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El origen de estos hornos para hacer cal parece remontarse
a comienzos del siglo XVIII. En aquella época de hambres los campesinos
se dieron cuenta de la mayor producción de sus tierras utilizando
la cal viva
como abono. Las caleras tienen un horno cilíndrico con cubierta y una entrada superior, otra inferior o "agoa" y una para secar las cenizas o "auskoa". Los más grandes solían tener una cubierta o "legorra" en la entrada inferior. Siendo la caliza (materia prima) escasa en la zona, las caleras de Baztán suelen ser grandes a fin de atender a todo un vecindario. Salvo helecho, cualquier madera o arbusto era utilizado como combustible, siendo aportado gratuitamente por los vecinos. Se organizaban en grupos de 6-8 personas. Al principio se cocía la piedra, alcanzando luego una temperatura de hasta 1.000º; a los 5-6 días estaba incandecente y, convertida ya en cal, perdía volumen lentamente. Se enfriaba durante unos dos días y se extraía. |