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Permaneció inmóvil, asustado y con un cosquilleo que le recorría todo el cuerpo. El silencio era cortante y parecía que el resto del mundo hubiera desaparecido.
Se incorporó, le dolía bastante pero pronto se olvidó. Notó como sus venas se hinchaban debajo de la piel, como su cabeza martilleaba ante aquel espectáculo, como sus oídos no escuchaban más que cristales rotos. Cerró los ojos un momento e intentó respirar. No pudo. Se desmayó.
Como un espantapájaros rígido en medio del desierto notó como sus músculos entumecidos recuperaban parte de su movilidad. Blanco inmaculado a su alrededor, verde en las mascarillas que le miraban. Cerró los ojos, no quería recordar, no podía, no quería saber. Prefería cerrar los ojos y dormir, desconectar y escapar de cualquiera que fuera la horrible pesadilla que le tenían que comunicar. Ella había muerto, lo presentía y se negaba a permanecer consciente para que se lo confirmaran.
Tres días se debatió por no despertar, tres días llenos de imágenes y de recuerdos, de momentos que se negaba dejar escapar. Abrió los ojos, tuvo que abrirlos. Una cara extraña le sonrió y llamó al doctor: "¿Cómo te encuentras hijo?". Parpadeó pero no consiguió hablar aunque tampoco quería hacerlo. "Tu escáner es favorable y las pruebas indican que con un poco de voluntad por tu parte recuperarás todo lo que has perdido". Voluntad ¿voluntad para qué?, recuperar ¿recuperar el qué?; de qué demonios esta hablando ¿es que estos malditos matasanos no pueden hablar claro?.
Una luz muy fuerte inundó su pupila, se encogió. "Estás bien" murmuró sin demasiado ánimo "siento no poder decir lo mismo de tu amiga. Murió en el acto, la pobre, el golpe fue demasiado fuerte y estaba cubierta prácticamente por cristales rotos, ĄDios había tanta sangre!. Lo siento hijo pero no pudimos hacer nada tenía destrozada la cabeza y pocos huesos de su cuerpo quedaron enteros. Bueno, volveré más tarde a ver que tal sigues... Ah!, y animo!". Su garganta se iba cerrando a la par que la boca de aquel desgraciado soltaba cuchillos que le iban desangrando poco a poco, muy lentamente y enterrándole vivo a cada palabra que soltaba.
Grito en silencio y tan fuerte como sus cuerdas vocales desgarradas le permitían. ĄDios, lo sabía! y si lo sabía ¿porqué me duele tanto?. La crueldad es el arma más amarga que ha inventado la mente humana y el sarcasmo todavía es peor. La hipocresía de las palabras de aquel reparador de cuerpos se clavaban más fuerte que los propios cristales hechos añicos.
Apretó los dientes hasta que le dolieron las mandíbulas y torrentes salados brotaban de sus ojos. Era lo único que podía hacer. Se desmayó de nuevo.
Despertó después de haber permanecido inconsciente durante una semana. El golpe le dolía pero no se acordaba de nada.
De nuevo volvió a ver mascarillas a su alrededor y la bata blanca de aquel matasanos que le había acuchillado con sus palabras.
Recordó de pronto todo lo sucedido y a su boca volvió el sabor de la sangre, y el crujir de cristales al masticar. No lo soportó. Volvió a desmayarse.
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