Zoelia del Carmen

 

Febriles corceles del silencio

A mi hermano José Manuel

Allá van, los febriles corceles del silencio

tras la escasez de mi mano deletrear el humo de la memoria.

¿Cómo ser después del paso por los sagrados sitios del miedo?

Otra vez la mano.

La mano del lunes, desprejuiciada y huraña

juega al intento y la desidia.

Otra vez soy la mendicante junto al cauce de la noche

silabeando restos de oquedades.

¿Podrán mis ojos ver el paso de los febriles corceles?

 

Mi hermano sueña

y su boca dibuja el cansancio del delfín

que escapó de la muerte.

Mi hermano el menor sueña y dice:

Aquí están mis orillas y un delfín para los días de miedo.

Hermano digo:

Míralos, allá van, allá los arruinados animales

desnudos y soberbios tras la rémora del hambre y el perdón.

 

Venid animales de la noche hasta el brocal de mi boca

y harten la sed que padecen sus huesos infertiles.

 

 

Fue el verano paso que los vimos llegar

febriles anunciando la cuaresma.

Fue el verano pasado que dibujamos en los cristales

nuestras caras sedientas de soldaditos

y tú, hermano, jugabas a ser pez en unas aguas vírgenes

mientras mis ojos eran punzados de alfileres

y ya no supe de la mañana, ni del arcoiris

y te mentí, cuando dije que aun amaba el pátina de los atardeceres.

No existe la palabra prometida

para los que el dolor nos ajustició el delirio,

para los que van por el mundo recitando en voz alta sus imprecaciones.

 

Fue el verano pasado,

que los vimos partir a los febriles corceles

y nos quedamos sin el esplendor sacarina de sus ojos desbordados

que nos regresaban una paz olvidada.

Hoy y me hastía esta espera,

este constante desdibujarme en cada soplo de ceniza,

en cada paso de los febriles corceles por la insomne memoria.

 

 

 

 Donde Zoelia conversa con Isabelle Lemonnier y la noche teje su telaraña

… toda la noche escucho la voz de la

muerte que me llama.

    1. Pizarnik

Sostenida al silencio como una sombra a la memoria

eres figuración del reposo, aparente templanza

que circunda interminable.

En tus manos se diluye la luz como cuando

por sobre el rostro de las recónditas penumbras.

Nada hace sospechar que mientras

el pintor delineaba tus calmas y sus frágiles precipicios,

tu corazón era una lágrima seca a la derriba.

 

Isabell, cuesta encontrar aquel rostro atrapado en los espejos.

Dicen los chinos que la mujer que pierde el rostro

esta condenada a la locura y el dolor.

Y tú estás ahí, pálida en tu silencio de ausencias,

en tu aparente sobriedad de escándalos y sobresaltos

espantada ente el horror del vacío y la muerte.

Indiferente de mis rabias

mientras intento reconstruirme un rostro que ya no existe,

inventar una historia que me salve del dolor de estar viva.

 

Isabelle hoy amaneció un cuervo moribundo en mi ventana,

un cuervo enfermo que escapó de mi corazón

y ha graznado toda la noche sus quimeras.

También él tiene miedo nombrar la luz y ver su rostro.

También él quiere salvarse.

 

Pero hay días, que no basta un gesto para ser distintos

o merecer aplausos, días en que la soledad nos rompe

el corazón a patadas y no alcanzamos a decir: Dios mio, sálvame.

 

Isabelle, esta mañana una angustia sorda, sin nombre

a entrado a la sangre y ya no acierto a ser una mujer dócil.

Sin embargo parece tan simple

que fuera una mujer de costumbres y manitas sobre el regazo.

Pero tengo miedo, la muerte me persigue

y he visto sus ojos severos en iris de los míos

entonces hubiera querido tener otros recuerdos

no ser este pedazo de silencio innombrable

que alguien golpea contra las postigos del tiempo.

 

Isabelle, estoy sola, otra vez sola

mirando la noche tejer su telaraña sobre mis hombros,

mi cabeza esta en la balanza y el tedio roza las palabras.

Afuera la ciudad adelgaza sus ruidos,

esta noche tiene el rostro de aquella de 1882

en que tú pequeña Isabelle padecías la muerte del pintor.

 

Isabelle, es 1999 y no tengo la certeza de mis pasos, ni de la memoria

y heme aquí anciana en medio de la aridez de la noche, patria de mi dolor.

Ya sin pasión, ni heroísmo que aseguren la historia.

Necesito que alguien piense en mí esta noche.

Necesito que no me abandonen, los amigos no están

y soy una visión que zozobra en el corazón de la muerte.