SAN JUAN DE LA CRUZ: AVISOS
ESPIRITUALES
PRÓLOGO También, ¡oh Dios y deleite mío!, en
estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque
ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos,
que es con lo que, Señor mío, te agradas, más que con el lenguaje y sabiduría
de ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu
servicio y amor, en que yo falto, y tenga mi alma en qué se consolar de que
haya sido ocasión que lo que falta en ella halles en otros. Amas tú, Señor, la discreción, amas la
luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma. Por eso, estos dichos
serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el
caminar. Quédese, pues, lejos la retórica del
mundo; quédense las parlerías y elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca
e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas
en dulzor y amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante
ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no
sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu
dulcísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a él en la
vida, condiciones y virtudes, y en la forma de la desnudez y pureza de su
espirítu. Mas dala tú, Padre de misericordias, porque sin ti no se hará nada,
Señor. 1. Siempre el Señor descubrió los
tesoros de su sabiduría y espíritu a los mortales; mas ahora que la malicia
va descubriendo más su cara, mucho los descubre. 2. ¡Oh, Señor Dios mío!, ¿quién te
buscará con amor puro y sencillo que te deje de hallar muy a su gusto y
voluntad, pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te
desean? 3. Aunque el camino es llano y suave
para los hombres de buena voluntad, el que camina caminará poco y con trabajo
si no tiene buenos pies y ánimo y porfía animosa en eso mismo. 4. Más vale estar cargado junto al
fuerte que aliviado junto al flaco: cuando estás cargado, estás junto a Dios,
que es tu fortaleza, el cual está con los atribulados; cuando estás aliviado,
estás junto a ti, que eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del
alma en los trabajos de paciencia crece y se confirma. 5. El que solo se quiere estar, sin
arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está solo y sin dueño en el
campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará
a sazón. 6. El árbol cultivado y guardado con el
beneficio de su dueño, da la fruta en el tiempo que de él se espera. 7. El alma sola, sin maestro, que tiene
virtud, es como el carbón encendido que está solo: antes se irá enfriando que
encendiendo. 8. El que a solas cae, a solas se está
caído y tiene en poco su alma, pues de sí solo la fía. 9. Pues no temes el caer a solas, ¿cómo
presumes de levantarte a solas? Mira que más pueden dos juntos que uno solo. 10. El que cargado cae,
dificultosamente se levantará cargado. 11. Y el que cae ciego, no se levantará
ciego solo; y, si se levantare solo, encaminará por donde no conviene. 12. Más quiere Dios en ti el menor
grado de pureza de conciencia que cuantas obras puedes hacer. 13. Más quiere Dios en ti el menor
grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que le piensas hacer.
14. Más estima Dios en ti el inclinarte
a la sequedad y al padecer por su amor que todas las consolaciones y visiones
espirituales y meditaciones que puedas tener. 15. Niega tus deseos y hallarás lo que
desea tu corazón. ¿Qué sabes tú si tu apetito es según Dios? 16. ¡Oh dulcísimo amor de Dios, mal
conocido! El que halló sus venas descansó. 17. Pues se te ha de seguir doblada
amargura de cumplir tu voluntad, no la quieras cumplir, aunque quedes en
amargura. 18. Más indecencia e impureza lleva el
alma para ir a Dios, si lleva en si el menor apetito de cosa del mundo, que
si fuese cargada de todas las feas y molestas tentaciones y tinieblas que se
pueden decir, con tal que su voluntad razonal no las quiera admitir. Antes el
tal entonces puede confiadamente llegar a Dios por hacer la voluntad de Su
Majestad, que dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados
y yo os recrearé (Mt.11,28). 19. Más agrada a Dios el alma que con
sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón, que la que, faltando en esto,
hace todas sus cosas con consolación. 20. Más agrada a Dios una obra, por
pequeña que sea, hecha en escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que
mil hechas con gana de que las sepan los hombres. Porque el que con purísimo amor
obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean los hombres, pero
ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual, aunque nunca lo hubiese de
saber, no cesaría de hacerle los mismos servicios con la misma alegría y
pureza de amor. 21. La obra pura y entera hecha por
Dios en el seno puro hace reino entero para su dueño. 22. Dos veces trabaja el pájaro que se
asentó en la liga, es a saber: en desasirse y limpiarse de ella. Y de dos
maneras pena el que cumple su apetito: en desasirse y, después de desasido,
en purgarse de lo que de él se le pegó. 23. El que de los apetitos no se deja
llevar, volará ligero según el espíritu, como el ave a que no falta pluma. 24. La mosca que a la miel se arrima
impide su vuelo; y el alma que se quiere estar asida al sabor del espíritu
impide su libertad y contemplación. 25. No te hagas presente a las
criaturas si quieres guardar el rostro de Dios claro y sencillo en tu alma;
mas vacía y enajena mucho tu espíritu de ellas y andarás en divinas luces,
porque Dios no es semejante a ellas. Oración del alma enamorada. 26. ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía
te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en
ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu
bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis
obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las
penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas,
¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin,
ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo
, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres. ¿Quién se podrá librar de los modos y
términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre,
engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que
le hiciste? No me quitarás, Dios mío, lo que una
vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero.
Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero. ¿Con qué dilaciones esperas, pues desde
luego puedes amar a Dios en tu corazón? 27. Míos son los cielos y mía es la
tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los
ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo
Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y
buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos
ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria,
escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón. 28. El espíritu bien puro no se mezcla
con extrañas advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de todas las
formas, interiormente, con sosiego sabroso se comunica con Dios, porque su
conocimiento es en silencio divino. 29. El alma enamorada es alma blanda,
mansa, humilde y paciente. 30. El alma dura en su amor propio se
endurece. 31. Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús!
no suavizas el alma, siempre perseverará en su natural dureza. 32. El que la ocasión pierde, es como
el que soltó el ave de la mano, que no la volverá a cobrar. 33. No te conocía yo a ti, ¡oh Señor
mío!, porque todavía quería saber y gustar cosas. 34. Múdese todo muy enhorabuena, Señor
Dios, porque hagamos asiento en ti. 35. Un solo pensamiento del hombre vale
más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él. 36. Para lo insensible, lo que no
sientes; para lo sensible, el sentido; y para el espíritu de Dios, el
pensamiento. 37. Mira que tu ángel custodio no
siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto,
para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento. 38. No da lugar el apetito a que le
mueva el ángel cuando está puesto en otra cosa. 39. Secado se ha mi espíritu,porque se
olvida de apacentarse en ti. 40. Eso que pretendes y lo que más
deseas no lo hallarás por esa vía tuya ni por la alta contemplación, sino en
la mucha humildad y rendimiento de corazón. 41. No te canses, que no entrarás en el
sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la mortificación de todo eso
que quieres. 42. Mira que la flor más delicada más
presto se marchita y pierde su olor; por tanto, guárdate de querer caminar
por espíritu de sabor, porque no serás constante; mas escoge para ti un
espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia;
porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge. 43. Cata que tu carne es flaca y que
ninguna cosa del mundo puede dar fortaleza a tu espíritu ni consuelo; porque
lo que nace del mundo, mundo es, y lo que nace de la carne, carne es; y el
buen espíritu sólo nace del espíritu de Dios, que se comunica no por mundo ni
carne (Jn. 4, 6). 44. Entra en cuenta con tu razón para
hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y valdráte más para con tu
Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces y que todos los
sabores espirituales que pretendes. 45. Bienaventurado el que, dejado aparte
su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas. 46. El que obra razón es como el que
come sustancia, y el que se mueve por el gusto de su voluntad, como el que
come fruta floja. 47. Tú, Señor, vuelves con alegría y
amor a levantar al que te ofende y yo no vuelvo a levantar y honrar al que me
enoja a mi. 48. ¡Oh poderoso Señor!, si una
centella del imperio de tu justicia tanto hace en el principe mortal, que
gobierna y mueve las gentes, ¿qué hará tu omnipotente justicia sobre el justo
y el pecador? 49. Si purificares tu alma de extrañas
posesiones y apetitos, entenderás en espíritu las cosas; y si negares el
apetito en ellas, gozarás de la verdad de ellas entendiendo en ellas lo
cierto. 50. ¡Señor, Dios mío!, no eres tú
extraño a quien no se extraña contigo; ¿cómo dicen que te ausentas tú? 51. Verdaderamente aquél tiene vencidas
todas las cosas que ni el gusto de ellas le mueve a gozo ni el desabrimiento
le causa tristeza. 52. Si quieres venir al santo
recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando. 53. Yéndome yo, Dios mío, por doquiera
contigo, por doquiera me irá como yo quiero para ti. 54. No podrá llegar a la perfección el
que no procura satisfacerse con nonada, de manera que la concupiscencia:
natural y espiritual estén contentas en vacío; que para llegar a la suma
tranquilidad y paz de espíritu esto se requiere; y de esta manera el amor de
Dios en el alma pura y sencilla casi frecuentemente está en acto. 55. Mira que, pues Dios es inaccesible,
no repares en cuanto tus potencias pueden comprehender y tu sentido sentir,
porque no te satisfagas con menos y pierda tu alma la ligereza conveniente
para ir a él. 56. Como el que tira el carro la cuesta
arriba, así camina para Dios el alma que no sacude el cuidado y apaga el apetito.
57. No es de voluntad de Dios que el
alma se turbe de nada ni que padezca trabajos; que, si los padece en los
adversos casos del mundo, es por la flaqueza de su virtud, porque el alma del
perfecto se goza en lo que se pena la imperfecta. 58. El camino de la vida, de muy poco
bullicio y negociación es, y más requiere mortificación de la voluntad que
mucho saber. El que tomare de las cosas y gustos lo menos, andará más por él. 59. No pienses que el agradar a Dios
está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y
respetos. 60. A la tarde te examinarán en el
amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición. 61. Cata que no te entremetas en cosas
ajenas, ni aun las pases por tu memoria, porque quizá no podrás tú cumplir
con tu tarea. 62. No pienses que porque en aquél no
relucen las virtudes que tú piensas, no será precioso delante de Dios por lo
que tú no piensas. 63. No sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque
no entiende la distancia del bien y del mal. 64. Mira que no te entristezcas de
repente de los casos adversos del siglo, pues que no sabes el bien que traen
consigo ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los
escogidos. 65. No te goces en las prosperidades
temporales, pues no sabes de cierto que te aseguran la vida eterna. 66. En la tribulación acude luego a
Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado y enseñado. 67. En los gozos y gustos acude luego a
Dios con temor y verdad, y no serás engañado ni envuelto en vanidad. 68. Toma a Dios por esposo y amigo con
quien te andes de continuo, y no pecarás, y sabrás amar, y haránse las cosas
necesarias prósperamente para ti. 69. Sin trabajo sujetarás las gentes y
te servirán las cosas si te olvidares de ellas y de ti mismo. 70. Date al descanso echando de ti
cuidados y no se te dando nada de cuanto acaece, y servirás a Dios a su gusto
y holgarás en él. 71. Mira que no reina Dios sino en el
alma pacífica y desinteresada. 72. Aunque obres muchas cosas, si no
aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus
cosas, no aprovecharás en la perfección. 73. ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una
cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí
satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas. 74. ¿Cómo te atreves a holgarte tan sin
temor, pues has de parecer delante de Dios a dar cuenta de la menor palabra y
pensamiento? 75. Mira que son muchos los llamados
y pocos los escogidos (Mt. 22, 14), y que, si tú de ti no tienes cuidado,
más cierta está tu perdición que tu remedio, mayormente siendo la senda que
guía a la vida eterna tan estrecha (Mt. 7, 14). 76. No te alegres vanamente, pues sabes
cuántos pecados has hecho y no sabes cómo está Dios contigo, sino teme con
confianza. 77. Pues que en la hora de la cuenta te
ha de pesar de no haber empleado este tiempo en servicio de Dios, ¿por qué no
le ordenas y empleas ahora como lo querrías haber hecho cuando te estés
muriendo? 78. Si quieres que en tu espíritu nazca
la devoción y que crezca el amor de Dios y apetito de las cosas divinas,
limpia el alma de todo apetito y asimiento y pretensión, de manera que no se
te dé nada por nada. Porque, así como el enfermo, echado fuera el mal humor,
luego siente el bien de la salud y le nace gana de comer, así tú convalecerás
en Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque más hagas, no
aprovecharás. 79. Si deseas hallar la paz y consuelo
de tu alma y servir a Dios de veras, no te contentes con eso que has dejado,
porque por ventura te estás, en lo que de nuevo andas, tan impedido o más que
antes; las deja todas esotras cosas que te quedan y apártate a una sola que
lo trae todo consigo, que es la soledad santa, acompañada con oración y santa
y divina lección, y allí persevera en olvido de todas las cosas; que, si de
obligación no te incumben, más agradarás a Dios en saberte guardar y
perfeccionar a ti mismo que en granjearlas todas juntas; porque ¿qué le
aprovecha al hombre ganar todo el mundo si deja perder su alma? (Mt 16,
26). 2.
1. Refrene mucho la lengua y el
pensamiento y traiga de ordinario el afecto en Dios, y calentársele ha el
espíritu divinamente. 2. No apaciente el espíritu en otra
cosa que en Dios. Deseche las advertencias de las cosas y traiga paz y
recogimiento en el corazón. 3. Traiga sosiego espiritual en
advertencia de Dios amorosa; y cuando fuere necesario hablar, sea con el
mismo sosiego y paz. 4. Tenga ordinaria memoria de la vida
eterna, y que los que más abatidos y pobres y en menos se tienen, gozarán de
más alto señorío y gloria en Dios. 5. Alégrese ordinariamente en Dios, que
es su salud (Lc. 1, 47), y mire que es bueno el padecer de cualquiera manera
por el que es bueno. 6. Consideren cómo han menester ser
enemigas de sí mismas y caminar por el santo rigor a la perfección, y
entiendan que cada palabra que hablaren sin orden de obediencia se la pone
Dios en cuenta. 7. Intimo deseo de que Dios la dé lo
que Su Majestad sabe que le falta para honra suya. 8. Crucificada interior y exteriormente
con Cristo. Vivirá en esta vida con hartura y satisfacción de su alma,
poseyéndola en su paciencia (Lc. 21, 19). 9. Traiga advertencia amorosa en Dios,
sin apetito de querer sentir ni entender cosa particular de él. 10. Ordinaria confianza en Dios, estimando
en sí y en las Hermanas lo que Dios más estima, que son los bienes
espirituales. 11. Entrese en su seno y trabaje en
presencia del Esposo, que siempre está presente queriéndola bien. 12. Sea enemiga de admitir en su alma
cosas que no tienen en sí sustancia espiritual, porque no la hagan perder el
gusto de la devoción y el recogimiento. 13. Bástele Cristo crucificado, y con
él pene y descanse, y por esto aniquilarse en todas las cosas exteriores e
interiores. 14. Procure siempre que las cosas no
sean nada para ella, ni ella para las cosas; mas, olvidada de todo, more en
su recogimiento con el Esposo. 15. Ame mucho los trabajos y téngalos
en poco por caer en gracia al Esposo, que por ella no dudó morir. 16. Tenga fortaleza en el corazón
contra todas las cosas que le movieren a lo que no es Dios, y sea amiga de la
pasión de Cristo. 17. Traiga interior desasimiento a
todas las cosas y no ponga el gusto en alguna temporalidad, y recogerá su
alma a los bienes que no sabe. 18. El alma que anda en amor, ni cansa
ni se cansa. 19. Al pobre que está desnudo le
vestirán, y al alma que se desnudare de sus apetitos, quereres y no quereres,
la vestirá Dios de su pureza, gusto y voluntad. 20. Hay almas que se revuelcan en el
cieno, como los animales que se revuelcan en él, y otras que vuelan, como las
aves que en el aire se purifican y limpian. 21. Una palabra habló el Padre, que fue
su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser
oída del alma. 22. Los trabajos los hemos de medir a
nosotros, y no nosotros a los trabajos. 23. El que no busca la cruz de Cristo,
no busca la gloria de Cristo. 24. Para enamorarse Dios del alma, no
pone los ojos en su grandeza, mas en la grandeza de su humildad. 25. El que tuviere vergüenza de
confesarme delante de los hombres, también la tendré yo de confesarle delante
de mi Padre, dice el Señor (Mt. 10, 33). 26. El cabello que se peina a menudo
estará esclarecido y no tendrá dificultad en peinarse cuantas veces quisiere;
y el alma que a menudo examinare sus pensamientos, palabras y obras, que son
sus cabellos, obrando por amor de Dios todas las cosas, tendrá muy claro su
cabello, y mirarle ha el Esposo su cuello, y quedará preso en él y llagado en
uno de sus ojos, que es la pureza de intención con que obra todas las cosas.
El cabello se comienza a peinar de lo alto de la cabeza, si queremos esté
esclarecido; todas nuestras obras se han de comenzar desde lo más alto del
amor de Dios, si quieres que sean puras y claras. 27. No comer en pastos vedados, que son
los de esta vida presente, porque bienaventurados son los que han hambre y
sed de justicia, porque ellos serán hartos (Mt. 5, 6). Lo que pretende
Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como
el fuego convierte todas las cosas en fuego. 28. Toda la bondad que tenemos es
prestada, y Dios la tiene por propia obra; Dios y su obra es Dios. 29. La sabiduría entra por el amor,
silencio y mortificación. Grande sabiduría es saber callar y no mirar dichos
ni hechos ni vidas ajenas. 30. Todo para mí y nada para ti. 31. Todo para ti y nada para mí. 32. Déjate enseñar, déjate mandar,
déjate sujetar y despreciar y serás perfecta. 33. Cinco daños causa cualquier apetito
en el alma: el primero, que la inquieta; el segundo, que la enturbia; el
tercero, que la ensucia; el cuarto, que la enflaquece; el quinto, que la
oscurece. 34. La perfección no está en las
virtudes que el alma conoce de si, mas consiste en las que nuestro Señor ve
en el alma, la cual es carta cerrada, y así no tiene de qué presumir, mas
estar el pecho por tierra acerca de sí. 35. El amor no consiste en sentir
grandes cosas, sino en tener grande desnudez y padecer por el Amado. 36. Todo el mundo no es digno de un
pensamiento del hombre, porque a sólo Dios se debe; y así, cualquier pensamiento
que no se tenga en Dios, se le hurtamos. 37. Las potencias y sentidos no se han
de emplear todas en las cosas, sino lo que no se puede excusar, y lo demás
dejarlo desocupado para Dios. 38. No mirar imperfecciones ajenas,
guardar silencio y continuo trato con Dios, desarraigarán grandes
imperfecciones del alma y la harán señora de grandes virtudes. 39. Las señales del recogimiento
interior son tres: la primera, si el alma no gusta de las cosas transitorias;
la segunda, si gusta de la soledad y silencio y acudir a todo lo que es más
perfección; la tercera, si las cosas que solían ayudarle le estorban, como es
las consideraciones y meditaciones y actos, no llevando el alma otro arrimo a
la oración sino la fe y la esperanza y la caridad. 40. Si un alma tiene más paciencia para
sufrir y más tolerancia para carecer de gustos, es señal que tiene más
aprovechamiento en la virtud. 41. Las condiciones del pájaro
solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no
sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al
aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta
suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa: que se ha de subir
sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen;
y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra
criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a
sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga más digna de su
compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en
ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en
la contemplación y amor de su Esposo. 42. Los hábitos de voluntarias
imperfecciones que nunca acaban de vencerse, no solamente impiden a la divina
unión, pero para llegar a la perfección, como son: costumbre de hablar mucho,
algún asimientillo sin vencer, como a persona, vestido, celda, libro, tal
manera de comida y otras conversaciones y gustillos en querer gustar de las cosas,
saber y oír y otras semejantes. 3.
1. El que con puro amor obra por Dios,
no solamente no se le da de que lo sepan los hombres, pero ni lo hace porque
lo sepa el mismo Dios; el cual aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría
de hacer los mismos servicios y con la misma alegría y amor. 2. Otro para vencer los apetitos:
Traer un ordinario apetito de imitar a Jesucristo en todas sus obras,
conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y
haberse en todas las cosas como él se hubiera. Para poder hacer esto, es
necesario que cualquiera apetito o gusto, si no fuere puramente por honra y
gloria de Dios, renunciarlo y quedarse en vacío por amor de él, que en esta
vida no tuvo ni quiso más de hacer la voluntad de su Padre, la cual llamaba
su comida y manjar. 3. Para mortificar las cuatro pasiones
naturales, que son: gozo, tristeza, temor y esperanza, aprovecha lo
siguiente: Procurar siempre inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más
dificultoso. No a lo más sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más
gustoso, sino a lo que no da gusto. No inclinarse a lo que es descanso, sino
a lo más trabajoso. No a lo que es consuelo, sino a lo que no es consuelo; no
a lo más, sino a lo menos. No a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y
despreciado. No a lo que es querer algo, sino a lo que no es querer nada. No
andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y traer desnudez y vacío
y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el mundo. 4. Para la concupiscencia:
Procurar obrar en desnudez y desear que los otros lo hagan. Procurar hablar
en desprecio y desear que todos lo hagan. Procurar pensar bajamente de sí y
desear que los otros lo hagan. 5. Tenga fortaleza en el corazón contra
todas las cosas que le movieren a lo que no es Dios, y sea amiga de las
pasiones por Cristo. 6. Prontitud en la obediencia, gozo en
el padecer, mortificar la vista, no querer saber nada, silencio y esperanza. 7. Jhs. Magdalena del Espíritu
Santo. Refrene mucho la lengua y el pensamiento y traiga de ordinario el
afecto en Dios, y calentársele ha el espíritu divino mucho. Léale muchas
veces. 4.
1. Levantarse sobre sí, no hacer
asiento en cosa en nada. 2. Estar vuelta contra sí, airada y
jamás parada. 3. Huir con el pensamiento de cabe
ellas, cerrando la puerta a todas. 4. Limpio de todas aficiones,
pensamientos e imágenes. 5. El dulce canto suspires con
compunción y lágrimas.
5. Avisos
procedentes de Antequera
1. Cuanto más te apartas de las cosas
terrenas, tanto más te acercas a las celestiales y más hallas en Dios. 2. Quien supiere morir a todo, tendrá
vida en todo. 3. Apártate del mal, obra bien y busca
la paz (Sal. 33, 14). 4. Quien se queja o murmura ni es
perfecto ni aun buen cristiano. 5. Humilde es el que se esconde en su
propia nada y se sabe dejar a Dios. 6. Manso es el que sabe sufrir al
prójimo y sufrirse a sí mismo. 7. Si quieres ser perfecto, vende tu
voluntad y dala a los pobres de espíritu, y ven a Cristo por la mansedumbre y
humildad y síguelo hasta el Calvario y sepulcro. 8. Quien de sí propio se fía, peor es
que el demonio. 9. Quien a su prójimo no ama, a Dios
aborrece. 10. Quien obra con tibieza, cerca está
de la caída. 11. Quien huye de la oración, huye de
todo lo bueno. 12. Mejor es vencerse en la lengua que
ayunar a pan y agua. 13. Mejor es sufrir por Dios que hacer
milagros. 6.
1. Si gloriarte quieres y no quieres
parecer necio y loco, aparta de ti las cosas que no son tuyas, y de lo que
queda habrás gloria. Mas, por cierto, si todas las cosas que no son tuyas
apartas, en nada serás tornado, pues de nada te debes gloriar si no quieres
caer en vanidad. Mas descendamos ahora especialmente a los dones de aquellas
gracias que hacen a los hombres graciosos y agradables delante de los ojos de
Dios; cierto es que de aquellos dones no te debes gloriar, que aun no sabes
si los tienes. 2. ¡Oh, cuán dulce será a mi la
presencia tuya, que eres sumo bien! Allegarme he yo con silencio a ti y
descubrirte he los pies porque tengas por bien de me juntar contigo en
matrimonio a mí, y no holgaré hasta que me goce en tus brazos (cf. Rut. 3,
49). Y ahora te ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi
recogimiento, porque soy desperdiciadora de mi alma. 3. Desasida de lo exterior,
desaposesionada de lo interior, desapropiada de las cosas de Dios, ni lo
próspero la detiene ni lo adverso la impide. 4. El alma que está unida con Dios, el
demonio la teme como al mismo Dios. 5. El más puro padecer trae y acarrea
más puro entender. 6. El alma que quiere que Dios se le
entregue todo, se ha de entregar toda, sin dejar nada para sí. 7. El alma que está en unión de amor,
hasta los primeros movimientos no tiene. 8. Los amigos viejos de Dios por
maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre todo lo que les puede hacer
falta. 9. Amado mío, todo lo áspero y
trabajoso quiero para mí, y todo lo suave y sabroso quiero para ti . 10. La mayor necesidad que tenemos para
aprovechar es de callar a este gran Dios con el apetito y con la lengua, cuyo
lenguaje que él más oye, sólo es el callado amor. 11. Desancillar para buscar a Dios. La
luz que aprovecha en lo exterior para no caer, es al revés en las cosas de
Dios, de manera que es mejor no ver, y tiene el alma más seguridad. 12. Más se granjea en los bienes de
Dios en una hora que en los nuestros toda la vida. 13. Ama el no ser conocida de ti ni de
los otros. Nunca mirar los bienes ni los males ajenos. 14. Andar a solas con Dios; obrar en el
medio; esconder los bienes de Dios. 15. Andar a perder y que todos nos
ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es
condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque
tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de
sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros. 16. Grande mal es tener más ojo a los
bienes de Dios que al mismo Dios. Oración y desapropio. 17. Mire aquel infinito saber y aquel
secreto escondido. ¡Qué paz, qué amor, qué silencio está en aquel pecho
divino, qué ciencia tan levantada es la que Dios allí enseña, que es lo que
llamamos actos anagógicos, que tanto encienden el corazón. 18. Mucho se desmejora y menoscaba el secreto
de la conciencia todas las veces que alguno manifiesta a los hombres el fruto
de ella, porque entonces recibe por galardón el fruto de la fama transitoria. 19. Hable poco, y en cosas que no es
preguntado no se meta. 20. Siempre procure traer a Dios presente
y conservar en sí la pureza que Dios le enseña. 21. No se disculpe ni rehúse ser
corregido de todos; oiga con rostro sereno toda reprensión; piense que se lo
dice Dios. 22. Viva como si no hubiese en este
mundo más que Dios y ella, para que no pueda su corazón ser detenido por cosa
humana. 23. Tenga por misericordia de Dios que
alguna vez le digan alguna buena palabra, pues no merece ninguna. 24. Nunca deje derramar su corazón,
aunque sea por un credo. 25. Nunca oiga flaquezas ajenas, y si
alguna se quejare a ella de otra, podrále decir con humildad no le diga nada. 26. No se queje de nadie; no pregunte
cosa alguna, y si le fuere necesario preguntar, sea con pocas palabras. 27. No rehúse el trabajo, aunque le
parezca no lo podrá hacer. Hallen todos en ella piedad. 28. No contradiga. En ninguna manera
hable palabras que no vayan limpias. 29. Lo que hablare sea de manera que no
sea nadie ofendido, y que sea en cosas que no le pueda pesar que lo sepan
todos. 30. No niegue cosa que tenga, aunque la
haya menester. 31. Calle lo que Dios le diere y
acuérdese de aquel dicho de la esposa: Mi secreto para mí (Is. 24,
16). 32. Procure conservar el corazón en
paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de
acabar. 33. No pare mucho ni poco en quién es
contra ella o con ella, y siempre procure agradar a su Dios. Pídale se haga
en ella su voluntad. Amele mucho, que se lo debe. 34. Doce estrellas para llegar a la
suma perfección: amor de Dios, amor del prójimo, obediencia, castidad, pobreza,
asistir al coro, penitencia, humildad, mortificación, oración, silencio, paz. 35. Nunca tomes por ejemplo al hombre
en lo que hubieres de hacer, por santo que sea, porque te pondrá el demonio
delante sus imperfecciones sino imita a Cristo, que es sumamente perfecto y
sumamente santo, y nunca errarás. 36. Buscad leyendo y hallaréis
meditando; llamad orando y abriros han contemplando. |