El
dialecto salacenco
El
valle de Zaraitzu o Salazar está situado frente a la zona oriental del Pirineo
navarro, a la altura de los picos Abodi y Orhi, entre los valles de Aezkoa y
Erronkari (Roncal).
En los pueblos situados más al Norte perviven todavía los últimos
restos de una variante del euskera con fuerte personalidad propia, que se ha
venido considerando, desde el siglo pasado, como una modalidad del dialecto
bajo-navarro oriental. Hoy en día, lingüistas como Koldo Zuazo clasifican el
salacenco como un dialecto aparte al que denominan “navarro oriental” (ekialdeko
nafarrera), y del que habría formado parte también, con sus rasgos
propios, el ya extinguido euskera roncalés.
El
retroceso del euskera en estos valles septentrionales de Navarra está
atestiguado desde 1863, cuando Luis Luciano Bonaparte fija la línea fronteriza
que delimitaba el conocimiento mayoritario de la lengua vasca a la altura de Iruña-Pamplona,
quedando todavía minorías euskaldunes más hacia el Sur, hasta casi Tafalla.
Por estas fechas, el euskera se hablaba en todo el valle de Zaraitzu, incluso en
un pueblo situado más allá de sus límites. Sin embargo, en Oskartze (Uscarrés),
eran ya muy pocos los que sabían seguir una conversación. Gracias a Madoz
sabemos que varios años antes de la elaboración del mapa de Bonaparte, en
Salazar “se habla la lengua vascongada, pero todos conocen el castellano”.
(Foto Río Salazar: A. Goldarazena)
La
explicación de la pérdida del euskera en los valles de Zaraitzu y Erronkari,
al margen de los factores generales que han afectado a todo el país, la podemos
encontrar en la temprana formación, desde principios del siglo XVII, de una
amplia zona de habla romance relativamente cercana -el Romanzado-, así como en
la propia economía de la zona, basada fundamentalmente en la explotación de la
madera, la agricultura y el pastoreo. Son conocidas las largas travesías
invernales de los pastores pirenaicos hasta los pastos de la Ribera, donde
entraban en contacto con el habla romance. La trashumancia ha llegado hasta
nuestro siglo, como cuenta este pastor de Eiaurta (Jaurrieta):
“Iaurtako
batendako egon nintzan irur urtez artzai…xiten zen oktubre, eben erten zen eta
ala!, Erriberara joan ber duk artzai, ber duk irabazi zerbait...xiten zen
apiilla edo mayatza eta ardjekin igaten nintzan ona, etxera lanera, eta manera
kontan egin dugu bizja eben.”
Lo
cierto es que, a pesar del contacto secular con el castellano, la ingente
cantidad de información que puede encontrarse en las obras de Azkue, revelan la
existencia de una comunidad euskaldun muy sólida en el cambio de siglo
anterior. Todavía en 1935, la encuesta de Angel Irigaray fijaba la muga del
euskera en Gorza (Güesa), si bien en todos los pueblos situado al Sur de
Orontze sólo los más ancianos conocían la lengua vasca, y en otros como
Itzaltzu, Otsagabia o Eskarotze los más jóvenes no la habían aprendido y las
personas de edad media, aunque euskaldunes, ya no la usaban. La relaciones
comerciales con vascoparlantes de otras zonas fueron, sin duda, uno de los
factores de influencia en la pervivencia de la lengua:
“Len
xiten zen erri ontra tratante anitz, denek zakien uskara: zer, baduzu zonbait
bei saltzeko?, lagundu bear nuzu; ba zu xite enekin, nik emanen dauzut zerbait.
Ta faten gintzan: nai djat bei bat edo biga erosi, ez?, egiten zen tratu ta
kontent”.
De
la situación del euskera en 1958 conocemos el testimonio de Koldo Mitxelena,
que pasó diez días en el valle haciendo grabaciones: en Eiaurta, Espartza y
Orontze parecían mantenerse aún varias familias de hablantes euskaldunes,
muchos de los cuales vivían todavía cuando, en 1970, Sánchez Carrión
“Txepetx” elabora su encuesta por toda Nafarroa. Fuera de esos tres pueblos,
en esa última fecha tan solo Otsagabia, Itzaltzu y Eskarotze albergaban algunos
euskaldunes dispersos. (Foto
superior: Otsagabia-Ochagavía; Foto adjunta Orontze-Oronz A. Goldarazena).
Al
día de hoy, la situación del euskera
salacenco es sencillamente alarmante, a pesar de que el número de
euskaldunes –en euskera batua- va en aumento. En reciente visita al valle
(diciembre 1999), he podido comprobar que el número de hablantes en el dialecto
local no supera la decena.
En
Eiaurta, me aseguraron que Salvador Karrika (97 años) es el único que conserva
bien el euskera, aunque es más que probable que exista algún otro, dada la
mayor vitalidad histórica de la lengua en esta zona del valle, próxima a
Aezkoa. En Orontze, Inocencia Andueza (85 años) es la única persona que puede
hablar en euskera, aunque con mucha dificultad, puesto que no lo ha hablado con
frecuencia en los últimos 40 años. En Eskarotze, hay dos euskaldunzaharras:
Antonia García (86 años), nacida en Espartza, y Trinidad Hualde (70 años).
Este último me facilitó unos apuntes etnográficos que él mismo había
escrito y en los que recoge toda la tradición recogida de su aitatto
sobre la vida en Salazar a principios de siglo. En Otsagabia, Florencio Sanzet
(78 años), pastor de Irati, calculaba que, además de él, habría otros 4 ó 5
euskaldunes con los que hablaba de vez en cuando (“karrikan
xuntatzen girelaik, elekatzen duu zonbait ele”). En Itzaltzu, mi
informante, Anastasio de Carlos, me aseguró que no quedaba nadie en el pueblo
que hablara el euskera del valle, aunque sus hijos eran euskaldunberris. Me dijo
también que “algunos no lo ven, porque para ellos son cosas de vascos”
(sic). (Foto superior: Embalse de Irabia, Foto inferior Selva de Irati; A.
Goldarazena).
Ya
advertía Mitxelena, hace varias décadas, que el establecimiento de varias
familias de carabineros españoles había acelerado, en su día, la
erdaldunización de Itzaltzu, el pueblo donde un día Campión recogiera la
historia del bardo Gartxot, encerrado en la torre de Elkorreta. La leyenda
cuenta que los pájaros siguen subiéndole comida cada año, cuando comienzan
las nieves…
Txori
kantazale ederra, nun ari haiz kantatzen?; harrien negarra, haizeak darama,
Zaraitzuko ibarretan barna.
Nafarrate, el gudari de Legutiano