Nacionalismo integrador


FICHERO RTF 

Yo también soy emigrante

    SI, soy un inmigrante en Euskadi. Uno de esos muchos que, por lo visto, han impedido que los vascos de verdad, los naturales del lugar, hayan podido llegar a cumplir su destino natural: ser independientes. Soy un inmigrante a pesar de llamarme Joseba Arregi Aranburu Mendizabal Zabala Sasiain Garin Garagorri Ibarbia Leiaristi Armendariz Pagola Goya Ezama y no sé cuántas cosas más. A pesar de que mis cuatro costados me conducen sólo a Andoain, Villabona-Amasa, Goiherri y Régil. A pesar de que no consigo salir de Guipúzcoa. Soy un inmigrante porque creo que al ciudadano no lo constituye la naturaleza, ni el territorio (Francia), ni la sangre (Alemania). Porque creo que para ser ciudadano es preciso emigrar, de la naturaleza a la historia; porque considero que para llegar a ser ciudadano es preciso inmigrar del territorio al derecho, del país a la libertad, a la república. Porque considero que se nace natural y lugareño de alguna parte, pero se hace, se llega a ser ciudadano.

    Soy inmigrante porque he elegido ser inmigrante, por entender que para mí, como persona y como ciudadano, lo importante y constitutivo no es el territorio, ni la naturaleza, ni la sangre (soy de grupo sanguíneo A y tengo el Rh positivo), sino las leyes que garantizan mis derechos y mis libertades, incluidos los de la participación política, en pie de igualdad con todos los conciudadanos, en los asuntos públicos, en el bien común.

    Soy inmigrante porque entiendo que mi libertad está en juego si hay alguien en la sociedad cuya libertad y seguridad están amenazados, como es el caso en Euskadi.

    Soy inmigrante porque entiendo que mi carácter de ciudadano está en peligro cuando en la sociedad en la que vivo alguien no puede expresar su opinión con libertad, sin sentirse amenazado. Soy inmigrante si el serlo es razón suficiente, en opinión de algunos, para no ser miembro en plenitud de la comunidad.

    Soy inmigrante porque entiendo que es el ámbito de la política, y no el de la naturaleza, el del territorio, el que me constituye.Soy inmigrante porque en el ámbito de la política son las leyes, en cuya definición participo, las que mandan, y no la fuerza bruta, que es el principio que domina en el estado de naturaleza.

    Soy inmigrante porque creo que caminar por vías políticas implica necesariamente la transformación de lo dado por la naturaleza, y su superación en lo construido por voluntad propia libre. Soy inmigrante porque creo que para la convivencia social en libertad y en derecho lo que importa no es ser 'natural de', nacido, descendiente, sino estar dotado de libertad y de derechos, con independencia de la proveniencia.

    Soy inmigrante no porque crea que los humanos seamos ángeles sin raíces naturales ni referencias concretas. Sé perfectamente que cuando se ignora este hecho, las puertas quedan abiertas de par en par para que se imponga, desde la arrogancia de lo que se cree universal, la ley del más fuerte. Pero sí soy inmigrante porque creo que no estamos condenados a permanecer en el estado de naturaleza, sino que poseemos libertad para tratar de construir, con todas nuestras limitaciones, historias de libertad.

    Soy inmigrante, por fin, porque no puedo olvidar que la tradición cristiana, a la que tanto recurrimos los nacionalistas haciendo coincidir el día de la resurrección nacional con el día de la Resurrección de Jesús, nos enseña que todos, repito todos, somos peregrinos en esta tierra, en este mundo.

    Y porque soy inmigrante creo que la virtud que debe caracterizar a los ciudadanos no es ni el valor, ni el atrevimiento, ni la valentía, ni el heroísmo, sino el amor a la libertad, el compromiso con la libertad, con la propia y con la libertad de los demás. En una cultura política en la que parece que la valentía, la osadía, el atrevimiento, la dureza, la radicalidad son los valores políticos más importantes, las categorías políticas al uso, reclamo la virtud y la característica del ciudadano, la virtud del inmigrante, que no es otro que el compromiso con la libertad y el bien común regido por las leyes y la participación política.

    Por ser inmigrante creo en la tibieza como virtud, si tibieza significa compromiso, disposición al pacto, reconocimiento de la libertad y del derecho del otro. Porque soy inmigrante creo que la pusilanimidad puede ser entendida, en lugar de como algo despreciable, como prudencia cívica, como inteligencia, como compromiso con el bienestar de los otros, con sus derechos y sus garantías.

    Por ser inmigrante estoy convencido de que Maurizio Virolli tiene razón cuando, refiriéndose al significado del amor de la patria en Rousseau, escribe: «El mundo, señala Rousseau, ha tenido demasiados héroes; nunca ha tenido suficientes ciudadanos» (Por amor a la patria, Acento Editorial, página 117).

    No puedo olvidar que la época que en Europa mayor número de emigrantes políticos ha producido, amén de otras tragedias políticas, ha sido una época en la que, después de la experiencia de la Primera Guerra Mundial, la ideología del valor, del atrevimiento, de la fortaleza, de la dureza y de la radicalidad han consituido una cultura en la que crecieron con facilidad distintos tipos de fascismo.

    Y porque soy inmigrante soy también nacionalista, de los que quieren no materializar una nación históricamente predeterminada, homogénea, pura. Nacionalista de los que, sabiéndonos todos inmigrantes, quiere construir nación cívica, un entramado de leyes, normas y cultura en la que nos reconozcamos todos en nuestras diferencias, nos hagamos sitio en igualdad unos a otros, nos respetemos en nuestras identificaciones. Nacionalista de los que creen que «nación» significa precisamente esas leyes, esas normas y esa cultura, esas diferencias, ese respeto, esa pluralidad de identificaciones.

    Euskadi como nación de ciudadanos, como nación cívica, como nación de inmigrantes, en la que nadie tiene derecho de primogenitura. Euskadi como algo a crear entre todos los que estemos dispuestos a creer en ella, a reconducir continuamente nuestras naturalidades, nuestras etnicidades, nuestras territorialidades, a libertades y derechos de ciudadanía.

    Todo ello debiera ser posible por Euskadi; debiera ser posible por los ciudadanos vascos. Debiera ser posible por el propio nacionalismo, que de otra manera se está cortando sus propias posibilidades de futuro, por muy radical, duro y valiente que se figure a sí mismo.

Joseba Arregi es Parlamentario Vasco del PNV y escritor. (Artículo publicado en Diario Vasco y Correo, el día 26 de Abril, 2000)


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