Daniela Garay B.

En el límite

La estación estaba repleta, era la hora pick. El tren accionó los frenos, pero mi cuerpo ya estaba destrozado por la vía.
Fue el suicidio perfecto, el más cobarde y exhibicionista de los últimos diez años: los niños en shock, la gente gritando y yo, en el límite, entre la vía y el concreto, esperando el próximo tren. Comprendí, entonces, que aún podría continuar con mis problemas y esta vida tan frágil como el equilibrio que me sostuvo al pasar el tren que ahora me conduce hacia mi trabajo.

 

 

Esta vida no me está gustando

Esta vida no me está gustando
qué saco con vestir de blanco
si mi garganta está podrida
y mi ser negro por el hollín
que dejan mis pensamientos
al desplazarse por mi centro.
Esta vida no me está gustando
ya no siento mi razón
por sobre el hueco de mi pecho,
ya no siento el hueco,
siento una batucada serpenteante,
olisca, curiosa e inverosímil,
siento el órgano por siglos oculto
lo siento brotando, húmedo,
inquiriente como las raíces
del árbol que busca el agua,
lo siento funcionando
¡y eso no me gusta!
¡dónde está el cerebro,
dónde el mitigante,
el estruendoso...
el no importante!
Esta vida no me está gustando,
¿qué saco con hacerme la santa
si en mi mente se maquinan los
planes de un golpista,
un asesino,
un ladrón,
un aprovechador
y un maleante?
Me miento a cada instante,
parafraseo conmigo misma,
me falseo.
Soy un despojo,
no sé de qué, pero de algo
muy bajo y putrefacto.
Poseo el hedor de Maquiavelo,
visualizo la luz del logro
y la poseo sin importar cómo,
me aferro a ideales dictatoriales
tan lejanos como Vega.
Mi vida está suspendida
en un vacío sueño.
¡de dónde saqué esta filosofía barata!
¡de dónde esta porquería!
Escribo buscando respuestas
y me encuentro divagando
aun más en esta gran quimera.

Poemas extraídos de la revista Calíope año 4 nº6.