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MONTRREY, N.L., MEXICO
Martes 19 de Diciembre del 2000

Un pueblo alrededor de un fuerte

Por SUSANA VAZQUEZ-MELLADO/El Norte
Ojuelos, Jalisco


Nacida como población circundante a un fuerte que resguardaba el traslado de minerales preciosos, la ciudad de Ojuelos es hoy un lugar rico en tradiciones y leyendas.

Eran los coloniales años de la segunda mitad del Siglo 16, cuando los conquistadores se establecían en poblados y haciendas y transformaban la fisonomía y el ritmo del antiguo Anáhuac al explotar las entrañas de la tierra, rica en minerales preciosos.

El paso de Zacatecas hacia la Ciudad de México con los cargamentos de oro y plata se hacía peligroso, pues el control impuesto por la Hacienda Ciénega de Mata era insuficiente para prevenir el acecho de forajidos y resolver los problemas de albergue y cambios de recuas.

El virrey ordenó la construcción de un fuerte (al que después se añadió una prisión) para resguardar los convoyes.

Encargó de esta tarea a Pedro Carrillo Dávila, quien mandó levantar tres naves con un patio central, circundadas por macizos muros.

El fuerte tomó el nombre de Ojuelos por los pequeños manantiales que abundaban en la región y a los que, en el lenguaje del pueblo, se les conoce como "ojos de agua ".

Con el tiempo, el fuerte se transformó en hacienda y sus primeros dueños fueron el Marqués de Guadalupe y el Conde del Jaral.

Alrededor de la hacienda se desarrolló una población agrícola y ganadera que primero se llamó San José de los Ojuelos y que hoy se conoce como Ojuelos de Xalisco.

Con los años, la hacienda fue propiedad de la familia Rincón Gallardo.

Las naves originales del fuerte habían sido utilizadas desde el año de 1800 como graneros y talleres de herrería.

En 1970 la nueva dueña rentó lo que era el fuerte para instalar una fábrica de colchones, hasta que en 1977 el entonces Presidente Municipal, enterado del valor histórico del inmueble, lo compró para el Muncipio.

El edificio fue sometido a restauración y declarado Monumento Histórico.

Ojuelos, asentada en lo que se conoce como Los Altos de Jalisco,
en el kilómetro 74 de la Carretera 70 de San Luis a Guadalajara, es hoy una próspera ciudad, fácilmente accesible desde varios puntos.

Es además un lugar rico en tradiciones, cuyas leyendas, costumbres y fiestas populares le dan un sabor muy especial.

Una de sus celebraciones más importantes es la del 1 de mayo, cuando se festeja al santo patrono del pueblo, San José Obrero, y la otra, el 15 del mismo mes cuando, entre carros alegóricos, maquinaria agrícola, carretas y bicicletas, el cura bendice canastas y costales de semilla de todo tipo en honor a San Isidro Labrador.

Pero es del 12 al 20 de septiembre cuando Ojuelos luce sus más grandes galas durante su Feria Regional, con exposiciones agropecuarias, artesanales, de dulces y platillos regionales.

También hay corridas de toros, palenques y carreras de caballos, juegos mecánicos, teatro del pueblo, bailes y la coronación de la reina de la feria y la elección de la flor más bella del ejido.

Como septiembre es también el mes de la Patria, los honores a los héroes se llevan a cabo como es costumbre: con ondear de banderas, campanas al aire y el grito clásico de ¡Viva México! bajo un cielo incendiado de fuegos artificiales, música, bailes y desfile de los escolares al día siguiente.

Aunque Ojuelos no tiene una gran actividad turística y los hoteles son modestos, es necesario hacer reservaciones durante los días de feria, ya que la ciudad es visitada por gente de Zacatecas, Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato y San Luis Potosí.

Uno de los atractivos importantes son los platillos regionales: carnitas, birria, barbacoa, una gran variedad de quesos, cajetas, dulces de leche y frutas cubiertas.

Y para beber hay deliciosas aguas frescas y la cada día más amplia gama de buenos tequilas que ha dado fama al estado.

En esta región artesanal por excelencia, la feria es el momento ideal para encontrar una gran variedad de cobijas y sarapes de lana, macetas, ollas, jarros y cazuelas de barro en todos los tamaños, decorados y calidades.

También hay muebles coloniales de madera y herrería, equipales y faroles, amén de mil objetos decorativos más.

Orgullosos de su linaje, los charros de Ojuelos, los dueños de las grandes haciendas, ponen el toque de abolengo en la feria.

Algunos de ellos, dueños de ganadería de lidia, ofrecen becerros y vaquillas para la afición y organizan "tientas ", que son verdaderas fiestas, dentro de las instalaciones de sus haciendas o en la Plaza de Toros Alberto Banderas, reinaugurada hace un año.

Turísticamente hablando, Ojuelos tiene un gran atractivo en las pinturas rupestres del Cañón de la Vieja, testimonio de los asentamientos de huachichiles y chichimecas documentados en el libro de John Powell, "La Guerra Chichimeca ".

Los principales monumentos históricos y religiosos de Ojuelos son el Fuerte que, totalmente remodelado, funge hoy como Palacio Municipal; la Casa Grande, donde residía por temporadas los dueños de la hacienda y que es un edificio que fue cedido después a la Iglesia para catequización y retiros.

También destaca El Colegio, construido en 1883 como asilo de ancianos y donde las monjas permanecieron enclaustradas durante la lucha cristera.

Está además el Auditorio Municipal con el mural Unidad Democrática, el templo de la Virgen de Guadalupe, con su fachada principal de cantera rosa y retablos neoclásicos, y el templo de la Virgen del Refugio, que data del Siglo 19.

En la actualidad, el terreno alrededor de Ojuelos se ha modificado y muchos de los "ojos de agua " que le dieron nombre han desaparecido, pero la ciudad está llena de su historia.

Ojuelos crece económica y culturalmente, por lo que, con gran calidez, sus habitantes comparten con el turista su interesante pasado y un alentador presente.




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