(La reacción
del ego)
EL PODER
ficticio DE LA PALABRA
2ª parte
Nota realizada por el
Prof. Horacio Velmont, basada en las canalizaciones del Prof. Jorge Olguín.
Sobre
el Poder de la palabra
Por Claudia Ivette
Estimado
Prof. Horacio Velmont:
Respondo
a su concepto:
Comprendí el título de su
definición; aparentemente es inadecuado... aplicada la lógica y hermenéutica,
se comprende perfectamente.
A.)
"Autoridad
que le damos a determinadas palabras para alterar nuestro ánimo".
Considero
que será adecuado si en lugar de utilizarse "autoridad", se utilizara algún
término más específico (con menor margen interpretativo): existen algunos
aplicables a su idea, disponibles en Psicología. Por otro lado, no creo que
otorguemos
tal "autoridad" a determinada palabra con intención de alterar
el ánimo. Le interpreto..., pero opino que carece de fundamento lógico esa aseveración.
B)
"las
palabras no tienen más potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos
decidimos otorgarle". Eso es
parcialmente aplicable: nosotros, en efecto determinamos qué uso y
significación "otorgamos" (como dice), a una palabra: en ése
sentido "cada quien su mundo" con sus palabras (y claro, la forma en
que interprete las "demás" palabras)... pero no por ello debemos
dejar de tomar en cuenta que hemos adquirido ese lenguaje mediante una
"herencia" cultural y varias series significativas de fenómenos que
han dado forma a nuestro propio lenguaje.
C.)
"Para
probar que no la tienen, basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena
"¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni
siquiera una millonésima del grueso de un cabello."
Yo creo que aquí
ya está utilizando un sentido un poco distinto al anterior... el ejemplo no es
muy congruente con la significación que arriba establece.
D.)
"Cada
uno crea sus propios estados de ánimo o, expresado de otra manera, los seres
humanos no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que
de ellas hacen" (Epícteto). El ofensor, por lo tanto, siempre es uno mismo.
¿Ve? esto es un
extremo... y probablemente tenga origen en que olvida que nuestro medio también
nos condiciona... en menor grado si uno decide trascender a éste, pero no
estamos del todo exentos.
E.)
"...que los insultos me molesten sí o sí y yo no pueda hacer nada al respecto.
¿Captas
la idea? "
Esto último no. Lo anterior quedó
muy claro... esto lo contradice.
Estimada
Claudia: Te escribe
Horacio Velmont para efectuar algunas aclaraciones.
Te voy transcribir una de las definiciones del Diccionario Técnico
de Psicointegración, que es uno de los libros básicos del Grupo Elron, del que
ya sabés que soy fundador:
PODER FICTICIO DE LAS PALABRAS.
Gr Elron. Autoridad que le damos a determinadas palabras para alterar
nuestro ánimo. Es una autoridad inventada, porque las palabras no tienen más
potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos decidimos otorgarle. Para
probar que no la tienen basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena
"¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni siquiera una millonésima
del pelo de un cabello. Ninguna palabra tiene poder para ofender a nadie, a
menos que uno mismo le haya dado ese poder. Y si le hemos dado poder a
determinadas palabras para que quien las pronuncie nos ofenda, la única
alternativa que nos queda es retirarles el poder que nosotros mismos le hemos
dado. ¿Puede haber algo más paradójico que darle poder a determinadas
palabras para ofendernos y luego echarle la culpa a quien las pronuncia?
Lo que quiero significarte, Claudia, es que nada de lo que se me diga
puede molestarme en lo más mínimo porque las palabras no tienen ninguna
fuerza, a menos que yo se las dé. Pero una cosa es decidir, libre y
autodeterminadamente, que me voy a serntir molesto por los insultos de
determinada persona y otra muy distinta es que los insultos me molesten sí o
sí y yo no pueda hacer nada al respecto. ¿Captas la idea? Y de paso te voy a
dar otra definición sumamente importante, que si la comprendes a cabalidad
puede salvarte la vida (te aclaro que la humanidad puede tardar muchos, pero
muchos años antes que pueda captar las ideas subyacentes en estas
definiciones, porque implican un cambio de estado de ser, es decir, tiene que
pasar del estado de homo sapiens al estado de homo novis):
PERDÓN. Dic. Acad. Acción
de perdonar, es decir, de remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa el
perjudicado por ello. ║ Remisión de la pena merecida, de la ofensa
recibida o de alguna deuda u obligación pendiente. ║ Gr.
Elron. Acto de soberbia, proveniente del Ego, por el cual el individuo que
considera haber sido ofendido, en un gesto ostentosamente magnánimo, absuelve
al supuesto ofensor. El perdón implica ofensa, es decir que para que alguien
pueda perdonar, primero tiene que haber sido ofendido, pero como nadie tiene el
poder para ofender a nadie a menos que uno le haya dado ese poder, resulta que,
paradójicamente, el perdón nunca debería recaer sobre la persona que
supuestamente nos ofende sino, en todo caso, sobre uno mismo, por haberle dado
tan neciamente cabida a la ofensa. Cada uno crea sus propios estados de ánimo,
o, expresado de otra manera, "los hombres no se perturban por causa de
las cosas, sino por la interpretación que de ellas hacen" (Epícteto).
El ofensor, por lo tanto, siempre es uno mismo: te ofenden porque te ofendes.
De ahí que cuando alguien perdona una ofensa, lo único que está haciendo, en
realidad, es desligarse de la responsabilidad que le cabe por ser su propio
ofensor para trasladarla a otro.
Con
respecto a la palabra autoridad, está perfectamente empleada, pues la
definición del diccionario la traduce por potestad, que significa dominio,
poder, juridicción o facultad que se tiene sobre una cosa. Cuando yo
hablo de dar autoridad a determinadas palabras, significa que le estoy
dando dominio o poder sobre mí. Entonces, está correctamente
empleada. Lo que quiere significar la definición es que las palabras no
tienen la fuerza de coacción que podría tener un arma que te está apuntando.
¿Se entiende? Uno puede decidir si la palabra te molesta o no.
Un
fuerte abrazo. Horacio Velmont
Apreciado
Horacio:
Respecto de la definición
de perdón...
Lo siguiente son puntos de vista
muy personales. Escribe: "Acto de
soberbia" ¿el perdón es un acto de soberbia? Tal vez tengo
una idea de soberbia muy distinta a la de Ud. Luego agrega:"en
un gesto ostentosamente magnánimo". No diría que es siempre
magnánimo (la forma en la que expresa esta magnanimidad me recuerda a los mártires
y con todo respeto, los mártires me aburren)... considero que el perdón es más
un acto de sabiduría y nobleza que de magnanimidad. Es cierto que el perdonar
implica comprender el origen de nuestra propia ira. Y también es cierto que
aprendemos de nosotros mismos al perdonar... por eso, considero que la cuestión
es más de sabiduría que de magnanimidad...
También hay que procurar no caer
en los extremos: "por haberle dado tan
neciamente cabida a la ofensa" digo, existe voluntad para
otorgar sólo "el poder" necesario a las palabras, pero no toda la
responsabilidad reside en nosotros... cada quien tiene sus límites de
paciencia... si no, ¿por qué abogar por la tolerancia y el respeto?
Un cálido saludo:
Claudia Ivette.
Estimada Claudia: Lo que Horacio quiere decir (traducido a un
lenguaje básico) es que si alguien me ofende, ese "poder" se lo estoy
otorgando yo... mas si mi Ego está integrado, esa supuesta ofensa no me hará
mella, como no me hace mella si un niño de 3 años me saca la lengua. Esto
significa que si soy extremadamente susceptible de lo que pueda decir mi
entorno, será porque doy desmesurada importancia a esa opinión, y eso DAR el
poder al otro. ¿Sí?
Con respecto al Perdón, creo humildemente que Horacio se
refirió a que si perdoné, es porque primero prejuzgué... y solo se prejuzga
desde el Ego. Si no permito que nada me humille no me veré precisado a
perdonar... ¡porque no tendré nada que perdonar! Eso quiso plantear Horacio.
Un cálido abrazo:
Jorge Olguín.
Jorge:
Supongo que lo que quisiste decir en realidad es: Con respecto al Perdón, creo
humildemente que Horacio se refirió a que si perdoné, es porque primero juzgué...
y solo se juzga desde el Ego. Si no permito que nada me
humille no me veré precisado a perdonar... ¡porque no tendré nada
qué perdonar! Eso quiso plantear Horacio.
Te lo comento por dos
razones: porque pienso que decir primero prejuzgué es redundante. Además,
la definición de "prejuzgar" es: Juzgar de las cosas antes
del tiempo oportuno, o sin tener de ellas cabal conocimiento y de
"juzgar" es: Formar juicio u opinión sobre algo o alguien
Es indudable, a mi
juicio, que te querías referir a juzgar y no a prejuzgar. Te dejo a tu
criterio hacer o no la aclaración.
Horacio Velmont
Horacio:
El Ego no juzga, porque el juicio puede ser parcial o imparcial, pero se basa en
fundamentos (sólidos o no). En
cambio, el prejuicio NUNCA tiene fundamentos...
¡y ahí sí es el Ego el que prejuzga!
Por otro lado, decir primero prejuzgué no es redundante, salvo que luego
se enjuicie. Se puede prejuzgar, luego entrar en arrepentimiento, después
perdonar... y caemos otra vez en que el perdón (ese perdón) se otorga desde un
prejuicio previo.
Un saludo: Jorge Olguín. (*)
(*)
Un
caso similar al del perdón es el de la tolerancia.
El escritor Marcos Aguinis, a quien conozco personalmente, examina en su libro
"Las raíces del odio" las guerras étnicas modernas y el
antisemitismo, este último con su diabólica culminación, el Holocausto, y
evoca el intercambio epistolar entre Einstein y Freud a comienzos de la década
del ´30, e impugna la validez de la palabra tolerancia. Señala que ese vocablo
"carga a veces una oculta dosis de soberbia. Se derrama desde las alturas y
transmite la despectiva generosidad del poderoso, algo así como aguantar o
resignarse ante lo molesto para evitar males mayores". Propone entonces
reemplazar la palabra tolerancia por respeto.
EL
PODER ficticio DE LA PALABRA 3
