(Re)tokando
la realidad
"Piura...la ciudad del eterno calor,
el cebiche, la chicha, sus playas, su gente acogedora y un güevón
llamado grau que nunca hizo algo por su gente... pero también
la ciudad con altos índices de machismo y conformismo como mierda.
NO SÉ HASTA CUÁNDO." (De la retira de carátula de Cuando
los problemas externos se vuelven un problema interno)
por Nelson Peñaherrera Castillo nelsonpenaherrera@journalist.com
Los "subtes" ya no suelen cortarse el cabello al estilo
sioux, ni teñirlo de colores, ni vestir ropas de cuero. Si
bien ya no suelen, todavía quedan algunas personas que se resisten
a dejar una costumbre que, durante mucho tiempo, terminó por
estereotiparlos como locos, drogadictos, delincuentes, y en el peor
de los casos, 'especie' por exterminar.
"Lo que importa es que te sientas bien", dice Adolfo
Infante, 25, aunque, de vez en cuando uno tiene que ceder en algo
hasta rozar el límite de la claudicación, como cierta noche, en
que presionados por los organizadores de un concierto, decidieron
cambiarse el nombre a DR.
Sin embargo, Adolfo, su hermano Francisco (29), Elio (21) y Kike
saben que por ningún costado son DR, aunque eso implique economizar
letras. Son Distorcionada Realidad, un grupo 'subterráneo'
que comenzó como un proyecto de 'patas' (peruanismo por
"amigo") en 1995.
Según Fernando, son producto de un movimiento que en 1988,
movió a mucha gente a hacer música por el "gusto de que
estaba haciendo su propia música".
Hijos del movimiento punk, originado en Inglaterra,
durante los '60s, o no, consideran que la sociedad debería basarse
en los talentos de cada quien, en un contrato social basado en la
bondad y la cooperación, los liderazgos espontáneos, y la ausencia
de autoridades políticas: el fin del sistema.
"Hacer
lo que nos salga"
"Nuestro estilo ha ido variando con el tiempo", dice
Fernando. "La primera sonaba punk; la segunda,
alternativa".
"Desde un inicio nos planteamos hacer lo que nos salga y
probar diferentes estilos", interviene Adolfo"
Con la ayuda de Javier Doig, un muchacho ligada a la movida
subte y dueño de un estudio independiente de grabación en
Piura, han logrado elaborar tres demos: dos en cassette, y
uno reciente en disco compacto. "Siempre nos ha apoyado",
dice Fernando.
El primero se grabó en vivo, en 1998; el segundo estrenó
nombre, Explorando mi interior, publicado el 21 de marzo de
1999. El tercero fue intitulado Cuando los problemas externos se
vuelven un problema interno, y ha visto la luz apenas hace unos
meses, en abril, durante las elecciones presidenciales.
Hacer un demo cuesta el equivalente a 83 dólares
americanos al cambio actual, que sale del bolsillo de los
integrantes, pues dicen que no les interesa ganar ni por conciertos,
ni por venta de sencillos, ni por derechos de autor; pero
también el bolsillo tiene un tope: "Tenemos la idea de hacer
rifas, pero no hemos podido hacer nada de eso".
La inversión no reditúa, pues su música no es aceptada en el
circuito comercial, que aún está inundada por la tecnocumbia,
la fusión peruana explotada por el ex presidente Alberto Fujimori,
y que, según algunos intelectuales, fue parte de una campaña
psicosocial del gobierno, destinada a "adormecer la conciencia
colectiva".
"Las radios quieren que programes [música] comercial. Hemos
sido criados desde la escuela para escuchar cierto tipo de música:
si quieren escucharnos, que lo hagan como queremos que nos
escuchen."
Algunas personas familiarizadas con las movidas les han
apoyado, como Mario Tabra, actual funcionario del ayuntamiento de
Ayabaca (sierra de Piura), que les invitó a tocar en los fríos
Andes, o Enrique Cavero, jefe de programación de radio Cutivalú
de Piura, quien les ha brindado espacios en un medio segmentado para
la zona rural. Tuvieron éxito.
"Sentirme
bien conmigo mismo"
"Let's
solve the world's problems"
(Alanis Morissette, So Pure) |
"Los medios de comunicación, los gobiernos, la educación
misma, la comunidad, los padres parametran una realidad que nos
venden. Hay el cuento del futuro, que en el mundo las personas deben
ser buenas", explica Fernando cuando se le pregunta por el
nombre del grupo, Distorcionada Realidad.
Ellos ensayan en la casa de Fernando, ubicada en Ignacio Merino,
un suburbio en la zona noroeste de la ciudad de Piura.
Actualmente, junto con el resto de la movida subte, los
chicos están concentrados en brindar mayores espacios donde la
gente pueda reflexionar; pero de primera mano, el diálogo
intergeneracional no se ve como una prioridad, pues "todos los
padres son entes represores en diferentes grados".
"Los padres no deben convertirse en dictadores, sino en
guías", dice Fernando. "Hemos visto y sentido la presión
de estudiar una profesión", pues al fin y al cabo dentro del
sistema hay que ver con qué se para la olla. Pero "lo que
quiero es sentirme bien conmigo mismo, luego, seguir la profesión
que yo quiera", sostiene Elio, el vocalista.
Las tocadas son los lugares para explorar esa sensación
de bienestar, sentir la música y liberar los sentidos... "No
es como un concierto normal", dice Mariela, la enamorada de
Fernando. "A alguien no le gusta porque la gente va con cabello
largo, vestida de cuero, por el pogo, la forma de cantar
fuerte."
El pogo es una especie de empujón amistoso entre la
concurrencia de la tocada, que para Fernando posee
propiedades terapéuticas: "Es para desfogar la mala vibra.
No es la única: hay gente que baila sola, mueve la cabeza..."
La música no es la única manifestación de la cultura subte;
también se hace poesía, teatro, pintura y tatuajes.
"Haces lo que tú quieres", cuenta Adolfo, ¿incluyendo
drogas? "Drogas hay en todo lugar. La adicción sale de que no
eres consciente que te haces daño", puesto que la filosofía
consiste en dominar los elementos, y no al revés. Fernando cuenta
de personas que se volvieron adictas: "Se han salido [de la
movida] por drogas, o porque no soportaban saber que no tenían
control sobre sus vidas."
No creo
Pueden expresarse ahora libremente, pues si esto lo decían años
antes, probablemente la dictadura los hubiera acusado de
subversión.
"No creemos en el gobierno, ni las autoridades, porque la
gente con su experiencia puede guiarse sola", dice Fernando.
"Si haces las cosas bien, no tienes que aceptar a la otra
persona."
El individualismo se rompe ciando la comunidad necesita de algo,
entonces hay que "compartir experiencias y medios de
producción" para lograr un modelo autogestionario "y sin
cabezas; sólo con guías".
Las comunidades basadas en una estricta división de trabajo
pueden interrelacionarse con otras similares mediante el trueque. No
hay dinero en ese esquema, y el trabajo sirve para paliar cuestiones
urgentes.
Hay "un mundo materialista, donde ingresas a la
explotación", sostienen. "Yo no quiero tener plata,
quiero sentirme bien conmigo mismo. Me sentiría bien viviendo en la
sierra, entre cuatro palos", interviene Fernando.
Adolfo opina que "el trabajo es esclavismo; sería bueno que
por lo que haces, te paguen lo justo". No es un castigo ni una
bendición de Dios, pues su existencia también está en cuestión.
"Trabaja porque te nace hacerlo, como una contribución
espontánea al desarrollo."
Sus canciones hablan de esa disconformidad y la falta de
justicia, a la que dicen combatir: "Con letras, decimos a la
gente lo que pensamos." Música alternativa pura, "como
una expresión", diría la canadiense Alanis Morissette, de
quien lo chicos admiran su versatilidad.
(La Morissette, una seguidora del punk en sus inicios, es
compositora, cantante, productora, directora y guionista de sus
vídeos, toca --por lo menos eso dicen los créditos-- cuatro
instrumentos musicales distintos y tomó algunas de las fotografías
del folleto de su álbum Supossed Former Infatuation Junkie.
¿Ahorro de costos? "No. Eso se llama capacidad", dicen en
su sitio oficial en
Internet.)
Nadie es
perfecto
El hecho es que la gente no lo acepta. Su música, en el mejor
sentido del sonido, no se basa en acordes, sino en impulsos de
guitarra, hábilmente sazonados con una voz raspante del vocalista.
No los aceptan padres o madres de familia y personas adultas;
tampoco muchos jóvenes: "ya viene con represiones en su
interior y dicen 'esos patas están locos'", lo que se
supone debe liberarse a través de la movida.
Fernando dice que la gente subte normalmente opta por dos
caminos para acoplarse al sistema: trabajar en algo, o terminar
siendo lo que el llama "parásitos sociales", es decir, la
gente que, por ejemplo, termina vendiendo collares y hojalatería
multicolor en las esquinas de la ciudad.
La incomprensión ha llevado a que se les margine incluso de
eventos donde supuestamente hay espacio para todos.
Adolfo cuenta que en el último Día de la Música, tuvieron que
cambiarse el nombre de Distorcionada Realidad a DR, para que
les dejaran tocar, y mintió al decir que ese era el nombre de dos
integrantes, y que tocaban baladas, según él, había notado que
los productores del concierto los estaban desplazando, y dando
preferencias a un conocido grupo local.
Pero la cuestión no viene de fuera, a veces dentro de la misma movida,
hay separaciones. En una ocasión, cuando la banda Último
Recurso --ligada a su historia por haberle abierto camino al
público-- tocó, algunas personas se sintieron incómodas, pues
estaba compuesta por chicos de clase acomodada, y los hicieron de
lado.
Por otro lado, a la movida van más hombres que mujeres.
Mariella, la enamorada de Fernando, dice que no va con tanta
frecuencia como ante, y el chico admite que hay "cierto
complejo con el género".
Incluso el mismo grupo siente que no se les acepta por lo que
dicen. Ellos mismo se censuraron en una ocasión cuando se negaron a
tocar una fusión de rock y marinera, un baile típico de Piura,
cuyo tema ni siquiera recuerdan.
"Todavía traemos taras", dice Fernando; por su parte,
Adolfo insiste en que "tocamos lo que nos salga". Elio
remata diciendo que "no nos reprimimos", pues de hacerlo,
equivaldría a traicionar su lucha y sus ideales. El 25 de agosto
tocarán en Sullana. Será motivo para probarlo.
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