cuerpo vida.