Sandra Trafilaf Yañez

 

Martes, 20 de Enero de 2004

PRIMERO

Anduve a tientas colapsando episodios,
me creí invencible en los inviernos,
nadé en océanos curiosos
aunque después fuera difícil creerlo,

...y reírse de una misma, nunca cuesta.

Con todo,
no esperé tus ojos
ni tus abrazos de digüeñe a mi piel
en cuatro estaciones de violines.

Apareciste cuando todo estaba escrito.

Cuando había destrozado fotos,
incendiando en humos el olvido.

Cuando ya había conjurado paredes
desiertas de quejidos.

Y aquí estas
pegado a mis sudores,

a mis gritos,

a mi cotidiano

a mi extraordinario,

aquí estas
vigilando el sueño,
como guardián invencible,

dando las gracias por cada amanecer
y cada alimento a tu dios ortodoxo,

a tu padre irónico,
que si existe
nos mira curioso.


aquí estas,
en el sur que quisiste siempre tener

en los inviernos lluviosos
que nos sorprende frente a un brasero
que sigue el compás de nuestros pasos
hasta el verano.

aquí estas,
aquí estamos.

SEGUNDO


Había contado los silencios,
uno tras otro,

había señalado los espacios
uno tras otro,

había desalambrado el cielo
cada día,
uno tras otro.

Y siempre supe
que tendría este
mi primer resplandor de oro
esta flor traviesa y
esta luz de luna
que se pasea
hilvanando palabras,
desabotonando cajas

Las tres hijas
que hoy rondan los años

que sorprenden las sombras

que arremolinan en el invierno

y chapotean como locas
en las aguas del sur
que las amadrina

año tras año,

año tras año,

año tras año...


TERCERO


Hoy se lo que siente un extrañado
de su espacio,

hoy veo agotarse el extenuante
ir y venir del calendario.

Hoy sé cómo rebotan las palabras
y saber que nadie entiende
tu extraño hilván de ideas.

Hoy veo caer las tardes en violetas
y anaranjadas nubes.

hoy descubro el tiempo
a través de mi tobillo adolorido.

hoy pienso en una cocina de leña,
con fuego danzante en el frío,

hoy recupero energías
para la siembra de marzo,

hoy sé que lo cotidiano
no es la contingencia,
que las lapiceras han sido cambiadas
por azadones y
alzo banderas de soberanía alimentaria.

Hoy,

mi grabadora es mi cerebro,

en él,

dejo guardada estas historias de mujeres
que desde siempre

he querido escribir.


CUARTO

Febrero se adelantó dos días y un poco más, lo supe por el dolor de mis muelas y esa brisa que llega despacito.
Los días de calor agobian las paredes y dormir en pelotas ya no sirve.
Pero febrero se adelantó, y no tengo la torta de cumpleaños, ni la hora del dentista, y ser madre ya no es como antes, tan sencillo, tan escrito, tan estructurado.
Hoy es complejo entender el déficit atencional, la falta de litio o la dosis de ritalim por la mañana, no mucho, porque el crío se nos duerme antes de la doce y lo mandan pa' la casa. Porque en el colegio no saben lo que le pasa.
Bueno, en el colegio nunca saben y si la "señorita" no anda de ánimo, ni siquiera le dan un paracetamol, por siaca esta resfriado, o esas pastillas difíciles de pronunciar, que son chicas, que capaz no hagan nada.
Ahora hay que usar la sicología, y de repente dan unas charlas, donde todas salen conversando con las mamás-apoderados, porque en el colegio nos dicen "apoderados", aunque en las reuniones seamos puras mujeres. Esas sicólogas, seguro han tenido vida de extraterrestres, todo lo entienden y para todo hay un consejo "asertivo", ahora sé lo que significa asertivo, ellas me lo explicaron.


Hoy yo soy "una apoderado con más conocimiento y más herramientas", lo supe en la charla que dieron, donde firmé un papel para que supieran que yo fui.
Hoy yo me miro en el espejo y me entiendo. No se pa' que sirve entenderse, de todas formas, sigo teniendo la misma vida de mierda de siempre, con el mismo marido y los mismos chiquillos, en la misma casa que nunca quise tener, con la misma suegra que siempre me va a mirar como la extraña, extrañada que soy.
Hoy sé que febrero se adelantó dos días y un poco más, lo supe por el dolor de mis muelas y esa brisa que llega despacito.

QUINTO
Ella pasa con su cabellos revueltos.
Ella viene diez o veinte veces al día. Corre esquivando el sol que arde en el verano, y en invierno chapotea en el agua como si fuera su invento, su renacer. Ella sortea los obstáculos, los árboles, los arbustos, las piedras y a "ellos".
"Ellos" que la acosan detrás de sus miradas y sus manos que a veces se vuelven lagartos. Ella, empuña feroz su mejor arma de bajar ojos y seguir adelante como si no existieran.
Ella que sabe que la felicidad alcanza la cumbre de los volcanes, cuando lleva en su mano izquierda el encargo de los azotes y en la derecha, el dulce que la vecina depositó en su mano cómplice.
Ella que carga con cuatro años, como si fueran cuarenta y te mira de reojo porque sabe. Ella sabe y sólo tiene cuatro años.
Ella, la descalza, la de los cabellos revueltos, la que tiene una madre a la cual cuidar, a la que todos los días le lleva diez o veinte veces su cigarro suelto para calmar azotes y descuidos. Porque sabe, ella sabe.

Lunes 2 de Febrero de 2004

SEXTO
No sabía que todavía me dolía tanto, te veo y no miro tus ojos azules en los que siempre me siento perdida. Cruzas la calle y ahí estas con la vejez de años de no mirarte, de no mirarme. Me sorprendo en el impulso de no correr hacia los helados y sumergirme en mi nuevo olvido, en la tierra, las habas y los duraznos que aparecen en el árbol, pintando mi huerta lejana.

Hoy oculté mis ojos en negro y café, llevo mi polera roja, la de la suerte y aquí estoy saludando el pasado, recorriendo mis manos que se han ido acostumbrando al peso de los baldes. Salen de mi boca representaciones: Hijo, Años, Necesidades, el Perdón de quien te busca en los espacios, en el que se afeita, en el que siempre quiso dar respuestas en el colegio.

Comienzo con explicaciones de rigor. Nunca he sabido el principio de esta historia y mucho menos el final, solo sé que respondo a mis impulsos primeros. Mi pequeño, hoy es un hombre sin niñez, sin madre, sin padre, sin familia propia, todo se lo pedí prestado y me recorre la culpa, te cuento de los nietos, yo los tuve a la distancia.

Nunca pude resolver mi cobardía de tenerlo y ver como día a día crecía en los desayunos y el abrigo de las frazadas por el invierno. Hoy trato de explicarte, en medio del humo del café, que él te necesita, y no miro tus ojos azules, porque hoy no quiero sentirme perdida, dejada en el abismo.
Hoy tengo manos fuertes, ojos pintados en negro y café para sortear la vida, y camino con paso seguro en la vereda.
Yo también siento que lo abandoné, por eso no tengo recriminaciones. Aquí, en medio de palabras atropelladas, empiezo a escribir su tiempo robado.
Mi pequeño, hoy es un hombre sin niñez.


25 de Junio de 2004

PERRO VIEJO
No supe nunca hasta que me vi envuelta en las sábanas, que habías descubierto mis ojos de furia hastiada.
Me levanté como todos los días. Cociné y limpié como todos los días. Mandé los hijos al colegio, con un beso de que todo estaba bien.
Arreglé tu ropa como siempre y murmuré mi canción favorita para que no escucharas mi alegría de libertad indiscutida.
Te esperé con la distancia del animalito que sabe lo que viene. Oré a mi Dios como todos los días. Te sentaste en la mesa y afuera oscurecía. El plato servido caliente como a ti te gusta, sin niños molestos pidiendo con los ojos tu banquete de señor feudal.
Lavé y limpié los trastos. Los niños lejos, atentos a cada uno de tus movimientos. Nada me hizo pensar que tu sonrisa de perro viejo avecinaba el nuevo ir y venir de huracanes, ni siquiera cuando llamaste a los niños y les pusiste el dulce en sus manos.
Todo estaba resuelto y planificado. Me acosté a tu lado como cada noche. En mi lado de la cama y a la espera. Te dormiste, me dormí.
Eso no estaba en los planes.
Me dormí de puro cansancio, de puro saborear la victoria mirando el techo que ya necesita un paño para sacar las telarañas. Me dormí y no debí hacerlo.

Pero envuelta en las sábanas ya era demasiado tarde, el cuchillo que guardé bajo mi almohada, ahora está en tus manos y me lo enseñas con tu risa de perro viejo.
Me dormí y ya no soy libre, lo sé ahora que me duele el cuerpo en medio de las sábanas, y no sé de donde viene la patada, el combo y solo escucho tu gran risotada triunfante.
Me dormí, me dormí, me dormí y no debí hacerlo.


OTRA VEZ...
Debería haberlo superado, pero me sigue a todas partes, lloro y me sigue, está ahí agazapado buscándome, alimentándose de mis miedos, de los espejismos que me esperan en cada esquina, en cada rincón.
Incluso ahora que voy meciéndome en este tren, rumbo a la cita de cualquier cosa, porque no importa el destino, sino el placer del viaje, incluso hoy, que me evado con postes grises y árboles de distintos verdes como decía la Angélica en sus charlas en el patio cuadrado, cuando recordaba su niñez, su adolescencia, sus días felices del sur.
Yo la escuchaba cuando ella hablaba, aunque nunca lo supo, pero la escuchaba con verdadero interés, porque ella sabía cuantos verdes distinguir entre los bosques de pinos, de castaños y de aromos, para mi eran todos iguales, eran, porque ya no, ahora yo sé, ahora no me vienen con cuentos, sé distinguir los bosques de árboles nativos, me lo enseñaron en el paseo con el curso del niño más chico que tengo, y nunca se me va a olvidar, espero que no me de alzhaimer, como a los viejos de la tele, que se ven decrépitos y abandonados, sobre todo abandonados.
Yo sé hartas cosas, pero aquí, en medio del campo, no sirve de nada.
No sirve cuando te persiguen, cuando ellos van contigo a todas partes, cuando despiertas por las noches y sabes que están en algún lugar esperándote, siempre al acecho, siempre en las sombras dispuestos a aparecer por todos lados.

Yo lo sé, por eso tengo miedo, pero nadie sabe, no se lo cuento a nadie, voy en este tren y nadie lo sabe, ni siquiera podrían imaginar lo que me pasa, sobre todo aquella mocosa, que va con la nariz pegada al helado vidrio de la ventana, babeando, pensando que nadie la mira, cuando se estruja los mocos con la manga azul de su buzo, como si su manga no fuera su mejor delator, por eso yo no dejo huellas, para que nadie sepa. Los detalles lo son todo, cómo pararse, cómo mover las manos, qué caras poner, sobre todo eso, qué caras poner. Eso es fundamental cuando te están mirando, lo importante son los gestos. No es como la mujer de la tele, que cuando se pone nerviosa, yo lo sé, pestañea seguido, se pasa la lengua por su boca y todos creen que es porque es sexy, y no, solo está nerviosa, yo lo sé, porque yo sé hartas cosas.
Sé cuando están mintiendo, lo sé porque hice un curso intensivo, para saber donde se enfoca la mirada, eso decía mi instructor, y yo lo grabé, aunque no me sirve de nada... ahora no me sirve de nada.
Yo se hartas cosas, pero no puedo decirlas, porque el ejército y yo somos una sola cosa, no somos cosas separadas como dijo la mina rucia en la tele, esa que se las da de importante, ella lo sabe, porque yo la tuve en mis manos casi un mes, y ahí la minita no era tan segura, tan desafiante.
El ejército y yo somos la misma mierda. El ejército es monolítico señor, con mando vertical señor. El jefe manda, nosotros obedecemos señor, el jefe manda hacer mierda a los huevones que mienten y nosotros lo hacemos señor, porque el sabe más que nosotros, el sabe antes cuando mienten, no necesita mirarlos ni estudiar los gestos, uno los maniquea y sueltan todo, hasta lo que no hicieron, por eso yo se los detalles, y ahora que me escondo de sus caras, no puedo. Están en todas partes, en los árboles, en los postes, están aquí conmigo en el viaje, me esperan, me acompañan, pero no importa yo sé que están ahí y yo soy un soldado de la patria, en cambio los huevones, son los vendepatrias, la basura que siempre vamos a limpiar cuando se ponen espesos, siempre como cada día. Como cuando han querido levantarse, siempre el ejército estará aquí, para destrozarlos, partirlos, rajarlos, y tirárselo a los pescados pa' que coman la escoria que mi general no deja vivir en su suelo sagrado que el mismo Papa bendijo y besó cuando vino a Chile.
Ese día, Mi General andaba más contento que cabro chico saliendo de la escuela. Yo lo sé, porque yo estaba ahí, cuando saltaba en una pata por haber recibido al mismo Papa en su patria limpia de excomulgados comunistas hijoeputas, le besó el anillo y el Papa lo bendijo, cual si fuera el mismo diosito que bendijera a mi General por servicios prestados a la patria, por eso mi General tiene el cielo asegurado, ni cagando se va al infierno, él le beso el anillo al Papa y el Papa lo bendijo, yo vi cuando le hizo la cruz y todo, tal vez mi General entonces pueda dormir tranquilo después de todo, porque a mi el Papa no me hizo ninguna cruz y yo estaba al lado de mi General.. .