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Actualizado: sábado, 29 de septiembre de 2001 20:15:30 -0500

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Crisis en Estados Unidos

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¿Las torres más altas se cayeron?

"La pobreza engendra violencia", concluye esta persona que decidió exponer su punto de vista a través de volantes impresos repartidos en folletos religiosos. ¿Qué piensa alguien común y corriente?

Por Aníbal Cisneros Calderón

Luego de una sanguinaria ola de atentados en los Estados Unidos, las opiniones y debates no se hicieron esperar en un país como el nuestro, donde, hace menos de una década, se sufrió en carne propia toda la barbarie y demencial violencia de un lánguido Sendero Luminoso en su incursión del campo a la ciudad.

Años después, otro grupo subversivo, el MRTA protagonizaría un crepuscular intento de reagruparse, tomando rehenes en la [Residencia del Embajador] de Japón, secuestro que duró varios meses y que tuvo un desenlace a sangre y fuego que ahora es motivo de una minuciosa investigación.

Los peruanos vivieron la pesadilla del terrorismo, no la implantación de actos de guerrilla cuyos protagonistas, a veces románticamente encandilados por doctrinas taliónicas, se levantan en armas preconizando la igualdad social.

No obstante, por más vesánicos que hayan sido los terroristas de esa infame época, existía en nuestro país, como sigue existiendo ahora, el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de la larva subversiva: la extrema pobreza.

Y así, grandes masas de peruanos olvidados, marginados por la carencia de justicia social y pan, se convirtieron en espectros insensibles frente a la barbarie senderista que, irónicamente se ensañaba contra ellos, los pobres, cada año que transcurría.

Contra ellos –cruel paradoja—, los famélicos de comida y justicia, grandes masas de potenciales aliados para la destrucción.

Abimael Guzmán, psicótico y con aires mesiánicos, ordenó la aniquilación de quienes se negaban a ser reclutados por sus hordas. Por eso, los peruanos olvidados, atrapados entre dos fuegos, se curtieron más en la indeferencia.

El Estado no les tocaba ni la punta de los cabellos, por lo tanto, se conformaron con ser meros testigos pasivos en la última etapa subversiva.

Han pasado los años y tras la llegada del neoliberalismo económico, conservadores y liberales comprueban el crecimiento diario de la brecha que separa a los ricos de los pobres.

Así lo han planteado los cancilleres de la OEA reunidos en Lima a comienzos de esta semana, al declarar que no habrá democracia estable en ningún país de la región si es que antes los gobiernos no toman medidas concretas para luchar contra la pobreza.

En Latinoamérica las sociedades están partidas en dos mitades a cada vez más desiguales, pues los ricos se acercan a la condición de magnates y los pobres pronto serán mendigos.

Esta cruda y palpable constituye una expresión de violencia letal, pues regenera y repotencia día tras día, mes tras mes, año tras año, los remanentes de la subversión que sobreviven en sus guardias aguardando el momento para volver a saltar sobre la injusta sociedad y echarle la zarpa demencial.

¿Qué buscan? Nuevas estructuras para desarrollar el poder, seguramente. Pero específicamente no cuentan con la ilustración revolucionaria de siglos enterrados. Son ciegos que quieren guiar a otros ciegos, extremos de una gran masa marginada, violentada, sin oportunidades laborales y por ende, sin pan, sin trabajo, sin educación, sin salud, sin nada.

En Estados Unidos han vivido un infierno descomunal.

Lo que buscaban los fundamentalistas que se suicidaron en la hecatombe sin parangón seguramente tendrá que ver con un puñado de sentimientos nacionalistas frustrados y muy en el trasfondo con la injusta pobreza extrema, la gran partera del odio y la violencia.

La incapacidad de nuestras autoridades y nuestros políticos tradicionales muchas veces traen las desigualdades y por ello las violencias regionales, nacionales y mundiales como acaba de suceder con los más grandes del mundo.

Hasta estas alturas los peruanos no debemos olvidar nuestro pasado, porque pueblo que olvida su pasado vuelve a tropezar con las mismas autoridades corruptas, genocidas, incapaces y con muchos intereses personales, y olvidando que fueron elegidos por el pueblo para trabajar por el desarrollo y el bienestar social...

El autor editó la revista El Rumbo, dedicada al culto del Señor Cautivo de Ayabaca, donde se adjunto el documento. Nuestras indagaciones lo ubican como residente en la ciudad de Sullana. Hemos corregido un detalle en corchetes por no ser exacto. ©2001 Aníbal Cisneros Calderón.

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