Un
pueblo alrededor de un fuerte
Por SUSANA
VAZQUEZ-MELLADO/El Norte

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Nacida
como población circundante a un fuerte que resguardaba el traslado
de minerales preciosos, la ciudad de Ojuelos es hoy un lugar rico
en tradiciones y leyendas.
Eran los coloniales años de la segunda mitad del Siglo 16, cuando
los conquistadores se establecían en poblados y haciendas y transformaban
la fisonomía y el ritmo del antiguo Anáhuac al explotar las entrañas
de la tierra, rica en minerales preciosos.
El paso de Zacatecas hacia la Ciudad de México con los cargamentos
de oro y plata se hacía peligroso, pues el control impuesto por
la Hacienda Ciénega de Mata era insuficiente para prevenir el acecho
de forajidos y resolver los problemas de albergue y cambios de recuas.
El virrey ordenó la construcción de un fuerte (al que después se
añadió una prisión) para resguardar los convoyes.
Encargó de esta tarea a Pedro Carrillo Dávila, quien mandó levantar
tres naves con un patio central, circundadas por macizos muros.
El fuerte tomó el nombre de Ojuelos por los pequeños manantiales
que abundaban en la región y a los que, en el lenguaje del pueblo,
se les conoce como "ojos de agua ".
Con el tiempo, el fuerte se transformó en hacienda y sus primeros
dueños fueron el Marqués de Guadalupe y el Conde del Jaral.
Alrededor de la hacienda se desarrolló una población agrícola y
ganadera que primero se llamó San José de los Ojuelos y que hoy
se conoce como Ojuelos de Xalisco.
Con los años, la hacienda fue propiedad de la familia Rincón Gallardo.
Las naves originales del fuerte habían sido utilizadas desde el
año de 1800 como graneros y talleres de herrería.
En 1970 la nueva dueña rentó lo que era el fuerte para instalar
una fábrica de colchones, hasta que en 1977 el entonces Presidente
Municipal, enterado del valor histórico del inmueble, lo compró
para el Muncipio.
El edificio fue sometido a restauración y declarado Monumento Histórico.
Ojuelos, asentada en lo que se conoce como Los Altos de Jalisco,
en el kilómetro 74 de la Carretera 70 de San Luis a Guadalajara,
es hoy una próspera ciudad, fácilmente accesible desde varios puntos.
Es además un lugar rico en tradiciones, cuyas leyendas, costumbres
y fiestas populares le dan un sabor muy especial.
Una de sus celebraciones más importantes es la del 1 de mayo, cuando
se festeja al santo patrono del pueblo, San José Obrero, y la otra,
el 15 del mismo mes cuando, entre carros alegóricos, maquinaria
agrícola, carretas y bicicletas, el cura bendice canastas y costales
de semilla de todo tipo en honor a San Isidro Labrador.
Pero es del 12 al 20 de septiembre cuando Ojuelos luce sus más grandes
galas durante su Feria Regional, con exposiciones agropecuarias,
artesanales, de dulces y platillos regionales.
También hay corridas de toros, palenques y carreras de caballos,
juegos mecánicos, teatro del pueblo, bailes y la coronación de la
reina de la feria y la elección de la flor más bella del ejido.
Como septiembre es también el mes de la Patria, los honores a los
héroes se llevan a cabo como es costumbre: con ondear de banderas,
campanas al aire y el grito clásico de ¡Viva México! bajo un cielo
incendiado de fuegos artificiales, música, bailes y desfile de los
escolares al día siguiente.
Aunque Ojuelos no tiene una gran actividad turística y los hoteles
son modestos, es necesario hacer reservaciones durante los días
de feria, ya que la ciudad es visitada por gente de Zacatecas, Jalisco,
Aguascalientes, Guanajuato y San Luis Potosí.
Uno de los atractivos importantes son los platillos regionales:
carnitas, birria, barbacoa, una gran variedad de quesos, cajetas,
dulces de leche y frutas cubiertas.
Y para beber hay deliciosas aguas frescas y la cada día más amplia
gama de buenos tequilas que ha dado fama al estado.
En esta región artesanal por excelencia, la feria es el momento
ideal para encontrar una gran variedad de cobijas y sarapes de lana,
macetas, ollas, jarros y cazuelas de barro en todos los tamaños,
decorados y calidades.
También hay muebles coloniales de madera y herrería, equipales y
faroles, amén de mil objetos decorativos más.
Orgullosos de su linaje, los charros de Ojuelos, los dueños de las
grandes haciendas, ponen el toque de abolengo en la feria.
Algunos de ellos, dueños de ganadería de lidia, ofrecen becerros
y vaquillas para la afición y organizan "tientas ", que son verdaderas
fiestas, dentro de las instalaciones de sus haciendas o en la Plaza
de Toros Alberto Banderas, reinaugurada hace un año.
Turísticamente hablando, Ojuelos tiene un gran atractivo en las
pinturas rupestres del Cañón de la Vieja, testimonio de los asentamientos
de huachichiles y chichimecas documentados en el libro de John Powell,
"La Guerra Chichimeca ".
Los principales monumentos históricos y religiosos de Ojuelos son
el Fuerte que, totalmente remodelado, funge hoy como Palacio Municipal;
la Casa Grande, donde residía por temporadas los dueños de la hacienda
y que es un edificio que fue cedido después a la Iglesia para catequización
y retiros.
También destaca El Colegio, construido en 1883 como asilo de ancianos
y donde las monjas permanecieron enclaustradas durante la lucha
cristera.
Está además el Auditorio Municipal con el mural Unidad Democrática,
el templo de la Virgen de Guadalupe, con su fachada principal de
cantera rosa y retablos neoclásicos, y el templo de la Virgen del
Refugio, que data del Siglo 19.
En la actualidad, el terreno alrededor de Ojuelos se ha modificado
y muchos de los "ojos de agua " que le dieron nombre han desaparecido,
pero la ciudad está llena de su historia.
Ojuelos crece económica y culturalmente, por lo que, con gran calidez,
sus habitantes comparten con el turista su interesante pasado y
un alentador presente.
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