"La pobreza engendra violencia", concluye esta persona
que decidió exponer su punto de vista a través de volantes
impresos repartidos en folletos religiosos. ¿Qué piensa alguien
común y corriente?
Por Aníbal Cisneros Calderón
Luego de una sanguinaria ola de atentados en los Estados Unidos,
las opiniones y debates no se hicieron esperar en un país como el
nuestro, donde, hace menos de una década, se sufrió en carne
propia toda la barbarie y demencial violencia de un lánguido
Sendero Luminoso en su incursión del campo a la ciudad.
Años después, otro grupo subversivo, el MRTA protagonizaría un
crepuscular intento de reagruparse, tomando rehenes en la
[Residencia del Embajador] de Japón, secuestro que duró varios
meses y que tuvo un desenlace a sangre y fuego que ahora es motivo
de una minuciosa investigación.
Los peruanos vivieron la pesadilla del terrorismo, no la
implantación de actos de guerrilla cuyos protagonistas, a veces
románticamente encandilados por doctrinas taliónicas, se levantan
en armas preconizando la igualdad social.
No obstante, por más vesánicos que hayan sido los terroristas
de esa infame época, existía en nuestro país, como sigue
existiendo ahora, el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de la
larva subversiva: la extrema pobreza.
Y así, grandes masas de peruanos olvidados, marginados por la
carencia de justicia social y pan, se convirtieron en espectros
insensibles frente a la barbarie senderista que, irónicamente se
ensañaba contra ellos, los pobres, cada año que transcurría.
Contra ellos –cruel paradoja—, los famélicos de comida y
justicia, grandes masas de potenciales aliados para la destrucción.
Abimael Guzmán, psicótico y con aires mesiánicos, ordenó la
aniquilación de quienes se negaban a ser reclutados por sus hordas.
Por eso, los peruanos olvidados, atrapados entre dos fuegos, se
curtieron más en la indeferencia.
El Estado no les tocaba ni la punta de los cabellos, por lo
tanto, se conformaron con ser meros testigos pasivos en la última
etapa subversiva.
Han pasado los años y tras la llegada del neoliberalismo
económico, conservadores y liberales comprueban el crecimiento
diario de la brecha que separa a los ricos de los pobres.
Así lo han planteado los cancilleres de la OEA reunidos en Lima
a comienzos de esta semana, al declarar que no habrá democracia
estable en ningún país de la región si es que antes los gobiernos
no toman medidas concretas para luchar contra la pobreza.
En Latinoamérica las sociedades están partidas en dos mitades a
cada vez más desiguales, pues los ricos se acercan a la condición
de magnates y los pobres pronto serán mendigos.
Esta cruda y palpable constituye una expresión de violencia
letal, pues regenera y repotencia día tras día, mes tras mes, año
tras año, los remanentes de la subversión que sobreviven en sus
guardias aguardando el momento para volver a saltar sobre la injusta
sociedad y echarle la zarpa demencial.
¿Qué buscan? Nuevas estructuras para desarrollar el poder,
seguramente. Pero específicamente no cuentan con la ilustración
revolucionaria de siglos enterrados. Son ciegos que quieren guiar a
otros ciegos, extremos de una gran masa marginada, violentada, sin
oportunidades laborales y por ende, sin pan, sin trabajo, sin
educación, sin salud, sin nada.
En Estados Unidos han vivido un infierno descomunal.
Lo que buscaban los fundamentalistas que se suicidaron en la
hecatombe sin parangón seguramente tendrá que ver con un puñado
de sentimientos nacionalistas frustrados y muy en el trasfondo con
la injusta pobreza extrema, la gran partera del odio y la violencia.
La incapacidad de nuestras autoridades y nuestros políticos
tradicionales muchas veces traen las desigualdades y por ello las
violencias regionales, nacionales y mundiales como acaba de suceder
con los más grandes del mundo.
Hasta estas alturas los peruanos no debemos olvidar nuestro
pasado, porque pueblo que olvida su pasado vuelve a tropezar con las
mismas autoridades corruptas, genocidas, incapaces y con muchos
intereses personales, y olvidando que fueron elegidos por el pueblo
para trabajar por el desarrollo y el bienestar social...