"Tú, no podrás faltarme cuando falte
todo
a mi alrededor"
Franko Simone, cantado por Gilda
La "nobleza" como valor es un atributo que
sirve para delimitar, en términos de una cualidad, las fronteras del
poder. Históricamente, la "nobleza" se originó como
casta social, que designaba a aquellos en quienes recaía la posesión
de la tierra. Como paso obvio, los "nobles" eran quienes vivían
en la abundancia.
¿Cuándo pasa la palabra "noble" a desginar algo más
que una casta y una estratificación social? Tal vez la pregunta esté
mal planteada, en la medida en que no se puede separar la "estratificación
social" (cómo está dividida la sociedad en grupos y clases,
según los "sociólogos burgueses"), del sustrato económico,
que "determina" la posición social o status, de toda la simbólica
y valórica que hay detrás.
Sin embargo al volverse la nobleza un valor más que una clase social,
lo que se hace es valorizar positivamente las actitudes, las simbólicas,
las valoraciones de esa determinada clase. En ese sentido algunas características,
supuestamente pertenecientes a los nobles, como clase, han quedado como patrimonio
de la nobleza como característica, como valor: así tenemos a la
valentía, a la lealtad, a la capacidad de amar... todas virtudes que
implican, en cierto modo, un temple o un carácter, un autodominio...
Esto suponiendo que se pueda escoger ser o no valiente. En ese respecto tendríamos
que entrar en todo un análisis de cómo se forma el carácter,
discusión sicológica que no nos interesa.
Nos interesa mostrar cómo funciona este relato en la actualidad y cómo
se cae en utilizar esas valoraciones como "noble" o "mala clase"
en una forma que cosifica la nobleza y la mala clase y las vuelve atributos
absolutos y esenciales, es decir que no se pueden escoger, ni cambiar. Ser mala
clase es un estigma. Ser noble es un atributo de poder. El punto es que el lugar
desde dónde se habla es el de la pureza, el de aquello que ha mantenido
cierta cualidad ante la vida y no se ha dejado manosear por ella.
Estas valoraciones, noble o mala clase, son transversales a muchos medios sociales
y en todos sirven para abrir o cerrar la posibilidad de ingresar a estos grupos
o de vetar el ingreso.
Una forma de aplicar estas categorías pero de un modo más sofisticado
es el relato de la calidad o la eficiencia, versus el relato de lo mal hecho
de lo "chanta". Nuevamente lo puro y lo impuro. Y en eso vamos, y
así seguimos, sin darnos cuenta que esa separación tajante entre
lo blanco y lo negro, entre lo puro y lo impuro es uno de los pilares del nazismo,
del facismo.
La ideología nacional socialista ha sido poco estudiada por la demonización
y el temor a contaminarse con ella, sin embargo es posible señalar que
una de las características del pensamiento nazi, más allá
de toda aquella asociación al romanticismo y la emulación de la
belleza clásica, es una base científica de mirada taxomizadora.
Es decir, una mirada científica que cree que existen diferencias, reales,
absolutas, entre una cosa y otra. Por eso los nazis exterminaron a casi el 70%
del pueblo gitano, sin contradicciones, ya que su mirada era que ellos eran
algo, absolutamente otro y distinto de aquellos a quienes asesinaron.
Esta mirada de lo noble y mala clase, de lo mío muy separado de lo tuyo,
de lo ario y lo gitano, de lo puro y lo mezclado... es un relato transversal
de nuestras culturas colonizadas, de nuestra tierra conquistada. Es por eso
que se vuelve difícil plantear la constitución de un movimiento
amplio en el que la identificación sea una forma de cohesión,
mientras las fronteras entre yo y el otro sean tan demarcantes que cualquier
diálogo abarcador se vuelva un monólogo de seres que han cerrado
su mirada.
Me propongo llamar la atención ante este breve punto, este relato de
lo puro y lo impuro, de lo noble y lo mala clase, opera a un nivel inconsciente
y se vuelve prioritario denunciar de qué modo se vuelve una cuña
que sólo evoca la estrechez y la rigidez de lo aislado.