Gramática
En esta sección tomaré algunos temas gramaticales y los desarrollaré, mostrando con ejemplos, cuando sea posible, cómo los manejan lenguajes naturales, y qué podés hacer sobre ellos. No se puede tener un lenguaje sin gramática; si no pensás en eso, seguramente vas a terminar copiando la estructura de tu propio lenguaje, y todo no va a pasar de un ejercicio de traducción de palabras sueltas.
Tipología morfológica
La categorización clásica divide a las lenguas en inflexivas, aglutinantes, y aislantes. Esta categorización se ha probado muy limitada, pero la voy a explicar porque es un buen comienzo para entender las diferencias.Inflexión
Un lenguaje inflexivo usa inflexiones, las cuales son afijos usados, por ejemplo, para conjugar verbos, declinar sustantivos y otras cosas. Algunos lenguajes usan sufijos para esto, mientras que otros usan prefijos o incluso infijos. Algunos ejemplos del español son la -s usada para pluralizar sustantivos, y las terminaciones -aba, -abas, -ábamos del tiempo pasado de los verbos.
Otro tipo de inflexión (más 'puro', si es posible) es el cambio de las raíces de las palabras. Por ejemplo, la inflexión de los verbos ingleses como sing, pasado sang, participio sung, que son inflexiones de un concepto radical abstracto sing. La inflexión por cambio vocálico es bastante común en ciertas lenguas. El cambio consonántico también existe, pero es más raro. También en inglés hay ejemplos: pares como breath /brET/ 'aliento' vs. breathe /briD/ 'respirar' (donde /T/ cambia de sorda a sonora /D/, además de alternarse la vocal), house 'casa' vs. house 'albergar' (cambia /s/ por /z/).
La inflexión incluye también el cambio de tono, de acento, de altura o longitud de una vocal, o repetir una parte de la raíz. Lo principal es que una inflexión puede tener más de un significado al mismo tiempo. Por ejemplo, en español, la -í de viví es una inflexión que une tiempo pretérito indefinido, primera persona del singular, modo indicativo. Ejemplos de lenguajes inflexivos son el inglés, el español, el alemán, el latín, el griego, y en general todos los lenguajes indoeuropeos.
Aglutinación
Un lenguaje aglutinante usa afijos cuyo significado es único, y que se concatenan uno después del otro sin fundirse. Algunos lenguajes aglutinantes conocidos son el quechua y muchos otros lenguajes nativos americanos, el turco, el finés, y el húngaro. Por ejemplo, en la palabra quechua wasikunapi 'en las casas', el sufijo de plural -kuna está separado del caso locativo -pi. En finés, huoneissansakaan significa '(ni) siquiera en sus habitaciones', y consiste de cinco morfemas aglutinados, 'habitación-es-en-sus-siquiera'.
Aislación
Un lenguaje aislante no usa afijos ni modificaciones de la raíz. Cada palabra es invariable, y los significados se modifican insertando palabras adicionales, o se entienden por contexto. El más conocido ejemplo de lenguaje aislante es el chino. En chino (mandarín), un sustantivo por sí mismo no es singular ni plural, y un verbo no tiene tiempo ni persona; estas distinciones se hacen (cuando hace falta) añadiendo cuantificadores, adverbios o pronombres. En efecto se dice 'libros' diciendo algo parecido a 'varios libro'.
Análisis y síntesis
La clasificación moderna de las gramáticas es una escala continua que va desde analítico a sintético. Cuanto más analítico un lenguaje, menos significado tienen las palabras por sí solas, y más importante es el contexto. Cuando más sintético es un lenguaje, más autocontenidas son las palabras. Los lenguajes más analíticos dependen del contexto y del orden de las palabras para expresar significados, mientras que los sintéticos tienden a declinar (añadir inflexiones a) las palabras.
Esta escala se toma como referencia; no hay puntos extremos, pero se pueden comparar dos lenguajes y decir que uno es más sintético que el otro. El chino mandarín es muy analítico; una palabra china sola puede significar muchas cosas, porque no se hacen distinciones en ella: no se sabe si es un verbo, un sustantivo o un adjetivo, o si es pasado o futuro, o plural, o singular, o nada, solamente se tiene el concepto raíz. Algunos lenguajes nativos americanos como el nootka o el chinook son el otro extremo, tan sintéticos que de hecho se los llama polisintéticos, y declinan de tal forma las palabras que una sola puede significar 'los muchos pequeños fuegos que estuvieron encendidos en la casa' (esto no lo estoy inventando; la palabra es inikwihl'minih'isit, y de hecho ni siquiera es un verbo o sustantivo aún; necesita prefijos nominales o verbales...). En el medio tenemos el japonés (bastante analítico excepto en los verbos), el inglés (muy analítico, ya que apenas distingue caso en los sustantivos o persona en los verbos), el español, el francés, el italiano, el alemán (ya con muchas inflexiones) y todos los lenguajes aglutinantes, que son de hecho un subconjunto de los inflexivos; el latín, el griego, el sánscrito...
Así que vas a tener que elegir un punto en la escala y quedarte allí. Ésta es probablemente la más importante decisión del proceso. Cada tipo de gramática tiene sus pros y sus contras.
- Un lenguaje aislante evita mucho trabajo en asuntos difíciles como decidir cómo pluralizar sustantivos y conjugar verbos. Pero requiere que planees un orden de palabras rígido y que lo respetes a toda costa, después de asegurarte de que no conduce a ambigüedades (serias). Y un lenguaje totalmente aislante es difícil de crear, ya que hay que eliminar todo rastro de inflexión, aun aquellos de los que nunca sospecharías.
- Un lenguaje aglutinante implica un cuidadoso plan de afijos (docenas de ellos) que deben tener significados únicos. También tenés que decidir en qué orden aparecerán después o antes de una raíz. Finalmente, los lenguajes aglutinantes pueden producir palabras muy largas, o que son muy difíciles de pronunciar (considerá el georgiano, donde muchos afijos están formados por sólo una o dos consonantes; a veces tienen que unirse a otros afijos del mismo tipo, y terminás teniendo hasta seis consonantes seguidas).
- Un lenguaje inflexivo produce palabras más cortas y oraciones compactas (cuanto más inflexivo, más compactas), pero requiere que planees todas las inflexiones y combinaciones de significados, porque a veces no vas a poder colocar dos o más seguidas (aglutinadas). Se puede tener una inflexión mínima (como la del inglés) o producir un lenguaje polisintético que declina las palabras para casi cualquier propósito concebible. Cuanto más inflexivo es un lenguaje, más vas a tener que tener cuidado con la concordancia (el acuerdo entre adjetivos y sustantivos, y entre sustantivos y verbos).
La clasificación de Sapir
Hay otra clasificación de lenguajes, que es mucho más compleja, y fue creada por Edward Sapir en los años 1920. Divide los conceptos en cuatro clases:
Grupo I. Conceptos básicos (concretos) (objetos, acciones, cualidades): expresados normalmente mediante palabras o elementos radicales independientes; no denotan ninguna relación propiamente dicha.
Grupo II. Conceptos derivativos (por lo general menos concretos que el grupo I, pero más concretos que el grupo III): expresados normalmente mediante la afijación de elementos no radicales a los elementos radicales, o mediante una modificación interna de estos últimos; difieren del grupo I porque denotan ideas que no interesan al conjunto de la proposición u oración, pero que dan a un elemento radical un incremento particular de significación y que, de ese modo, están íntimamente relacionadas, de una manera concreta, con los conceptos del grupo I. Por ejemplo, los prefijos pre-, in-, des- y los sufijos -mente, -ito.
Grupo III. Conceptos concretos de relación (más abstractos aún, pero no totalmente desprovistos de un matiz concreto): expresados normalmente mediante la afijación de elementos no radicales a los elementos radicales, pero, por lo común, de manera menos íntima que los elementos del grupo II, o mediante una modificación interna de los elementos radicales; difieren fundamentalmente del grupo II porque indican o dan a entender relaciones que trascienden la palabra particular a la cual van adheridos de manera inmediata. Por ejemplo, la -s del plural de los sustantivos.
Grupo IV. Conceptos puros de relación (totalmente abstractos): expresados normalmente mediante la afijación de elementos no radicales a los elementos radicales (y en tal caso estos conceptos suelen entremezclarse con los del grupo III), o por su modificación interna, o por palabras independientes, o por la posición en la frase; sirven para relacionar entre sí los elementos concretos de la proposición, dándoles así una forma sintáctica definida. Por ejemplo, las modificaciones de le, la, te de él, ella, tú que indican caso acusativo; las preposiciones a, para; la posición de "el perro" en "Veo al perro" indicando que es el objeto del verbo, etc.
La clasificación de los lenguajes con respecto a estas clases es como sigue:
Tipo A. Lenguajes que sólo expresan conceptos de los grupos I y IV, de manera que no tienen medios para modificar el significado de un elemento radical (o raíz) por medio de afijos o cambios internos. Por ejemplo, el chino.
Tipo B. Lenguajes que expresan conceptos de los grupos I, II y IV, preservando las relaciones sintácticas en forma pura (fuera de la palabra) y capaces de modificar el significado de las raíces por afijación o cambio interno.
Tipo C. Lenguajes que expresan conceptos de los grupos I y III, es decir, en los cuales las relaciones sintácticas se expresan en conexión necesaria con conceptos no totalmente desprovistos de significado concreto, pero que, si se prescinde de esa mezcla, no tienen la facultad de cambiar el sentido de sus elementos radicales por medio de afijos o de cambios internos. [El grupo III absorbe al grupo IV.]
Tipo D. Lenguajes que expresan conceptos de los grupos I, II y III, es decir donde las relaciones sintácticas se expresan de forma mezclada, como en el tipo C, y que también pueden modificar el significado de los elementos radicales por afijación o cambio interno. A este grupo pertenecen la mayoría de los lenguajes inflexivos con los que estamos familiarizados, como así también muchos de los aglutinantes.
Cada uno de los tipos A, B, C, D se puede subdividir en aglutinante, fusional y simbólico. Aglutinante significa que las cosas añadidas a la raíz están simplemente yuxtapuestas (puestas juntas); fusional significa que a veces se funden; simbólica implica, aproximadamente, cambio interno de la raíz. El tipo A también tiene un subtipo aislante.
El método (aglutinante, fusional o simbólico) de un cierto grupo de conceptos no tiene por qué ser igual al método de un grupo diferente. La clasificación usa un término compuesto, la primera parte del cual se refiere al método para los conceptos de grupo II, y la segunda a los conceptos de los grupos III y IV. Estos métodos no están solos; el inglés, por ejemplo, los usa todos (aunque algunos predominan y otros son marginales). Por ejemplo, goodness 'bondad' de good 'bueno' es aglutinación; books 'libros' de book 'libro' es fusión regular, depth 'profundidad' de deep 'profundo' es fusión irregular, y geese 'gansos' de goose 'ganso' es fusión simbólica o simbolismo. El español no usa la fusión simbólica y prefiere fundamentalmente la fusión regular.
Todo esto conduce a una sola cosa: no tenés por qué esperar que todo esté en su lugar 'correcto' en tu lenguaje (es decir, en el mismo lugar que en español). El número en español (singular vs. plural) es un concepto del grupo III, bastante abstracto y que forma parte íntima de las palabras; no concebimos una palabra sin número. En tibetano, sin embargo, el número es una característica opcional y no está gramaticalizada como en español; no es una cosa abstracta que debe incluirse en la palabra, sino una cosa concreta, la idea de pluralidad: 'varios' o 'muchos' se expresa por una raíz que es una palabra separada y con todas las de la ley, un concepto del grupo I. No es parte obligatoria de la sintaxis y por lo tanto se omite cuando no se necesita.
Pensá mucho sobre esto. Después de colocar tu lenguaje en la escala, tenés que decidir qué clases de palabras vas a usar, y cómo se relacionarán unas con otras.