Nostromo Editores
Ventana
 

Brillo rojo del stop de autos parados;
fija luna de neón y el cielo oscuro.
Late la ciudad.

Mirada gris del deseo intermitente;
quietas las sonrisas en la foto de la mesa.
Se reitera el cuerpo en el cansancio.

Indeciso al acecho;
tenso el corazón y prodigiosa la memoria.
El hambre y la sed en la garganta.

La tierra en silencio;
quietos los objetos y lejanas las personas.
Exaltado olfato en la vigilia.

Desencuentro derramado en la penumbra;
avanza el negro marmolado hacia la luna.
Entre papeles y cortinas arde el fuego.


La intrusa

A ella.
Un soplo se llevó mi parte primordial
y me quedé con la mirada fija en mi tristeza.


Detrás de la lluvia

"Desolación de la quimera."
Luis Cernuda
Por los techos de la ciudad en días de lluvia salen a buscarte;
domingo a la tarde sin fútbol en el Río de la Plata.

Un pájaro con ojos de vidrio se petrifica en el silencio de París antes de la nieve;
se oscurece el invierno alemán y un hombre se acongoja en otra lengua.

En el suburbio de Bombay un nene va a la calle, eludirá la infamia de los grandes en la cama;
en un auto por el puente de San Francisco un hombre declara su amor y es ignorado.

Siguen esas huellas solitarios de los cafés del mundo,
cómplices, dan señales, citan esquinas y anticipan desencuentros.

Detrás de la lluvia la advierten y desean,
les duele que huya y le cantan a la esquiva.
Seducida a veces se expresa en esas voces,
los abandona luego y ellos enmudecen.


Pelotazo

Al partido de fútbol de los fines de semana en el Parque Güemes.(El cuento "La pelota" de Felisberto Hernández in memoriam. Obras Completas, Tomo 3, pág. 149, Ed. Arca/Calicanto)
Inventan el campo en medio del asfalto,
cachorros ingenuos malgastan su fuerza,
hombres sin agenda que pierden el tiempo.

El azar irrumpe en un pelotazo,
el instante pleno y ajeno lo eterno.

Un adicto imbécil al orden grosero
lastima la gracia de horas livianas.


El gris

(Me rindieron pero no me convencieron.)
Homero no canta la gesta de estas tierras
sólo lágrimas en cuartos privados a la noche.

Se aplacó la tensión de los músculos en lucha,
un rugido opaco se confunde con los trastornos de los días.

No suenan los metales que convocan la victoria;
sólo ruido de autos y teléfonos, algunos vidrios rotos.

Son escombros los bloques de mármol que testimonian la virtud,
el pasto acaricia el ojo de piedra de Palas Atenea.

Los habitantes del territorio pelearemos en silencio sin la Historia.


© Nostromo Editores, 1999 - 2002

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Se puede adquirir por intermedio de la librería Stevenson
autor_exus@yahoo.com.ar
 

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